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27 de octubre del 2024: trigésimo domingo del tiempo ordinario-ciclo B

 

Saltar hacia el encuentro

En esta historia del encuentro entre Jesús y Bartimeo, centrémonos en lo que precede al intercambio entre los dos hombres.

Es antes de su cara a cara que realmente comienza la curación.

Ciego, Bartimeo se ve obligado a mendigar. Su desventaja hace que sea despreciado y relegado a las afueras de la ciudad, el lugar dedicado a él es el costado de la carretera, alejado de las multitudes. Pero este hombre, ciego y marginal como es, no es ni sordo ni ajeno a lo que está sucediendo. Incluso parece paradójicamente más clarividente que los «clarividentes», aquel que reconoce en Jesús al Mesías – como lo demuestra el título mesiánico «hijo de David» que le dirige.

Siente que una liberación podría venir de este extraño.

Impulsado por el deseo de conocerlo, comienza a gritarle y a hacer tal ruido que nadie puede ignorarlo. Ahí es donde Jesús lo llama. Además de su curación, esto es lo notable: incluso antes de conocer a Jesús, Bartimeo ya puede saltar hacia él. Es habitual afirmar que es el encuentro con Jesús lo que le pone en marcha, le da impulso y valentía. Ahora bien, aquí el impulso precede al encuentro porque en el corazón de este hombre ya hay un gran deseo obrando y es precisamente su capacidad para expresarlo lo que abre el camino a su Salvador.

El Señor espera que hagamos lo mismo y le expresemos sin reservas los grandes deseos que nos habitan.

¿Cuál es mi «manto», que me pesa?
¿

¿Cuál es el peso que me retiene?

¿Qué impulso en mí exige ser liberado?

¿Cuál es mi profundo deseo?

¿Cómo podría expresarlo al Señor en el secreto de mi oración? 

Marie-Caroline Bustarret, teóloga, profesora en las facultades de Loyola París




PRIMERA LECTURA

LECTURA DEL LIBRO DE JEREMÍAS 31, 7-9

Así dice el Señor:
-- Gritad de alegría por Jacob, regocijaos por el mejor de los pueblos, proclamad, alabad y decid: el Señor ha salvado a su pueblo, al resto de Israel. Mirad que yo os traeré del país del Norte, os congregaré de los confines de la tierra. Entre ellos hay ciegos y cojos, preñadas y paridas: una gran multitud retorna. Se marcharon llorando, los guiaré entre consuelos; los llevaré a torrentes de agua, por un camino llano en que no tropezarán. Seré un padre para Israel. Efraín será mi primogénito.
Palabra de Dios.


SALMO RESPONSORIAL
SALMO 125
R.- EL SEÑOR HA ESTADO GRANDE CON NOSOTROS, Y ESTAMOS ALEGRES.

Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,
nos parecía soñar:
La boca se llenaba de risas,
la lengua de cantares. R.-

Hasta los gentiles decían:
“El Señor ha estado grande con ellos”.
El Señor ha estado grande con nosotros,
Y estamos alegres.
Que el Señor cambie nuestra suerte,
como los torrentes del Nagueb.
Los que sembraban con lágrimas,
cosechan entre cantares. R.-

Al ir, iba llorando,
llevando la semilla.
Al volver, vuelve cantando,
trayendo sus gavillas. R.-



SEGUNDA LECTURA
LECTURA DE LA CARTA A LOS HEBREOS 5, 1-6

Hermanos:
Todo Sumo Sacerdote, escogido entre los hombres, está puesto para representar a los hombres en el culto a Dios: para ofrecer dones y sacrificios por los pecados. Él puede comprender a los ignorantes y extraviados, ya que él mismo está envuelto en debilidades. A causa de ellas tiene que ofrecer sacrificios por sus propios pecados, como por los del pueblo. Nadie puede arrogarse este honor: Dios es quien llama, como en el caso de Aarón.
Tampoco Cristo se confirió a si mismo la dignidad de Sumo Sacerdote: sino Aquel que le dijo:
-- Tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy.
O como dice otro pasaje de la escritura:
-- Tú eres Sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec.
Palabra de Dios



ALELUYA 2 Tim 1, 10b

Nuestro Salvador Jesucristo destruyó la muerte, y sacó a la luz la vida, por medio del Evangelio.


