8 de mayo del 2022: Cuarto Domingo de Pascua (C)
Escucharlo
y seguirlo
Jesús
es el Buen Pastor que conoce y ama cada una de las ovejas que Dios Padre le ha
dado. A su vez, ellas reconocen su voz y le siguen con toda confianza.
Este
cuarto domingo de Pascua nos reúne alrededor del Buen Pastor para escuchar su
Palabra y seguirlo. En esta jornada mundial de oración por las vocaciones, estemos
seguros que Él nos escucha, pues Él conoce las necesidades y las esperanzas de
nuestras comunidades cristianas.
PRIMERA LECTURA
LECTURA
DEL LIBRO DE LOS HECHOS DE LOS APÓSTOLES 13,14.43-52
En
aquellos días, Pablo y Bernabé desde Perge siguieron hasta Antioquía de
Pisidia; el sábado entraron en la sinagoga y tomaron asiento.
Muchos
judíos y prosélitos practicantes se fueron con Pablo y Bernabé, que siguieron
hablando con ellos, exhortándolos a ser fieles a la gracia de Dios. El sábado
siguiente casi toda la ciudad acudió a oír la Palabra de Dios. Al ver el
gentío, a los judíos les dio mucha envidia y respondían con insultos a las
palabras de Pablo. Entonces Pablo y Bernabé dijeron sin contemplaciones:
--
Teníamos que anunciaros primero a vosotros la Palabra de Dios; pero como la
rechazáis y nos os consideráis dignos de la vida eterna, sabed que nos dedicamos
a los gentiles. Así nos lo ha mandado el Señor: “Yo te haré luz de los
gentiles, para que lleves la salvación hasta el extremo de la tierra."
Cuando
los gentiles oyeron esto, se alegraron mucho y alababan la Palabra del Señor; y
los que estaban destinados a la vida eterna, creyeron. La Palabra del Señor se
iba difundiendo por toda la región. Pero los judíos incitaron a las señoras
distinguidas y devotas y a los principales de la ciudad, provocando una
persecución contra Pablo y Bernabé y los expulsaron del territorio. Ellos
sacudieron el polvo de los pies, como protesta contra la ciudad y se fueron a
Iconio. Los discípulos quedaron llenos de alegría y de Espíritu Santo.
Palabra de Dios
SALMO
RESPONSORIAL
SALMO 99
R.-
SOMOS PUEBLO Y OVEJAS DE TU REBAÑO
Aclama
al Señor, tierra entera
servid
al Señor con alegría,
entrad
en su presencia con vítores. R.-
Sabed
que el Señor es Dios:
que
él nos hizo y somos suyos,
su
pueblo y ovejas de su rebaño. R.-
El
Señor es bueno,
su
misericordia es eterna,
su
fidelidad por todas las edades. R.-
SEGUNDA
LECTURA
LECTURA
DEL LIBRO DEL APOCALIPSIS 7, 9.14b-17
Yo
Juan, vi una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación,
razas, pueblos y lenguas, de pie delante del trono y del Cordero, vestidos con
vestiduras blancas y con palmas en sus manos. Y uno de los ancianos me dijo:
--
Estos son los que vienen de la gran tribulación, han lavado y blanqueado sus
manos en la sangre del Cordero. Por eso están ante el trono de Dios dándole
culto día y noche en su templo. El que se sienta en el trono acampará entre
ellos. Ya no pasaran hambre ni sed, ni les hará daño el sol ni el bochorno.
Porque el Cordero que está delante del trono será su pastor, y los conducirá
hacia fuentes de aguas vivas. Y Dios enjugará las lágrimas de sus ojos.
Palabra de Dios
ALELUYA Jn
10,14
Yo
soy el Buen Pastor, dice el Señor, conozco a mis ovejas y ellas me conocen.
EVANGELIO
LECTURA
DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 10, 27-30
En
aquel tiempo, dijo Jesús:
--
Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco y ellas me siguen, y yo les doy la
vida eterna; no perecerán para siempre y nadie las arrebatará de mi mano. Mi
Padre, que me las ha dado, supera a todos y nadie puede arrebatarlas de la mano
de mi Padre. Yo y el Padre somos uno.
Palabra
del Señor
A guisa de introducción:
Yo les doy vida plena
En la celebración de hoy se
entrecruzan dos celebraciones muy hermosas y de hondo sentimiento: por una
parte, la liturgia dominical nos presenta a Jesús bajo la imagen del Buen
Pastor que cuida con amor de cada una de sus ovejas y, por otra, celebramos el
Día de la Madre. El día de la mujer que nos dio la vida y que nos cuidó en las
etapas de mayor fragilidad de nuestra vida.
