17 de noviembre del 2024: trigésimo tercer domingo del tiempo ordinario - Ciclo B


Convocados a la esperanza

Jesús invita a sus discípulos a no temer las luchas y tribulaciones que vendrán, signos del inicio de los dolores del parto, es decir de un nacimiento por venir.

Así como los discípulos de Jesús esperan el momento en que el florecimiento de las hojas de la higuera anuncia los frutos, así están convocados a una esperanza activa con vistas a la reunión de los hijos de Dios esparcidos en los cuatro rincones del mundo, mundo que Jesús quiere conducir hacia el Padre.

Este día será la señal de la venida del Hijo del Hombre, que afectará a todo el cosmos. Jesús, que vino a lo más profundo de nuestra humanidad para realizar el proyecto de toda la Trinidad, mediante su vida, su muerte y su resurrección, volverá en gloria.

Gloria de haber obtenido el perdón de los pecados para todos, mediante su ofrecimiento único y definitivo.

El tiempo de espera del regreso de Cristo Jesús es este tiempo de gracia donde estamos llamados a vivir por la Alianza, por la ley escrita en el corazón y en el pensamiento, basada en el perdón recibido para vivir una vigilancia activa en el amor día a día, cada uno a su manera.

Al afirmar que sólo el Padre sabe el día y la hora de la manifestación de la gloria del Hijo del Hombre, Jesús invita a quienes eligen seguirlo a entrar más profundamente en la confianza en el Padre.

En este lenguaje difícil de descifrar, Jesús anuncia la fecundidad de lo que experimenta al entrar en su pasión de amor por el mundo.

En tiempos de lucha, en mi vida o en el mundo de hoy, ¿qué me ayuda a aferrarme a la esperanza?
¿Cómo puedo aumentar la confianza en mi relación con el Señor? 

Anne Da, Javiera

 


PRIMERA LECTURA

LECTURA DEL LIBRO DE DANIEL 12, 1-3

Por aquel tiempo se levantará Miguel, el arcángel que se ocupa de tu pueblo: Serán tiempos difíciles, como no los ha habido desde que hubo naciones hasta ahora. Entonces se salvará tu pueblo: todos los inscritos en el libro. Muchos de los que duermen en el polvo despertarán: unos para vida perpetua, otros para ignominia perpetua. Los sabios brillarán como el fulgor del firmamento, y los que enseñaron a muchos la justicia, como las estrellas, por toda la eternidad.

Palabra del Señor

 

SALMO RESPONSORIAL

SALMO 15

 

R.- PROTÉGEME, DIOS MÍO, QUE ME REFUGIO EN TI

 El Señor es el lote de mi heredad y mi copa

mi suerte está en tu mano.

Tengo siempre presente al Señor,

con él a mi derecha no vacilaré. R.-

 

Por eso se me alegra el corazón,

se gozan mis entrañas,

y mi cama descansa serena:

Porque no me entregarás a la muerte

ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción. R.-

 

Me enseñarás el sendero de la vida,

me saciarás de gozo en tu presencia

de alegría perpetua a tu derecha. R.-

 

SEGUNDA LECTURA

LECTURA DE LA CARTA A LOS HEBREOS 10, 11-14.18

 

Hermanos:

Cualquier otro sacerdote ejerce su ministerio diariamente ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, porque de ningún modo pueden borrar los pecados. Pero Cristo ofreció por los pecados, para siempre jamás, un solo sacrificio; está sentado a la derecha de Dios y espera el tiempo que falta hasta que sus enemigos sean puestos como estrado de sus pies. Con una sola ofrenda ha perfeccionado para siempre a los que van siendo consagrados. Donde hay perdón, no hay ofrenda por los pecados.

Palabra del Señor

 

 

ALELUYA Lc 21, 36

 

Estad siempre despiertos pidiendo fuerza para mantenerse en pie ante el Hijo del Hombre.

