7 de agosto del 2022: 19º Domingo del Tiempo Ordinario (C)



La Palabra de Dios de este domingo me impone hacerme la pregunta sobre qué o  SOBRE quién yo quiero construir mi vida? 
De qué lado quiero verme o encontrarme: del lado de aquellos que no tienen necesidad de nadie, confiados en la seguridad de su fortuna o del lado de aquellos que saben  que tienen necesidad de los demás, de OTRO?




Primera lectura

Lectura del libro de la Sabiduría (18,6-9):

La noche de la liberación les fue preanunciada a nuestros antepasados, para que, sabiendo con certeza en qué promesas creían, tuvieran buen ánimo.
Tu pueblo esperaba la salvación de los justos
y la perdición de los enemigos,
pues con lo que castigaste a los adversarios,
nos glorificaste a nosotros, llamándonos a ti.
Los piadosos hijos de los justos ofrecían sacrificios en secreto y establecieron unánimes esta ley divina:
que los fieles compartirían los mismos bienes y peligros, después de haber cantado las alabanzas de los antepasados.

Palabra de Dios

 

 

Salmo

Sal 32,1.12.18-19.20.22

R/. Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad.

V/. Aclamad, justos, al Señor,
que merece la alabanza de los buenos.
Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor,
el pueblo que él se escogió como heredad. R/.

V/. Los ojos del Señor están puestos en quien lo teme,
en los que esperan en su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y reanimarlos en tiempo de hambre. R/.

V/. Nosotros aguardamos al Señor:
él es nuestro auxilio y escudo.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti. R/.

 

 

Segunda lectura

Lectura de la carta a los Hebreos (11,1-2.8-19):

Hermanos:
La fe es fundamento de lo que se espera, y garantía de lo que no se ve.
Por ella son recordados los antiguos.
Por la fe obedeció Abrahán a la llamada y salió hacia la tierra que iba a recibir en heredad. Salió sin saber adónde iba.
Por fe vivió como extranjero en la tierra prometida, habitando en tiendas, y lo mismo Isaac y Jacob, herederos de la misma promesa, mientras esperaba la ciudad de sólidos cimientos cuyo arquitecto y constructor iba a ser Dios.
Por la fe también Sara, siendo estéril, obtuvo “vigor para concebir” cuando ya le había pasado la edad, porque consideró fiel al que se lo prometía.
Y así, de un hombre, marcado ya por la muerte, nacieron hijos numerosos, como las estrellas del cielo y como la arena incontable de las playas.
Con fe murieron todos estos, sin haber recibido las promesas, sino viéndolas y saludándolas de lejos, confesando que eran huéspedes y peregrinos en la tierra.
Es claro que los que así hablan están buscando una patria; pues si añoraban la patria de donde habían salido, estaban a tiempo para volver.
Pero ellos ansiaban una patria mejor, la del cielo.
Por eso Dios no tiene reparo en llamarse su Dios: porque les tenía preparada una ciudad.
Por la fe, Abrahán, puesto a prueba, ofreció a Isaac: ofreció a su hijo único, el destinatario de la promesa, del cual le había dicho Dios: «Isaac continuará tu descendencia».
Pero Abrahán pensó que Dios tiene poder hasta para resucitar de entre los muertos, de donde en cierto sentido recobró a Isaac.

Palabra de Dios

 

 

Lectura del santo evangelio según san Lucas (12,32-48):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino.
Vended vuestros bienes y dad limosna; haceos bolsas que no se estropeen, y un tesoro inagotable en el cielo, adonde no se acercan los ladrones ni roe la polilla. Porque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.
Tened ceñida vuestra cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los hombres que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame.
Bienaventurados aquellos criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; en verdad os digo que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y, acercándose, les irá sirviendo.
Y, si llega a la segunda vigilia o a la tercera y los encuentra así, bienaventurados ellos.
Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, velaría y no le dejaría abrir un boquete en casa.
Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre».
Pedro le dijo:
«Señor, ¿dices esta parábola por nosotros o por todos?».
Y el Señor dijo:
«¿Quién es el administrador fiel y prudente a quien el señor pondrá al frente de su servidumbre para que reparta la ración de alimento a sus horas?
Bienaventurado aquel criado a quien su señor, al llegar, lo encuentre portándose así. En verdad os digo que lo pondrá al frente de todos sus bienes.
Pero si aquel criado dijere para sus adentros: “Mi señor tarda en llegar”, y empieza a pegarles a los criados y criadas, a comer y beber y emborracharse, vendrá el señor de ese criado el día que no espera y a la hora que no sabe y lo castigará con rigor, y le hará compartir la suerte de los que no son fieles.
El criado que, conociendo la voluntad de su señor, no se prepara ni obra de acuerdo con su voluntad, recibirá muchos azotes; pero el que, sin conocerla, ha hecho algo digno de azotes, recibirá menos.
Al que mucho se le dio, mucho se le reclamará; al que mucho se le confió, más aún se le pedirá».