De la imagen del Buen Pastor aprendemos un estilo de vida nuevo. Jesús no es como cualquier pastor, porque los pastores crían a las ovejas para sacar provecho de ellas: lana, leche y finalmente carne. Jesús es un Pastor que cuida la vida de cada una de sus ovejas, incluso arriesgando su propia vida; que anhela la vida plena de cada una de sus ovejas.
Las madres, biológicas o por adopción, son posiblemente aquellas personas que de mejor modo nos muestran la imagen del Buen Pastor. Las mamás son de una heroica valentía y generosidad para cuidar a sus hijos. Incluso si el hijo es enfermo, rebelde o difícil.
La imagen del Buen Pastor sirve para iluminar la figura de quienes han sido llamados a desempeñar un ministerio, es decir, un servicio en beneficio de la comunidad cristiana: obispos, presbíteros, diáconos, catequistas, animadores de comunidades, ministros de la comunión, visitadores de enfermos y ancianos, animadores juveniles, etc. Sabemos bien que en este momento todos estos ministerios están desafiados a crecer en una cultura del cuidado y respeto de los hermanos, superando todo rastro de una cultura del abuso.
De la imagen del Buen Pastor aprendemos un estilo de vida nuevo. Jesús no es como cualquier pastor, porque los pastores crían a las ovejas para sacar provecho de ellas: lana, leche y finalmente carne. Jesús es un Pastor que cuida la vida de cada una de sus ovejas, incluso arriesgando su propia vida; que anhela la vida plena de cada una de sus ovejas.
Las madres, biológicas o por adopción, son posiblemente aquellas personas que de mejor modo nos muestran la imagen del Buen Pastor. Las mamás son de una heroica valentía y generosidad para cuidar a sus hijos. Incluso si el hijo es enfermo, rebelde o difícil.
La imagen del Buen Pastor sirve para iluminar la figura de quienes han sido llamados a desempeñar un ministerio, es decir, un servicio en beneficio de la comunidad cristiana: obispos, presbíteros, diáconos, catequistas, animadores de comunidades, ministros de la comunión, visitadores de enfermos y ancianos, animadores juveniles, etc. Sabemos bien que en este momento todos estos ministerios están desafiados a crecer en una cultura del cuidado y respeto de los hermanos, superando todo rastro de una cultura del abuso.
Que las celebraciones del Buen
Pastor y de las mamás nos ayuden a mejorar el desempeño de los servicios dentro
de nuestra Iglesia y también que sirvan de apoyo a las mamás que tienen mayores
problemas para cuidar a sus hijos.
Aproximación psicológica-política del evangelio:
OVEJAS
DEL BUEN PASTOR
Este domingo, conocido como el
del Buen Pastor, tiene recientemente, desde tiempos del Papa Pablo VI, el matiz
propio de ser Jornada de oración por las vocaciones al sacerdocio y a la vida
consagrada. Y en algunas partes es también el día de la parroquia. Estos dos
aspectos no deben desdibujar el sentido propio de este domingo pascual, sino
integrarse convenientemente en la liturgia.
Una de las imágenes bíblicas más entrañable es la del pastor. Ya en las catacumbas y en los mosaicos de las antiguas basílicas es frecuente la imagen del “buen pastor”, joven y fuerte, que carga una oveja sobre sus hombros. Pastor y cordero son una misma realidad, dentro de la maravillosa unidad de las imágenes terrenas usadas para representar al Cristo pascual desde la primitiva Iglesia. Son rasgos propios del pastor la fortaleza, el aguante, el silencio, la sensibilidad, la capacidad de observación, la sencillez de un rico mundo espiritual y la constancia. Todas estas características encerradas en la figura, frecuentemente enjuta y curtida, del pastor, hacen que sea persona entrañable e imprescindible en la experiencia de la vida rural de todos los tiempos, aunque muchos de nosotros, habitantes de la gran ciudad y un tanto tecnificados, tengamos que hacer un esfuerzo para captar la riqueza de su significado.
El trozo de Evangelio que se lee este año, la última parte de la parábola, está centrado en la relación que existe entre las ovejas y el pastor Jesús, que se presenta a sí mismo como pastor verdadero, con lo que se identifica de esta manera con Dios, a quien los profetas y salmos proclaman como el Pastor de Israel. “Yo y el Padre somos uno”.
