6 de octubre del 2024: 27o domingo del tiempo ordinario, ciclo B
Dios no nos creó para estar solos, sino para crecer juntos cada vez más hacia la estatura de Cristo Resucitado, nuestro hermano en la humanidad y nuestro Salvador.
Dispongamos nuestro corazón para acoger su palabra y el don de nuestra unidad en él.
Débil y confiado
El acto de repudio de Moisés mejoró la situación. Le devolvió a la esposa su honor, pero también su libertad, ya que le permitió volver a casarse.
En aquella época, un marido podía expulsar a su mujer en cuanto este dejaba de encontrarle gracia o si descubría en ella un defecto (cf. Dt 24, 1).
Poco antes de Jesús, el rabino Hillel incluso permitió el despido de una esposa que había dejado quemar la comida.
Jesús nos recuerda que la alianza matrimonial es imagen de la fidelidad de Dios a su pueblo. Este carácter sagrado hace que el matrimonio sea indisoluble.
A la poligamia de los patriarcas, opone la historia de Adán y Eva, o sea el proyecto original del Creador y revela su confianza en la pareja humana. Jesús sabe bien que el matrimonio puede fracasar como cualquier empresa humana. Su objetivo no es establecer una ley para los más fuertes o los más afortunados.
Para él, el niño es un modelo para comprender el plan de Dios, quien se sabe pequeño y débil, pero confía.
Al recordar que el matrimonio es una gracia que viene de Dios, Jesús evita que nos desesperemos cuando demasiadas parejas se desmoronan ante nuestros ojos.
El Señor siempre estará presente en nuestras familias. Todas están llamadas a ser otras tantas pequeñas Iglesias domésticas.
La Iglesia es en sí misma una familia. Jesús se encarga de advertir a los fariseos y a sus discípulos: no utilicéis la Ley para afirmar lo contrario de la Ley.
Cuando los mandamientos de
Jesús me parezcan difíciles, ¿lucharé contra él o contra la dureza de mi
corazón?
Dios se compromete con el hombre a través de su alianza. ¿Cuáles son las
señales de Su presencia y gracia en mi vida?
Vicente Leclercq, sacerdote asuncionista
Primera lectura
Salmo
Segunda lectura
Él les replicó: «¿Qué os ha mandado Moisés?» Contestaron: «Moisés Permitió divorciarse, dándole a la mujer un acta de repudio.»
Jesús les dijo: «Por vuestra terquedad dejó escrito Moisés este precepto. Al principio de la creación Dios "los creó hombre y mujer. Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne." De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.»
Le acercaban niños para que los tocara, pero los discípulos les regañaban. Al verlo, Jesús se enfadó y les dijo: «Dejad que los niños se acerquen a mí: no se lo impidáis; de los que son como ellos es el reino de Dios. Os aseguro que el que no acepte el reino de Dios como un niño, no entrará en él.»
Y los abrazaba y los bendecía imponiéndoles las manos.
Palabra del Señor
1
Los creó hombre y mujer
El Evangelio de este domingo nos muestra dos maneras de comportarse en nuestra calidad de cristianos,
Por un lado, encontramos la manera de conducirse, de comportarse de los niños pequeños; y Jesús los pone como ejemplo por su manera de acoger el Reino de Dios. Un Reino que es ofrecido a todos. Para acogerlo, basta con dejarse amar por Dios como sólo los niños pequeños saben hacerlo…
Miren, queridos hermanos, toda la vida nos han enseñado y hemos creído que lo más importante es amar a Dios…y de hecho el primer mandamiento de la Ley de Dios nos lo recuerda: AMAR A DIOS SOBRE TODAS LAS COSAS…pero es verdad que pocas veces o nunca se nos recuerda que es importante también dejarnos amar por Dios…Los niños en esto nos ganan, son campeones.
Bueno, de cara a los niños pequeños y su ejemplo maravilloso, tenemos una segunda manera de comportarnos como cristianos y entonces podemos ser como los fariseos del evangelio de hoy, que no buscan sino ponerle trampas a Jesús…ellos no dudan en utilizar el engaño, la mentira para enredar a Jesús y buscar hundirlo…
Estas dos actitudes,
Primero, la de los niños pequeños y la de los fariseos nos interpelan, nos cuestionan y nos hace preguntarnos hermanos, ¿cómo acogemos la Palabra de Dios? ¿Con derecho, sinceridad y generosidad? ¿O con indiferencia y rechazo?