Palabra del Señor

 


A guisa de introducción:

Esperar es cosa de toda una vida!


Esperar tiene que ver con la paciencia, es decir PAZ +CIENCIA= PA CIENCIA.

Estamos en el mundo del acelere, de la rapidez, de la velocidad…La lentitud, el silencio, la “morronguera”, la parsimonia, la pausa en las personas…estresan…Y no nos damos cuenta que lo que verdaderamente estresa es la aceleración, las ganas de hacer todo rápido en el menor tiempo posible, llenar las horas de trabajo incesante sin reposo. Y es así como nos desesperamos ante un computador “pegado”, una conexión a internet lenta, sin los suficientes bytes de potencia…Los quebequenses, los habitantes de Quebec en Canadá se caracterizan y ellos mismos se reconocen como impacientes y dicen con frecuencia no con menos resignación: “la paciencia, ya lo ven, lastimosamente no se puede comprar en las tiendas”.

Además, a sociedad de consumo nos invita a poseer todo lo que deseamos,  enseguida, de manera rápida: nuevo congelador, nuevo carro, nuevo computador…

Ya no tenemos la paciencia de esperar. No vemos ya la belleza, el valor y la alegría de esperar: esperar un amigo que viene de lejos y no vemos después de muchos años, esperar a ser “grandes” para  actuar como “grandes”, esperar que el día de navidad llegue antes de entonar “ha nacido ya el niño en el portal de Belén”, si porque los villancicos ya los estamos cantando a fines de octubre y nos estamos atiborrando la barriga de natilla y buñuelos …y cuando llega el verdadero día de navidad ya no queremos saber nada más de ella (ja,ja).

Nuestros antepasados en la fe sabían y esperaban ampliamente de Dios: sus pequeñas y grandes bendiciones, comida de “acá abajo” y aquella de “arriba”, la liberación del mal y de los opresores. Durante siglos ellos han esperado una tierra, la paz, la justicia, la salvación, el Mesías.


Como es de reconfortante escuchar la voz de los amigos de Dios que se expresan en los salmos: “Mi alma espera al señor,  más que un centinela la aurora” (sal 129,6) “Mis ojos se consumen de esperar a mi Dios” (sal 68,4).

Son hermosas las palabras de Jesús que nos invitan a permanecer fija la vista en el avenir que El ha prometido: “estén preparados, ceñidos y con las lámparas encendidas”  (Lucas  12,35), “Estén atentos porque no saben el día ni la hora” (Mat 25,13) ; “Aquel que persevere hasta el final se salvara” (Mat 10,22).

Aquel que no sabe esperar por largo tiempo no verá jamás la realización de sus más grandes deseos”.





Aproximación psicológica al texto  del evangelio:


“Estamos haciendo nuestro trabajo?”

Jesús nos invita a vivir en tensión entre dos actitudes que parecieran oponerse y o rechazarse mutuamente a primera vista. “No tengan miedo” (v.32), pero “estén atentos, permanezcan vigilantes” (v.40), “porque al que se le ha confiado  mucho, se le reclamará mucho”  (v.48).

Cómo puede uno estar “sin miedo”, relajado, sin tensión y apacible, si al mismo tiempo es necesario estar vigilantes, de tal modo que “ese día que uno menos se espera”  se esté listo para dar mucho a aquel que nos ha confiado mucho” (v.48)?

Hay efectivamente una manera de estar sin tensiones, tranquilos, permaneciendo vigilantes y prestos, y  Jesús nos la muestra acá:  “tengan ceñida la cintura” (estén con el delantal  o el overol de servicio puesto, dicen otras traducciones) (v.35) pues felices serán ustedes si son encontrados haciendo (su) trabajo” (v.44).

