15 de mayo del 2022: Quinto Domingo de Pascua (Ciclo C)
Hoy, Quinto Domingo de Pascua, después del Domingo del Buen Pastor, la Liturgia nos vuelve a centrar en el Señor Jesús que nos deja su mandamiento nuevo de amarnos los unos a los otros como él nos ha amado.
Siempre la Eucaristía es celebración del Amor total de Dios por nosotros en la persona de su Hijo Jesucristo que se entregó a la muerte de Cruz por amor a nosotros y por nuestra salvación. Por lo tanto, la Eucaristía es Amor celebrado y Amor compartido. Dispongámonos con fe a participar fructuosamente de nuestra eucaristía dominical.
2.
La eternidad del amor
El Evangelio del Amor es el eje de la liturgia de este domingo de Pascua. Volvemos la mirada hacia el Jueves Santo, a la mesa de la Última Cena, donde el mandamiento del amor contrasta con el egoísmo de Judas. Por eso, imploramos al Señor que nos ayude a dar frutos abundantes de amor y alcanzar la vida eterna, a la que se accede al final de la vida cuando seamos juzgados por el amor. Ese amor lo entregaron Pablo y Bernabé, dedicados a la primera misión en tierras que no conocían la Palabra de Dios, y es lo que contaron a los hermanos que los habían enviado. Ese amor es el que permanece para siempre, porque Dios es eterno amor y es capaz de dar consuelo a los afligidos y dolidos por el luto, el llanto y el sufrimiento. Jesús es el que hace nuevas todas las cosas por medio del amor. Este camino estrecho deberemos andar en nuestro país y en nuestra Iglesia, que clausura hoy la Semana de la familia, y hemos de volver la mirada a sus orígenes para ser “una comunidad cuya identidad sea la pasión por la verdad y el compromiso por el bien común”.
Primera lectura
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (14,21b-27):
En aquellos días, Pablo y Bernabé volvieron a Listra, a Iconio y a Antioquía, animando a los discípulos y exhortándolos a perseverar en la fe, diciéndoles que hay que pasar mucho para entrar en el reino de Dios. En cada Iglesia designaban presbíteros, oraban, ayunaban y los encomendaban al Señor, en quien habían creído. Atravesaron Pisidia y llegaron a Panfilia. Predicaron en Perge, bajaron a Atalía y allí se embarcaron para Antioquía, de donde los habían enviado, con la gracia de Dios, a la misión que acababan de cumplir. Al llegar, reunieron a la Iglesia, les contaron lo que Dios había hecho por medio de ellos y cómo había abierto a los gentiles la puerta de la fe.
Palabra de Dios
En aquellos días, Pablo y Bernabé volvieron a Listra, a Iconio y a Antioquía, animando a los discípulos y exhortándolos a perseverar en la fe, diciéndoles que hay que pasar mucho para entrar en el reino de Dios. En cada Iglesia designaban presbíteros, oraban, ayunaban y los encomendaban al Señor, en quien habían creído. Atravesaron Pisidia y llegaron a Panfilia. Predicaron en Perge, bajaron a Atalía y allí se embarcaron para Antioquía, de donde los habían enviado, con la gracia de Dios, a la misión que acababan de cumplir. Al llegar, reunieron a la Iglesia, les contaron lo que Dios había hecho por medio de ellos y cómo había abierto a los gentiles la puerta de la fe.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 144,8-9.10-11.12-13ab
R/. Bendeciré tu nombre por siempre jamás, Dios mío, mi rey.
El Señor es clemente y misericordioso,
lento a la cólera y rico en piedad;
el Señor es bueno con todos,
es cariñoso con todas sus criaturas. R/.
Que todas tus criaturas te den gracias, Señor,
que te bendigan tus fieles;
que proclamen la gloria de tu reinado,
que hablen de tus hazañas. R/.
Explicando tus hazañas a los hombres,
la gloria y majestad de tu reinado.
Tu reinado es un reinado perpetuo,
tu gobierno va de edad en edad. R/.
R/. Bendeciré tu nombre por siempre jamás, Dios mío, mi rey.
El Señor es clemente y misericordioso,
lento a la cólera y rico en piedad;
el Señor es bueno con todos,
es cariñoso con todas sus criaturas. R/.
