viernes, 25 de julio de 2025

26 de julio del 2025: sábado de la decimosexta semana del tiempo ordinario-I- Memoria de San Joaquín y Santa Ana, padres de la Bienaventurada Virgen María

 

Santo del día:

Santos Ana y Joaquín

Siglo I. Sin hijos desde hacía mucho tiempo, estos piadosos judíos lograron, tras veinte años de oración, dar a luz a una niña a la que se le prometía un destino excepcional: la Virgen María.

 

Paciencia…

(Éxodo 24, 3-8 ; Mateo 13, 24-30) El pueblo que jura obediencia al Señor en el Sinaí lo traicionará más adelante en múltiples ocasiones, poniendo a prueba así la paciencia de Dios. Es esa misma paciencia la que manifiesta el dueño de la parábola, aceptando que su campo haya sido contaminado por la semilla de su enemigo. Pero el buen grano permanece allí, esperando la hora de la siega.
¡Padre, tú que tienes paciencia con nosotros, que somos mezcla de todo, danos tu paciencia!

Jean-Marc Liautaud, Fondacio


Primera lectura

Éx 24,3-8Esta es la sangre de la alianza que el Señor ha concertado con ustedes

Lectura del libro del Éxodo.

EN aquellos días, Moisés bajó y contó al pueblo todas las palabras del Señor y todos sus decretos; y el pueblo contestó con voz unánime:
«Cumpliremos todas las palabras que ha dicho el Señor».
Moisés escribió todas las palabras del Señor. Se levantó temprano y edificó un altar en la falda del monte, y doce estelas, por las doce tribus de Israel. Y mandó a algunos jóvenes de los hijos de Israel ofrecer al Señor holocaustos e inmolar novillos como sacrificios de comunión. Tomó Moisés la mitad de la sangre y la puso en vasijas, y la otra mitad la derramó sobre el altar. Después tomó el documento de la alianza y se lo leyó en voz alta al pueblo, el cual respondió:
«Haremos todo lo que ha dicho el Señor y le obedeceremos».
Entonces Moisés tomó la sangre y roció al pueblo, diciendo:
«Esta es la sangre de la alianza que el Señor ha concertado con ustedes, de acuerdo con todas estas palabras».

Palabra de Dios.



O bien:

Eclo 44, 1. 10-15

Su nombre vive por generaciones

Lectura del libro del Eclesiástico.

HAGAMOS el elogio de los hombres ilustres,
de nuestros padres según sus generaciones.
Ellos fueron hombres de bien,
cuyos méritos no han quedado en el olvido.
En sus descendientes se conserva
una rica herencia, su posteridad.
Sus descendientes han sido fieles a la alianza,
y, gracias a ellos, también sus hijos.
Su descendencia permanece por siempre,
y su gloria no se borrará.
Sus cuerpos fueron sepultados en paz,
y su nombre vive por generaciones.
Los pueblos hablarán de su sabiduría,
y la asamblea proclamará su alabanza.

Palabra de Dios.


Salmo

Sal 49, 1b-2. 5-6. 14-15 (R.: 14a)

R. Ofrece a Dios un sacrificio de alabanza.

VEl Dios de los dioses, el Señor, habla:
convoca la tierra de oriente a occidente.
Desde Sion, la hermosa,
Dios resplandece. 
R.

V.  «Congréguenme a mis fieles,
que sellaron mi pacto con un sacrificio».
Proclame el cielo su justicia;
Dios en persona va a juzgar. 
R.

V. Ofrece a Dios un sacrificio de alabanza,
cumple tus votos al Altísimo
e invócame el día del peligro:
yo te libraré, y tú me darás gloria». 
R.



O bien:

 

Sal 131, 11. 13-14. 17-18 (R.: Lc 1, 32b)

R. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre.

VEl Señor ha jurado a David
una promesa que no retractará:
«A uno de tu linaje
pondré sobre tu trono». 
R.