 

 EVANGELIO

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS

13, 24 – 32

 En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

-- En aquellos días, después de una gran tribulación, el sol se hará tinieblas, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, los ejércitos celestes temblarán. Entonces verán venir al Hijo del Hombre sobre las nubes con gran poder y majestad; enviará a los ángeles para reunir a sus elegidos de los cuatro vientos del extremo de la tierra al extremo del cielo. Aprended lo que os enseña la higuera: Cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las yemas, sabéis que la primavera está cerca, a la puerta. Os aseguro que no pasará esta generación antes que todo se cumpla. El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán. El día y la hora nadie lo sabe, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, solo el Padre.

Palabra del Señor

 

REFLEXIÓN CENTRAL:

 

La epopeya humana saldrá adelante…

 Anunciar la destrucción de un mundo es aspirar a un mundo mejor…

Cada año, el penúltimo domingo del año litúrgico, escuchamos este texto impresionante, sea la versión de Mateo (año A), Lucas (año C) y este domingo (33º) la de Marcos (correspondiente al año B).

Si, texto impresionante porque describe el fin del mundo. Fin del mundo que asusta desde siempre la imaginación o imaginería del ser humano.

Si se le preguntara a un joven del mundo moderno cómo imagina él el fin del mundo, hablaría sin duda de explosión planetaria, de guerra atómica o química, o aun de grandes catástrofes intergalácticas tal como se describen en las mejores películas hollywoodenses de ciencia ficción…

Este fin del mundo genera muy a menudo miedos y angustias…Y en todos los tiempos y o épocas, estos miedos y angustias han sido explotados por falsos profetas, por fanáticos religiosos, o todavía por jefes de sectas, que buscan mejor dominar y o controlar los espíritus.

Es importante entonces volver a decir cada año que esta visión catastrófica del fin del mundo no tiene nada que ver con el mensaje que Jesús quiere comunicar por boca del evangelista Marcos a sus discípulos. Muy al contrario, y de modo distinto, Jesús contradice todas las profecías alarmistas de esas personas pitonisas, de esos gurús de malos augurios, y profetas de desgracias, con estas últimas palabras del evangelio: “En cuanto el día y la hora, nadie los conoce, ni siquiera los ángeles del cielo, tampoco el Hijo, sino solamente el Padre”.

Entonces si ni siquiera los ángeles del cielo, ni Jesús Él mismo (como hombre y no como Dios) no conocen ni el día ni la hora del fin, ¿cómo un simple humano podría saber más que ellos? (cfr. Las profecías mayas 2012, las sectas apocalípticas, milenaristas…ciertos periodistas a quienes les resbala las revelaciones bíblicas divinas…).

Es necesario entonces conservar (guardar) el corazón en paz y comprender que en ningún momento Jesús busca asustarnos, dominarnos o condicionarnos por el miedo a los truenos y rayos divinos, es todo lo contrario. La visión de fin del mundo que nos propone Jesús es una visión llena de esperanza. Ella no será una caída en lo profundo de la nada, sino más bien una entrada en la Gloria, una plena realización del Reino de Dios, una liberación total.

E insisto, cuando queremos encontrar en este pasaje de Marcos, a primera vista, un poco de luz y de esperanza, podemos sentirnos verdaderamente desconcertados por su lenguaje. 

“Las estrellas caerán del cielo”. ¡Pero veamos, como así! Según lo que nos ensena la física moderna, las estrellas no pueden caer; al contrario, según la ley de la gravedad, es la tierra, mucho más pequeña, la que debería caer sobre las estrellas. “El sol se oscurecerá”, dice aun nuestro texto. Y de acuerdo con la física moderna, esto se producirá cuando el sol habrá consumido todo su hidrógeno, es decir dentro de 5 mil millones de años. No es para mañana por la noche. Comprendemos entonces y enseguida que nos encontramos ante un lenguaje simbólico… ¿Pero ¿qué quiere decir todo esto exactamente?