Que todas tus criaturas te den gracias, Señor,
que te bendigan tus fieles;
que proclamen la gloria de tu reinado,
que hablen de tus hazañas. R/.
Explicando tus hazañas a los hombres,
la gloria y majestad de tu reinado.
Tu reinado es un reinado perpetuo,
tu gobierno va de edad en edad. R/.
Segunda lectura
Lectura del libro del Apocalipsis (21,1-5a):
Yo, Juan, vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra han pasado, y el mar ya no existe. Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo, enviada por Dios, arreglada como una novia que se adorna para su esposo. Y escuché una voz potente que decía desde el trono: «Ésta es la morada de Dios con los hombres: acamparé entre ellos. Ellos serán su pueblo, y Dios estará con ellos y será su Dios. Enjugará las lágrimas de sus ojos. Ya no habrá muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor. Porque el primer mundo ha pasado.»
Y el que estaba sentado en el trono dijo: «Todo lo hago nuevo.»
Palabra de Dios
Yo, Juan, vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra han pasado, y el mar ya no existe. Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo, enviada por Dios, arreglada como una novia que se adorna para su esposo. Y escuché una voz potente que decía desde el trono: «Ésta es la morada de Dios con los hombres: acamparé entre ellos. Ellos serán su pueblo, y Dios estará con ellos y será su Dios. Enjugará las lágrimas de sus ojos. Ya no habrá muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor. Porque el primer mundo ha pasado.»
Y el que estaba sentado en el trono dijo: «Todo lo hago nuevo.»
Palabra de Dios
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Juan (13,31-33a.34-35):
Cuando salió Judas del cenáculo, dijo Jesús: «Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en si mismo: pronto lo glorificará. Hijos míos, me queda poco de estar con vosotros. Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también entre vosotros. La señal por la que conocerán todos que sois discípulos míos será que os amáis unos a otros.»
Palabra de Señor
A guisa de introducción:
La concreción del amor
Les doy un mandamiento nuevo: que se amen unos a otros... Como yo les he amado. Escuchando el mandamiento nuevo de Jesús podemos preguntarnos :
Ha cambiado algo la situación porque los discípulos de Jesús han vivido durante veinte 20 siglos el mandamiento del amor?
Jesús dice que Él hace nuevas todas las cosas. A veces nuestra percepción es que todo está igual que siempre; que nuevo, lo que se dice nuevo, no hay mucho.
¿Qué ha sido del mandato del amor, ámense como yo les he amado?
¿Pueden los demás apreciar que somos discípulos de Jesús porque nos amamos como él ama?
Cuando el libro del Apocalipsis nos dice hoy que Jesús hace nuevas todas las cosas, debemos pensar si nosotros colaboramos en algo o si estamos más bien empeñados en que "todo siga como siempre".
El hermoso mandato del Señor, amarnos los unos a los otros, no puede ser únicamente una indicación bonita, pero sin concreción en nuestra vida.
Éste es el camino de los discípulos: amarnos, amarnos unos a otros, amarnos como Él nos amó.
¿Cuáles son las oportunidades que tenemos cada día para bajarnos de nuestro egoísmo y vivir el amor? El camino de cada día nos ofrece múltiples posibilidades para que veamos los cielos nuevos y la tierra nueva. Sólo el amor lo logrará.
Aproximación psicológica al texto del Evangelio:
Ámense los unos a los otros, tal como yo los he amado!
El amor es una dimensión esencial de nuestra vida, tremendamente personal e íntima.
Hay tantos tipos y estilos de amor como personas. Cada uno de nosotros posee un modo propio de amar; un modo que habitualmente hemos aprendido en nuestro entorno familiar. Por lo mismo, el amor cristiano no es cualquier tipo de amor, sino un amor como el de Jesús. Al estilo del amor que podemos aprender de Jesús.
Jesús no nos pide simplemente que amemos, así de modo general, sino que nos pide que amemos tal como Él nos ha amado. Por lo mismo, los creyentes necesitamos tener una mirada contemplativa de Jesús, a fin de percibir el estilo y la calidad de su amor. A fin de dejarnos enseñar en el amor, de ponernos a los pies de Jesús para aprender su modo de amar. Y el camino fundamental para aprender su modo de amar es dejarnos amar por Dios.
Necesitamos la valentía de la fe que nos hace capaces de reconocer y acoger el amor de Dios en nuestra propia vida. Su amor educa nuestra capacidad de amar.