V. Porque el Señor ha elegido a Sion,
ha deseado vivir en ella:
«Esta es mi mansión por siempre,
aquí viviré, porque la deseo». 
R.

V. «Haré germinar el vigor de David,
enciendo una lámpara para mi Ungido.
A sus enemigos los vestiré de ignominia,
sobre él brillará m

Aclamación

R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Acojan con docilidad la palabra, que ha sido injertada en ustedes y es capaz de salvar sus vidas. R.



Evangelio

Mt 13, 24-30
Déjenlos crecer juntos hasta la siega

Lectura del santo Evangelio según san Mateo.

EN aquel tiempo, Jesús propuso otra parábola al gentío:
«El reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero, mientras los hombres dormían, un enemigo fue y sembró cizaña en medio del trigo y se marchó. Cuando empezaba a verdear y se formaba la espiga apareció también la cizaña. Entonces fueron los criados a decirle al amo:
“Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde sale la cizaña?”.
Él les dijo:
“Un enemigo lo ha hecho”.
Los criados le preguntan:
“¿Quieres que vayamos a arrancarla?”.
Pero él les respondió:
“No, que al recoger la cizaña pueden arrancar también el trigo. Déjenlos crecer juntos hasta la siega y cuando llegue la siega diré a los segadores: arranquen primero la cizaña y átenla en gavillas para quemarla, y el trigo almacénenlo en mi granero”».


Palabra del Señor.



O bien:

 

Mt 13, 16-17

Muchos profetas y justos desearon ver lo que ustedes ven

Lectura del santo Evangelio según san Mateo.

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Bienaventurados los ojos de ustedes porque ven y los oídos de ustedes porque oyen.
En verdad les digo que muchos profetas y justos desearon ver lo que ustedes ven y no lo vieron, y oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron».

Palabra del Señor.

 

1

 Un picnic de esperanza, entre el trigo y la cizaña


1. Introducción: La mesa de la Alianza

Queridos hermanos y hermanas en Cristo:

Hoy, en este sábado de gracia, al calor de la Memoria de la Virgen María y en compañía espiritual de sus santos padres, Joaquín y Ana, nos reunimos en torno al altar como pueblo en camino, como peregrinos de la esperanza. Y lo hacemos como aquellos que fueron rociados con la sangre de la alianza, como en el Éxodo: comprometidos con una historia sagrada en la que Dios, una y otra vez, renueva su pacto con nosotros.

El libro del Éxodo nos habla de un momento extraordinario: Moisés asperja la sangre sobre el altar y el pueblo. Es un rito fuerte, vívido, casi escandaloso para nuestra sensibilidad moderna. Pero es también una imagen profunda: el altar representa a Dios, el pueblo representa a la humanidad, y la sangre es el vínculo de vida, la alianza sellada. ¡Qué hermoso pensar que lo que viene después —aunque el texto de hoy no lo mencione— es una comida sagrada compartida por Moisés, Aarón y los setenta ancianos... cara a cara con Dios! ¿No es eso lo que celebramos también nosotros en cada Eucaristía?

Es, en cierto modo, un picnic de cara al cielo, una comida pascual en la que la sangre derramada nos une, nos salva, y nos llama a vivir como hijos amados del Padre.


2. El Reino entre el trigo y la cizaña: paciencia de Dios, vigilancia del creyente

En el Evangelio, Jesús nos presenta una de sus parábolas más desconcertantes: la del trigo y la cizaña. Un hombre siembra buen trigo, pero de noche viene el enemigo y siembra mala hierba entre el grano. Los siervos, escandalizados, preguntan: “¿Quieres que vayamos a arrancarla?” Pero el dueño dice: “No, no sea que al arrancar la cizaña arranquen también el trigo. Dejen que ambos crezcan hasta la cosecha”.

Esta parábola nos sitúa en el corazón de un dilema profundamente humano: ¿cómo convivir con el mal sin dejar de hacer el bien? ¿Cómo vivir en un mundo en el que la injusticia, la mentira y la violencia crecen junto al esfuerzo honesto de tantos hombres y mujeres de buena voluntad?