Nos queda por encontrar o descubrir qué quiere decir “trabajar” (cuál es nuestro trabajo) en el presente contexto. Ahora, el versículo 31 nos proporciona un precioso índice en ese sentido: “Busquen primero el Reino (del Padre) y todo aquello (que coman, que beban) o lo demás se les dará por añadidura”.

El Padre ha decidido darnos su Reino (v.32), pero  es cuestión primero de buscarlo. Ahora, buscar el reino, esto quiere decir construir el Reino: “Bienaventurados, felices los artesanos de la paz” (Mateo 5,9); para entrar en el Reino es necesario hacer la Voluntad de mi Padre, (Mateo 7,21), poner en práctica las palabras de Jesús (Lucas 6,47).

El Reino es entonces a la vez, cualquier cosa que se recibe y cualquier cosa que se construye , es una realidad misteriosa que nos es dada (Lucas 12,32), dentro de la cual se es introducido (Mateo 7,21), pero que al mismo tiempo es necesario buscar (Lucas 12,31) y hacer (o construir, edificar) (Mateo 7,21).

Lo que se busca, es un mundo más justo, donde haya menos explotación, menos egoísmo personal y colectivo, menos estructuras alienantes y menos inconsciencia asesina.

Lo que se construye, son leyes más justas, un sistema “penal” menos represivo y más centrado en la rehabilitación, donde haya  prácticas profesionales menos ávidas de cara a los pequeños y  la práctica de una moral y ética sindicales más democráticas, etc.

Al mismo tiempo, Jesús nos promete que se encontrará lo que se busca (Lucas 11,9ss), que se recibirá del Padre ese Reino de justicia y fraternidad que se demanda “no con palabras sino con actos y dentro de la verdad” (1 Juan 3,18).

He aquí nuestro trabajo, he aquí la condición para nuestra paz, he aquí la salida  comunitaria hacia la salvación, he aquí la única respuesta de nuestro corazón al amor de Dios.



 REFLEXIÓN CENTRAL


Vigilancia y atención


A dos mil años de distancia, es muy difícil para nosotros comprender el contexto de espera en el cual vivía la gente en tiempo de Jesús. Aquellas personas, no tenían como nosotros una concepción larga del tiempo. Se pensaba que la tierra estaba en el centro del universo, pues la revolución copernicana se daría casi 15 siglos después (que coloca al sol en el centro). Aquella gente pensaba también que el ser humano existía desde siempre, y que la historia del mundo databa  máximo de  algunos miles de años.

Aquella generación también esperaba un fin del mundo cercano, y como vivían en una época política muy agitada, cada revolución, cada guerra, cada persecución podía significar el FIN DE LA HISTORIA. En Israel, precisamente después del profeta Daniel, había una espera muy fuerte y viva de la venida de Dios, de la caída de los imperios y de un nuevo orden mundial. Hay una palabra técnica para designar esta esperanza: se habla de esperanza escatológica, es decir mirada puesta en el fin de los tiempos, hacia las cosas últimas. Es por esto que cuando Jesús anuncia la venida del Reino de Dios, las personas esperan más o menos claramente una revolución política. Jesús, bien se sabe, no se comprometió con esta vía. Sin embargo Él ha evocado su resurrección y hablado de su segunda venida, de tal modo que la gente ha vivido con una conciencia viva de la precariedad del mundo y del fin próximo de la historia. Entonces no hay por qué sorprenderse de encontrar numerosas parábolas y alegorías que hablan de un propietario o patrón que se va de viaje y que puede volver no importa en qué momento.

Dos mil años más tarde, nosotros no tenemos ese sentimiento de URGENCIA. 

Científicamente, los sabios científicos hablan de un universo que existe después de casi 14000 millones de años. La tierra existiría después de 4500 millones de años y habría vida sobre la tierra después de 3500 millones de años. El ser humano-al menos nuestra especie-es muy joven y existe quizás desde hace 200.000 años.  Nuestra concepción del tiempo y del espacio es entonces completamente diferente a la de los contemporáneos de Jesús. Si nos fuera necesario encontrar un terreno en el cual podríamos rencontrar el sentimiento de urgencia y la inquietud a propósito de un fin del mundo, es en el dominio de la ecología que haría falta pensar. Nosotros sabemos ahora que la expansión de la técnica y de la demografía acoplada con una difusión muy rápida de nuestros hábitos de consumo y de malgasto permiten entrever catástrofes ecológicas en un tiempo relativamente cercano. Por ejemplo, los científicos piensan que los cambios climáticos debidos en parte a la actividad humana afectaran grandemente las sociedades humanas dentro de unos 50 o 100 años.