En este tiempo estamos invitados por el papa Francisco a superar la cultura del abuso y reemplazarla por una cultura del cuidado y protección de cada ser humano. Estamos llamados a aprender un modo de relacionarnos en el cual cada persona sea valorada por sí misma, respetada en su originalidad y protegida de toda agresión y daño.
Para construir esta cultura nueva es indispensable mirar a Jesús y contemplar su modo de relacionarse con las personas, contemplar su modo de entablar vínculos de amor para aprender de él un nuevo modo de amar. En este momento eclesial y social estamos desafiados a ahondar nuestra capacidad de amar, pero por sobre todo a mejorar la calidad de nuestro amor.
Hay tantos tipos y estilos de amor como personas. Cada uno de nosotros posee un modo propio de amar; un modo que habitualmente hemos aprendido en nuestro entorno familiar. Por lo mismo, el amor cristiano no es cualquier tipo de amor, sino un amor como el de Jesús. Al estilo del amor que podemos aprender de Jesús.
Jesús no nos pide simplemente que amemos, así de modo general, sino que nos pide que amemos tal como Él nos ha amado. Por lo mismo, los creyentes necesitamos tener una mirada contemplativa de Jesús, a fin de percibir el estilo y la calidad de su amor. A fin de dejarnos enseñar en el amor, de ponernos a los pies de Jesús para aprender su modo de amar. Y el camino fundamental para aprender su modo de amar es dejarnos amar por Dios.
Necesitamos la valentía de la fe que nos hace capaces de reconocer y acoger el amor de Dios en nuestra propia vida. Su amor educa nuestra capacidad de amar.
En este tiempo estamos invitados por el papa Francisco a superar la cultura del abuso y reemplazarla por una cultura del cuidado y protección de cada ser humano. Estamos llamados a aprender un modo de relacionarnos en el cual cada persona sea valorada por sí misma, respetada en su originalidad y protegida de toda agresión y daño.
Para construir esta cultura nueva es indispensable mirar a Jesús y contemplar su modo de relacionarse con las personas, contemplar su modo de entablar vínculos de amor para aprender de él un nuevo modo de amar. En este momento eclesial y social estamos desafiados a ahondar nuestra capacidad de amar, pero por sobre todo a mejorar la calidad de nuestro amor.
¿Estoy viviendo y amando tal como Jesús me ha amado?
Cuando alguien mira nuestra comunidad, ¿puede reconocernos como discípulos de Jesús por el amor que nos une?
Los Apóstoles exhortaban a la comunidad a perseverar en su fe en medio de las tribulaciones. ¿Cuáles han sido o están siendo mis mayores tribulaciones? ¿Qué elementos me ayudan a perseverar en la fe?
Cuando alguien mira nuestra comunidad, ¿puede reconocernos como discípulos de Jesús por el amor que nos une?
Los Apóstoles exhortaban a la comunidad a perseverar en su fe en medio de las tribulaciones. ¿Cuáles han sido o están siendo mis mayores tribulaciones? ¿Qué elementos me ayudan a perseverar en la fe?
En este domingo, en que el Señor nos entrega el mandamiento del amor, pidamos la gracia de unirnos al esfuerzo de todos los hombres para construir una sociedad más justa, una patria reconciliada, la civilización del amor.
Reflexión (1)
Que perviva el amor a pesar de todo
En este quinto domingo de Pascua, la Iglesia nos propone un pequeño texto del discurso de Jesús la tarde del jueves santo. El contexto es doloroso. Cristo acaba de anunciar su muerte y su resurrección a sus discípulos.
Durante 3 años, ellos han vivido una bella experiencia con Jesús. Y es justo ahora que ellos se dan cuenta que todo va a terminarse. Ahora, para Cristo la muerte no es el fin de todo sino un paso. El abre un camino y los invita a seguirle. A través de sus Palabras, Él quiere transmitirles confianza y sobretodo prepararlos para la misión que viene.
Y así será, más tarde ellos serán enviados para anunciar el evangelio (la Buena Nueva) al mundo entero. Este evangelio, nos muestra un Dios apasionado de amor por toda la humanidad. Este mundo impregnado de tanta violencia, el Señor quiere sanarlo y salvarlo.