EVANGELIO
LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS 10, 46-52

En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó con sus discípulos y bastante gente, el ciego Bartimeo (el hijo de Timeo) estaba sentado al borde del camino pidiendo limosna. Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar:
--Hijo de David, ten compasión de mí.
Muchos le regañaban para que se callara. Pero él gritaba más:
--Hijo de David, ten compasión de mí.
Jesús se detuvo y dijo:
-- Llamadlo.
Llamaron al ciego diciéndole:
-- Ánimo, levántate, que te llama.
Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús. Jesús le dijo:
-- ¿Qué quieres que haga por ti?
El ciego le contestó:
-- Maestro que pueda ver.
Jesús le dijo:
-- Anda, tu fe te ha curado.
Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino.

Palabra del Señor



1
La atrevida FE de Bartimeo

El cantante y predicador Martin Valverde dijo alguna vez a propósito del ciego Bartimeo (personaje central con Jesús este domingo), palabras más, palabras menos  que  aquel mendigo, “ciego de profesión”, sino tenia buenos ojos, al menos si tenía una buena  voz (fuerte y decidida) para gritarle a Jesús: “Hijo de David ten compasión de mí”.

Todos admiramos en Bartimeo, el hombre mendigo e invidente, sentado a la orilla del camino, su audacia, su arrojo, su osadía…Sus ganas de salir adelante…Su FE inmensa (con mayúscula) en Jesús y lo que Él podría hacer por Él.

De algún modo, todos nosotros nos parecemos a Bartimeo…Sentados a la vera del camino, podemos ver pasar la vida, sus luces, su oscuridad, su belleza, su miseria…Pero seremos capaces de sobrepasar esta etapa y dejar brotar la Fe en Dios, tener la convicción que solo Él en su Hijo Jesús puede brindarnos lo que necesitamos para VIVIR, pan que sacie nuestra hambre de plenitud, el agua que calme nuestra sed profunda y o darnos la Felicidad completa…?

Bartimeo nos invita a preguntarnos en el plano de la fe:  tenemos todo lo que nos hace falta para vivir la existencia plenamente?

La fe, nosotros buscamos conservarla de la mejor manera, nos cuidamos de no hacerla caer en la usura de la rutina, a protegerla de las trampas de la secularización…

Al ver a este ciego llamando a Jesús, en medio de una multitud que no lo considera (o da importancia) y que no quiere ser molestada…no nos sentimos atraídos por la audacia de su fe? Con su limitación, Bartimeo no podía ser un participante activo en su ambiente. Él dependía de los otros, sometido a la suerte de ser mendigo.

Su fe lo empuja a dejar las seguridades atrás, a salir de su posición y a correr hacia Jesús. Jesús viene hacia él y los dos caminarán juntos.

Este testigo mendigo, este  ciego Bartimeo no hará nacer en nosotros el deseo de una vida más libre?

La confianza en Jesucristo ha puesto a Bartimeo de pie. Esa misma confianza también puede ayudarnos a nosotros a salir de nuestras dependencias, de nuestra pasividad, de una vida donde Dios no seria más que un accesorio útil.

Nos atreveremos a tener la fe de Bartimeo?


2

Quiero ver

...al salir Jesús de Jericó con sus discípulos y bastante gente, el ciego Bartimeo (el hijo de Timeo) estaba sentado al borde del camino pidiendo limosna. Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar:
--Hijo de David, ten compasión de mí.

Marcos 10:46-47

 


Imagínese la humillación que podría experimentar este hombre, cuando su única manera de sobrevivir cada día era sentarse al costado del camino y mendigar.

Como hombre ciego en ese momento, Bartimeo no podía trabajar y sostenerse por sí mismo. Muchos vieron su ceguera como una maldición de Dios y el resultado de su pecado o de los pecados de sus padres. Lo habrían tratado como un paria de la sociedad y como una carga para su familia y comunidad. Por lo tanto, el trauma mental y emocional que como persona ciega experimentó en ese momento habría sido tan difícil de afrontar como la ceguera física en sí.

