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4. de enero del 2025: sábado antes de la Epifanía

Estimular la audacia

(Juan 1, 35-42) Más de dos mil años después de la llamada lanzada por Jesús a orillas del Jordán, su invitación sigue resonando en todo el mundo: “Venid y veréis. » Dejando al Bautista, los primeros discípulos siguen a aquel a quien su maestro acaba de designar como “el Cordero de Dios”. Su audacia nos anima a acelerar el paso e intensificar nuestra oración. Y que surjan muchas vocaciones sedientas de santidad.

Sor Benedicta de la Cruz, cisterciense


( 1, 35-42) Dos discípulos de Juan Bautista siguen a Jesús, sin decir palabra. Éste les habla primero y va directo al grano: “¿Qué buscáis?”. Yo también quiero quedarme con Jesús. Así que hoy voy a renunciar a todo para seguirlo en silencio, luego esperaré a que me hable, quedándome abierto a su presencia.

Primera lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Juan (3,7-10):

Hijos míos, que nadie os engañe. Quien obra la justicia es justo, como él es justo. Quien comete el pecado es del diablo, pues el diablo peca desde el principio. El Hijo de Dios se manifestó para deshacer las obras del diablo. Todo el que ha nacido de Dios no comete pecado, porque su germen permanece en él, y no puede pecar, porque ha nacido de Dios. En esto se reconocen los hijos de Dios y los hijos del diablo: todo el que no obra la justicia no es de Dios, ni tampoco el que no ama a su hermano.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 97

R/. Los confines de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios


Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas:
su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo. R/.

Retumbe el mar y cuanto contiene,
la tierra y cuantos la habitan;
aplaudan los ríos, aclamen los montes. R/.

Al Señor, que llega para regir la tierra.
Regirá el orbe con justicia
y los pueblos con rectitud. R/.

 

Lectura del santo evangelio según san Juan (1,35-42):

En aquel tiempo, estaba Juan con dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que pasaba, dice: «Éste es el Cordero de Dios.»
Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús. Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les pregunta: «¿Qué buscáis?»
Ellos le contestaron: «Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?»
Él les dijo: «Venid y lo veréis.»
Entonces fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día; serían las cuatro de la tarde. Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús; encuentra primero a su hermano Simón y le dice: «Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo).»
Y lo llevó a Jesús. Jesús se le quedó mirando y le dijo: «Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que se traduce Pedro).»

Palabra del Señor


“Venid y veréis”

Le dijeron: “Rabí” (que traducido significa Maestro), “¿dónde vives?” Él les dijo: “Venid, y veréis”. Fueron, pues, y vieron dónde moraba, y se quedaron con él aquel día. 

Juan 1:38–39

Que interesante intercambio. 

Andrés fue uno de los dos discípulos de Juan el Bautista que escuchó a Juan decir que Jesús era el “Cordero de Dios”. Como resultado, Andrés y el otro discípulo dejaron al Bautista y comenzaron a seguir físicamente a Jesús. Cuando comenzaron a seguir a Jesús, Él se volvió hacia ellos y les preguntó qué buscaban. Y su respuesta, seguida por la invitación de Jesús, está registrada en este versículo.

La invitación de Jesús fue única: “Venid y veréis”. Con esa invitación, estos dos discípulos fueron y se quedaron con Jesús ese día. Pero eso no es todo lo que pasó. Está claro del pasaje siguiente que, al pasar el día con Jesús, estos dos discípulos llegaron a la fe en quién era Jesús. Más adelante en el pasaje, Andrés se dirige a su hermano Pedro para decirle: “Hemos encontrado al Mesías”. ¿Qué había en su día con Jesús que los convenció de quién era Él?

Aunque los detalles de su estancia con Jesús no están incluidos en el Evangelio, parece claro que simplemente estar en la presencia de Jesús es todo lo que necesitan estos discípulos. Considere, de nuevo, la doble invitación de Jesús: “Venid…” seguido de “y veréis”.

Cuando nuestro Señor nos habla a cada uno de nosotros, Su invitación es bastante similar. Primero, Él nos invitará a ir con Él. Debemos llegar al lugar donde se hospeda Jesús. ¿Dónde es eso? Para nosotros, no es necesariamente un lugar físico; más bien, es ante todo un lugar de oración. Debemos escuchar a Jesús invitarnos a acercarnos a Él a través del camino interior de la oración personal. Es allí, en lo más profundo de nuestra alma, donde descansaremos con nuestro Señor. Él nos invita a simplemente estar allí en Su divina presencia.

Cuando venimos a Él y descansamos con Él en Su presencia, sucederá otra cosa: “y veréis”. Lo veremos, llegaremos a conocerlo, seremos iluminados por Él y llegaremos a la fe en Él. Al principio, esto sucede por Su Palabra hablada. En última instancia, esto se lleva a cabo a través de una revelación interior que solo podemos recibir en la oración.

Reflexiona hoy sobre esta dulce invitación que nuestro Señor hizo a estos discípulos. Mientras reflexionas sobre estas palabras, escúchalas también para ti. Al principio, dedica tiempo a reflexionar solo sobre la palabra “venid”. Deja que penetre en tu alma. Permite que se vuelva profundamente personal. Debes saber que es una invitación real y amorosa de Jesús. Después de eso, trata de dedicar tiempo a reflexionar sobre las palabras “y veréis”. 

¿Qué es lo que Dios quiere que veas? ¿Qué revelación personal de fe quiere Dios otorgarte? “Ven, y verás”. Permite que estas palabras cambien tu vida, así como cambiaron la vida de estos primeros discípulos de nuestro Señor.

Señor, me invitas continuamente a venir a Ti, a estar contigo y a sentarme contigo en tu divina presencia. Por favor, ayúdame a escuchar esta dulce invitación de Tu amor. Mientras lo hago, por favor abre los ojos de mi alma para verte, conocerte y amarte más plenamente. Y mientras te veo, dame la gracia y la fuerza para seguirte dondequiera que me lleves. Jesús, en Ti confío.

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