La semana pasada leía en una revista virtual que en menos de 90 años el nivel del mar podría subir unos 20 metros y que en tan solo diez años, el pueblo de Kivalina, al borde del Mar de Bering, en Alaska, podría convertirse en la primera población de Estados Unidos en desaparecer bajo el agua debido al ascenso del nivel del mar por el cambio climático. Y sus habitantes (400 en la actualidad) se convertirán en los primeros refugiados estadounidenses del calentamiento global, según predicen los ingenieros, que anuncian que el lugar será inhabitable en 2025.
Si el clima cambia, todo cambia.

Yo no quiero prolongarme en la descripción de las crisis posibles, sería demasiado extenso. Es suficiente constatar que muchas personas creen que la crisis ecológica está ya aquí en nuestras puertas y que es necesario ahora cambiar nuestros hábitos de vida, nuestra manera de consumir y de producir. No se puede seguir siendo ingenuos bajo la excusa del supuesto progreso y hacernos responsables desde ahora. Para resumir, en tiempos de Jesús, la urgencia escatológica de la venida de Dios forzaba la gente a permanecer vigilantes.

Hoy, la proximidad de la crisis ecológica nos empuja también a nosotros a ser responsables y vigilantes. No quiero decir que se trate de la misma crisis, ni que la crisis ecológica sea el anuncio del retorno de Jesús. De eso no se sabe nada. Yo digo simplemente junto con André Beauchamps, prestigioso sacerdote y teólogo quebequense, que a pesar de nuestro confort y nuestros sistemas de seguros, nosotros podemos comprender la precariedad de nuestro tiempo y comprender igualmente los llamados a la vigilancia y a la atención que Jesús dirige a sus contemporáneos y, por ellos a nosotros también hoy.

“Vosotros estad como los que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle, apenas venga y llame” (Lucas 12,36). Hay en este llamado dos elementos: la ausencia del amo y su eventual regreso. Ahora, nosotros estamos en un mundo donde Dios parece no estar presente, no existir. En la sociedad de mi infancia y de mis padres, Dios estaba siempre presente ahí. Cuando llegaba una tormenta, sacábamos los cirios o velas bendecidas. Había la oración en la mañana y al anochecer, a veces antes de la comida, el domingo era sagrado, y uno no comía carne el viernes de cuaresma o santo. Estábamos en una sociedad regida por la religión. Hoy el cine, la tv y hasta cierta literatura nos presentan esta época como el tiempo de la grande oscuridad, del poder monstruoso de la Iglesia. Eso era el infierno. Hay en este género de críticas mucho de ilusión y de proyección, porque aquello que nos parece intolerable hoy en relación con nuestras mentalidades no lo era ayer. Si nuestros abuelos nos vieran, nos encontrarían probablemente débiles, al igual que me sucede a mí cuando no llego a comprender el por qué una bella chica de 15 años se hace romper  las orejas, la nariz, la boca y a veces los senos para portar anillos o cadenas (piercings).

El mundo de mi infancia fue igualmente un mundo humano y caluroso y uno apreciaba la vida, se vivía bien y uno  se sentía feliz. Pero era un mundo religioso.

Nosotros vivimos en un mundo secularizado (donde las ideas y valores temporales, materiales, del siglo, se imponen)…Ocurre por ejemplo, que en las modernas ciudades o mismo en los pequeños pueblos europeos, algún turista aborda uno o hasta 4 habitantes locales para preguntarles donde queda la iglesia y no lo sepa decir…estando mismo a unos 500 metros de ahí de donde se pregunta.


