Señales de los tiempos
(Juan 6:30-35) Jesús
es llamado a manifestarse. «¿Y qué signo haces tú,
para que veamos y creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? Se le pregunta. Y
él responde, no obrando un milagro, sino recordando un hecho del pasado: el don
del maná en el desierto.
Jesús no pretende hacernos
nostálgicos, anclados en una época pasada, sino hombres y mujeres de memoria y
agradecimiento: reconociendo los signos de la presencia de Dios en nuestra
historia, podemos abrirnos al hoy de su venida.
Bertrand Lesoing, sacerdote de
la comunidad de San Martín
(Hechos 7, 51 - 8, 1a) Quien ve a Esteban, ve a Cristo. Esta frase me interpela. ¿Es Cristo visible en mis acciones y palabras, yo que lo confieso a quien quiera escucharme? ¿Es mi fe tan audaz, tan sólida como me gustaría en este tiempo de descristianización?
Primera lectura
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (7,51–8,1a):
EN aquellos días, dijo Esteban al pueblo y a los ancianos y escribas:
«¡Duros de cerviz, incircuncisos de corazón y de oídos! Vosotros siempre resistís al Espíritu Santo, lo mismo que vuestros padres. ¿Hubo un profeta que vuestros padres no persiguieran? Ellos mataron a los que anunciaban la venida del Justo, y ahora vosotros lo habéis traicionado y asesinado; recibisteis la ley por mediación de ángeles y no la habéis observado».
Oyendo sus palabras se recomían en sus corazones y rechinaban los dientes de rabia. Esteban, lleno de Espíritu Santo, fijando la mirada en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús de pie a la derecha de Dios, y dijo:
«Veo los cielos abiertos y al Hijo del hombre de pie a la derecha de Dios».
Dando un grito estentóreo, se taparon los oídos; y, como un solo hombre, se abalanzaron sobre él, lo empujaron fuera de la ciudad y se pusieron a apedrearlo. Los testigos dejaron sus capas a los pies de un joven llamado Saulo y se pusieron a apedrear a Esteban, que repetía esta invocación:
«Señor Jesús, recibe mi espíritu».
Luego, cayendo de rodillas y clamando con voz potente, dijo:
«Señor, no les tengas en cuenta este pecado».
Y, con estas palabras, murió.
Saulo aprobaba su ejecución.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 30,3cd-4.6ab.7b.8a.17.21ab
R/. A tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu
Sé la roca de mi refugio,
un baluarte donde me salve,
tú que eres mi roca y mi baluarte;
por tu nombre dirígeme y guíame. R/.
A tus manos encomiendo mi espíritu:
tú, el Dios leal, me librarás.
Yo confío en el Señor.
Tu misericordia sea mi gozo y mi alegría. R/.
Haz brillar tu rostro sobre tu siervo,
sálvame por tu misericordia.
En el asilo de tu presencia los escondes
de las conjuras humanas. R/.
Lectura del santo evangelio según san Juan (6,30-35):
EN aquel tiempo, el gentío dijo a Jesús:
«¿Y qué signo haces tú, para que veamos y creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: “Pan del cielo les dio a comer”».
Jesús les replicó: «En verdad, en verdad os digo: no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo».
Entonces le dijeron: «Señor, danos siempre de este pan».
Jesús les contestó: «Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás».
Palabra del Señor
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1
✠ Comentarios a las Lecturas
Primera Lectura – Hechos 7,51–8,1ª
Esteban,
lleno del Espíritu Santo, proclama con valentía la verdad del Evangelio,
denunciando la dureza de corazón de sus oyentes. Su testimonio termina en el
martirio, pero no con odio, sino con una oración: “Señor, no les tengas en
cuenta este pecado”. Así se convierte en el primer mártir cristiano, semilla de
nuevos creyentes, entre ellos un joven llamado Saulo, que asiste a la
ejecución. Esteban es modelo de esperanza activa: no huye del conflicto, pero
lo enfrenta con fe y perdón.