Esta diferencia en la manera de acoger la Palabra de Dios está ilustrada por la pregunta que le hacen los fariseos a Jesús: “Es legal, es lícito para un hombre divorciarse, ¿separarse de su mujer’? Y Jesús los remite a la Ley de Moisés que ellos conocían de memoria. Ellos saben que esa Ley permitía separarse de la mujer con la condición de establecer una acta de repudio. Jesús les responde que si Moisés dejó escrito este precepto fue a causa de su terquedad, de cabeza y corazón duros…Vemos pues cómo La Biblia lleva a las personas a tomar conciencia de dónde están y las lleva gradualmente a la Revelación en Cristo Jesús.
En su respuesta, Jesús toma partido por Dios, se inclina por su deseo original, y por ellos los remite al libro del Génesis, a la primera lectura que hemos escuchado hoy: Al principio de la creación Dios "los creó hombre y mujer. Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne." De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Y Jesús agrega “Lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre”.
Hermanos, esta enseñanza de Cristo es muy fuerte porque defiende la dignidad del matrimonio.
El hombre y la mujer que se casan están llamados a formar una comunidad de vida, de compartir y de amor. A través de su manera de amar y la manera de amar a sus hijos, ellos manifiestan, muestran algo del amor apasionado que tiene Dios. Entonces, es precisamente esto lo que ha sido querido por Dios después del origen del mundo. Él ha querido que el amor del hombre y la mujer en el matrimonio sea un reflejo, un eco del amor que está en Él.
Es cierto que todo esto no está libre de dificultades…Llevar un matrimonio de la mejor manera es difícil, basta con ver todas esas parejas que no cesan de romper su relación de amor y terminan por separarse.
Vemos también las vidas de tantas familias que nos decepcionan, y que son tristes, desconcertantes: algunas se contentan con ser familias “Hotel restaurante” o “familias dormitorio”. Esas familias son una simple yuxtaposición de personas donde no hay verdadero diálogo acerca de las cosas importantes, de lo esencial de la vida…
Hermanos, un día, Jesús dijo esta frase que está en el evangelio de San Juan, capítulo 10, versículo 10: “He venido para que todos los hombres tengan vida y vida en abundancia”. Y esto también es válido para las parejas. Por el sacramento del matrimonio Cristo quiere ayudarles a no ser más que una sola carne en el amor, a ser UNO en el amor.
Hoy nosotros le oramos pidiendo que abra el corazón de todos los esposos a su proyecto de amor.
Amar es una aventura que se apoya en la fidelidad de Dios. La unión del hombre y de la mujer nos dice algo de la alianza entre Dios y los hombres. Viviendo en el amor, el respeto y la fidelidad, la pareja testimonia a su manera un Dios que ama, que perdona y que se da.
Es verdad que todo esto no es fácil de vivir. Pero hoy, Jesús nos anuncia una Buena Noticia: lo que es imposible para los hombres es posible para Dios. Dios solamente puede darnos un corazón nuevo.
El problema de cada uno no es la conversión de los demás sino la nuestra propia, la de cada uno, transformar nuestro propio corazón. Solo Dios puede enseñarnos a amar como Él nos ama. Él es fiel, a pesar de nuestra traición. Él siempre es absolutamente tierno …entonces, seamos perfectos como nuestro Padre del Cielo. Mismo sino es algo evidente, su voluntad va de la mano siempre con nuestra felicidad.
Hoy recibimos este Evangelio como un llamado incansable a defender la familia. En su momento, el Santo Papa Juan Pablo II nos recordaba que el futuro de la humanidad pasa por la familia. Es allí donde nosotros aprendemos el sentido del compartir, el sentido de donarse, de darse y del respeto al otro. Es allí al interior de la familia, donde nosotros también aprendemos a abrirnos a la riqueza del perdón y de la escucha, al respeto de las diferencias, a la paciencia que hace crecer.
La Carta a los Hebreos, el texto de la segunda lectura de hoy, no habla especialmente del matrimonio, pero nos revela este amor apasionado de Jesús por toda la humanidad, Es un amor que permanece fiel y se dio hasta el sacrificio de su vida. Por su pasión, muerte y resurrección, Jesús nos ha abierto el camino de la verdadera vida.
Lo que espera Cristo también de nosotros es que vengamos a Él como los niños pequeños de quienes nos habla el Evangelio. Es alrededor de Él que debe construirse la unidad de las familias y de las comunidades cristianas.