Al recibir el sacramento del bautismo, nosotros somos sumergidos en ese océano de amor que está en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Esto cambia toda la vida de los creyentes. En adelante, ellos no pueden vivir más en el egoísmo ni en la violencia. Al entrar a la gran familia de Dios, los bautizados estamos llamados a vivir como lo que somos: Hijos de Dios.
Ahora, la cuestión es, ¿Cómo saber si nosotros somos verdaderos discípulos de Cristo? La última frase del evangelio de hoy nos da la respuesta: “El signo de que ustedes son mis discípulos es el amor que ustedes tengan los unos por los otros”.
Veamos aquí nuestra marca distintiva. Los ritos, las instituciones, los sacramentos, están subordinados a ello, y no tienen otra función que de mantener y expresar el amor que nosotros nos tenemos los unos a los otros.
El mandamiento del amor no es nuevo en sí. El constituye uno de los elementos fundamentales de la tradición bíblica: “Tu amaras tu prójimo como a ti mismo” (Levítico 19,18). Lo que es nuevo, es la manera como Jesús expresa este amor: “Ámense los unos los a los otros como yo los he amado”.
Es decir, un amor sin límite, un amor que llega hasta dar la vida por el otro.
Recordemos la historia del padre polaco Maximiliano Kolbe (modelo de sacerdocio y de santidad para nuestros días): En el campo de concentración nazi, donde él estaba, un prisionero había acabado de evadirse. Las represalias son terribles: diez de sus compañeros detenidos son condenados a morir en el bunker del hambre. El padre Maximiliano Kolbe decide morir, intercambiándose con uno de los condenados que lloraba junto a su mujer y sus hijos. El padre Kolbe entonces se suma a los condenados y les ayuda a morir cantando las alabanzas del Señor. A través de este testimonio y muchos otros, nosotros vemos cuanto el amor es más fuerte que el odio.
Ahora, el amor fraternal no es muy evidente que digamos en el seno de nuestras comunidades. La historia nos enseña que los cristianos han sido violentamente separados por cuestiones más o menos importantes de teología, dogma, liturgia, por política, etc. Desde las primeras divisiones (separaciones, cismas), desde los primeros conflictos sobre la concepción de la verdad, los cristianos se han peleado entre ellos y estas disputas están presentes todavía hoy. Ha habido los conflictos entre Roma y Constantinopla, ha habido las cruzadas, las guerras de religiones, las numerosas excomuniones, la cacería de brujas, los abusos del poder, las muertes y genocidios de la colonización, los desacuerdos o malentendidos entre ortodoxos, católicos y protestantes.
Los países de Europa se separaron, perdieron su unidad en el nombre (por causa) de la religión, lo que causó la muerte de millones de personas. El fanatismo religioso ha llevado a atrocidades terribles…en el nombre de Dios.
En el plan individual y o personal, el mismo tipo de divisiones nos afectan y nos dividen. Nuestros amores son frágiles y arriesgan de no ser sólidos y consistentes en los momentos de prueba, en los momentos difíciles y dolorosos. Nuestras familias no están libres de esta crisis. Muchos hermanos y hermanas que se entendían bien de un momento a otro no se hablan más; gran cantidad de parejas juntas por muchos años se separan y a veces se persiguen delante los tribunales. Los amigos de vieja data se evaporan y no se frecuentan (visitan) más. La indiferencia, el egoísmo, la violencia, hacen parte de nuestros comportamientos.
El amor del cual nos habla y nos propone Cristo, es una fuente de agua viva que hace surgir una nueva primavera. Es un bálsamo que sana las heridas. Este amor es difícil, profundo, fiel, un amor más fuerte que el odio, más fuerte que la injusticia y más fuerte que la muerte. Y él es nuevo, porque va hasta el final: “Ámense los unos a los otros como yo les he amado”
Este mandamiento se constituye como la única obligación de la nueva alianza. Todo el resto es secundario y en función de esta misión que nos confía Cristo. “Ellos sabrán que ustedes son mis discípulos, si ustedes se aman los unos a los otros”.
Lo más importante en la Iglesia no son las leyes, las instituciones, los mecanismos de organización, ni los dogmas ni las tradiciones. No son tampoco las oraciones, el diezmo, la limosna, la cruz sobre la pared de la casa o la estatua y o la estampilla de la Virgen. Todo eso es importante, pero lo que es absolutamente esencial es el amor que nosotros tenemos los unos por los otros. Ese es el distintivo por el cual los cristianos pueden ser reconocidos. Ese es el mandamiento nuevo que Cristo nos ha dejado de herencia.
