viernes, 11 de octubre de 2024

12 de octubre del 2024: sábado de la vigesimoséptima semana del tiempo ordinario-año II

 

Uno para todos, todo en uno

(Gálatas 3:22-29) San Pablo recuerda a los gálatas la grandeza de su vocación bautismal. El manto blanco que envuelve el cuerpo del neófito, adulto o niño, expresa una realidad que lo supera: “Os habéis revestido de Cristo.» El agua que envuelve el cuerpo del creyente, o que se derrama sobre su frente, simboliza la inmersión en la vida y muerte de Jesús. A partir de ahora los bautizados forman un solo cuerpo, el de Cristo, un escudo contra toda forma de discriminación.

Benedicta de la Cruz, cisterciense


(Lucas 11, 27-28) Si María fue la única que llevó a Jesús en su cuerpo, ahora todos pueden llevar la palabra de Dios dentro de sí mismos después de haberla escuchado. La persona que la lleva tiene en su interior la fuente de la felicidad.

 


Primera lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Gálatas (3,22-29):

La Escritura presenta al mundo entero prisionero del pecado, para que lo prometido se dé por la fe en Jesucristo a todo el que cree. Antes de que llegara la fe estábamos prisioneros, custodiados por la ley, esperando que la fe se revelase. Así, la ley fue nuestro pedagogo hasta que llegara Cristo y Dios nos justificara por la fe. Una vez que la fe ha llegado, ya no estarnos sometidos al pedagogo, porque todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús. Los que os habéis incorporado a Cristo por el bautismo os habéis vestido de Cristo. Ya no hay distinción entre judíos y gentiles, esclavos y libres, hombres y mujeres, porque todos sois uno en Cristo Jesús. Y, si sois de Cristo, sois descendencia de Abrahán y herederos de la promesa.

Palabra de Dios

 

 

Salmo

Sal 104,2-3.4-5.6-7

R/. El Señor se acuerda de su alianza eternamente


Cantadle al son de instrumentos,
hablad de sus maravillas;
gloriaos de su nombre santo,
que se alegren los que buscan al Señor. R/.

Recurrid al Señor y a su poder,
buscad continuamente su rostro.
Recordad las maravillas que hizo,
sus prodigios, las sentencias de su boca. R/.

¡Estirpe de Abrahán, su siervo;
hijos de Jacob, su elegido!
El Señor es nuestro Dios,
él gobierna toda la tierra. R/.

 

 

Lectura del santo evangelio según san Lucas (11,27-28):

En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba a las gentes, una mujer de entre el gentío levantó la voz, diciendo: «Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron.»
Pero él repuso: «Mejor, dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen.»

Palabra del Señor

 

 

Vivir una vida verdaderamente bendecida

 

Mientras Jesús hablaba a las gentes, una mujer de entre el gentío levantó la voz, diciendo: «Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron.»
Pero él repuso: «Mejor, dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen.»

Lucas 11:27-28

 


Esta breve lectura del Evangelio revela mucho sobre lo que hace que una persona sea “bienaventurada” en la vida. En concreto, Jesús considera verdaderamente bienaventurados a quienes hacen dos cosas: “escuchar la palabra de Dios” y luego “cumplirla”. Aunque esto parece bastante obvio a primera vista, a menudo resulta más difícil de lo que parece.

El primer paso para una vida bendecida es escuchar la Palabra de Dios. “Escuchar” implica que hagamos mucho más que familiarizarnos con los Evangelios. Escuchar significa que no solo somos conscientes de todo lo que nuestro Señor nos ha revelado, sino que también lo hemos interiorizado verdaderamente, entendiendo todo lo que nuestro Señor requiere de nosotros.

¿Has escuchado a nuestro Señor? Es importante entender que el Evangelio está vivo. En otras palabras, familiarizarse con la Palabra de Dios no es lo mismo que leer un antiguo libro de lecciones. Más bien, escuchar la Palabra de Dios significa escuchar a una Persona: el Hijo de Dios, que nos habla y nos guía en cada paso de nuestra vida.

La Palabra de Dios es algo que debe hablarnos a cada momento de cada día, inspirándonos a hacer esto y a evitar aquello. Esto se logra mediante un hábito de comunión orante con nuestro Señor que dure toda la vida y mediante el cual estemos siempre atentos a Su voz.

Escuchar la Persona misma del Hijo de Dios, el Verbo hecho carne, implica necesariamente que también observemos todo lo que Él nos dice. De hecho, si no seguimos su continuo y dulce mandato de amar, no podremos escucharlo con claridad. Nos confundiremos y nos dejaremos fácilmente guiar por las muchas otras voces de nuestro mundo, incapaces de discernir el camino glorioso que nuestro Señor ha escogido para nosotros.

Reflexiona hoy sobre si tienes alguna dificultad para escuchar y observar la voz de Dios. Si es así, vuelve a comprometerte a pasar un tiempo de descubrimiento humilde y sincero. Dile a nuestro Señor que lamentas no haberle prestado atención y emprende la misión de buscarlo y encontrarlo. Rechaza la confusión y la ansiedad de la vida, rechaza las muchas otras voces de “sabiduría” que hay en nuestro mundo y escucha su voz suave pero clara. Él siempre está hablando. Siempre te está llamando. Siempre está presente. Abre los ojos de tu alma y préstale toda tu atención. Y cuando sientas que Él te habla, respóndele con la mayor generosidad y obediencia. Si lo haces, descubrirás lo que significa ser verdaderamente bendecido por nuestro Señor.

 

Mi bendito Señor, Tú eres glorioso más allá de todas las cosas, y me invitas a mí y a todas Tus criaturas a compartir Tu misma vida. Dame la gracia que necesito para alejarme de la confusión y los engaños de la vida, de modo que pueda escucharte solo a Ti y responder solo a Tu voz. Me encomiendo a Tu santa voluntad, querido Señor. Mientras lo hago, por favor, concédeme todas las bendiciones que desees darme. Jesús, confío en Ti.


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