Reunir el rebaño
(Lucas 15, 1-10) Jesús
provoca incomprensión entre los escribas y fariseos: “¡Éste acoge a los
pecadores y come con ellos!»
A través de su Hijo, Dios va
en busca de la oveja perdida, la despreciada, la que no tiene voz y que
ciertamente ha sido olvidada en un rincón sin que a nadie le importe su
desaparición.
Nuestras calles están pobladas
de ovejas descarriadas. A nosotros nos toca dar rostro y manos a la ternura del
Padre.
Benedicta de la Cruz, cisterciense
(Lucas 15, 1-10) Buena noticia: con Dios, nada ni nadie se pierde para siempre. "Ovejas" o "monedas de plata" perdidas, las busca sin descanso y se regocija cuando logra encontrarlas. Es el amor que renace entonces en los corazones: ¡alegría en el cielo!
Primera lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Fílipenses (3,3-8a):
Los circuncisos somos nosotros, que damos culto con el Espíritu de Dios, y que ponemos nuestra gloria en Cristo Jesús, sin confiar en la carne. Aunque, lo que es yo, ciertamente tendría motivos para confiar en la carne, y si algún otro piensa que puede hacerlo, yo mucho más, circuncidado a los ocho días de nacer, israelita de nación, de la tribu de Benjamín, hebreo por los cuatro costados y, por lo que toca a la ley, fariseo; si se trata de intransigencia, fui perseguidor de la Iglesia, si de ser justo por la ley, era irreprochable. Sin embargo, todo eso que para mí era ganancia lo consideré pérdida comparado con Cristo; más aún, todo lo estimo pérdida comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por él lo perdí todo, y todo lo estimo basura con tal de ganar a Cristo.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 104,2-3.4-5.6-7
R/. Que se alegren los que buscan al Señor
Cantadle al son de instrumentos,
hablad de sus maravillas;
gloriaos de su nombre santo,
que se alegren los que buscan al Señor. R/.
Recurrid al Señor y a su poder,
buscad continuamente su rostro.
Recordad las maravillas que hizo,
sus prodigios, las sentencias de su boca. R/.
¡Estirpe de Abrahán, su siervo;
hijos de Jacob, su elegido!
El Señor es nuestro Dios,
él gobierna toda la tierra. R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (15,1-10):
En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús todos los publicanos y los pecadores a escucharle.
Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos: «Ése acoge a los pecadores y come con ellos.»
Jesús les dijo esta parábola: «Si uno de vosotros tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿no deja las noventa y nueve en el campo y va tras la descarriada, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros, muy contento; y, al llegar a casa, reúne a los amigos y a los vecinos para decirles: "¡Felicitadme!, he encontrado la oveja que se me había perdido." Os digo que así también habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse. Y si una mujer tiene diez monedas y se le pierde una, ¿no enciende una lámpara y barre la casa y busca con cuidado, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, reúne a las amigas y a las vecinas para decirles: "¡Felicitadme!, he encontrado la moneda que se me había perdido." Os digo que la misma alegría habrá entre los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta.»
Palabra del Señor
Acogiendo a los pecadores
En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús todos los publicanos y los pecadores a escucharle.
Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos: «Ése acoge a los pecadores y come con ellos.»
¿Cómo tratas a los pecadores que encuentras? ¿Los evitas, hablas de ellos, los ridiculizas, los compadeces o los ignoras? ¡Ojalá no! ¿Cómo debes tratar al pecador? Jesús les permitió acercarse a Él y estuvo atento a ellos. De hecho, fue tan misericordioso y bondadoso con el pecador que los fariseos y los escribas lo criticaron duramente. ¿Y tú? ¿Estás dispuesto a asociarte con el pecador hasta el punto de abrirte a la crítica?
Es muy fácil ser duro y crítico con aquellos que “se lo merecen”. Cuando vemos claramente que alguien se está descarriando, casi podemos sentirnos justificados al señalarlo con el dedo y menospreciarlo como si fuéramos mejores que ellos o como si fueran basura. ¡Qué cosa tan fácil de hacer y qué error!
Si queremos ser como Jesús debemos tener una actitud muy diferente hacia ellos. Debemos actuar de manera diferente hacia ellos de cómo nos apetece actuar. El pecado es feo y sucio. Es fácil criticar a alguien que está atrapado en un ciclo de pecado. Sin embargo, si lo hacemos, no somos diferentes a los fariseos y escribas del tiempo de Jesús. Y lo más probable es que recibamos el mismo trato duro de parte de Jesús por nuestra falta de misericordia.
Es interesante que uno de los únicos pecados que Jesús reprende constantemente es el de juzgar y criticar. Es casi como si este pecado cerrara la puerta a la misericordia de Dios en nuestras vidas.
Reflexiona hoy sobre cómo miras y tratas a aquellos cuyos pecados son algo manifiestos. ¿Los tratas con misericordia? ¿O reaccionas con desdén y actúas con un corazón crítico? Vuelve a comprometerte con la misericordia y evita completamente juzgar. El juicio es de Cristo, no tuyo. Estás llamado a la misericordia y la compasión. Si puedes ofrecer eso, serás mucho más como nuestro Señor misericordioso.
Señor de misericordia, ayúdame cuando tenga ganas de ser duro y crítico. Ayúdame a volver una mirada de compasión hacia el pecador, viendo la bondad que Tú pones en sus almas antes de ver sus acciones pecaminosas. Ayúdame a dejar el juicio en tus manos y abrazar la misericordia en su lugar. Jesús, en Ti confío.
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