Cada domingo, después de la consagración, nosotros oramos para que este amor nuevo se realice en nosotros. En la plegaria eucarística Número III, decimos “para que, fortalecidos con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo y llenos de tu Espíritu Santo, formemos en Cristo un solo cuerpo y un solo espíritu”.
Esta clase de amor, o mejor, esta forma de amar a la manera de Cristo, nosotros la podemos palpar, vemos que es posible vivirla en nuestro mundo. Cada uno podría dar ejemplos que todos conocemos:
- Padres de familia que durante años rodean de amor y de afecto un hijo con discapacidad, incapaz de cuidarse a sí mismo.
- Hijos que se ocupan y se preocupan de sus padres ya ancianos (no autónomos) y que los visitan regularmente y les ayudan económicamente.
- Gente que consagra una parte de su tiempo a hacer trabajo benévolo y o voluntario, visitando enfermos, acompañando a los ancianos, ayudando a los que no pueden valerse por sí mismos.
- Personas que aceptan vivir con los más pobres y marginados de nuestro país y en otros países del mundo.
- Gente que trabaja con Amnistía Internacional, la cruz roja, médicos sin fronteras.
- Voluntarios que dan su tiempo y dinero para ayudar en las situaciones de desastres naturales, de tragedias de cualquier tipo, un poco por todo el mundo, etc.
Este amor mutuo se traduce de mil maneras en la vida de todos los días: en la escucha, en la acogida, en la atención al otro, en el servicio a los más débiles, en la compasión, en el perdón, en la misericordia, etc.
Este amor se traduce también en los actos comunitarios en favor del bien común, en la lucha por los derechos de las personas, en la búsqueda de la justicia social, de la mejor repartición de los bienes, de una vida más digna y o de mejor calidad, de un ambiente o aire más puro y sano, en la lucha contra todo racismo e indiscriminación, etc.
Amándonos los unos los otros como Cristo nos ha amado, participamos en la construcción de la ciudad nueva, la ciudad, donde no habrá ni muerte, ni lágrimas, ni dolor, ni violencia, ni guerra, ni explotación.
2.
DIOS ES NOVEDAD.
1.– JESÚS NOS DA UN MANDAMIENTO NUEVO. (Evangelio)
Es interesante conocer el contexto inmediato. Las palabras que anteceden son éstas:” hijitos míos, qué poco me queda de estar con vosotros”. Sabemos que, en arameo, la lengua que hablaba Jesús, no había diminutivos. ¿Cómo se puso esta palabra en diminutivo al traducirla al griego? Dicen los comentaristas: Juan, el testigo de los hechos, no sólo quiso traducir la palabra sino el tono, la emoción, la ternura que puso al pronunciarla. Jesús, en estos momentos tan emocionantes se sintió de una manera especial,” Revelador del Padre”. Y, en los últimos instantes de su vida, quiso entregarnos todo el cariño del Padre que tenía acumulado a lo largo de su existencia.
En este mandamiento nuevo se concentran y se funden el mandamiento del amor al Padre y el mandamiento del amor a los hermanos.
La muerte de Cristo es “para demostrar al mundo que yo amo al Padre” (Jn. 14,31). Y para demostrar al mundo lo que yo amo a los hombres: «Nadie ama más al amigo que aquel que da la vida por él” (Jn. 15,13).
La novedad consiste en que debemos amarnos con este mismo amor que Cristo nos ama. Aquí está la gran revolución del mundo. La energía, la fuerza de este amor es irresistible ante cualquier obstáculo. Y, sin embargo, como se lamentaba el Papa San Juan XXIII, “a veinte siglos de distancia, el mandamiento nuevo sobre el amor, lo tenemos los cristianos todavía sin estrenar”.
Es interesante conocer el contexto inmediato. Las palabras que anteceden son éstas:” hijitos míos, qué poco me queda de estar con vosotros”. Sabemos que, en arameo, la lengua que hablaba Jesús, no había diminutivos. ¿Cómo se puso esta palabra en diminutivo al traducirla al griego? Dicen los comentaristas: Juan, el testigo de los hechos, no sólo quiso traducir la palabra sino el tono, la emoción, la ternura que puso al pronunciarla. Jesús, en estos momentos tan emocionantes se sintió de una manera especial,” Revelador del Padre”. Y, en los últimos instantes de su vida, quiso entregarnos todo el cariño del Padre que tenía acumulado a lo largo de su existencia.