Sabido es que las ovejas son animales con poco instinto de orientación; por eso necesitan la ayuda de la constante dirección y defensa. Necesitan oír la voz conocida del pastor para seguirlo. Igual nosotros, para superar el extravío y recuperar la orientación fundamental de la vida, debemos escuchar siempre la voz de Cristo, pastor doliente y a la vez cordero inmolado en la cruz, y reconocerlo vivo en la fracción del pan, memorial de su Resurrección. El tiempo pascual abunda en la necesidad de este conocimiento, que significa seguimiento y unión con Jesús.
Cristo, Cordero-Pastor domina toda la liturgia de hoy. El pastor supremo y todos los que en la historia, a través del Sacerdocio ministerial, continúan esta tarea deben ser guías y compañeros de viaje en la peregrinación a las fuentes de la vida.
El rebaño-comunidad es guiado siempre por la Palabra, que es válida siempre para todas las personas de diversa cultura, convicciones políticas y mentalidad. El rebaño-comunidad vive en la unidad de la Palabra y del Pastor.
Una de las imágenes bíblicas más entrañable es la del pastor. Ya en las catacumbas y en los mosaicos de las antiguas basílicas es frecuente la imagen del “buen pastor”, joven y fuerte, que carga una oveja sobre sus hombros. Pastor y cordero son una misma realidad, dentro de la maravillosa unidad de las imágenes terrenas usadas para representar al Cristo pascual desde la primitiva Iglesia. Son rasgos propios del pastor la fortaleza, el aguante, el silencio, la sensibilidad, la capacidad de observación, la sencillez de un rico mundo espiritual y la constancia. Todas estas características encerradas en la figura, frecuentemente enjuta y curtida, del pastor, hacen que sea persona entrañable e imprescindible en la experiencia de la vida rural de todos los tiempos, aunque muchos de nosotros, habitantes de la gran ciudad y un tanto tecnificados, tengamos que hacer un esfuerzo para captar la riqueza de su significado.
El trozo de Evangelio que se lee este año, la última parte de la parábola, está centrado en la relación que existe entre las ovejas y el pastor Jesús, que se presenta a sí mismo como pastor verdadero, con lo que se identifica de esta manera con Dios, a quien los profetas y salmos proclaman como el Pastor de Israel. “Yo y el Padre somos uno”.
Sabido es que las ovejas son animales con poco instinto de orientación; por eso necesitan la ayuda de la constante dirección y defensa. Necesitan oír la voz conocida del pastor para seguirlo. Igual nosotros, para superar el extravío y recuperar la orientación fundamental de la vida, debemos escuchar siempre la voz de Cristo, pastor doliente y a la vez cordero inmolado en la cruz, y reconocerlo vivo en la fracción del pan, memorial de su Resurrección. El tiempo pascual abunda en la necesidad de este conocimiento, que significa seguimiento y unión con Jesús.
Cristo, Cordero-Pastor domina toda la liturgia de hoy. El pastor supremo y todos los que en la historia, a través del Sacerdocio ministerial, continúan esta tarea deben ser guías y compañeros de viaje en la peregrinación a las fuentes de la vida.
El rebaño-comunidad es guiado siempre por la Palabra, que es válida siempre para todas las personas de diversa cultura, convicciones políticas y mentalidad. El rebaño-comunidad vive en la unidad de la Palabra y del Pastor.
REFLEXIÓN CENTRAL:
1
De la
Palabra a la Vida
El discurso del buen pastor de
Jn 10, que la Iglesia reparte entre los tres ciclos para el IV domingo de
Pascua, nos recuerda el sentido de la victoria pascual de Cristo: el Señor ha
resucitado para que los suyos tengan vida eterna. La vida eterna no es algo que
uno encuentra súbitamente mientras pasea a lo suyo por la calle, sino que consiste
en un proceso por el que el creyente acepta no ser arrebatado de la mano del
Señor por nada, en ningún momento, en ninguna circunstancia. Eso no se hace
bien de golpe, se empieza en el bautismo y dura toda esta vida.
Aquel que, por el agua y el Espíritu, ha sido hecho parte del rebaño de Cristo, y que desde muy pronto ha comenzado a experimentar la dureza de la vida cristiana, la exigencia de no dejarse llevar por otras voces sino únicamente por la voz de Cristo, tiene que guardar como un tesoro en su corazón, pero a la vez como una verdad a la que recurrir constantemente, estas palabras que salen de la boca de Cristo.
