9 de octubre del 2024: miércoles de la vigésima séptima semana del tiempo ordinario-año II-San Luis Bertrán, presbítero
Testigo de la fe:
San Luis Bertrán
Nació en Valencia, España, en 1526. Desde muy niño se caracterizó por su humildad y obediencia. A los 18 años ingresó a la Orden de Santo Domingo y en 1547 fue ordenado sacerdote por Santo Tomás de Villanueva. En 1562, San Luis Beltrán fue enviado a predicar el Evangelio a los indígenas de América y llegó al puerto de Cartagena, Colombia. Sólo hablaba español, pero Dios le concedió el don de lenguas, profecía y milagros.Tras una dolorosa enfermedad San Luis Beltrán, patrono de Colombia, murió el 9 de octubre de 1581, a los 55 y fue canonizado en 1671.
Hijos e hijas, hermanas y hermanos
(Lucas 11, 1-4) “Señor, enséñanos a orar.» Juan Bautista había enseñado la oración a quienes lo seguían, pero, al ver a Jesús, sus discípulos sintieron el carácter singular de su relación con Dios y lo interrogaron. Éste les da entonces una contraseña: “Padre”.
Seguir a Cristo, atreverse a nombrar así a Dios, nos introduce en una relación filial y fraterna radicalmente nueva. Una invitación a honrar estas dos dimensiones de nuestra vocación.
Benedicta de la Cruz, cisterciense
Primera Lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Gálatas (2,1-2.7-14):
Transcurridos catorce años, subí otra vez a Jerusalén en compañía de Bernabé, llevando también a Tito. Subí por una revelación. Les expuse el Evangelio que predico a los gentiles, aunque en privado, a los más representativos, por si acaso mis afanes de entonces o de antes eran vanos. Al contrario, vieron que Dios me ha encargado de anunciar el Evangelio a los gentiles, como a Pedro de anunciarlo a los judíos; el mismo que capacita a Pedro para su misión entre los judíos me capacita a mí para la mía entre los gentiles. Reconociendo, pues, el don que he recibido, Santiago, Pedro y Juan, considerados como columnas, nos dieron la mano a Bernabé y a mí en señal de solidaridad, de acuerdo en que nosotros fuéramos a los gentiles y ellos a los judíos. Una sola cosa nos pidieron: que nos acordáramos de sus pobres, esto lo he tomado muy a pecho. Pero cuando Pedro llegó a Antioquía, tuve que encararme con él, porque era reprensible. Antes de que llegaran ciertos individuos de parte de Santiago, comía con los gentiles; pero cuando llegaron aquéllos, se retrajo y se puso aparte, temiendo a los partidarios de la circuncisión. Los demás judíos lo imitaron en esta simulación, tanto que el mismo Bernabé se vio arrastrado con ellos a la simulación. Ahora que cuando yo vi que su conducta no cuadraba con la verdad del Evangelio, le dije a Pedro delante de todos: «Si tú, siendo judío, vives a lo gentil y no a lo judío, ¿cómo fuerzas a los gentiles a las prácticas judías?»
Palabra de Dios
Salmo
Sal 116,1.2
R/. Id al mundo entero y proclamad el Evangelio
Alabad al Señor, todas las naciones,
aclamadlo, todos los pueblos. R/.
Firme es su misericordia con nosotros,
su fidelidad dura por siempre. R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (11,1-4):
Una vez que estaba Jesús
orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: «Señor,
enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos.»
Él les dijo: «Cuando oréis decid: «Padre, santificado sea tu nombre, venga tu
reino, danos cada día nuestro pan del mañana, perdónanos nuestros pecados,
porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe algo, y no nos dejes
caer en la tentación.»»
Palabra del Señor
La oración perfecta
Estaba Jesús orando en un lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: “Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos”
¡Qué gran oración para nosotros también! “Señor, enséñanos a orar…” La respuesta de Jesús a este discípulo fue presentarle la oración del “Padre Nuestro”. De esta oración, San André (El Hermano Andrés) Bessette dijo: “Cuando dices el Padrenuestro, el oído de Dios está junto a tus labios”.
La gran doctora mística de la Iglesia, Santa Teresa de Ávila, dio este consejo mientras rezaba el Padrenuestro: “Se logra mucho más con una sola palabra del Padrenuestro dicha de vez en cuando, de corazón, que con toda la oración repetida muchas veces de prisa y sin atención”.
Y Santa Teresita de Lisieux dijo que la oración del “Padre Nuestro” era una de las oraciones que rezaba cuando se sentía tan espiritualmente estéril que no podía evocar un solo pensamiento que valiera la pena.
En la Santa Misa, cuando el sacerdote invita al pueblo de Dios a rezar el “Padre Nuestro”, dice, en parte, que esta oración es una que “nos atrevemos a decir”. Esta es una declaración interesante que revela especialmente la valentía infantil que estamos llamados a tener cuando rezamos esta oración sinceramente desde el corazón. Es excepcionalmente audaz llamar a Dios nuestro “Padre”.
Cada cristiano debe ver al Padre como mi Padre. Debemos vernos como hijos de Dios y acercarnos a Él con la confianza de un niño. Un niño con un padre amoroso no le teme a ese padre. Más bien, los niños tienen la mayor confianza en que sus padres los aman pase lo que pase. Incluso cuando pecan, los niños saben que todavía son amados. Este debe ser nuestro punto de partida fundamental para toda oración. Debemos comenzar con la comprensión de que Dios nos ama pase lo que pase. Con esta comprensión de Dios, tendremos toda la confianza que necesitamos para invocarle.
Como muchos de nosotros estamos muy familiarizados con esta oración ideal que nos enseñó nuestro Señor mismo, existe la tentación de rezarla de manera un tanto mecánica. Podemos fácilmente olvidarnos de decirla desde lo más profundo de nuestro corazón, haciendo nuestras cada palabra, ofreciéndola con la mayor confianza a nuestro amoroso Padre Celestial.
¿Cómo rezas el Padre Nuestro? ¿Lo rezas por costumbre, sin comprender del todo ni sentir lo que dices? Es muy probable que este sea el caso de muchas personas.
Reflexiona hoy sobre esta santísima oración que nos dio el propio Hijo de Dios. Él es el autor de esta oración perfecta, por lo que debemos usarla como base de todas nuestras oraciones.
Intenta seguir el consejo de Santa Teresa de Ávila citado anteriormente. Toma cada palabra de esa oración y reza lentamente, intencionalmente y con amor.
Comienza reconociendo a Dios como tu Padre.
Medita sobre el cuidado infinito que tiene por ti como lo haría un padre perfecto. Míralo de una manera real, íntima y personal.
Esta oración perfecta comienza reconociendo quién es Dios y luego continúa con siete peticiones perfectas.
Después de rezar la introducción de esta oración, elige una de las siete peticiones para meditar sobre ella para que la riqueza de esta oración tenga un efecto transformador en tu alma.
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. No nos dejes caer en la tentación, mas líbranos del mal. Jesús, en Ti confío.
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