miércoles, 18 de mayo de 2022

18 de mayo del 2022: miércoles de la quinta semana de Pascua

(Juan 15, 1-8) Si permanecemos unidos a Cristo, podemos confiar plenamente en el Padre. Por su palabra y su pan de vida, Dios dispone en nosotros las ramas de nuestra fe para que demos fruto en abundancia.


Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (15,1-6):

EN aquellos días, unos que bajaron de Judea se pusieron a enseñar a los hermanos que, si no se circuncidaban conforme al uso de Moisés, no podían salvarse. Esto provocó un altercado y una violenta discusión con Pablo y Bernabé; y se decidió que Pablo, Bernabé y algunos más de entre ellos subieran a Jerusalén a consultar a los apóstoles y presbíteros sobre esta controversia. Ellos, pues, enviados por la Iglesia provistos de lo necesario, atravesaron Fenicia y Samaría, contando cómo se convertían los gentiles, con lo que causaron gran alegría a todos los hermanos. Al llegar a Jerusalén, fueron acogidos por la Iglesia, los apóstoles y los presbíteros; ellos contaron lo que Dios había hecho con ellos.
Pero algunos de la secta de los fariseos, que habían abrazado la fe, se levantaron, diciendo:
«Es necesario circuncidarlos y ordenarles que guarden la ley de Moisés».
Los apóstoles y los presbíteros se reunieron a examinar el asunto.


Palabra de Dios

 

 

Salmo

Sal 121,1-2.4-5

R/.
 Vamos alegres a la casa del Señor

¡Qué alegría cuando me dijeron:
«Vamos a la casa del Señor»!
Ya están pisando nuestro pies
tus umbrales, Jerusalén. R/.

Jerusalén está fundada
como ciudad bien compacta.
Allá suben las tribus,
las tribus del Señor. R/.

Según la costumbre de Israel,
a celebrar el nombre del Señor;
en ella están los tribunales de justicia,
en el palacio de David. R/.

 

 

Lectura del santo evangelio según san Juan (15,1-8):

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento que no da fruto en mí lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto.
Vosotros ya estáis limpios por la palabra que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros.
Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.
Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden.
Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará.
Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos».

Palabra del Señor


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“Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada.”

 

Juan 15: 5

 

Lo primero que debes reconocer en este pasaje es el simple hecho de que Dios quiere producir buenos frutos en tu vida. También quiere traer Su gracia y misericordia al mundo a través de ti. La vid no produce el fruto solo, sino que lo hace a través de los sarmientos. Entonces, si tomamos esta enseñanza al pie de la letra, Dios está diciendo que ha elegido traer Su gracia y misericordia a tu vida y al mundo a través de ti.

 

Para añadir mayor claridad a esta santa misión que se nos ha encomendado a todos, Jesús hace una declaración muy profunda. Él dice "sin mí no podéis hacer nada". Al considerar esta línea pronunciada por nuestro Señor, puede ser útil reflexionar sobre lo que significa la palabra "nada". San Agustín señala que Jesús agregó “no ´podéis hacer nada” para enfatizar el hecho de que, por nosotros mismos, por nuestro propio esfuerzo, ni siquiera podemos producir un “poco” de buen fruto. Por ejemplo, sería como cortar una ramita de un manzano y esperar que la ramita produzca una manzana.

 

El fruto que Dios quiere producir también tiene lugar dentro de tu alma, en forma de Frutos del Espíritu Santo. Estos frutos consisten en amor, gozo, paz, paciencia, bondad, longanimidad, fidelidad, mansedumbre y continencia (véase Gálatas 5: 22–23 ). Cada uno de estos dones de Dios tendrá el efecto de transformarlo tú más plenamente en una imagen de Dios mismo en nuestro mundo. Trata de tomar un momento para considerar cada uno de esos Frutos del Espíritu Santo. Cada uno es muy deseable. Crecer en el deseo por ellos te ayudará a crecer en el deseo del Espíritu Santo en tu vida.

 

Cuando el pasaje del Evangelio citado anteriormente se considera en sus dos partes, también está claro que, si nos separamos de Dios, entonces es imposible experimentar cualquiera de los Frutos del Espíritu Santo. Sin una conexión firme con nuestro Dios, no tendremos amor, gozo, paciencia, bondad, etc. Nada de eso es posible a menos que nuestras vidas estén firmemente conectadas a la Vid, quien es Cristo mismo. De modo que es útil fomentar un deseo positivo por estos buenos frutos, así como un santo temor de perderlos.

 

Reflexiona hoy sobre la imagen hermosa y significativa que nos dio Jesús de la vid y los sarmientos. Piensa en una vid y luego piensa en ti mismo firmemente atado a esa vid. Siéntate con esa imagen en tu oración y deja que Dios te hable. Él quiere hacer grandes cosas en ti y a través de ti. Si tan sólo te aferras a Él con todo tu corazón, se producirá una abundancia de buenos frutos.

 

Jesús, la Vid, Tú eres la fuente de toda bondad y, sin Ti, no puedo hacer nada. Ayúdame a recordar siempre cuán profundamente te necesito en mi vida y ayúdame a aferrarme a Ti siempre. Que produzcas abundancia de buenos frutos en mi vida y, a través de mí, en el mundo. Jesús, en Ti confío.

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