Cuando Jesús habla a sus discípulos de la caída de las estrellas, del oscurecimiento del sol y de la luna, no hace más que emplear el lenguaje poético y pleno de imágenes bien conocido en la tradición profética del Antiguo Testamento y particularmente del profeta Isaías. (cfr. Jeremías 8,2; Ezequiel 8,16, por ejemplo).

El sol y la luna, por ejemplo, representaban dentro de esta tradición, las divinidades paganas. Este oscurecimiento del sol y de la luna, muestra que al retorno (segunda venida) de Cristo, todos los falsos dioses, los falsos ídolos serán anulados ante la Gloria triunfante del Hijo del Hombre. Las estrellas y los poderes celestes representaban, dentro de esta tradición, los jefes de las naciones que se creían dioses para oprimir los pueblos, y quienes se hacían considerar como dioses. Muchos textos de los mismos profetas (Isaías, Jeremías, Ezequiel) describían la caída de sus imperios bajo la imagen de una catástrofe cósmica.

Una nueva creación trae consigo al mismo tiempo el fin de todas las divinidades, de todas las ilusiones humanas, de todas las falsas adoraciones de Dios. Es lo que hay detrás este texto…

En aquellos días cuando Jesús hablaba, en la época en que la Biblia fue escrita, no se estaba dentro de esta cosmología que tenemos actualmente. Y hablar del fin del mundo era más fácil que hoy. Hoy sabemos muy bien, que es suficiente con que un asteroide choque con la tierra para que esto sea el fin de nuestro planeta, con todos los seres vivos que en ella se encuentra; si bien es verdad que se hacen esfuerzos por tratar de desviarlos y o cambiar su ruta y evitar que haya una catástrofe; estamos en el mundo de la ciencia. El evangelio no se sitúa en el mundo de la ciencia.

Cuando Jesús habla de la caída de las estrellas, anuncia de hecho que todos los poderes usurpados o puestos al servicio del Maligno (Satán o diablo) serán destruidos, los unos seguidos de los otros. Y después de la Ascensión de Nuestro Señor Jesucristo, nuestro mundo ha conocido (o visto) ya la caída de varias estrellas de este tipo, comenzando por la caída del imperio romano. Pero también podríamos hablar más recientemente del Reich (Régimen nazista) o aun de la Unión soviética…

A través de este pasaje del evangelio, Cristo nos aporta un formidable mensaje de plenitud y de paz. Nos anuncia que solo el Reino del amor y de la Verdad durarán eternamente, Cierto, la victoria sobre el mal, el pecado y la muerte ya la ha logrado de una vez por todas por su muerte en la cruz y su resurrección.

Mas el anuncio de esta victoria debe primero expandirse hasta los confines de la tierra. Es por ello por lo que Él envía sus discípulos a congregar los elegidos de los cuatro puntos cardinales. Porque después de la mañana de Pascua, un nuevo mundo ha surgido. Este nuevo mundo crece irremediablemente, a la imagen de esta higuera, del cual sus ramas, en la primavera, llegan a ser tiernas y entonces las hojas comienzan a salir.

El fin del mundo antiguo es entonces irremediable. Nuestra misión es precipitar este pleno evento de Cristo, este retorno en la Gloria del Hijo del Hombre.

¿Cómo? Haciendo derrumbar todas las murallas de separación establecidas entre nosotros y dejando que reine el amor del Señor en el fondo de nuestro corazón. Prepararse de manera activa para la venida del Hijo del Hombre, comienza entonces por actos concretos de fe, de esperanza y de caridad que nosotros debemos hacer cada uno personalmente, y no esperar pasivamente, yo no sé qué o cuál desastre que devaste nuestro planeta. 

¿Somos conscientes de eso?

No es sino en el encuentro intimo con el Señor, que realizaremos hasta qué punto nuestro Dios no es un Dios vengador, sino que, como dice el Salmo es un “Dios de misericordia y piedad, lento a la cólera y pleno de amor…que no dura eternamente enojado; que no actúa con nosotros de acuerdo a nuestras faltas…quien sabe de qué estamos hechos o fabricados” (Sal 103,8-14).