Salmo 31(30)
El
salmo es un eco del corazón confiado de Esteban: “A tus manos encomiendo mi
espíritu”. Esta oración la repetirá Jesús en la cruz. El justo no se desespera,
incluso en la tribulación, porque sabe en quién ha puesto su confianza. La
esperanza no es ingenuidad: es firmeza basada en la fidelidad de Dios.
Evangelio – Juan 6,30-35
La
gente pide a Jesús un signo, como el maná en el desierto. Jesús responde
revelándose como el Pan de
Vida, el verdadero don del Padre que da vida al mundo. No solo
responde al hambre física, sino a la sed de eternidad, sentido y comunión. Él
es el alimento del peregrino que busca la esperanza verdadera, no superficial
ni pasajera.
✠
Homilía
Queridos hermanos y hermanas:
Hoy
el Espíritu nos guía a contemplar tres grandes dones que nos fortalecen en
nuestro caminar como peregrinos
de la esperanza.
1. El testimonio de Esteban, lleno del Espíritu,
nos recuerda que la esperanza cristiana no es pasividad ni evasión del
conflicto. Esteban enfrenta la hostilidad con verdad y amor. No responde con
odio, sino con perdón. En él se refleja la misma esperanza que Jesús vivió en
la cruz. También nosotros, en medio de las dificultades de la historia y de la Iglesia,
estamos llamados a ser testigos firmes, orantes, valientes.
2. El Pan de Vida, Jesús, se nos ofrece hoy no
como un signo más, sino como la fuente de todo sentido y sustento. Él no da
solo pan: Él es el Pan.
En cada Eucaristía recibimos el alimento que sostiene nuestro peregrinar en
medio de una humanidad sedienta de verdad, justicia, fraternidad. Es un don que
no se impone, pero se entrega: "El que viene a mí no tendrá hambre, y el
que cree en mí no tendrá sed jamás."
3. Caminamos en este tiempo jubilar como peregrinos de
esperanza,
y por eso oramos con intensidad por la Iglesia, en especial por el Cónclave que
se prepara en el Vaticano. Que el Espíritu Santo guíe a los cardenales para
discernir con sabiduría y valentía al nuevo Sucesor de Pedro, un pastor según
el corazón de Cristo, que nos aliente en la fe y en la caridad.
Y
oramos también por nuestros
familiares, seres queridos y benefactores vivos, para que el
Señor los bendiga, los fortalezca en la salud del cuerpo y del alma, y les
conceda siempre alegría, consuelo y esperanza.
✠
Oración de los fieles (adaptada al contexto)
Celebrante: Confiados en la promesa de Cristo, Pan de
Vida, elevemos nuestras súplicas al Padre de misericordia.
1.
Por
la Iglesia: para que, sostenida por el Pan de Vida, siga siendo signo de
esperanza en medio del mundo.
R. A tus manos, Señor,
encomiendo mi espíritu.
2.
Por
el Cónclave que se prepara: que el Espíritu Santo inspire a los cardenales y dé
a la Iglesia un nuevo Papa según el corazón de Cristo, que guíe al pueblo de
Dios como pastor bueno y humilde.
R. A tus manos, Señor,
encomiendo mi espíritu.
3.
Por
todos los peregrinos del mundo: que el Año Jubilar los renueve en la fe, los
impulse a la caridad y los sostenga en la esperanza.
R. A tus manos, Señor,
encomiendo mi espíritu.
4.
Por
nuestros familiares, seres queridos y benefactores vivos: que el Señor los
guarde, los colme de bendiciones y los fortalezca en su caminar.
R. A tus manos, Señor,
encomiendo mi espíritu.
5.
Por
quienes sufren persecución o injusticia: que como Esteban, no pierdan la
esperanza, y encuentren en el Señor fuerza para perdonar y seguir amando.