Solamente aprendiendo de la docilidad del cordero iremos en pos del buen pastor que nos guía. Una guía que tiene una meta: la vida eterna. La Pascua de Cristo, bien lo sabemos, nos ha obtenido la vida eterna. Ese es el fruto más valioso. Por eso, la voz de Cristo debe resonar nítida en nuestro corazón cada día, porque junto al consuelo de la promesa se encuentra la responsabilidad de saber que no se trata de un don automático, sino que Dios cuenta con nosotros y nuestra colaboración. A nosotros nos corresponde, dice el evangelio, escuchar y seguir. La vida del cristiano es una lucha por escuchar a Cristo, más que a uno mismo, y por seguir la voz y el ejemplo de este Pastor, no de buscarnos a nosotros mismos y nuestras palabras “sabias”…
También Pablo y Bernabé, en la primera lectura, hacen oír la voz del buen pastor, pues en sus palabras puede encontrarse esa misma vida eterna: “Teníamos que anunciaros primero a vosotros la Palabra de Dios; pero como la rechazáis y no os consideráis dignos de la vida eterna, sabed que nos dedicamos a los gentiles”.
Como Cristo se ha convertido en la Pascua en salvador universal, de todos los pueblos, su palabra resuena para judíos y gentiles, para gentes “de toda nación, raza, pueblos y lenguas”. El Apocalipsis nos manifiesta cumplida la advertencia de Pablo. Paseamos por nuestras calles hoy, y nos cruzamos con gente de toda raza, lengua, pueblo y nación. La salvación es ofrecida a todos, nos es ofrecida a nosotros.
En realidad, sucede también así en nuestras reuniones litúrgicas: gentes de Oriente y Occidente, del Norte y del Sur, de toda edad y condición social, celebraciones en nuestra lengua española, pero conviviendo con el latín, el griego, el hebreo, quizás también con lenguas modernas… y resuena la afirmación de Cristo en el evangelio: “escuchan mi voz”… a su voz que nos llama: “Dominus vobiscum”, respondemos con nuestras voces: “Y con tu espíritu”. La liturgia es el lugar en el que se escucha la voz de Cristo, es el germen del Apocalipsis, el inicio de esa celebración victoriosa, siguiendo al Pastor. Escuchar esa voz es también la advertencia que Pablo y Bernabé nos hacen en la primera lectura: van a los judíos y son injuriados, y se van a los gentiles: “se les quitará la viña y se le arrendará a otros labradores que den los frutos a su tiempo”. Igual nos sucederá si no aprendemos en la liturgia a reconocer la voz de Cristo.
¿Es nuestra celebración una escucha del Buen Pastor? ¿Participamos reconociendo, no entre las voces que se oyen, sino en ellas, al Buen Pastor? ¿Nos alegramos con su victoria pascual? Reconocer la presencia de Cristo que nos guía en la liturgia es aprender para poder reconocerlo después en la vida.
Aquel que, por el agua y el Espíritu, ha sido hecho parte del rebaño de Cristo, y que desde muy pronto ha comenzado a experimentar la dureza de la vida cristiana, la exigencia de no dejarse llevar por otras voces sino únicamente por la voz de Cristo, tiene que guardar como un tesoro en su corazón, pero a la vez como una verdad a la que recurrir constantemente, estas palabras que salen de la boca de Cristo.
Solamente aprendiendo de la docilidad del cordero iremos en pos del buen pastor que nos guía. Una guía que tiene una meta: la vida eterna. La Pascua de Cristo, bien lo sabemos, nos ha obtenido la vida eterna. Ese es el fruto más valioso. Por eso, la voz de Cristo debe resonar nítida en nuestro corazón cada día, porque junto al consuelo de la promesa se encuentra la responsabilidad de saber que no se trata de un don automático, sino que Dios cuenta con nosotros y nuestra colaboración. A nosotros nos corresponde, dice el evangelio, escuchar y seguir. La vida del cristiano es una lucha por escuchar a Cristo, más que a uno mismo, y por seguir la voz y el ejemplo de este Pastor, no de buscarnos a nosotros mismos y nuestras palabras “sabias”…
También Pablo y Bernabé, en la primera lectura, hacen oír la voz del buen pastor, pues en sus palabras puede encontrarse esa misma vida eterna: “Teníamos que anunciaros primero a vosotros la Palabra de Dios; pero como la rechazáis y no os consideráis dignos de la vida eterna, sabed que nos dedicamos a los gentiles”.