Jesús no niega la existencia del mal, pero tampoco permite que nos convirtamos en comisarios de la justicia, jueces impacientes que arrancan todo lo que no les agrada. No. Jesús nos enseña que el Reino de Dios no se impone con violencia, sino que madura con paciencia. Que hay que cuidar el trigo, sin obsesionarnos por la cizaña. Que el juicio final pertenece sólo a Dios, el único que ve el corazón.

Esto tiene una resonancia muy actual para nuestra vida personal, para nuestra Iglesia y para nuestro país. ¡Cuántas veces juzgamos, condenamos, señalamos! ¡Cuánto daño hacemos al querer arrancar lo que nos molesta, sin mirar si quizás estamos hiriendo a un alma en proceso de conversión!


3. María en sábado: madre del trigo bueno

Y en medio de este mundo complejo, aparece María, la Virgen fiel. Ella es, por excelencia, el campo fecundo donde la semilla del Reino dio fruto. En ella no hubo cizaña. Pero no fue porque viviera alejada del mundo. Al contrario: fue una mujer de su tiempo, pobre, perseguida, madre de un hijo incomprendido y crucificado.

El sábado es, desde antiguo, el día dedicado a María. Hoy la contemplamos como aquella que, al pie de la cruz, recibió la sangre del Hijo que renovaba la alianza definitiva. Ella es la mujer del “sí” que aceptó el misterio, incluso sin entenderlo. Y hoy, en este Año Jubilar, ella nos acompaña en nuestro caminar como peregrinos de la esperanza. Nos recuerda que el Reino se construye en lo pequeño, con paciencia, con fidelidad.


4. San Joaquín y Santa Ana: raíces del Evangelio

Celebramos también hoy a los santos Joaquín y Ana, los abuelos de Jesús, los padres de María. En ellos reconocemos las raíces humanas del Salvador. La Iglesia los honra como patronos de los abuelos y de la transmisión de la fe. Porque fue en su hogar donde María aprendió a orar, a confiar, a esperar.

Ellos nos enseñan el valor de las generaciones mayores, de la sabiduría familiar, de la ternura que educa. Y en un tiempo como el nuestro, donde tantas veces los ancianos son descartados, su testimonio es una luz que nos llama a volver al hogar, a cuidar las raíces, a no olvidar la historia de fe que nos ha traído hasta aquí.


5. Aplicación Jubilar: peregrinar sin arrancar, construir sin dividir

Queridos hermanos:

Este Año Jubilar nos llama a caminar como peregrinos de la esperanza. Y el Evangelio de hoy nos recuerda que eso significa no desesperar ante la cizaña, no querer arrancar de raíz lo que aún puede transformarse. Nos invita a una pastoral paciente, a una comunidad eclesial que acoge, acompaña, y confía en la acción de Dios.

En nuestras familias, en nuestras comunidades, en nuestra nación: hay trigo y hay cizaña. Hay luz y sombra. Pero Dios no ha abandonado su campo. Él sigue sembrando. Él sigue creyendo en nosotros. Él no ha dejado de preparar la mesa donde quiere compartir el banquete de la vida eterna.

Hoy, al acercarnos al altar, pensemos que cada Eucaristía es, en verdad, un picnic de cara al cielo. La sangre de Cristo, nueva alianza, nos une como hermanos. El pan partido nos alimenta para seguir sembrando el bien.


6. Conclusión: oración a María y a sus padres

Santa María, Virgen fiel,
enséñanos a confiar como tú,
a cuidar el trigo que Dios siembra en nuestras almas,
a no condenar, sino esperar.

San Joaquín y Santa Ana,
intercedan por nuestras familias,
por nuestros abuelos y abuelas,
por los que nos transmitieron la fe
con palabras y con amor silencioso.

Y que este tiempo jubilar nos encuentre
sembrando esperanza, cosechando fraternidad,
y sentados un día, todos juntos,
en el gran banquete del Reino de los Cielos.