En este mandamiento nuevo se concentran y se funden el mandamiento del amor al Padre y el mandamiento del amor a los hermanos.
La muerte de Cristo es “para demostrar al mundo que yo amo al Padre” (Jn. 14,31). Y para demostrar al mundo lo que yo amo a los hombres: «Nadie ama más al amigo que aquel que da la vida por él” (Jn. 15,13).
La novedad consiste en que debemos amarnos con este mismo amor que Cristo nos ama. Aquí está la gran revolución del mundo. La energía, la fuerza de este amor es irresistible ante cualquier obstáculo. Y, sin embargo, como se lamentaba el Papa San Juan XXIII, “a veinte siglos de distancia, el mandamiento nuevo sobre el amor, lo tenemos los cristianos todavía sin estrenar”.
2.– JESUS NOS ABRE UN CAMINO NUEVO PARA LA FE (1ª lectura).
Después de la Resurrección, los apóstoles, en especial Pablo, caen en la cuenta de que esta “maravillosa noticia” no se podía quedar sólo para el pueblo judío. Y abrieron la puerta de la fe a todos los paganos. Jesús había dicho: «Cuando yo sea levantado en alto, atraeré a todos hacia mí” (Jn. 12,32). Cristo, muriendo en la Cruz, ha escrito en la cima de ese monte la carta más bella sobre el amor. No se trata de un amor sentimental, pasajero, superficial. Se trata del amor de donación, del amor gratuito, del amor de excelencia.
Los primeros cristianos fueron creadores, fueron capaces de traspasar la fe a un mundo pagano. La razón es que creyeron “en la fuerza del amor”. El amor auténtico siempre es atractivo, seductor. Y los primeros cristianos, entusiasmados por ese amor, supieron seducir y atraer a los paganos al mundo fascinante del amor de Jesús. !Mirad cómo se aman!. La gente se quedaba embelesada por esa nueva manera de amarse.
Los cristianos del siglo XXI, ante el paganismo reinante, ¿qué hacemos? ¿En qué nos entretenemos? ¿Por qué no vamos a la raíz de nuestros males y estrenamos el maravilloso camino que Jesús nos dejó? ¡ AMAOS COMO YO OS HE AMADO!
Después de la Resurrección, los apóstoles, en especial Pablo, caen en la cuenta de que esta “maravillosa noticia” no se podía quedar sólo para el pueblo judío. Y abrieron la puerta de la fe a todos los paganos. Jesús había dicho: «Cuando yo sea levantado en alto, atraeré a todos hacia mí” (Jn. 12,32). Cristo, muriendo en la Cruz, ha escrito en la cima de ese monte la carta más bella sobre el amor. No se trata de un amor sentimental, pasajero, superficial. Se trata del amor de donación, del amor gratuito, del amor de excelencia.
Los primeros cristianos fueron creadores, fueron capaces de traspasar la fe a un mundo pagano. La razón es que creyeron “en la fuerza del amor”. El amor auténtico siempre es atractivo, seductor. Y los primeros cristianos, entusiasmados por ese amor, supieron seducir y atraer a los paganos al mundo fascinante del amor de Jesús. !Mirad cómo se aman!. La gente se quedaba embelesada por esa nueva manera de amarse.
Los cristianos del siglo XXI, ante el paganismo reinante, ¿qué hacemos? ¿En qué nos entretenemos? ¿Por qué no vamos a la raíz de nuestros males y estrenamos el maravilloso camino que Jesús nos dejó? ¡ AMAOS COMO YO OS HE AMADO!
3.– JESÚS NOS ANUNCIA UN NUEVO CIELO, UNA NUEVA CIUDAD, BELLA COMO UNA NOVIA QUE SE ADORNA PARA SU NOVIO (Segunda lectura).
Lo peor que nos está pasando a esta generación es que, con el apagón de la fe, se nos está eclipsando la esperanza en un mundo futuro.
Hay muchos cristianos, incluso que van a Misa, y tienen muchas dudas en su futura resurrección.