Como Cristo se ha convertido en la Pascua en salvador universal, de todos los pueblos, su palabra resuena para judíos y gentiles, para gentes “de toda nación, raza, pueblos y lenguas”. El Apocalipsis nos manifiesta cumplida la advertencia de Pablo. Paseamos por nuestras calles hoy, y nos cruzamos con gente de toda raza, lengua, pueblo y nación. La salvación es ofrecida a todos, nos es ofrecida a nosotros.
En realidad, sucede también así en nuestras reuniones litúrgicas: gentes de Oriente y Occidente, del Norte y del Sur, de toda edad y condición social, celebraciones en nuestra lengua española, pero conviviendo con el latín, el griego, el hebreo, quizás también con lenguas modernas… y resuena la afirmación de Cristo en el evangelio: “escuchan mi voz”… a su voz que nos llama: “Dominus vobiscum”, respondemos con nuestras voces: “Y con tu espíritu”. La liturgia es el lugar en el que se escucha la voz de Cristo, es el germen del Apocalipsis, el inicio de esa celebración victoriosa, siguiendo al Pastor. Escuchar esa voz es también la advertencia que Pablo y Bernabé nos hacen en la primera lectura: van a los judíos y son injuriados, y se van a los gentiles: “se les quitará la viña y se le arrendará a otros labradores que den los frutos a su tiempo”. Igual nos sucederá si no aprendemos en la liturgia a reconocer la voz de Cristo.
¿Es nuestra celebración una escucha del Buen Pastor? ¿Participamos reconociendo, no entre las voces que se oyen, sino en ellas, al Buen Pastor? ¿Nos alegramos con su victoria pascual? Reconocer la presencia de Cristo que nos guía en la liturgia es aprender para poder reconocerlo después en la vida.
2
Reconocer
la voz del Buen Pastor Resucitado
San Ireneo de Lyon(n. Asia Menor, 130 - m. Lyon, 202) , ese gran Padre de la Iglesia tiene una frase que he tomado como referente vital: "Una vida ejemplar es el mejor regalo para nuestros semejantes". Y quizás quien mejor vivió a plenitud esa frase fue el resucitado Jesús de Nazaret.
Supo siempre transmitir y enseñar amor y a través de él, atrajo
sus discípulos y sigue atrayendo creyentes por todo el mundo, con su
gran regalo, su gran testimonio de amor incondicional (dio la vida sobre la
cruz por toda la humanidad).
En este cuarto domingo de Pascual evocamos a Cristo como el verdadero y
buen Pastor, un paradigma de sabiduría no solo para nosotros
sacerdotes sino para todos los creyentes y en especial para quienes tienen una
tarea de guiar, enseñar y mostrar el camino: padres de familia, profesores,
catequistas, autoridades políticas y civiles, etc.
Nuestro mundo tiene o mejor sufre una crisis de maestros, de modelos
de sabiduría, tiene carencia de líderes carismáticos, honestos,
honrados y nobles que a la manera de Jesucristo, conduzcan las nuevas
generaciones. Un mundo tan presto al relativismo, la incredulidad y la
indiferencia necesita de batalladores de verdad, de ideas perdurables y nobles,
de gestos, más que de palabras que arrastren y conquisten los corazones.
JESÚS EL BUEN PASTOR
En el evangelio de este domingo, Jesús se nos presenta como el BUEN
PASTOR, que conoce perfectamente cada una de sus ovejas.
En nuestros ambientes rurales y otros lugares aun, todo el mundo conoce
bien la vida de los pastores. Sabemos que comienzan a trabajar desde muy
temprano y que su labor no permite un día de vacaciones. El verdadero pastor
ama su rebaño y se propone como deber estar siempre atento a sus necesidades.
Una precisión es necesaria precisamente sobre el sentido del verbo
CONOCER:
En el mundo de la biblia, CONOCER no significa que se tenga datos sobre
la persona (su nombre, su edad, el lugar donde ella habita…) Cuando Jesús nos
dice que Él conoce sus ovejas, esto significa que El las ama. Él ve los puntos
débiles de cada una y las cuida. Su amor es tan inmenso que es capaz de dar hasta su
propia vida por ellas.