Entonces, no tengamos miedo del retorno de Cristo. Deseémoslo con todo nuestro corazón y podremos cantar dentro de poco después de la consagración, con el corazón pleno de amor: “Si Señor Jesús te esperamos…Ven Señor Jesús!” Amen.

 

++++

Puntilla

El apocalipsis del evangelio no tiene el gusto de la ceniza, de la sangre ni de la desesperanza. ¿Qué podría aclarárnoslo?  “La higuera”, nos dice Jesús. Es suficiente con contemplarla para acoger o descifrar su mensaje discreto. Cuando su corteza se suaviza, cuando sus capullos o brotes aparecen antes de abrirse para liberar hojas minúsculas, ella anuncia la venida del verano.

Muchos entre nosotros pensamos que, es cierto, habrá un fin del mundo, pero está tan lejos, que no hemos de tenerlo en cuenta en nuestra vida cotidiana…nos desentendemos de ello. Otros, que son más sensibles a las catástrofes de nuestro tiempo, aguzan con más facilidad el oído a aquellos que vienen anunciar el fin de los tiempos para dentro de poco, precisando en ocasiones la próxima fecha del cataclismo final… A estos hermanos vulnerables, Jesús les recuerda: «nadie sabe ni el día ni la hora». Sería entonces muy atrevido aquel o aquella que podría prever el día del retorno del Señor.

Pero a aquellos que corren el riesgo de adormilarse, Jesús les dice: “estén vigilantes. Prepárense. Esta generación no pasara antes que todo esto suceda”. Porque para cada uno, personalmente, el fin del mundo, es el día de su muerte. Aquel día, para mí, el tiempo se detendrá. Y seré proyectado de un solo impulso, al final de los tiempos, cuando el Señor congregará todos sus elegidos.  Entonces, esto está cerca. Entonces, seamos vigilantes.

¿Pero qué significa “estar vigilantes”? no es soñar con el futuro. Es vivir el momento presente, permaneciendo atentos a los signos que el Señor nos hace. Es no perder nuestro tiempo en otra cosa que no sea amar, que humanizar la tierra, humanizar los espacios de encuentro y comunicación (redes virtuales, internet), que humanizar la vida.  Mañana comienza hoy cada vez que realizamos gestos de vida, cada vez que optamos por el amor.

Por lo tanto, no se puede amar sin vivir en la confianza y la esperanza.

Jesús nos dice que el futuro no es una cueva de entrada a una noche de terror, sino más bien la liberación de todas las ataduras que nos impiden vivir plenamente. El esqueleto que tiene su guadaña en la mano cede su lugar a la sonrisa apaciguadora del amigo, del hombre de las bienaventuranzas. El futuro es la muerte de la muerte, es Cristo resucitado que nos conduce en la vida trinitaria.

No vivamos entonces en un miedo paralizante. Amemos, haciéndonos jardineros y posibilitadores del próximo verano que viene…

 

2

Las tribulaciones que vendrán

 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

-- En aquellos días, después de una gran tribulación, el sol se hará tinieblas, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, los ejércitos celestes temblarán. 

Marcos 13:24-25

 


La “tribulación” de la que habla nuestro Señor se refiere a una gran persecución de la Iglesia y de los creyentes. Sobre esta tribulación, el Catecismo de la Iglesia Católica afirma:

Antes del advenimiento de Cristo, la Iglesia deberá pasar por una prueba final que sacudirá la fe de numerosos creyentes (cf. Lc 18, 8; Mt 24, 12). La persecución que acompaña a su peregrinación sobre la tierra (cf. Lc 21, 12; Jn 15, 19-20) desvelará el "misterio de iniquidad" bajo la forma de una impostura religiosa que proporcionará a los hombres una solución aparente a sus problemas mediante el precio de la apostasía de la verdad. La impostura religiosa suprema es la del Anticristo, es decir, la de un seudo-mesianismo en que el hombre se glorifica a sí mismo colocándose en el lugar de Dios y de su Mesías venido en la carne (cf. 2 Ts 2, 4-12; 1Ts 5, 2-3;2 Jn 7; 1 Jn 2, 18.22). (#675).