En este domingo, todos juntos volvemos nuestro ser y todos nuestros sentidos a Dios quien es la fuente de todo amor, La Eucaristía es Dios que se entrega por nosotros para hacernos vivir de su amor al interior de nuestras familias y de nuestros diversos lugares de vida. Dios nos ama a todos de manera incondicional cualquiera sea nuestra situación y cualesquiera sean nuestros errores y fallas. Él viene a buscarnos allí donde estemos para invitarnos a dar un paso más en el camino de la vida,
Que este Evangelio, o sea esta Buena Noticia alimente nuestra esperanza y nuestra oración… Que así sea…
2
Buenas noticias
No hace mucho, un anciano sacerdote me decía: “Si, según el texto de la palabra de Dios, la homilía no es una “buena noticia”, es porque el sacerdote no se ha preparado bien para su homilía o porque los feligreses entendieron mal las lecturas dominicales. La palabra de Dios no es una lección moral sino una buena noticia” (este es el significado de la palabra evangelio en griego).
¿Cuáles son estas buenas noticias en el discurso de Jesús sobre el matrimonio y el divorcio?
Primero, vemos que los fariseos no están interesados en saber la verdad. Cuestionan a Jesús para criticarle: “era para ponerlo a prueba ”. En los días de Moisés y en los días de Jesús, al igual que hoy, se permitía el divorcio. En casi todos los países del mundo existe legislación que regula el divorcio y las segundas nupcias.
La experiencia nos enseña que en la pareja se desarrollan todo tipo de situaciones deplorables: las cosas no siempre salen como se planea, las personas cometen graves errores, hay infidelidad, opresión y violencia en el interior de las familias, incomprensiones y silencios mortales.
Esto resulta en separaciones y divorcios. Luego, hay ciertas parejas que no se separan pero que ya no se hablan, que se niegan a perdonarse, a reconciliarse, a reanudar el diálogo.
La buena noticia de hoy se encuentra en las actitudes y valores que Cristo nos ofrece sobre el matrimonio. Para él, el matrimonio no es un contrato sino una alianza, y en una alianza las personas siempre son más importantes que las instituciones.
Cristo es quien trata primero con las personas antes de acusar y tirar piedras.
Vemos cómo trata a la samaritana con sus seis maridos, a la mujer adúltera en peligro de ser lapidada, a María Magdalena la prostituta, a Zaqueo el recaudador de impuestos, a los leprosos excluidos de la sociedad.
Todos son ejemplos de la ternura de Dios, a pesar de la condición social a menudo dolorosa y a veces reprobable en la que se encuentran estas personas.
Jesús menciona que en el matrimonio la reciprocidad debe ser total: hombres y mujeres tienen los mismos derechos y deberes. “ Quien se divorcia de su mujer y se casa con otra…” “Si la mujer se divorcia de su marido y se casa con otro …” - La ley judía sólo permitía que el hombre se divorciara, la ley romana permitía que ambos cónyuges lo hicieran. En San Marcos, Jesús utiliza el derecho romano, que es más justo e igualitario.
El argumento de Jesús es de hecho una defensa de las mujeres.
¡La mujer no es un objeto desechable que adquirimos y del que podemos deshacernos a criterio del marido! La ley judía decía: “Cuando un hombre toma mujer y se casa con ella, y sucede que ella ya no encuentra favor ante sus ojos porque ha encontrado algo ofensivo en ella, le escribirá una carta de divorcio, se la dará. en su mano, y la echará de su casa” (Deuteronomio 24,1).
Según una de las dos escuelas de pensamiento de la época de Jesús, bastaba que una mujer disgustara a su marido, por ejemplo, quemando su comida, para que él la despidiera.
En tiempos de Moisés, el hombre sólo tenía que repetir tres veces: “Quiero divorciarme de ti” para despedir a la mujer.
Moisés, para hacer el divorcio más difícil, había impuesto el "acto de divorcio", un procedimiento complicado en una época en la que la gente no sabía leer ni escribir. Había impuesto este procedimiento para proteger a las mujeres que, en la cultura de la época, no tenían derechos. Por eso Jesús añade que es a causa de su “esclerosis del corazón” (esclerocardia) que Moisés promulgó esta ley.