Amén.

 

2

La paciencia de Dios, esperanza de los peregrinos

 

1. Introducción: Un Dios que espera y no se rinde

Queridos hermanos y hermanas:

En este sábado santo, dedicado a la Virgen María y a sus santos padres Joaquín y Ana, el Señor nos regala una palabra luminosa, profundamente necesaria para nuestra vida personal, comunitaria y pastoral: la paciencia de Dios.

A la luz de las lecturas de hoy —el pacto del Sinaí y la parábola del trigo y la cizaña— descubrimos que nuestra historia de fe no es la de un pueblo perfecto, sino la de un pueblo amado por un Dios que espera, perdona y vuelve a sembrar. Y eso es precisamente lo que celebramos en este Año Jubilar: la paciencia activa de un Dios que no nos abandona, aun cuando lo decepcionamos.


2. La paciencia divina en el Sinaí: un pueblo que promete... y cae

La primera lectura del libro del Éxodo (24,3-8) nos presenta un momento solemne: Moisés presenta al pueblo las palabras del Señor, y el pueblo responde dos veces: “Haremos todo lo que el Señor ha dicho”. Se sella la alianza con la sangre: sobre el altar, que representa a Dios, y sobre el pueblo, que representa a la humanidad. Es un gesto fuerte: Dios y su pueblo, unidos por una sangre común, por una vida compartida.

Pero sabemos lo que vendrá después: el becerro de oro, las murmuraciones, la desconfianza, la idolatría. El pueblo que prometió obediencia lo traicionará una y otra vez. Y sin embargo, Dios no se cansa. Dios espera. Dios sigue apostando por su pueblo.

Decía otro comentario respecto a esta lectura: “El pueblo que jura obediencia... traicionará, poniendo a prueba la paciencia de Dios”. Y aun así, Dios no destruye, sino que educa; no castiga por rencor, sino que corrige por amor.


3. La parábola del trigo y la cizaña: una lección de discernimiento y esperanza

El Evangelio según san Mateo (13,24-30) nos sitúa en el campo del Reino: un campo sembrado de buen trigo, pero donde también ha crecido cizaña. Ante la impaciencia de los siervos —que quieren arrancarla de inmediato— el dueño del campo responde con sabiduría: “Dejen que crezcan juntos hasta la siega”.

Esta parábola es, sin duda, una radiografía de nuestro mundo, de nuestra Iglesia, y de nuestro propio corazón. ¿Quién de nosotros no es, al mismo tiempo, trigo y cizaña? ¿Quién no tiene luz y sombra, fidelidades y contradicciones? Y sin embargo, el buen grano está allí, “esperando la hora de la siega, de la selección.

Este Evangelio nos llama a no desesperar ante el mal, a no tomar el lugar de Dios juzgando a los demás, a confiar en que el tiempo y la gracia obrarán la purificación que solo el Señor puede realizar.


4. María, Joaquín y Ana: escuela de paciencia, hogar de fe

En este sábado mariano, contemplamos a la Virgen como la mujer del "sí" que supo esperar. Su vida entera fue un ejercicio de paciencia activa: esperó en Nazaret, esperó en el Calvario, esperó en la Resurrección. Ella supo acoger la voluntad de Dios aun cuando no comprendía sus caminos.

Sus padres, San Joaquín y Santa Ana, que hoy también recordamos, fueron los primeros sembradores del Evangelio en su corazón. Según la tradición, esperaron durante años el don de un hijo, fueron mirados con desprecio por su esterilidad, pero no dejaron de confiar. Su vida es testimonio de esa esperanza que madura con el tiempo, que no se rinde en la prueba.

En este Año Jubilar, que nos llama a ser peregrinos de la esperanza, la figura de estos santos nos invita a educar en la fe, a sembrar con constancia y a creer que, aun cuando no veamos frutos inmediatos, Dios está obrando en silencio.


