¡Qué semejanza!
(Hebreos 4:12-16) La
afirmación es abismal: Jesús, el Hijo de Dios, es “semejante a nosotros” en
todo “excepto en el pecado”. Nos revela que, aunque experimentemos este pecado,
nuestra humanidad y nuestras debilidades son verdaderamente de otro orden. Se
nos da entonces la palabra de Dios para decidir y acoger la misericordia de
Cristo que nos presenta al Padre. Nos uniremos a él tal como somos: en todo,
excepto en el pecado.
Nicolás Tarralle, sacerdote
asuncionista
(Marcos 2, 13-17) Si me creo mejor persona que aquellos a los que juzgo e incluso desprecio, es porque todavía no me he mirado bien. ¿Cómo podría finalmente arrojarme a los brazos misericordiosos del Padre si me creo perfecto en todas las cosas?
Primera lectura
Lectura de la carta a los Hebreos (4,12-16):
HERMANOS:
La palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo; penetra hasta el punto donde se dividen alma y espíritu, coyunturas y tuétanos; juzga los deseos e intenciones del corazón.
Nada se le oculta; todo está patente y descubierto a los ojos de aquel a quien hemos de rendir cuentas.
Así pues, ya que tenemos un sumo sacerdote grande que ha atravesado el cielo, Jesús, Hijo de Dios, mantengamos firme la confesión de fe.
No tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido probado en todo, como nosotros, menos en el pecado.
Por eso, comparezcamos confiados ante el trono de la gracia, para alcanzar misericordia y encontrar gracia para un auxilio oportuno.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 18.8.9.10.15
R/. Tus palabras, Señor, son espíritu y vida
V/. La ley del Señor es perfecta
y es descanso del alma;
el precepto del Señor es fiel
e instruye a los ignorantes. R/.
V/. Los mandatos del Señor son rectos
y alegran el corazón;
la norma del Señor es límpida
y da luz a los ojos. R/.
V/. El temor del Señor es puro
y eternamente estable;
los mandamientos del Señor son verdaderos
y enteramente justos. R/.
V/. Que te agraden las palabras de mi boca,
y llegue a tu presencia el meditar de mi corazón,
Señor, Roca mía, Redentor mío. R/.
Lectura del santo evangelio según san Marcos (2,13-17):
EN aquel tiempo, Jesús salió de nuevo a la orilla del mar; toda la gente acudía a él y les enseñaba.
Al pasar vio a Leví, el de Alfeo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dice:
«Sígueme».
Se levantó y lo siguió.
Sucedió que, mientras estaba él sentado a la mesa en casa de Leví, muchos publicanos y pecadores se sentaban con Jesús y sus discípulos, pues eran muchos los que lo seguían.
Los escribas de los fariseos, al ver que comía con pecadores y publicanos, decían a sus discípulos:
«¿Por qué come con publicanos y pecadores?»
Jesús lo oyó y les dijo:
«No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he ven do a llamar a justos, sino a pecadores».
Palabra de Dios
Discerniendo la voluntad de Dios
Al pasar vio a Leví, el de Alfeo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dice:
«Sígueme».
Se levantó y lo siguió.
¿Cómo sabes cuál es la voluntad de Dios para tu vida? En su clásico espiritual, Los Ejercicios Espirituales , San Ignacio de Loyola presentó tres formas en las que llegamos a conocer la voluntad de Dios.
La primera forma es la más clara y definitiva. Es un tiempo en el que la persona experimenta una “claridad indudable” como resultado de una gracia especial de Dios. Al describir esta experiencia, San Ignacio menciona el pasaje citado arriba como una ilustración de esta experiencia.
Se dice poco sobre este llamado de Leví en el Evangelio de Marcos, que también está registrado en el Evangelio de Mateo ( Mateo 9:9 ). Levi, también conocido como Mateo, se dedicaba a su ocupación de recaudar impuestos en su puesto de aduanas. Parece que Jesús solo le dijo esta sencilla palabra a Leví: “Sígueme”. Como resultado de esta palabra, Leví abandona su vida anterior y se convierte en seguidor de Jesús. ¿Por qué Levi haría tal cosa? ¿Qué fue lo que lo convenció de seguir a Jesús? Claramente hubo mucho más que una simple invitación de palabra de Jesús que lo convenció de responder.
Lo que convenció a Levi fue una gracia especial de Dios que produjo dentro de su alma una "claridad más allá de toda duda". De alguna manera, Levi sabía que Dios lo estaba llamando a abandonar su vida anterior y abrazar esta nueva vida. No hubo una larga discusión, no se sopesaron los pros y los contras, no se pensó mucho en ello. Levi simplemente lo sabía, y respondió.
Aunque esta forma de claridad en la vida es rara, es importante ser consciente del hecho de que a veces Dios actúa de esta manera. ¡Este es un gran regalo cuando sucede! Y aunque esta profundidad de claridad instantánea no siempre es la forma en que Dios nos habla, es importante reconocer que Dios nos habla de esta manera a veces.
Reflexiona, hoy, sobre este llamado de Leví. Reflexiona sobre esta certeza interior que se le dio en ese momento. Trata de imaginar lo que experimentó y lo que otros pueden haber pensado de su elección de seguir a Jesús. Ábrete a esta misma gracia; y si alguna vez sientes que Dios te habla con tanta claridad, alístate y disponte a responder sin dudarlo.
Mi querido Señor, gracias por llamarnos a todos a seguirte sin dudarlo. Gracias por la alegría de ser tu discípulo. Dame la gracia de conocer siempre Tu voluntad para mi vida y ayúdame a responderte con total abandono y confianza. Jesús, en Ti confío.
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