Hemos tenido una indigestión de Dios, Dios es ahora el ausente de nuestras vidas. Todo se quiere técnico, racional, y Él opaca toda otra interpretación. Este fenómeno es de hecho normal en cierto sentido, porque nosotros vivimos en un mundo secularizado y pues las cosas humanas tienen su propia racionalidad. Pero, hay  también en muchos de nuestros conciudadanos un rechazo a abrir la puerta. En un mundo religioso, Dios está eternamente presente. Vean hoy todavía el fervor ingenuo de cristianos fundamentalistas que se ciñen aun a la creación en 7 días, o aquella de los fundamentalistas musulmanes para quienes es indispensable que la mujer permanezca con el velo puesto. Para mí, este mundo así,  está muerto. Mucho mejor. En nuestro mundo, Dios está ausente. Él no está ausente necesariamente. Pero Él es negado, rechazado, discutido por muchos de nosotros. A su nivel la ciencia no puede mostrar ni la existencia ni la inexistencia de Dios. Pero cuántas personas que han hecho un poco de ciencia van más allá de la ciencia para negar a Dios?

En la escatología del tiempo de Jesús, Dios se ha ausentado y el mundo se ha librado a los poderes del mal. Bien seguro que hay profetas acá y allá, orantes, fieles que permanecen atentos a los signos de Dios y quienes, al igual que el portero, perseveran vigilantes para abrir la puerta cuando el Señor vuelva. En el fondo, este es el papel de la comunidad creyente, permanecer vigilante y alertar a toda la sociedad sobre la presencia e irrupción de Dios en el mundo.

Nosotros conocemos cuáles eran las imágenes del apocalipsis que la gente imaginaba en el momento del regreso de Cristo, se decía que las estrellas caerían del cielo, que habría terremotos, pestes, hambrunas, etc. En el fondo, un evento espiritual como la venida de Dios era descrito en términos cósmicos. La parábola de este domingo dice que el Dueño (SEÑOR)  o amo se ha ausentado. Normalmente él siempre está presente. Pero se ha ido de viaje, y este viaje es una prueba para la fidelidad de aquellos a quienes les ha confiado su dominio, su señorío…Es una muy bella figura a la vez de la ausencia de Dios y de la responsabilidad confiada a los administradores de su casa. Esta parábola se dirige a los jefes y o líderes de comunidades. Es por eso que en otra parte Pedro (el primero entre los apóstoles) pregunta: “Esta parábola la dices por nosotros o para los otros (todo el mundo)?” (Lucas 12,41).

Hoy pensamos que Dios no se ha ausentado simplemente de nuestro mundo. Él es estructuralmente ausente. El mundo gira, marcha, funciona y puede marchar sin Dios. La ciencia, la técnica, la economía, la política, el derecho, la sociedad pueden funcionar sin Dios. “En efecto, yo amo mucho más un estado laico que acepte el matrimonio de cónyuges del mismo sexo, mismo contra la posición de los obispos, que un país que escribe sobre sus billetes frases y slogans referentes a Dios  ( “In God We Trust”) y sus políticas internas estimulan la invasión, el abuso de otros pueblos para aprovecharse de sus recursos naturales por ejemplo”. (A. Beauchamp).

En efecto, la ausencia de Dios es estructural y querida por Dios. Dios nos ha dejado a nuestra propia responsabilidad, es a nosotros que nos corresponde construir un mundo de amor y de libertad, o bien hacer de él un infierno. Ahora, estamos haciendo un infierno bajo el pretexto del consumismo, de la mundialización, de la defensa de occidente. Estaba Dios en Auschwitz? Él lo estaba ciertamente, pero no del lado de los verdugos. El estaba del lado de las víctimas, con certeza. Dios golpea aún nuestra puerta por la voz de los pobres y los abandonados, desde las mujeres golpeadas y ultrajadas hasta los niños reclutados desde los 10 años en los ejércitos, desde el campesino sin tierra hasta el enfermo más grave de nuestros hospitales o fuera de ellos.

Imaginamos siempre el retorno de Cristo como el regreso de un rey, un amo o líder poderoso y prestigioso que ordenará la casa y pondrá fin a la historia. Tenemos problemas de imaginación y de representación. En el mundo “hipertécnico” que vivimos, Dios golpea la puerta por lo humano. Olvidemos la salvación por el dinero, por la ciencia o por la genética solamente. La puerta en la cual Dios toca es aquella de la atención real a los hombres y mujeres que pueblan el universo. No es al final de los tiempos que el señor (rey o amo) llega. El viene aquí y ahora. Él no termina y no cesa de hacer irrupción a través de esos sectores de humanidad que se nos olvida VER, ciegos como somos por la sola racionalidad de una mecánica perfecta que es autosuficiente y puede ignorar a Dios.