5. Aplicación pastoral: no apresurar la cosecha, formar con ternura

Esta Palabra nos interpela especialmente en nuestra misión pastoral:

·        Con los jóvenes y vocaciones: no arrancar la cizaña de sus vidas por miedo o impaciencia. Acompañar con ternura, como Jesús acompañó a Pedro a pesar de sus negaciones.

·        En la vida comunitaria: no juzgar ni excluir al hermano por sus debilidades. Recordar que todos estamos en proceso de conversión.

·        En la misión de la Iglesia: confiar en el tiempo de Dios. No todo crecimiento es inmediato. La mies madura lentamente.

La paciencia de Dios no es pasividad, es pedagogía. Es una espera cargada de amor, que sigue sembrando a pesar de los rechazos, que sigue llamando a pesar de nuestras sordeces.


6. Conclusión: una oración jubilar por la paciencia del corazón

Pidamos al Señor que nos conceda su misma paciencia, la que tuvo con Israel, la que vive en la parábola del Reino, la que formó el corazón de María, de Joaquín y de Ana.

Que este tiempo de gracia jubilar nos transforme en sembradores de esperanza, hombres y mujeres que no arrancan, sino que abrazan; que no condenan, sino que confían; que no juzgan, sino que caminan junto al trigo y a la cizaña… hasta que llegue la hora del Reino.

Amén.

 

3

Vigilar el corazón, proteger la siembra”


1.    Introducción: Tierra buena… pero no sola

Amados hermanos en Cristo:

Hoy, el Evangelio nos invita a mirar el campo del mundo, pero sobre todo, el campo del corazón, con mirada vigilante y humilde. Nos dice que un hombre sembró buena semilla, pero mientras todos dormían, el enemigo sembró cizaña. No se trata de un cuento agrícola: Jesús está hablando de nuestra alma, de la Iglesia, de la historia humana. Y nos enseña que, incluso en los mejores terrenos, el mal puede infiltrarse con sutileza.

Esta parábola nos habla de una Iglesia real, no ideal. Una comunidad donde hay trigo y cizaña. Una familia donde conviven luz y sombra. Una vida donde la gracia y la tentación coexisten. ¿Cuál es la enseñanza de fondo? Que Dios siembra, pero también el enemigo. Y que el verdadero discípulo debe aprender a discernir, a cuidar su corazón, a ser vigilante con el Evangelio.


2. La alianza y la fragilidad humana: prometer… y fallar

La primera lectura del Éxodo nos presenta la escena solemne del pacto del Sinaí: Moisés asperja la sangre sobre el altar y el pueblo. Dos veces el pueblo responde: “Haremos todo lo que el Señor nos ha dicho”. Dos veces promete fidelidad. Sin embargo, muy pronto construirán un becerro de oro. ¿Qué ocurrió? ¿Cómo puede el corazón que promete convertirse tan pronto en traidor?

Es que la tierra fértil también necesita vigilancia. La fe no es un momento, sino un camino. La alianza no es un acto puntual, sino una vida entera de fidelidad. El pueblo de Israel no vigiló su interior. Y al no custodiar su alma, permitió que entraran los ídolos.

Así ocurre también con nosotros: podemos haber tenido experiencias profundas con Dios, haber recibido buena formación, haber hecho promesas sinceras. Pero si dejamos de vigilar, si dormimos, si relajamos el alma… entonces la cizaña comienza a crecer.


3. El arte del enemigo: mentiras disfrazadas de verdad

El mal rara vez entra como error grande y evidente; suele venir disfrazado de bien. La cizaña, en sus primeros estadios, es casi indistinguible del trigo. Solo cuando madura se nota la diferencia… y si se muele junto con el trigo, causa náusea.

Así actúa el enemigo hoy: no tanto con herejías abiertas, sino con sutilezas, medias verdades, ideologías que parecen evangélicas pero no lo son. Nos siembra dudas, relativismos, confusión doctrinal, divisiones. Incluso en la Iglesia. Incluso en nuestra alma.

