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1o de febrero del 2025: sábado de la tercera semana del tiempo ordinario- año I


 Una cuestión de fachada

(Marcos 4, 35-41) Se han levantado vientos contrarios, la barca cabecea, le entra agua por todos lados y el Señor parece dormir. - "¿no te importa? ", le preguntan los discípulos. 

Una pregunta superficial que disimula mal el reproche, la consternación, la incomprensión, pero que quizá es también una oración. 

Clamar al cielo cuando los elementos de la naturaleza arrecian, cuando nuestra vida parece encaminarse hacia la ruina; Rebelarse contra la injusticia o contra el sueño de Dios es ya orar. “Maestro, no te importa que perezcamos? »

Bertrand Lesoing, sacerdote de la comunidad de San Martín


(Marcos 4:35-41) Como los discípulos en la barca con Jesús, entramos en pánico cuando surgen las tormentas de la vida. Si Jesús se entristece por la falta de fe de sus amigos, aún apacigua el viento y el mar, y así nuestra fe se profundiza sobre las obras de bondad de nuestro Dios.

 


 

Primera lectura

Lectura de la carta a los Hebreos (11,1-2.8-19):

HERMANOS:
La fe es fundamento de lo que se espera, y garantía de lo que no se ve.
Por ella son recordados los antiguos.
Por la fe obedeció Abrahán a la llamada y salió hacia la tierra que iba a recibir en heredad. Salió sin saber adónde iba.
Por fe vivió como extranjero en la tierra prometida, habitando en tiendas, y lo mismo Isaac y Jacob, herederos de la misma promesa, mientras esperaba la ciudad de sólidos cimientos cuyo arquitecto y constructor iba a ser Dios.
Por la fe también Sara, siendo estéril, obtuvo “vigor para concebir” cuando ya le había pasado la edad, porque consideró fiel al que se lo prometía.
Y así, de un hombre, marcado ya por la muerte, nacieron hijos numerosos, como las estrellas del cielo y como la arena incontable de las playas.
Con fe murieron todos estos, sin haber recibido las promesas, sino viéndolas y saludándolas de lejos, confesando que eran huéspedes y peregrinos en la tierra.
Es claro que los que así hablan están buscando una patria; pues si añoraban la patria de donde habían salido, estaban a tiempo para volver.
Pero ellos ansiaban una patria mejor, la del cielo.
Por eso Dios no tiene reparo en llamarse su Dios: porque les tenía preparada una ciudad.
Por la fe, Abrahán, puesto a prueba, ofreció a Isaac: ofreció a su hijo único, el destinatario de la promesa, del cual le había dicho Dios: «Isaac continuará tu descendencia».
Pero Abrahán pensó que Dios tiene poder hasta para resucitar de entre los muertos, de donde en cierto sentido recobró a Isaac.


Palabra de Dios

 

 

Salmo

Lc 1,69-70.71-72.73-75

R/. Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado a su pueblo


V/. Suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas. R/.

V/. Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza. R/.

V/. Y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán,
para concedernos
que, libres de temor, arrancados de la mano
de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días. R/.

 

 

Lectura del santo evangelio según san Marcos (4,35-41):

AQUEL día, al atardecer, dijo Jesús a sus discípulos:
«Vamos a la otra orilla».
Dejando a la gente, se lo llevaron en barca, como estaba; otras barcas lo acompañaban. Se levantó una fuerte tempestad y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua. Él estaba en la popa, dormido sobre un cabezal. Lo despertaron, diciéndole:
«Maestro, ¿no te importa que perezcamos?».
Se puso en pie, increpó al viento y dijo al mar:
«¡Silencio, enmudece!».
El viento cesó y vino una gran calma.
Él les dijo:
«¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?».
Se llenaron de miedo y se decían unos a otros:
«¿Pero quién es este? ¡Hasta el viento y el mar lo obedecen!».


Palabra del Señor

 

 

Fe durante las tormentas de la vida

 

Dejando a la gente, se lo llevaron en barca, como estaba; otras barcas lo acompañaban. Se levantó una fuerte tempestad y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua. Él estaba en la popa, dormido sobre un cabezal.

Marcos 4:36–38

 

A lo largo de nuestra vida, podemos estar seguros de que en algún momento nos encontraremos con una tormenta. No solo una tormenta física sino espiritual. Puede venir en forma de un evento trágico, una herida profunda infligida por otro, los efectos de nuestro propio pecado o alguna otra experiencia dolorosa. Y para muchas personas, esto sucederá más de una vez.

Cuando se encuentra una “tormenta” de este tipo en la vida, puede parecer que Jesús está “dormido” y que no está disponible para ayudarnos. Cuando esto sucede, el mensaje del Evangelio de hoy es muy útil para reflexionar en oración.

A medida que avanza este pasaje del Evangelio, leemos que los discípulos, en pánico, despertaron a Jesús y le dijeron: “Maestro, ¿no te importa que perezcamos?”. Jesús Se puso en pie, increpó al viento y dijo al mar:
«¡Silencio, enmudece!».
El viento cesó y vino una gran calma.
. Luego les dijo a los discípulos: «¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?».

Los discípulos quedaron asombrados y maravillados.

La clave es la fe. Cuando enfrentamos una tormenta en la vida, debemos tener fe. Pero ¿qué significa eso? Significa que debemos saber, con una certeza profunda, que Jesús, de hecho, está siempre con nosotros. Debemos saber, con profunda certeza, que, si ponemos toda nuestra confianza y esperanza en Él, nunca nos abandonará. Debemos saber, con profunda certeza, que toda tormenta finalmente pasará y que sobrevendrá la paz y la calma.

Enfrentar las tormentas de la vida con fe es transformador. Y a menudo Jesús parece estar dormido por una razón. La razón es que Él quiere que confiemos. Con demasiada frecuencia volvemos nuestros ojos a la tormenta misma y permitimos que el miedo y la ansiedad dominen nuestras vidas. Pero cada tormenta que encontramos es una oportunidad para confiar en Él en un nivel nuevo y más profundo. Si la vida fuera siempre fácil y consoladora, tendríamos pocas razones para confiar profundamente. Por lo tanto, cada tormenta debe ser vista como una oportunidad para una gran gracia mientras ponemos toda nuestra confianza en Jesús, a pesar de cómo aparecen las cosas de inmediato.

Reflexiona hoy sobre cuán profunda y sustentadora es realmente tu propia fe en Cristo. ¿Confías en Él pase lo que pase? ¿Eres capaz de confiar en Él cuando todo parece perdido, cuando la vida es difícil y cuando la confusión te tienta? 

Prepárate, ahora, para la próxima tormenta que puedas enfrentar y decide usar esa oportunidad como un momento en el que tu fe se manifieste y se convierta en la fuerza estabilizadora de tu vida.

 

Mi Señor dormido, ayúdame a depositar siempre toda mi confianza en Ti, sin importar las circunstancias de mi vida en cada momento. Fortalece mi fe, especialmente durante esos momentos en los que enfrento desafíos y tentaciones. Que nunca dude de que Tú estás allí conmigo, guiándome y manteniéndome cerca de Tu Corazón misericordioso. Jesús, en Ti confío.

 

 

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