En el fondo, el propietario está ausente. Él está estructuralmente ausente de nuestro mundo y de mis ojos, y este es el orden del mundo querido por Dios. No hay escándalo en ello. Pero en el transcurso de esta ausencia, también hay una presencia de Dios, y esta presencia es mediatizada por la presencia de lo humano, de la entera fragilidad del ser humano en este mundo. Es por esta fragilidad que Dios golpea a la puerta.

Quién le abrirá? Todos aquellos cuyo corazón ha permanecido sensible a una dimensión más allá de la sola racionalidad de las cosas y de las cifras. Los profetas, los santos, los corazones puros, las gentes con capacidad de empatía, de emoción, de rebeldía ante la inhumanidad. Jesús utiliza una imagen sorprendente que es probablemente una alusión a un robo o crimen acaecido en su época. En la noche, un hombre había penetrado el muro de una casa mientras que sus residentes dormían y de esto modo el ladrón les había desvalijado sin que se dieran cuenta.  Esto es la ausencia de vigilancia. Cuando el chico o sobre todo la adolescente de 15 años sale, los padres hacen semblante de dormir y se sobresaltan con cada ruido sospechoso. Ellos están en estado de vigilancia. No esperemos al Señor al final de los tiempos.

 La humanidad probablemente  tendrá todavía miles y miles de años de historia antes que esta se culmine. Dios no está necesariamente urgido o apurado por terminar con la historia. Es hoy mismo, esta noche que se nos pide la vigilancia y la atención. La atención a los signos de Dios, la vigilancia ante el hombre frágil quien es el rostro de Dios en medio de nosotros. Felices somos nosotros si el Señor nos encuentra velando (o vigilando),


2

Dios cuida a los que ponen su esperanza en su amor

 

Este 19º domingo del tiempo ordinario, las lecturas bíblicas nos invitan a meditar en la espera de la venida del Señor, pues unca debemos olvidar que él siempre es fiel a sus promesas. Esta buena noticia la encontramos a lo largo de la Biblia y debe ser para cada uno de nosotros una fuente de esperanza y alegría.

Para entender la 1ra lectura, debemos recordar que los hebreos fueron una vez esclavos en Egipto. Dios los condujo, los guio a la tierra de la libertad. 

La Pascua es precisamente este paso de la muerte a la vida. Por un lado, tenemos el destino de los hebreos: son libres, dejan la tierra donde eran esclavos. Frente a ellos, está el dramático destino de los egipcios y del faraón: su violencia se volvió contra ellos; el poder opresor los arrastró hasta la muerte y al elegir la violencia y la opresión, causaron su propia muerte. Vemos pues, como todas las dictaduras terminan así.

La buena noticia es esta revelación liberadora de Dios. A partir de ahora, su pueblo será el de la noche pascual marchando hacia la luz. Este texto del libro de la Sabiduría fue escrito mucho más tarde para los creyentes tentados por la duda. Al recordarles las maravillas que Dios realizó en la antigüedad, quiere reavivar su esperanza. Los creyentes nunca deben perder de vista el propósito de sus vidas. Eventualmente, la alegría vencerá al miedo. La vida vencerá a la muerte.

La carta a los Hebreos (2ª lectura) se presenta precisamente como un elogio de la fe de los patriarcas. Estos antepasados ​​son un ejemplo para los creyentes. “La fe es una forma de poseer lo que se espera, una forma de saber lo que no se ve”. Todos los grandes personajes de Israel fueron llevados por esta fe. Fueron “atraídos hacia un futuro incierto”. Así también, hoy, hermanos, con Cristo somos viajeros en busca de una patria. Él mismo nos dijo que él es “el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sin pasar por él. Esta es una buena noticia que debe reavivar la fe de los creyentes ante la duda, la indiferencia y la persecución.

En el Evangelio de este domingo, Jesús recomienda que nos atengamos al “tiempo de Dios”. Insiste con mucha fuerza en tres actitudes absolutamente esenciales:

vigilar o velar,

 estar preparados

y servir. Estos son tres verbos muy conocidos que corren peligro de ser desvalorizados.

