Un discurso espiritual
(1 Juan 5:5-13) El autor de la primera carta de Juan especifica el propósito de su mensaje: “Para que sepáis que tenéis vida eterna. » Esto puede ayudarnos a discernir la calidad de nuestros discursos hacia los demás. ¿Es para hacerles saber esta Buena Nueva? ¿Es para “darles lecciones”? ¿Es compartir con ellos la alegría que nos da la vida? Recordemos que “el que da testimonio es el Espíritu” y que puede hacer mucho más allá de lo que podemos esperar o concebir.
Emmanuelle Billoteau, ermitaña
Primera lectura
1Jn 5,5-13
El Espíritu, el agua y la sangre
Lectura de la primera carta del apóstol san Juan.
QUERIDOS hermanos:
¿Quién es el que vence al mundo sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?
Este es el que vino por el agua y la sangre: Jesucristo.
No solo en el agua, sino en el agua y en la sangre; y el Espíritu es quien da testimonio, porque el Espíritu es la verdad.
Porque tres son los que dan testimonio: el Espíritu, el agua y la sangre, y el testimonio de los tres es único.
Si aceptamos el testimonio humano, mayor es el testimonio de Dios. Pues este es el testimonio de Dios, que ha dado testimonio acerca de su Hijo. El que cree en el Hijo de Dios tiene el testimonio en sí mismo.
Quien no cree a Dios lo hace mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado acerca de su Hijo.
Y este es el testimonio: Dios nos ha dado vida eterna, y esta vida está en su Hijo. Quien tiene al Hijo tiene la vida, quien no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida.
Les he escrito estas cosas a los que creen en el nombre de Hijo de Dios, para que se den cuenta de que tienen vida eterna.
Palabra de Dios.
Salmo
Sal 147,12-13.14-15.19-20 (R. 12a)
R. Glorifica al Señor, Jerusalén.
O bien:
R. Aleluya
V. Glorifica al Señor, Jerusalén;
alaba a tu Dios, Sion.
Que ha reforzado los cerrojos de tus puertas,
y ha bendecido a tus hijos dentro de ti. R
V. Ha puesto paz en tus fronteras,
te sacia con flor de harina.
Él envía su mensaje a la tierra,
y su palabra corre veloz. R.
V. Anuncia su palabra a Jacob,
sus decretos y mandatos a Israel;
con ninguna nación obró así,
ni les dio a conocer sus mandatos. R.
Aclamación
R. Aleluya, aleluya, aleluya
V. Jesús proclamaba el evangelio del reino, y curaba toda dolencia del pueblo. R.
Evangelio
Lc 5,12-16
Y enseguida la lepra se le quitó
Lectura del santo Evangelio según san Lucas.
SUCEDIÓ que, estando Jesús en una de las ciudades, se presentó un hombre lleno de lepra; al ver a Jesús cayendo sobre su rostro, le suplicó diciendo:
«Señor, si quieres, puedes limpiarme»
Y extendiendo la mano, lo tocó diciendo:
«Quiero, queda limpio».
Y enseguida la lepra se le quitó.
Y él le ordenó no comunicarlo a nadie; y le dijo:
«Ve, preséntate al sacerdote y ofrece por tu purificación según mandó Moisés, para que les sirva de testimonio».
Se hablaba de él cada vez más, y acudía mucha gente a oírlo y a que los curara de sus enfermedades.
El, por su parte, solía retirarse a despoblado y se entregaba a la oración.
Palabra del Señor.
Predicando con el ejemplo
Se hablaba de él cada vez más, y acudía mucha gente a oírlo y a que los curara de sus enfermedades.
El, por su parte, solía retirarse a despoblado y se entregaba a la oración
Lucas 5:15-16
Este versículo concluye la hermosa y poderosa historia de un hombre que estaba lleno de lepra y que vino a Jesús, se postró ante Él y le suplicó que lo sanara si era Su voluntad.
La respuesta de Jesús fue sencilla: “Yo quiero. quede limpio”. Y luego Jesús hizo lo impensable. Tocó al hombre. El hombre, por supuesto, fue sanado inmediatamente de su lepra, y Jesús lo envió a mostrarse ante el sacerdote. Pero la noticia de este milagro se extendió rápidamente, y como resultado, muchas personas siguieron viniendo a ver a Jesús.
Es fácil imaginar la escena de la gente hablando de este milagro, pensando en sus propias dolencias y en las de sus seres queridos, y deseando ser sanados por este hacedor de milagros. Pero en el pasaje anterior, vemos a Jesús hacer algo muy interesante y profético. Justo cuando las grandes multitudes se reunían y justo cuando había mucho entusiasmo por Jesús, Él se apartó de ellos a un lugar desierto para orar. ¿Por qué haría esto?
La misión de Jesús era enseñar a sus seguidores la verdad y conducirlos al Cielo. Lo hizo no sólo con sus milagros y enseñanzas, sino también dando ejemplo de oración. Al ir a orar a su Padre a solas, Jesús enseña a todos estos entusiasmados seguidores qué es lo más importante en la vida. Los milagros físicos no son lo más importante. La oración y la comunión con el Padre Celestial es lo más importante.
Si has establecido una vida sana de oración diaria, una manera de compartir el Evangelio con los demás es permitir que sean testigos de tu compromiso con la oración. No para recibir sus alabanzas, sino para hacerles saber lo que consideras más importante en la vida. Cuando te comprometes a asistir a la Misa diaria, a ir a la iglesia para la adoración o simplemente a tomarte un tiempo a solas en tu habitación para orar, los demás lo notarán y se sentirán atraídos por una santa curiosidad que también puede llevarlos a una vida de oración.
Reflexiona hoy sobre tu misión de evangelizar a los demás con el simple acto de permitir que tu vida de oración y devoción sea conocida por ellos. Deja que te vean orar y, si te lo piden, comparte con ellos los frutos de tu oración. Deja que tu amor por nuestro Señor brille para que otros reciban la bendición de tu santo testimonio.
Señor, ayúdame a comprometerme a una vida de verdadera oración y devoción todos los días. Ayúdame a ser fiel a esta vida de oración y a sentirme cada vez más atraído por mi amor por Ti. A medida que aprendo a orar, úsame para ser un testigo para los demás, de modo que quienes más te necesitan sean transformados por mi amor por Ti. Jesús, confío en Ti.
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