Y por eso el remedio es claro: vigilancia espiritual. Estar atentos a lo que dejamos entrar en el corazón, en nuestras familias, en nuestras comunidades. No todo lo que suena bien es verdad. Por eso necesitamos de la Palabra de Dios, del Magisterio, de la enseñanza de los santos. Son como faros que nos ayudan a distinguir el trigo del error, el Evangelio verdadero del Evangelio adulterado.


4. María, Joaquín y Ana: custodios del corazón

En este sábado, la liturgia nos regala también la presencia de María, la mujer del “sí” vigilante, y de sus padres, Joaquín y Ana, testigos del amor fiel y de la educación en la fe.

María fue buena tierra, pero no porque su camino fuera fácil. Fue buena tierra porque cultivó la escucha, guardó las palabras en su corazón, discernió con sabiduría, esperó en silencio. En ella no creció cizaña, porque nunca bajó la guardia.

Joaquín y Ana, según la tradición, fueron personas mayores, firmes en la fe, esperanzados incluso en la esterilidad. Tuvieron paciencia, confianza y firmeza espiritual. Fueron custodios del alma de su hija, sembradores del Reino en el hogar. Hoy, más que nunca, necesitamos en la Iglesia adultos que eduquen con verdad, abuelos que recen, padres que vigilen, comunidades que custodien el Evangelio con celo amoroso.


5. Aplicación jubilar: proteger la siembra, discernir con esperanza

En este Año Jubilar, somos Peregrinos de la Esperanza, y la esperanza no se improvisa: se cultiva, se cuida, se defiende de los engaños. Por eso, esta homilía puede resumirse en tres palabras clave:

  • Vigilar: no dormirnos. No dejarnos seducir por voces que suenan bien pero distorsionan el Evangelio.
  • Discernir: aprender a reconocer la verdad de Dios y el engaño del mundo, con la ayuda del Espíritu Santo y la Iglesia.
  • Esperar: no apresurarnos a juzgar, no arrancar prematuramente lo que parece cizaña, pues solo Dios conoce el corazón.

La vigilancia no es paranoia. Es amor atento. Es saber que la santidad también se cuida. Que el corazón es tierra sagrada, y que en él puede germinar el Reino… o las mentiras.


6. Conclusión: Oración final

Señor Jesús,
Tú eres la Palabra viva sembrada en nuestra alma.
No permitas que el enemigo siembre error en nuestra vida.
Danos discernimiento para reconocer tu voz,
humildad para escuchar la Iglesia,
y vigilancia para cuidar nuestra fe.

Santa María,
tierra pura donde germinó el Verbo,
enséñanos a custodiar el Evangelio con tu mismo amor.

San Joaquín y Santa Ana,
protectores de la semilla en el hogar,
ayuden a nuestras familias a vivir la verdad sin miedo,
y a formar corazones vigilantes y fieles.

Amén.

 

 

26 de julio: Santos Joaquín y Ana — Memoria

Finales del siglo I a.C. – comienzos del siglo I d.C.

Santa Ana — Patrona de los abuelos, abuelas, madres, amas de casa, fabricantes de muebles, carpinteros, costureras, jinetes, mujeres embarazadas, amas de hogar, trabajadoras del encaje, comerciantes de ropa usada, mineros, y patrona de Canadá y Francia.
Invocada contra la esterilidad y la pobreza, y para encontrar objetos perdidos.

San Joaquín — Patrón de los abuelos, abuelos, padres, matrimonios, fabricantes de muebles y comerciantes de lino.

