19 de mayo del 2022: jueves de la quinta semana de Pascua
(Hechos
15, 7-21) Admiremos a Pedro: él sabe leer “los signos de los tiempos”.
Mientras se desarrollaban los acontecimientos, la conversión de los paganos y
el don del Espíritu, discernió la voluntad de Dios, concretamente, respecto a
lo que vio.
Primera lectura
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (15,7-21):
EN aquellos días, después de una larga discusión, se levantó Pedro y dijo a
los apóstoles y a los presbíteros:
«Hermanos, vosotros sabéis que, desde los primeros días, Dios me escogió entre
vosotros para que los gentiles oyeran de mi boca la palabra del Evangelio, y
creyeran. Y Dios, que penetra los corazones, ha dado testimonio a favor de
ellos dándoles el Espíritu Santo igual que a nosotros. No hizo distinción entre
ellos y nosotros, pues ha purificado sus corazones con la fe. ¿Por qué, pues,
ahora intentáis tentar a Dios, queriendo poner sobre el cuello de esos
discípulos un yugo que ni nosotros ni nuestros padres hemos podido soportar?
No; creemos que lo mismo ellos que nosotros nos salvamos por la gracia del
Señor Jesús».
Toda la asamblea hizo silencio para escuchar a Bernabé y Pablo, que les
contaron los signos y prodigios que Dios había hecho por medio de ellos entre
los gentiles. Cuando terminaron de hablar, Santiago tomó la palabra y dijo:
«Escuchadme, hermanos: Simón ha contado cómo Dios por primera vez se ha dignado
escoger para su nombre un pueblo de entre los gentiles. Con esto concuerdan las
palabras de los profetas, como está escrito:
“Después de esto volveré
y levantaré de nuevo la choza caída de David;
levantaré sus ruinas y la pondré en pie,
para que los demás hombres busquen al Señor,
y todos los gentiles sobre los que ha sido invocado mi nombre:
lo dice el Señor, el que hace que esto sea conocido desde antiguo”.
Por eso, a mi parecer, no hay que molestar a los gentiles que se convierten a
Dios; basta escribirles que se abstengan de la contaminación de los ídolos, de
las uniones ilegítimas, de animales estrangulados y de la sangre. Porque desde
tiempos antiguos Moisés tiene en cada ciudad quienes lo predican, ya que es
leído cada sábado en las sinagogas».
Palabra de Dios
Salmo
Sal 95,1-2a.2b-3.10
R/. Contad las maravillas del Señor
a todas las naciones
Cantad al Señor un cántico nuevo,
cantad al Señor, toda la tierra;
cantad al Señor, bendecid su nombre. R/.
Proclamad día tras día su victoria.
Contad a los pueblos su gloria,
sus maravillas a todas las naciones. R/.
Decid a los pueblos: «El Señor es rey,
él afianzó el orbe, y no se moverá;
él gobierna a los pueblos rectamente». R/.
Lectura del santo evangelio según san Juan (15,9-11):
EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor.
Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he
guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.
Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría
llegue a plenitud».
Palabra del Señor
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“Como el Padre me ha
amado, así os he amado yo”.
Hay
tres ideas hermosas que debemos tomar de este pasaje.
Primero, el amor del Padre por el Hijo es perfecto en todos los sentidos. Es incondicional y lo consume todo. Es total y desinteresado. Al recibir el amor del Padre, Jesús recibe todo lo que necesita.
Segundo, el amor que Jesús recibe del Padre no se puede contener. No puede guardarse para Sí mismo. El amor del Padre es tal que rebosa del corazón de Jesús. Es este amor desbordante que brota de Jesús hacia nosotros.
Tercero, una cosa clave a considerar en esto es que este amor desbordante, ahora dado a nosotros, tampoco puede ser contenido dentro de nosotros. Debe desbordarse de nuestros corazones a los demás. Por tanto, si hemos de ser verdaderos destinatarios del amor del Padre y del Hijo, debemos a su vez dejar que ese amor se derrame sobre los demás de manera “ilimitada” e “incondicional”.
Piénsalo. "Ilimitado." "Incondicional." ¿Es esto realmente posible? ¿Es posible ser tan radicales y totales en nuestro amor por los demás? Sí, sólo es posible si el amor del que hablamos se origina en el corazón del Padre, se entrega al Hijo y luego se derrama sobre nosotros para distribuirlo libremente.
Reflexiona
hoy sobre el hecho de que el amor que estás llamado a compartir con los demás
se origina en el Corazón del Padre del Cielo. El primer y más importante
paso para aprender a amar con el Corazón del Padre es dejar que Dios te
ame. Esto puede ser muy difícil de hacer. Puede ser difícil dejar que
Dios te ame, recibir ese amor y dejar que te afecte profundamente. Pero si
puedes dejar que Dios te ame continuamente con su amor perfecto, comenzarás a
ver que este amor brota automáticamente de ti como si fuera un río desbordante
de gracia y misericordia.
Amoroso
Padre e Hijo, te amo y sé que soy amado por Ti. Ayúdame a estar abierto a
Tu amor. Ayúdame a dejar que ese amor penetre para que también se desborde
de mi corazón a los demás. Jesús, en Ti confío.
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