¿Está sucediendo hoy este “juicio final”? Aunque es imposible aplicar la profecía de Jesús y la enseñanza del Catecismo a un momento específico en el tiempo, el hecho es que este juicio y tribulación se llevará a cabo. Eso es seguro. Pero no sabemos cómo ni cuándo ocurrirá. Puede ser que ya haya sucedido o que esté sucediendo ahora mismo. Sólo Dios puede interpretar adecuadamente estas palabras proféticas.

Dicho esto, esta última prueba y “misterio de iniquidad” se da en la vida de todos de diversas maneras. Cuando nos dedicamos al amor y al servicio de Dios, podemos estar seguros de que nuestra fe será puesta a prueba y de que experimentaremos persecución de una forma u otra. Sin embargo, saber esto no debe asustarnos. Al contrario, nuestro Señor lo dijo para prepararnos y ayudarnos a soportar cualquier prueba que experimentemos en la vida. Las palabras de Jesús deben infundirnos esperanza cuando soportamos el sufrimiento causado por el mal.

Jesús también dijo que cuando vemos persecuciones, pruebas y tribulaciones, debemos “saber que él está cerca, a las puertas”. En otras palabras, cuanto mayor es el sufrimiento que uno soporta por su fe, más presente está Dios. Él está allí, a la puerta de tu corazón, esperando que corras hacia él con confianza y esperanza.

A medida que nos acercamos al final de nuestro año eclesiástico actual, la mayoría de nuestras lecturas en la Misa se centrarán en el fin de los tiempos. Leeremos sobre el glorioso regreso de Jesús en gloria, el fin del mundo y el establecimiento de su Reino permanente cuando el Cielo y la tierra estén unidos como uno solo. Podría suceder hoy o mañana, o podría no suceder durante miles de años. Pero sucederá. Ese día, el día del juicio final, lo único que importará será nuestra fidelidad a Dios. Por esa razón, debemos esforzarnos diariamente por vivir como si ese día fuera hoy.

Debemos prepararnos diligentemente para ese día y vivir solo para ese momento glorioso.

Si la vida es fácil en este momento, debemos esforzarnos por ser más desinteresados ​​​​y sacrificados para estar preparados.

Si la vida es desafiante en este momento, debemos enfrentar esos desafíos con esperanza y confianza, uniendo cada sufrimiento a los sufrimientos de Cristo como un sacrificio de amor.

Reflexiona hoy sobre la profecía de Jesús “el sol se hará tinieblas, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, los ejércitos celestes temblarán. 

Al hacerlo, recuerda que estas palabras no solo se dirigen a la Iglesia en su conjunto, sino también a ti.

Jesús quiere que sepas que cualquier sufrimiento y tribulación que sufras, cada “oscurecimiento del sol” o cualquier forma en que te sientas “sacudido” son oportunidades para que te vuelvas a Dios con confianza. Invita a nuestro Señor a vivir estas experiencias y recuerda que son signos de Su cercanía para ayudarte a purificarte y prepararte para el glorioso día de Su regreso.

 

Glorioso Juez, un día volverás en gloria para juzgar a vivos y muertos. Antes de ese día, has revelado que tu Iglesia sufrirá mucho. Por favor, dame esperanza durante esos momentos de mi vida para que pueda ofrecerte todo sufrimiento como un sacrificio de amor, ofrecido en unión con tu propio sacrificio perfecto. Jesús, confío en ti.

 REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS

 

 Pequeño Misal “Prions en Église”, edición quebequense, 2009, 2012.

 

HÉTU, Jean-Luc. Les Options de Jésus.

 

  http://leon.paillot.pagesperso-orange.fr/

 

 http://mystereetvie.com

 

…  y  diversas fuentes de internet

 

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