Ante el amor nos sentimos bien miserables porque descubrimos que no
conocemos de verdad al Señor. Los medios de formación sobre la biblia son cada
día más accesibles para nosotros. Y, por lo tanto, estamos en un mundo, donde
la ignorancia religiosa es cada vez más grande. Los propósitos y o
proposiciones del Papa son examinados con lupa y son objeto de burla por parte
de medios de comunicación extraños a la fe. Cuando se rechaza al Papa
es a Cristo a quien se rechaza. Es a su palabra que uno se cierra y pone oídos
sordos. Pero para la Iglesia lo importante no es tanto hacer creer
sino testimoniar de este amor apasionado de Cristo que supera todo aquello que
podemos imaginar.
El evangelio de este domingo insiste precisamente sobre la importancia
de la escucha: “Mis ovejas escuchan mi voz”. Escuchar, supone un
dialogo entre dos personas, al menos. Es necesario que cada una sea
verdaderamente atenta a lo que la otra persona dice. Y si no es así, la otra no
se avergüenza de decir: “Escúchame
cuando te hablo”. Y cuando la relación llega a ser difícil se dice: “Ellos no se entienden (escuchan,
hablan) más”. Escuchar, es estar abierto (disponible para) al otro, es
acoger su palabra con respeto y sabiduría, es estar convencido que su
palabra es más importante que la nuestra. Una tal acogida necesita de la parte
del otro, de tiempo, de silencio. Demasiadas palabras son un obstáculo para la
escucha.
Esta invitación a escuchar al Señor, nosotros la encontramos a lo largo
de toda la Biblia. Cristo ha retomado este llamado: “felices aquellos que escuchan la Palabra de Dios” (Lc 11,22). El
problema es que muchos oyen, pero no escuchan. Esto es así desde el comienzo de
la humanidad: Adán ha oído la Palabra de Dios, él ha tenido miedo y se ha
escondido porque no ha escuchado esta voz que le ofrecía un camino de
vida.
Ahora sí, nosotros podemos pedir al Señor que nos enseñe a escuchar su
mensaje de amor para que El impregne verdaderamente toda nuestra
vida. Es su voz que quiere hacerse oír en la intimidad de nuestro corazón. Es
su mirada plena de amor que nos toca a cada uno de nosotros en lo más profundo.
Y es escuchando la voz del Señor que aprenderemos a conocerle mejor. Este verbo CONOCER
debemos entenderlo en el sentido de “nacer
con” (del verbo francés connaitre, naître avec =nacer con). Para ello, debemos frecuentarlo, darle nuestro tiempo,
vivir con Él. Es así como Jesús vino a vivir con la humanidad. Él se hizo uno
de nosotros, semejante en todo a sus hermanos menos en el pecado. En El, es
Dios quien se hace cercano a los hombres. El comparte nuestra vida porque nos
ama. Y nosotros le conoceremos verdaderamente cuando aceptemos ser arrastrados
(atrapados) en su corriente de amor. Aun, una vez más, decimos, no se
trata de un conocimiento intelectual sino de un conocimiento amoroso.
Todo lo anterior nos lleva a adoptar una tercera actitud: Las ovejas
siguen su pastor. Seguir el Señor es caminar con El, es acompañarlo. Nosotros
podemos confiar en Él ya que Él nos conduce por el camino de la verdadera vida:
Es eso que Pedro le respondió un día a Jesús: “¿Señor, a quien podremos
ir? Solo Tú tienes Palabras de Vida Eterna”. Lo que Jesús nos quiere
ofrecer es una vida de felicidad sin fin. Pensemos en el padre de la parábola
del Hijo Prodigo. Este último pide su parte de la herencia. El no comprendió
que su Padre había previsto, pensado, en dárselo todo. Ahora no dudemos de
pedir al Señor toda la plenitud de su amor y de su presencia a través de
su Espíritu Santo.
Veamos pues la Buena Nueva de este domingo, Dios es un Dios de amor. Y
esta Buena Noticia, Cristo nos pide anunciarla y gritarla al mundo entero. Este
mundo impregnado de malas creencias en ideologías y espejismos, de incredulidad
y de indiferencia, el señor quiere curarlo y salvarlo. Él quiere
ofrecerle la VIDA ETERNA. Y es por todos y por cada uno que Él ha dado su vida
sobre la cruz y Él cuenta con cada uno de nosotros para testimoniar la fe, la
esperanza y el amor que nos animan. “Vayan
por todo el mundo y de todos los pueblos hagan discípulos”.