San Pablo, a quien a menudo se acusa de misoginia y que, de hecho, lo era mucho menos que los hombres de su tiempo, escribió en la carta a los Efesios: “Los maridos deben amar a sus mujeres como a su propio cuerpo. Amar a tu esposa es amarte a ti mismo. Porque nadie aborreció jamás a su propia carne; Al contrario, lo alimentamos y lo cuidamos. Esto es precisamente lo que Cristo hizo por su Iglesia: ¿no somos miembros de su cuerpo? He aquí, pues, que el hombre dejará a su padre y a su madre para unirse a su mujer, y los dos serán una sola carne: este misterio es de gran significado; Quiero decir que se aplica a Cristo y a la Iglesia. En una palabra, en lo que a vosotros concierne, que cada uno ame a su mujer como a sí mismo, y que la mujer respete a su marido ”. (Efesios 5, 22-33)
La unión entre dos personas no depende sólo del “sí” pronunciado durante la ceremonia matrimonial... Debe renovarse todos los días. Si es hermoso ver a una pareja unirse en matrimonio, lo es aún más celebrar los 30, 40, 50 aniversarios de boda de una pareja que tiene toda una vida juntos en su haber.
El amor es como el fuego. Si no queremos que muera, tenemos que mantenerlo. De ahí la importancia de los gestos de cariño, del diálogo, de los regalos, de las palabras de ternura.
El matrimonio, en el plan de Dios, es algo hermoso, serio, que debe construirse día a día. Es más que un contrato, es una alianza.
Para Jesús, el amor se basa en la ternura del corazón y no en luchas de poder; El amor sólo puede experimentarse en reciprocidad e igualdad.
Según él, existen actitudes y modos de actuar en el matrimonio que garantizan la estabilidad y el respeto al cónyuge y a los hijos. El pecado o el mal no es violar una ley, sino romper los lazos de una relación importante. Esta ruptura conduce a menudo a resultados dolorosos y a veces incluso catastróficos para la pareja y para los hijos.
“Dios creó al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó, varón y hembra los creó”. Este es el ideal presentado por el Señor sobre la institución del matrimonio. Pero siempre estará lleno de ternura para con todos, incluidos los divorciados y los cónyuges rotos.
Las palabras de Jesús siguen siendo hoy una buena noticia para todos.
3
Al principio de la creación Dios "los creó hombre y mujer. Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne." De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.»
Estas dos palabras, "Al principio", son palabras clave para nuestra época. Es importante que las personas de fe reconozcamos no solo los dones sobrenaturales que Dios nos ha dado, sino también los dones naturales.
Los dones sobrenaturales son todos aquellos dones que nos da la Cruz de Cristo. Su vida, muerte y resurrección derramaron sobre nosotros la gracia del cielo e hicieron posible la santidad, la salvación y la vida eterna. Pero hay un orden completamente diferente de "dones" que Dios nos dio y que a menudo damos por sentado. Ese es el regalo de la naturaleza.
La creación misma, el orden del Universo, nuestra humanidad y el diseño natural de Dios son todos dones. La ciencia puede hacer mucho para descubrir los secretos y misterios del mundo natural, pero en última instancia, una comprensión completa incluso del mundo natural es misteriosa, profunda e inspiradora.
Un aspecto del mundo natural que Dios nos dio es nuestra sexualidad. “Hombre y mujer los hizo Dios…” Este diseño natural es parte de la gloriosa sabiduría del Creador y debe ser entendido, amado y respetado plenamente. Ser "hombre y mujer" es algo bastante obvio y que se comprende naturalmente. Dentro de cada persona hay ciertos atributos, deseos, tendencias, etc., que van de la mano con ser hombre o mujer.
De muchas maneras, la singularidad y la complementariedad de los sexos han sido cuestionadas e incluso ignoradas en ocasiones, especialmente en nuestros días. Pero en el fondo todos entendemos que ser hombre o mujer es parte de lo que somos. Constituye nuestra propia identidad como persona y trae consigo muchas bendiciones. La feminidad y la masculinidad, a veces, también pueden distorsionarse y confundirse. Pero, en esencia, estos atributos de nuestra personalidad no se pueden descartar ni negar. De hecho, aceptar quiénes somos en nuestra naturaleza no es más que ser honestos y nos permite continuar por el camino de la verdadera integridad natural.
Reflexione hoy sobre las muchas formas en que ser “hombre y mujer” son bendiciones naturales de Dios. Reflexione, también, sobre las formas en que estos dones naturales son desafiados y socavados en nuestro mundo de hoy. Acepte usted quién es, acepte que Dios lo hizo para ser y deje que ese regalo natural de Dios florezca en su vida.
Señor, te agradezco por tus innumerables dones. Gracias por el don de la gracia ganado por Tu Cruz, y gracias también por el don de la naturaleza y por la forma en que me hiciste. Ayúdame a abrazar mi identidad plena de acuerdo con Tu diseño y, en ese abrazo, ayúdame a seguir descubriendo mi dignidad. Jesús, en Ti confío.
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