Un retorno a Dios siempre es posible
(Lucas 13, 1-9) Quizás
podamos retener de esta difícil y tosca página del evangelio la llamada a la
conversión: el retorno a Dios siempre es posible. Basta referirse a todo el
evangelio de Lucas, cantor de la divina misericordia, y más particularmente a
la llamada parábola del hijo pródigo (Lc 15, 11-32).
Ciertamente las palabras de
Jesús no están exentas de "amenazas", pero se dirigen, recordémoslo,
a personas que son inconscientes de su estado y que necesitan ser despertadas.
Emmanuelle Billoteau, ermitaña
(Lucas 13, 1-9) Uno puede perder la vida en cualquier momento. Convertirse es cavar y abonar el suelo de la propia existencia para hacerle dar frutos que permanezcan.
Primera lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios (4,7-16):
A cada uno de nosotros se le ha dado la gracia según la medida del don de Cristo. Por eso dice la Escritura: «Subió a lo alto llevando cautivos y dio dones a los hombres.» El «subió» supone que había bajado a lo profundo de la tierra; y el que bajó es el mismo que subió por encima de todos los cielos para llenar el universo. Y él ha constituido a unos, apóstoles, a otros, profetas, a otros, evangelizadores, a otros, pastores y maestros, para el perfeccionamiento de los santos, en función de su ministerio, y para la edificación del cuerpo de Cristo; hasta que lleguemos todos a la unidad en la fe y en el conocimiento del Hijo de Dios, al hombre perfecto, a la medida de Cristo en su plenitud. Para que ya no seamos niños sacudidos por las olas y llevados al retortero por todo viento de doctrina, en la trampa de los hombres, que con astucia conduce al error; sino que, realizando la verdad en el amor, hagamos crecer todas las cosas hacia él, que es la cabeza: Cristo, del cual todo el cuerpo, bien ajustado y unido a través de todo el complejo de junturas que lo nutren, actuando a la medida de cada parte, se procura el crecimiento del cuerpo, para construcción de sí mismo en el amor
Palabra de Dios
Salmo
Sal 121,1-2.3-4a.4b-5
R/. Vamos alegres a la casa del Señor
¡Qué alegría cuando me dijeron:
«Vamos a la casa del Señor»!
Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén. R/.
Jerusalén está fundada
como ciudad bien compacta.
Allá suben las tribus,
las tribus del Señor. R/.
Según la costumbre de Israel,
a celebrar el nombre del Señor;
en ella están los tribunales de justicia,
en el palacio de David. R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (13,1-9):
En una ocasión, se presentaron algunos a contar a Jesús lo de los galileos cuya sangre vertió Pilato con la de los sacrificios que ofrecían.
Jesús les contestó: «¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos, porque acabaron así? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis lo mismo. Y aquellos dieciocho que murieron aplastados por la torre de Siloé, ¿pensáis que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera.»
Y les dijo esta parábola: «Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: "Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde?" Pero el viñador contestó: "Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, la cortas."»
Palabra del Señor
Cultivando nuestras almas
"Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde?" Pero el viñador contestó: "Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, la cortas."»
Esta es una imagen que muchas veces refleja nuestras almas. A menudo en la vida podemos caer en una rutina y nuestra relación con Dios y con los demás es una lucha. Como resultado, nuestras vidas dan poco o ningún buen fruto.
Quizás este no sea tú caso en este momento, pero quizás lo sea. Tal vez tu vida esté fuertemente cimentada en Cristo o tal vez estés luchando mucho. Si estás luchando, trata de verte a ti mismo como esta higuera. Y trata de verte como la persona que se compromete a “cultivar la tierra a su alrededor y fertilizarla” como el mismo Jesús.
Es importante notar que Jesús no mira esta higuera y la descarta como sin valor. Él es un Dios de segundas oportunidades y se compromete a cuidar esta higuera para ofrecerle todas las oportunidades necesarias para que dé fruto. Así es con nosotros. Jesús nunca nos tira simplemente, sin importar cuán lejos nos hayamos desviado. Él siempre está listo y dispuesto a acercarse a nosotros de las maneras que necesitamos para que nuestras vidas puedan dar mucho fruto una vez más.
Reflexiona hoy sobre si sientes que necesitas permitir que Jesús “cultive la tierra” a tu alrededor. No tengas miedo de dejar que te proporcione el alimento que necesitas para volver a dar abundantes frutos buenos en tu vida.
Señor, sé que siempre necesito Tu amor y cuidado en mi vida. Necesito ser nutrido por Ti para poder dar el fruto que Tú deseas de mí. Ayúdame a estar abierto a las maneras en que deseas nutrir mi alma para que pueda lograr todo lo que tienes en mente para mí. Jesús, en Ti confío.
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