Es por eso, y en razón de esta misión, que Cristo ha instituido los
sacerdotes de la Nueva Alianza. Ellos son enviados al mundo entero para
evangelizar y darle la Palabra de Dios y el Pan de la Vida. Cuando el sacerdote
proclama la Palabra de Dios y celebra la Eucaristía, es el mismo Hijo de Dios
quien se hace presente y se entrega a cada uno de los creyentes (el
sacerdote es Alter Christus= otro Cristo). Él quiere atraernos hacia esta
intimidad extraordinaria que existe entre Él y su Padre. Él quiere aumentar (hacer
crecer) en nosotros el deseo de Dios.
Señor, en este día de oración mundial por las vocaciones, te pedimos por
todos los sacerdotes. Dales en la misión que tú les confías valentía y decisión.
Y dale a todos los creyentes la capacidad de reconocer y de acoger este don de
la Eucaristía y del sacerdocio que se les ofrece. Danos deseos de vivir de tu
amor, para que en verdad, Tú llenes plenamente nuestras vidas.
¡A TODOS FELIZ DÍA DEL BUEN PASTOR!
PARA LA REFLEXIÓN:
Hoy,
cuarto domingo de Pascua, celebramos a Jesús como Buen Pastor y oramos por las
vocaciones sacerdotales y religiosas en el mundo. El pasaje de la liturgia de
este domingo está sacado del capítulo 10 de Juan, un discurso de Jesús durante
la fiesta judía de la dedicación del templo de Jerusalén, que acaecía a finales
de diciembre. Las palabras de Jesús sobre la relación entre el Pastor (Cristo)
y las ovejas (la Iglesia) pertenecen a un verdadero y propio debate entre Jesús
y los judíos. Estos le hacen una pregunta clara y le piden una respuesta
también clara y pública: “Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente”.
En
la exhortación apostólica Les daré pastores, san Juan Pablo II
presenta algunos rasgos dominantes de Jesús como buen Pastor: “Su vida es una
manifestación ininterrumpida, es más, una realización diaria de su ‘caridad
pastoral’. Él siente compasión de las gentes, porque están cansadas y abatidas,
como ovejas sin pastor; Él busca las dispersas y las descarriadas y hace fiesta
al encontrarlas, las recoge y defiende, las conoce y llama una a una, las
conduce a los pastos frescos y a las aguas tranquilas, para ellas prepara una
mesa, alimentándolas con su propia vida. Esta vida la ofrece el buen Pastor con
su muerte y resurrección”.
Ahora
preguntémonos:
1. ¿He
acogido a Jesús en mi vida como el Buen Pastor que me ama, me cuida y quiere
llevarme a las fuentes de agua viva? ¿Estoy prácticamente convencido de que la
salvación de Dios está ofrecida a todo aquel que quiera acogerla? La figura de
mi mamá, ¿me ha enseñado a amar y cuidar la vida de los que me son más cercanos?
2. Escucho
los llamados del Señor? ¿cuál es mi manera particular de responderle?
3 Cómo
traduzco o interpreto sus llamados al amor y a la comunión en mis relaciones
con mi conyugue, mis hijos, mis amigos y colegas de trabajo?
4. Doy
gracias a Dios por las personas que han sido en el pasado y son hoy BUENOS
PASTORES para mí, por su acogida incondicional, sus consejos, su ternura.
5. Oro
al Señor para que envíe BUENOS PASTORES al servicio de la IGLESIA.
ORACIÓN- MEDITACIÓN:
1
Por
los pastores
En
plena Pascua, la fiesta del Buen Pastor, nos invita a dar gracias a Dios por
aquellos pastores que se dedican en cuerpo y alma a su Ministerio Sacerdotal.
Demos gracias al Señor porque, el Buen Pastor, sigue siendo lo más importante y
esencial en el corazón de cientos de miles de personas que saben que, en la
fidelidad, en el amor o en el silencio, en el trabajo de cada día o en el
evangelio, es donde encuentran su apoyo y estímulo para seguir adelante.
Nada ni nadie puede desdibujar o desfigurar aquella imagen que tenemos de los pastores que intentan buscar el reino de Dios, el bien de las personas y desvivirse hasta más no poder por sus comunidades. ¿Qué no todo se hace bien? ¿Qué, una gota de tinta, tiñe una gran jarra de agua cristalina? Es verdad. Pero, el Buen Pastor, siempre nos exige permanecer, perseverar, intentarlo.
Buen pastor, no es desde luego, aquel que, viendo las orejas al lobo, huye despavorido.