 


Cita:
Hoy la Iglesia celebra a los padres de la Virgen María, los abuelos de Jesús: San Joaquín y Santa Ana. En su hogar vino al mundo María, acompañada por el extraordinario misterio de la Inmaculada Concepción. María creció en el hogar de Joaquín y Ana; estuvo rodeada de su amor y fe: en su casa aprendió a escuchar al Señor y a seguir su voluntad. San Joaquín y Santa Ana fueron parte de una larga cadena de personas que transmitieron su fe y amor a Dios, expresado en el calor y el amor de la vida familiar, hasta llegar a María, quien recibió al Hijo de Dios en su seno y lo dio al mundo, a nosotros. ¡Qué precioso es el papel de la familia como lugar privilegiado para transmitir la fe!
Papa Francisco, Ángelus, 26 de julio de 2013


Reflexión:

Hoy honramos a los padres de la Santísima Virgen María y abuelos de Jesús. Sus nombres no aparecen en los Evangelios, pero los conocemos por un documento apócrifo del siglo II llamado el Protoevangelio de Santiago. Aunque este texto fue determinado como no auténtico, es el primer registro que conservamos sobre los padres de la Virgen. Al menos, se presume que sus nombres —Joaquín y Ana— son correctos. Otros textos apócrifos como el Evangelio de la Natividad de María y el Evangelio del Pseudo-Mateo también contienen información incierta sobre estos santos.

Según estas tradiciones, Joaquín era un hombre rico y generoso, pero él y su esposa Ana eran estériles hasta ya avanzada edad. Un día, antes de que Ana concibiera a la Virgen María, Joaquín fue al Templo a hacer una ofrenda, pero fue rechazado por un sacerdote levita llamado Rubim, por no tener hijos: “No es correcto que ofrezcas primero, porque no has dado simiente a Israel.” Tener hijos en aquel tiempo era esencial; carecer de ellos se interpretaba como una señal de desagrado divino.

Afligido, Joaquín se retiró al desierto y estudió las Escrituras, donde encontró el ejemplo de Abraham, que recibió un hijo en su vejez. Entonces emprendió un retiro de 40 días de ayuno y oración. Ana, por su parte, también oró intensamente. Un ángel se le apareció y le dijo: “Ana, Ana, el Señor ha escuchado tu oración, y concebirás y darás a luz; y tu descendencia será recordada en todo el mundo.” A Joaquín también se le apareció un ángel: “Joaquín, Joaquín, el Señor ha escuchado tu oración. Regresa, pues tu esposa Ana concebirá.”

Nueve meses después nació María. Según el voto hecho, cuando ella tenía solo tres años, Joaquín y Ana la presentaron en el Templo, donde vivió hasta su matrimonio. Allí fue educada por los sacerdotes y mujeres piadosas, y pasó sus días en oración y unión con Dios.

Aunque esta historia proviene de fuentes apócrifas, la Iglesia celebra la Presentación de María en el Templo como una fiesta litúrgica desde el siglo VI en Oriente y el XI en Occidente, lo que le otorga un valor teológico y devocional. En la antigua Jerusalén, cerca del Monte del Templo, existe una iglesia donde, según la tradición, nació la Virgen María y pasó sus primeros años tras ser presentada.

Aunque no se sabe mucho más sobre San Joaquín y Santa Ana, la devoción a ellos —especialmente a Santa Ana— se difundió desde el siglo VI. Iglesias se consagraron en su honor, surgieron oraciones, devociones y patronazgos. Fue solo en el siglo XVI que creció la devoción a San Joaquín al incluirse su fiesta en el Calendario Romano General.

Más allá de las leyendas, sabemos con certeza que la Virgen María, la Inmaculada Concepción, tuvo padres. La amaron, la criaron, y la ofrecieron a Dios. Hoy son santos, bajo los nombres de Joaquín y Ana, y los fieles siguen invocando su intercesión, especialmente los abuelos. Así como María es nuestra madre espiritual, ellos pueden considerarse nuestros abuelos espirituales en el orden de la gracia.

Oración final:
Santos Joaquín y Ana, ustedes recibieron el privilegio de criar a la Madre de Dios. Su presencia tocó sus vidas profundamente, dejándolos maravillados ante la gracia divina. Rueguen por mí, para que ame a su hija y a su nieto con el mismo amor que ustedes tuvieron por ellos, y así merezca gozar un día de su compañía en el Cielo. Santos Joaquín y Ana, rueguen por mí. Jesús, en Ti confío.

 

Referencias:






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