26 de octubre del 2021: martes de la trigésima semana del tiempo ordinario
(Lucas 13, 18-21) La
levadura en la masa expresa el poder de la vida que Cristo trae por su
nacimiento, su muerte y su resurrección. Nos transforma hasta en lo más
profundo e íntimo de nuestro ser.
Primera lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los
Romanos (8,18-25):
Sostengo que los sufrimientos de ahora no pesan lo que la gloria que un día se nos descubrirá. Porque la creación, expectante, está aguardando la plena
manifestación de los hijos de Dios; ella fue sometida a la frustración, no por
su voluntad, sino por uno que la sometió; pero fue con la esperanza de que la
creación misma se vería liberada de la esclavitud de la corrupción, para entrar
en la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Porque sabemos que hasta hoy la
creación entera está gimiendo toda ella con dolores de parto. Y no sólo eso;
también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos en nuestro
interior, aguardando la hora de ser hijos de Dios, la redención de nuestro
cuerpo. Porque en esperanza fuimos salvados. Y una esperanza que se ve ya no es
esperanza. ¿Cómo seguirá esperando uno aquello que ve? Cuando esperamos lo que
no vemos, aguardamos con perseverancia.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 125,1-2ab.2cd-3.4-5.6
R/. El
Señor ha estado grande con nosotros
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,
nos parecía soñar:
la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares. R/.
Hasta los gentiles decían:
«El Señor ha estado grande con ellos.»
El Señor ha estado grande con nosotros,
y estamos alegres. R/.
Que el Señor cambie nuestra suerte,
como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas
cosechan entre cantares. R/.
Al ir, iba llorando,
llevando la semilla;
al volver, vuelve cantando,
trayendo sus gavillas. R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas
(13,18-21):
En aquel tiempo, decía Jesús: «¿A qué se parece el reino de Dios? ¿A qué lo
compararé? Se parece a un grano de mostaza que un hombre toma y siembra en su
huerto; crece, se hace un arbusto y los pájaros anidan en sus ramas.»
Y añadió: «¿A qué compararé el reino de Dios? Se parece a la levadura que una
mujer toma y mete en tres medidas de harina, hasta que todo fermenta.»
Palabra del Señor
decía Jesús: «¿A qué se parece el reino de Dios? ¿A qué lo
compararé? Se parece a un grano de mostaza que un hombre toma y siembra en su
huerto; crece, se hace un arbusto y los pájaros anidan en sus ramas.»
Esta breve parábola debería hablarles a muchas
personas mucho más de lo que se dan cuenta. Debería ser una fuente de gran
aliento para todos nosotros mientras buscamos edificar el Reino de Dios a
través de obras apostólicas.
La semilla de mostaza es muy pequeña. Al
principio, cuando alguien la tiene en la mano, es posible que no le dé mucha
importancia. Pero si la plantara en condiciones ideales, esa semilla
podría convertirse en un árbol de más de 20 pies de altura.
Jesús usa esta parábola para enseñarnos muchas
lecciones. Una de esas lecciones es la de nuestras obras apostólicas de
caridad. Cuando piensas en el llamado de ser apóstol del Señor,
difundiendo el Evangelio hasta los confines de la tierra, ¿qué te viene a la
mente? Quizás el primer pensamiento sea en aquellos a quienes se les ha
confiado un ministerio muy grande, público y vibrante. En este caso, es
más fácil ver el buen fruto que nace de las obras apostólicas ajenas. ¿Pero
qué hay de ti? Es posible que la mayor parte de las personas se esfuercen
por amar y servir a los demás de todas las pequeñas formas que pueden, y no ven
la abundancia de buenos frutos que nacen de sus esfuerzos. Cuando esto
sucede, algunos pueden desanimarse y perder el celo por la difusión del
Evangelio.
Si esto te sucede, considera la semilla de
mostaza. Plantar esta pequeña semilla es representativo de muchos de
nuestros esfuerzos apostólicos. Dios nos llama a realizar pequeños actos
de bondad, a compartir nuestra fe de formas sutiles e incluso ocultas, a servir
por amor, aunque uno pase desapercibido y a hacerlo sin cesar. ¿Estos
pequeños actos dan fruto para el Reino de Dios? Si crees en esta parábola
de la semilla de mostaza, entonces la respuesta debe ser un rotundo
"Sí".
Muchas veces en la vida, nunca veremos los
efectos completos que nuestras acciones tienen en los demás. Nuestra
influencia negativa los afectará mucho más de lo que creemos. Y nuestros
actos amorosos de caridad, mediante los cuales compartimos nuestra fe, también
afectarán a las personas mucho más de lo que nos damos cuenta. Creer en el
mensaje de esta Parábola de la Semilla de Mostaza debería llevarnos a creer que
plantar esas pequeñas semillas de fe, a través de nuestra caridad, virtudes y
palabras, ciertamente producirá una abundancia de buenos frutos, mucho más de
lo que podemos imaginar. hasta que entremos en la gloria del cielo.
Reflexiona hoy sobre tu deber de plantar
diariamente las semillas más pequeñas de fe y amor. No te desanimes si tus
esfuerzos no dan frutos obvios en abundancia. Simplemente comprométete a
plantar una y otra vez. Deléitate en sembrar la semilla de la fe y
considera esto como tu misión. Si haces esto a lo largo de tu vida, desde
el cielo mirarás hacia atrás y te sorprenderás de cómo Dios produjo
poderosamente Su Reino a través de esos actos aparentemente insignificantes de
fe y amor.
Mi glorioso Rey, deseas que Tu Reino crezca a
lo largo y ancho a través de nuestros esfuerzos de amor. Por favor, úsame,
querido Señor, para plantar Tus semillas de fe y caridad todos los días. Que
nunca me canse de estos esfuerzos apostólicos y que siempre me deleite mucho en
servirte y construir Tu Reino de todas las formas posibles. Jesús, en Ti
confío.
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