San Juan, cuando describe la Nueva Jerusalén con esas imágenes tan vivas, tan evocadoras, tan sugerentes, está copiando lo que sucede en la liturgia de la tierra, con esas celebraciones tan vivas, tan alegres, tan radiantes, tan entusiastas.
En cada celebración recordaban la Resurrección del Señor y avivaban su esperanza con un grito MARANATHA=VEN, SEÑOR JESUS.
Para San Juan de la Cruz, lo que separa el cielo de la tierra no es un muro sino “una tela transparente”. No se ve todavía el cielo pero se trasparenta. Y la muerte sólo consiste en “romper la tela de ese dulce encuentro”.
Hemos vaciado de contenido nuestra fe y nuestra esperanza. Hay que volver a un encuentro vivo con Jesús y con la mejor tradición. Así acaba San Agustín su famoso libro de la Ciudad de Dios: “Allí veremos, alabaremos, amaremos, gozaremos, en un fin que no tendrá fin".
Lo peor que nos está pasando a esta generación es que, con el apagón de la fe, se nos está eclipsando la esperanza en un mundo futuro.
Hay muchos cristianos, incluso que van a Misa, y tienen muchas dudas en su futura resurrección.
San Juan, cuando describe la Nueva Jerusalén con esas imágenes tan vivas, tan evocadoras, tan sugerentes, está copiando lo que sucede en la liturgia de la tierra, con esas celebraciones tan vivas, tan alegres, tan radiantes, tan entusiastas.
En cada celebración recordaban la Resurrección del Señor y avivaban su esperanza con un grito MARANATHA=VEN, SEÑOR JESUS.
Para San Juan de la Cruz, lo que separa el cielo de la tierra no es un muro sino “una tela transparente”. No se ve todavía el cielo pero se trasparenta. Y la muerte sólo consiste en “romper la tela de ese dulce encuentro”.
Hemos vaciado de contenido nuestra fe y nuestra esperanza. Hay que volver a un encuentro vivo con Jesús y con la mejor tradición. Así acaba San Agustín su famoso libro de la Ciudad de Dios: “Allí veremos, alabaremos, amaremos, gozaremos, en un fin que no tendrá fin".
OBJETIVOS DE VIDA PARA LA SEMANA:
1. Me doy tiempo para decir a miembros de mi familia “yo te amo”.
2. Me pregunto sobre mis compromiso cristiano-católico (de bautizado) en mi ambiente de vida y de trabajo
3. Me acerco a alguien que vea en la misa con frecuencia, le hablaré y trato de entablar una relación de amistad con ella.
Textos de apoyo para la homilía
1.
Un cuento sobre… la fuerza del amor
En el evangelio de hoy, Jesús nos ordena amarnos de verdad, como signo esencial e identificador de que somos sus seguidores. Por ello, compartamos un cuento para reflexionar sobre el significado y la importancia del amor:
“Te moldearé”, le dijo el hacha a un férreo y duro pedazo de hierro, mientras descendía empecinadamente sobre uno de sus costados. Pero, tras cada golpe que le daba, iba perdiendo su filo hasta que, después de un rato, aquella herramienta no pudo más y quedó completamente obtusa. “¡Déjamelo a mí!”, exclamó un serrucho que vio la escena anterior, y que comprobó cómo perdía sus filosos dientes a medida que los hincaba en el hierro. “Yo me encargaré de moldearlo”, profirió con arrogancia un martillo, burlándose del fracaso de sus compañeros. Sin embargo, luego de unos pocos martillazos perdió su cabeza al desprenderse del mango partido. “¿Me permiten probar a mí?”, dijo una humilde y pequeña llamita de fuego, quien tuvo que soportar las burlas y carcajadas de sus tres antecesores, convencidos de que ella también iba a fracasar. Sin embargo, la llamita cubrió el pedazo de hierro; no se desprendió de él, lo abrazo y abrazó hasta volverlo blando y darle la figura que quería. De ese modo, aquella pequeña llama logró lo que las otras tres poderosas herramientas no pudieron alcanzar.
Así es el amor.
En el mundo, hay corazones tan duros que pueden resistir los hachazos de la ira, los dientes del rencor y los golpes del orgullo y el rechazo. Pero, por más severo que sea ese corazón, no podrá resistir los embates del amor, porque el amor es la fuerza más poderosa que existe”.