Buen pastor no es aquel que vive plácidamente su vida y exige honradez a los demás.
Buen pastor no lo es, por supuesto, aquel que predica una iglesia a su medida o construye una comunidad a su imagen y olvida que la Iglesia es universal o que, la Iglesia no es personalista o una institución a la carta.
Nada ni nadie puede desdibujar o desfigurar aquella imagen que tenemos de los pastores que intentan buscar el reino de Dios, el bien de las personas y desvivirse hasta más no poder por sus comunidades. ¿Qué no todo se hace bien? ¿Qué, una gota de tinta, tiñe una gran jarra de agua cristalina? Es verdad. Pero, el Buen Pastor, siempre nos exige permanecer, perseverar, intentarlo.
Buen pastor, no es desde luego, aquel que, viendo las orejas al lobo, huye despavorido.
Buen pastor no es aquel que vive plácidamente su vida y exige honradez a los demás.
Buen pastor no lo es, por supuesto, aquel que predica una iglesia a su medida o construye una comunidad a su imagen y olvida que la Iglesia es universal o que, la Iglesia no es personalista o una institución a la carta.
Pidamos al Señor que, en este día del Buen Pastor, los sacerdotes sean capaces de conducir a todas las comunidades que tienen derecho a disfrutar de esos pastos, de esa comida, que son los sacramentos, para que reflejen el rostro del Dios vivo.
¡Bravo por los buenos pastores!
Por
aquellos que, aún con algunas flaquezas y defectos, llevan adelante con tesón y
con entusiasmo, la obra encomendada por Jesús.
Por aquellos que no se amilanan ante las dificultades, acoso o derribo.
Por aquellos que, como Cristo, son conscientes que el Reino de Dios conlleva contradicción, persecución, incomprensión y cruz.
Por aquellos que, en una atmósfera de desasosiego y muerte, proclaman a los cuatro vientos la alegría de la Pascua: ¡JESUS HA RESUCITADO! ¡ALELUYA!
_______
Gracias,
Señor, Pastor Bueno, me conoces por mi nombre, me llamas, y me buscas cuando me
pierdo. Tu actúas por medio de los pastores que me han cuidado a lo largo de mi
vida: Del que me escuchó comprensivamente, del que me ayudó a salir de mi
ignorancia, del que me corrigió con cariño, del que me animó a luchar contra
las adversidades, del que me instó a buscar siempre lo mejor, del que tuvo
paciencia conmigo y me perdonó siempre, del que me quiere y siempre me espera,
del que me enseñó a ver lo positivo, del que me aceptó como soy y me animaba a
crecer, del que me dio ánimos cuando estaba desilusionado, del que me alegró
cuando me veía triste, del que me ayudó a ver la mano de Dios en los
acontecimientos ordinarios de mi vida. Gracias, Buen Pastor, por todos los
buenos pastores, que has puesto a lo largo de mi vida. Amén.
2
Por
las madres
Oremos
éste día en especial por todas las madres del mundo:
Señor te pedimos por las madres que ya partieron al cielo, que están en tu gloria.
Por las madres que en éste preciso momento desean abortar, toca sus corazones para que vean tu luz y experimenten el milagro más grande que es la vida.
Por las madres que luchan día a día al ser madre y padre a la vez.
Por las madres que están en prisión, dales esperanza.
Por las madres que han sido olvidadas, hazles compañía.
Por las madres enfermas, dales salud.
Por las madres que han sufrido el desamor de sus hijos, te pedimos dales todo tu amor.
Por las madres irrespetadas, maltratadas, ultrajadas, eleva su autoestima para salir adelante.
Por las madres que han sufrido la muerte de un hijo, consuela esos corazones partidos.
Por las que desean ser madres y no pueden, dales esperanza.
Por las que son madres primerizas y no saben qué hacer, mándales tu Espíritu Santo.
Por las que les toco ser madrastras, bendícelas por amar sin reserva.
Por las que son madres adoptivas, guárdales un lugar privilegiado en el cielo.
Por
las madres que sufren las guerras, Señor dales paz en su corazón.
Para todas las madres “mil usos”, abrázalas para que tengan descanso en ti.
Gracias
Señor por tu Madre Bendita que consuela todas las madres de la tierra, ayúdalas
a ser más como ella.
¡Virgen María, intercede siempre por todas las madres del mundo!
Amén!
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REFERENCIAS :
y diversas fuentes de internet.
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