El simbolismo de esta historia es extraordinario y nos enseña muchas cosas sobre nuestro caminar cristiano.

En primer lugar, debemos esforzarnos por identificarnos con la humildad y la debilidad de Bartimeo. A nivel espiritual, todos somos ciegos y, en nuestro estado natural caído, somos parias espirituales. Esto significa que no podemos alcanzar el Cielo por nosotros mismos. Bartimeo es un símbolo de nuestro estado natural caído. Necesitamos humillarnos todos los días y vernos como personas en extrema necesidad que somos incapaces por sí solas de salvar nuestras propias almas.

Bartimeo es también un símbolo de lo que debemos hacer para salir de la ceguera y la miseria que experimentamos en la vida. En el momento en que escuchó que Jesús pasaba, clamó pidiendo misericordia. Pero no solo clamó a nuestro Señor. Lo hizo con perseverancia. Las personas que lo oyeron gritar lo reprendieron y le dijeron que se detuviera, que se callara. Pero sus reprimendas solo lo llevaron a ser más ferviente en su oración. Además, parece que Jesús lo ignoró al principio.

¿Por qué haría eso Jesús? Ciertamente no fue porque a Jesús no le importara. Fue porque nuestro Señor sabía que Bartimeo perseveraría y quería que lo hiciera. Jesús quería que la oración de Bartimeo se volviera más resuelta, y así fue.

La oración de Bartimeo debe convertirse en nuestra manera de orar. Es muy fácil desanimarse en la vida y perder la esperanza. Cuando eso sucede, nuestra oración se vuelve débil e ineficaz. A veces, experimentaremos muchas otras tentaciones que nos harán renunciar a la oración.

Las reprimendas de la multitud son un símbolo de las muchas tentaciones que experimentaremos para renunciar a la oración. Cuando esas tentaciones vengan, debemos redoblar nuestro esfuerzo y fortalecer nuestra determinación.

El silencio inicial de Jesús también debe verse como una invitación a orar con mayor fe. Si oramos y sentimos que Dios no nos escucha, debemos saber que Dios nos escucha y que su silencio inicial es su manera de invitarnos a un nivel más profundo de fe y oración.

Cuando Jesús se detuvo y les dijo a los discípulos que trajeran a Bartimeo ante Él, Bartimeo inmediatamente se levantó, se quitó el manto y fue hacia nuestro Señor.

Su manto es un símbolo de todo lo que necesitamos despojarnos en la vida que nos impide responder de inmediato y rápidamente a los impulsos de la gracia. Aunque no hay nada de malo en tener un manto, en ese momento fue un pequeño obstáculo para su pronta respuesta a Jesús. Lo mismo sucede con nosotros; debemos estar listos y dispuestos a eliminar cualquier cosa que nos impida responder a Dios en el momento en que Él nos llama.

Finalmente, la oración de Bartimeo fue perfecta: “Maestro, quiero ver”. Espiritualmente hablando, debemos trabajar para fomentar el deseo más profundo de ver a Dios, de ver a nuestro Señor. Si deseamos el don de la fe, la capacidad de ver las verdades espirituales y comprenderlas, entonces nuestro Señor responderá esa oración. Nuestro Señor también nos dirá: “Vete; tu fe te ha salvado”.

Reflexiona hoy sobre este pobre mendigo ciego, Bartimeo. Ve en su humilde alma un modelo de cómo debes verte a ti mismo y de cómo debes orar. Observa la humildad de tu estado caído, el aislamiento que experimentas de tu pecado y la perseverancia que necesitas tener en la oración. Sigue el ejemplo de Bartimeo y nuestro Señor quitará la ceguera de tu corazón para que puedas seguirlo más plenamente cada día.

 

Mi sanador Señor, por mí mismo soy débil, mendigo y pecador. Mi única esperanza es clamar a Ti en mi necesidad y hacerlo con mucho celo. Por favor, restaura mi vista, querido Señor. Sáname y ayúdame a verte para que pueda seguirte a dondequiera que me lleves. Jesús, en Ti confío.


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