(Tomado y adaptado de M. Buttera y R. Re, La auténtica felicidad, SAN PABLO, 2010).
2
DE JOSE LUIS MARTIN DESCALZO:
DEL LIBRO RAZONES PARA LA ALEGRIA
Este es el gran problema: volver a creer en la eficacia del amor. En la l-e-n-t-a eficacia del amor. Una eficacia que tiene poco que ver con todas las de este mundo, sean del signo que sean. Una eficacia que -con frecuencia es absolutamente invisible.
Jesús conoció en su vida esa tristeza de la aparente inutilidad del amor. Nadie ha entendido esto tan bien como Endo Shusaku, el primer biógrafo de Jesús en japonés: «Jesús -dice- se daba cuenta de una cosa: de la impotencia del amor en la realidad actual. Él amaba a aquella gente infortunada, pero sabía que ellos le traicionarían en cuanto se dieran cuenta de la impotencia del amor.
Porque, a fin de cuentas, lo que los hombres buscaban eran los resultados concretos. Y el amor no es inmediatamente útil en la realidad concreta. Los enfermos querían ser curados, los paralíticos querían caminar, los ciegos ver, ellos querían milagros y no amor. De ahí nacía el tormento de Jesús. Él sabía bien hasta qué punto era incomprendido, porque él no tenía por meta la eficacia o el triunfo; é1 no tenía otro pensamiento que el de demostrar el amor de Dios en la concreta realidad.»
Tal vez los ilustres le mataron porque les estorbaba. La multitud dejó que le mataran porque ya se habían convencido de que era un hombre bueno, pero «ineficaz». Arreglaba algunas cosillas, pero el mundo seguía con sus problemas y vacíos. No servía.
Veinte siglos después van aumentando los hombres que están empezando a sospechar que la picardía, los codos, las zancadillas son más útiles que el corazón. Cientos de miles de cristianos buscan otras armas más eficaces que el amor. En el amor hoy ya sólo creen los santos y unas cuantas docenas de niños, de ingenuos o de locos. Pero si un día también éstos dejaran de creer en ello habríamos entrado en la edad glaciar.
Amarás a Dios. Lo amarás sin retóricas, como a tu padre, como a tu amigo. No tengas nunca una fe que no se traduzca en amor. Recuerda siempre que tu Dios no es una entelequia, un abstracto, la conclusión de un silogismo, sino Alguien que te ama y a quien tienes que amar. Sabe que un Dios a quien no se puede amar no merece existir. Lo amarás como tú sabes: pobremente. Y te sentirás feliz de tener un solo corazón y de amar con el mismo a Dios, a tus hermanos, a Mozart y a tu gata. Y, al mismo tiempo que amas a Dios, huye de todos esos ídolos de nuestro mundo, esos ídolos que nunca te amarán, pero podrán dominarte: el poder, el confort, el dinero, el sentimentalismo, la violencia.
(José Luis Martin Descalzo, sacerdote y periodista español + 1991)
3.
10 cosas que Dios no te preguntará:
1. Dios no te preguntará qué modelo de auto usabas; te preguntará a cuánta gente llevaste.
2. Dios no te preguntará los metros cuadrados de tu casa; te preguntará a cuánta gente recibiste en ella.
3. Dios no te preguntará la marca de la ropa en tu armario; te preguntará a cuántos ayudaste a vestirse.
4. Dios no te preguntará cuán alto era tu sueldo; te preguntará si vendiste tu conciencia para obtenerlo.
5. Dios no te preguntará cuál era tu título; te preguntará si hiciste tu trabajo con lo mejor de tu capacidad.
6. Dios no te preguntará cuántos amigos tenías; te preguntará cuánta gente te consideraba su amigo.
7. Dios no te preguntará en qué vecindario vivías; te preguntará cómo tratabas a tus vecinos.
8. Dios no te preguntará por el color de tu piel; te preguntará por la pureza de tu interior.
9. Dios no te preguntará por qué tardaste tanto en buscar la Salvación; te llevará con amor a tu casa en el Cielo y no a las puertas del Infierno.
10. Dios no te preguntará a cuántas personas enviaste este mensaje; te preguntará si te dio vergüenza hacerlo.
REFERENCIAS:
Libro razones para la alegría, José Luis Martin Descalzo.
Diversas fuentes de internet en español y francés.
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