R. A tus manos, Señor,
encomiendo mi espíritu.
Celebrante: Escucha, Señor, nuestra oración, y fortalece
nuestra fe en tu Hijo Jesucristo, Pan de Vida y esperanza del mundo. Por Cristo
nuestro Señor. Amén.
2
Pan de vida
Entonces le dijeron a Jesús: «Señor, danos siempre de este pan».
Jesús les contestó: «Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás».
Imagínese si nunca más volviera a tener hambre o a tener sed. A nivel natural, esta sería una realidad interesante. Por supuesto, si nunca ha tenido hambre o sed física, es posible que nunca disfrute del placer de la buena comida y bebida. Entonces, ¿por qué alguien querría perderse tales delicias?
Por supuesto, Jesús no estaba hablando de comida y bebida naturales, estaba hablando de hambre y sed sobrenaturales. Y no estaba diciendo que el alimento y la bebida espirituales que vino a darnos eliminarían nuestra capacidad de deleitarnos en la realización espiritual. Por el contrario, Jesús estaba diciendo que la comida y la bebida espirituales que Él iba a proporcionar resultarían en una plenitud y satisfacción interminables.
El capítulo 6 del Evangelio de Juan se seguirá leyendo a lo largo de esta semana, la Tercera Semana de Pascua. Este capítulo nos presenta lo que tradicionalmente se llama el "Discurso del Pan de Vida". Es la enseñanza profunda, mística y profunda de Juan sobre la Santísima Eucaristía.
En primer lugar, es útil mirar este Evangelio dentro de su contexto. Recuerde que el día anterior, Jesús realizó el milagro de la multiplicación de los panes y los peces, y una multitud de personas que habían sido alimentadas por Él ahora buscaban más comida. Jesús usa su deseo de más comida para comenzar a enseñarles sobre la Santísima Eucaristía, y quiere hacer lo mismo por usted.
Póngase en esta escena. ¿De qué es lo que más tiene hambre y sed? Quizás tenga mucha comida física, pero quizás no. Si es así, ¿qué más anhela? ¿Qué desea? Cuando haya identificado sus deseos más profundos en ese momento, use estos deseos para permitir que nuestro Señor le enseñe sobre el Pan de Vida. Podría ser útil decirle a nuestro Señor: “Estos son mis deseos actuales en la vida ...” Y luego, permítase escuchar a Jesús que le dice: “Quiero darte mucho más. Soy lo que realmente anhelas. Si vienes a Mí, todos tus deseos se cumplirán y más”. Esta es esencialmente la conversación que Jesús tuvo con esta multitud a lo largo del capítulo 6 de Juan.
¿Cree usted que la Santísima Eucaristía es capaz de colmarle en el nivel más profundo? Con demasiada frecuencia nos acercamos a ese Sacramento de una manera perezosa y distraída. Como resultado, a menudo no recibimos verdaderamente a nuestro Señor en un nivel que proporcione este deleite y satisfacción más profundos.
Reflexione, hoy y durante esta semana, sobre su acercamiento a la Sagrada Comunión. La Eucaristía es Cristo mismo. Es un regalo que tiene el potencial no solo de sostenernos en todos los sentidos, sino también de atraernos hacia las mayores delicias celestiales. Crea en las palabras de Jesús en este capítulo sagrado del evangelio de Juan. Porque si profundiza su fe en todo lo que Jesús ha dicho, comenzará a darse cuenta de que todo lo que usted anhela en la vida comenzará a realizarse por este precioso regalo de maneras que usted no se imagina.
Mi Señor Eucarístico, Tú eres el Pan de Vida. Eres todo lo que deseo en la vida. Dame la gracia del entendimiento, querido Señor, para que pueda llegar a creer todo lo que Tú has revelado sobre la Santísima Eucaristía. Yo creo, Dios mío. Ayuda a mi incredulidad. Jesús, en Ti confío.
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