 Para comprender este Evangelio es necesario conocer la situación de los primeros cristianos. San Lucas escribió su Evangelio después de Pascua. Está dirigido a los cristianos que se enfrentan a la duda. Han oído que el Señor debe regresar en gloria para llevarnos a su Reino. Pero el tiempo pasa y nada que llega. Algunos se preguntan si no se habrán equivocado.

Aquí es donde necesitamos escuchar la respuesta de Jesús nuevamente. Sobre todo, necesitamos entenderlo en el contexto actual. "¡velad!" Sí, debemos velar por nuestras palabras, nuestras miradas, nuestros gestos cotidianos, nuestras lecturas, nuestras aficiones... Conocemos el daño que causa una palabra maliciosa, una mirada acusadora o indiferente, una negativa a tender la mano o estrechar la mano. Abrir los brazos y abrazar a un enfermo en gran dolor.  No olvidemos que El vigilante es el que está de pie.

“Estén preparados” Jesús nos dice de nuevo. Se trata de prepararse para seguir adelante, para salir de la rutina y de los hábitos. El riesgo es siempre decir: “¡Siempre lo hemos hecho así!”. Tenemos que aceptar que el Espíritu Santo nos saca de nuestra zona de confort y nos lleva por caminos que no habíamos planeado. El Papa Francisco nos invita a ir a las “periferias”, las del desempleo, las de la soledad, las de los enfermos abandonados por sus familias, las de los migrantes que no tienen nada y que a veces viven sin sus hijos.

Tercera instrucción: "¡Tened ceñida vuestra cintura!", es decir tengan puesto el uniforme de servicio, el delantal… Servir es lo contrario de dominar. Recordemos el gesto de Jesús en la tarde del Jueves Santo: se arrodilló frente a sus discípulos para lavarles los pies. Siempre se negó a responder a los que querían hacerlo rey como los hombres. Nos enseña a servir sin ocupar el lugar de los demás, sin decidir por ellos. Es importante para nosotros en nuestras familias, en el trabajo, en nuestras asociaciones. Fácilmente tenemos buenas razones para pensar que sabemos mejor lo que es bueno para el otro. El servidor fiel no es el que se impone sino el que se hace a un lado para dejar crecer al otro.

La Eucaristía es realmente el momento en que “Dios está ahí para servirnos, para llevarnos a la mesa”. Es la hora en que el Hijo del Hombre es glorificado. 

Por eso hoy oremos así; Señor Jesús, nos prometes un futuro de alegría y luz contigo. Mantennos alerta en la esperanza, abiertos y acogedores a los signos del Espíritu Santo. Así tu venida, lejos de sorprendernos, será nuestra felicidad por los siglos de los siglos. Amén




OBJETIVO-VIDA PARA LA SEMANA:

1.    “Percibo y escribo que es lo que realmente me da miedo y me pregunto por qué”.

2.    Desde mi profesión y presencia en mi ambiente de vida laboral, me pregunto: En qué consistirá y cómo debería realizar mi trabajo por establecer el Reino de Dios aquí y ahora?

3.    Cómo descubro la presencia de Dios en mi vida y en el mundo? Hacer una lista de esas teofanías.




ORACIÓN-CONTEMPLACIÓN

R. Que tu amor Señor venga sobre nosotros
    Como nuestra esperanza está en Ti.

Cuando olvidamos que Tú velas por nosotros
Como un padre lo hace por sus hijos! R.

Cuando las pruebas y la muerte
hacen que nuestra fe disminuya y o sea golpeada. R.

Cuando el mundo se deja atraer
por el espejo de los falsos tesoros. R.

Cuando el ejemplo de aquellos que nos han precedido en la fe
no nos dice nada y no nos  inspira más. R.

Cuando exigimos un signo
de la venida de tu Reino. R.

Cuando nuestra vigilancia disminuye
y cuando perdemos el gusto por las cosas de arriba. R.

Cuando olvidamos nuestra responsabilidad
ante aquellos que sufren y son abandonados. R.

Cuando nuestro corazón nos impulsa
para volver a Ti. R.

Cuando tu nombre en nuestros labios,
se eleva como un canto de alabanza.  R.





REFERENCIAS:

Pequeño Misal “Prions en Église”, edición quebequense, 2010.
Jean-Yves Garneau et Lise Lachance.

HÉTU. Jean-Luc. Les Options de Jésus.


BEAUCHAMPS, André. Comprendre la Parole. Année A,B,C. Novalis, 2007.



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