miércoles, 10 de agosto de 2022

11 de agosto del 2022: jueves de la decimo novena semana del tiempo ordinario- Memoria de Santa Clara de Asís, Virgen

Testigo de la fe

Santa Clara

La llamada de san Francisco a vivir integralmente el Evangelio atrajo a una joven de Asís, Claire di Favarone, a la vida contemplativa, en la pobreza radical. A ella se unieron algunas compañeras, en 1212, y fue el comienzo de la contemplativa Orden de las Clarisas.



(Ezequiel 12, 1-12) Tomando la condición de exiliado, el profeta Ezequiel experimenta los necesarios pasajes de la vida que nos conducen con mucha frecuencia a revisar nuestras certitudes. Tomar el camino llega a ser entonces un camino de salvación.



( Mateo 18, 21 — 19, 1)  Dios es todo misericordia, como nos dice Jesús. El Perdona a quien se lo pide. Y podemos hacer lo mismo a la vez. El verdadero amor nos libera, nunca nos ata. Por otro lado, la negativa a amar nos reduce a la esclavitud.


(Mateo, 21 — 19, 1) Jesús nos lo afirma: Dios es misericordia, y es la misericordia lo que Dios desea más que todo. Culto y sacrificios sin misericordia son vacíos, no tienen ningún sentido.






Primera lectura
Lectura de la profecía de Ezequiel (12,1-12):

Me vino esta palabra del Señor: «Hijo de Adán, vives en la casa rebelde: tienen ojos para ver, y no ven; tienen oídos para oír, y no oyen; pues son casa rebelde. Tú, hijo de Adán, prepara el ajuar del destierro y emigra a la luz del día, a la vista de todos; a la vista de todos, emigra a otro lugar a ver si lo ven; pues son casa rebelde. Saca tu ajuar, como quien va al destierro, a la luz del día, a la vista de todos, y tú sal al atardecer, a la vista de todos, como quien va al destierro. A la vista de todos, abre un boquete en el muro y saca por allí tu ajuar. Cárgate al hombro el hatillo, a la vista de todos, sácalo en la oscuridad; tápate la cara, para no ver la tierra, porque hago de ti una señal para la casa de Israel.»
Yo hice lo que me mandó: saqué mi ajuar como quien va al destierro, a la luz del día; al atardecer, abrí un boquete en el muro, lo saqué en la oscuridad, me cargué al hombro el hatillo, a la vista de todos.
A la mañana siguiente, me vino esta palabra del Señor: «Hijo de Adán, ¿no te ha preguntado la casa de Israel, la casa rebelde, qué es lo que hacías? Pues respóndeles: "Esto dice el Señor: Este oráculo contra Jerusalén va por el príncipe y por toda la casa de Israel que vive allí." Di: "Soy señal para vosotros; lo que yo he hecho lo tendrán que hacer ellos: irán cautivos al destierro. El príncipe que vive entre ellos se cargará al hombro el hatillo, abrirá un boquete en el muro para sacarlo, lo sacará en la oscuridad y se tapará la cara para que no lo reconozcan."»

Palabra de Dios


Salmo
Sal 77,56-57.58-59.61-62

R/. No olvidéis las acciones de Dios


Tentaron al Dios Altísimo
y se rebelaron, negándose a guardar sus preceptos;
desertaron y traicionaron como sus padres,
fallaron como un arco engañoso. R/.

Con sus altozanos lo irritaban,
con sus ídolos provocaban sus celos.
Dios lo oyó y se indignó,
y rechazó totalmente a Israel. R/.

Abandonó sus valientes al cautiverio,
su orgullo a las manos enemigas;
entregó su pueblo a la espada,
encolerizado contra su heredad. R/.


Lectura del santo evangelio según san Mateo (18,21–19,1):

En aquel tiempo, se adelantó Pedro y preguntó a Jesús: «Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces?»
Jesús le contesta: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Y a propósito de esto, el reino de los cielos se parece a un rey que quiso ajustar las cuentas con sus empleados. Al empezar a ajustarlas, le presentaron uno que debía diez mil talentos. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara así. El empleado, arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo: "Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré todo." El señor tuvo lástima de aquel empleado y lo dejó marchar, perdonándole la deuda. Pero, al salir, el empleado aquel encontró a uno de sus compañeros que le debla cien denarios y, agarrándolo, lo estrangulaba, diciendo: "Págame lo que me debes." El compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba, diciendo: "Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré." Pero él se negó y fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía. Sus compañeros, al ver lo ocurrido, quedaron consternados y fueron a contarle a su señor todo lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo: "¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo pediste. ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?" Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda. Lo mismo hará con vosotros mi Padre del cielo, si cada cual no perdona de corazón a su hermano.»
Cuando acabó Jesús estas palabras, partió de Galilea y vino a la región de Judea, al otro lado del Jordán.

Palabra del Señor


Una deuda, dos reacciones


¿A quién se parece el creyente? ¿Al rey generoso que perdona una gran deuda, o al servidor que no tiene ninguna piedad por aquel que le debe un poco de dinero? ¿Sabremos nosotros perdonar las pequeñas ofensas de las cuales somos víctimas, cuando Dios nos perdona a nosotros sin límites?




2

" "¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo pediste. ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?" Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda. Lo mismo hará con vosotros mi Padre del cielo, si cada cual no perdona de corazón a su hermano.»



¡Eso definitivamente NO es lo que quieres que Jesús te diga y te haga! ¡Qué aterrador oírle decir: "¡Siervo malvado!" Y luego que él te entregue a los torturadores hasta que pagues todo lo que debes por tus pecados.

Bueno, la buena noticia es que Jesús anhela profundamente evitar una confrontación tan horrible. No tiene ningún deseo de reprendernos por la fealdad de nuestros pecados. Su ardiente deseo es perdonarnos, derramar misericordia y borrar la deuda.

El peligro es que haya al menos una cosa que le impediría ofrecernos este acto de misericordia. Es nuestra obstinación en no perdonar a los que nos han hecho daño. Este es un requisito serio que Dios nos exige y que no debemos tomar a la ligera. Jesús contó esta historia por una razón y la verdad es que lo dijo en serio. A menudo podemos pensar en Jesús como una persona muy pasiva y gentil que siempre sonreirá y mirará hacia otro lado cuando pecamos. ¡Pero no olvides esta parábola! No olvides que Jesús se toma en serio la obstinada negativa a ofrecer misericordia y perdón a los demás.

¿Por qué es tan exigente en este requisito? Porque no puedes recibir lo que no estás dispuesto a regalar. Tal vez eso no tenga sentido al principio, pero es un hecho muy real de la vida espiritual. Si quieres misericordia, debes regalar piedad. Si quieres perdón, debes ofrecer perdón. Pero si quieres juicio y condena severos, entonces sigue adelante y ofrece un juicio y una condena duros. Jesús responderá a ese acto con especial severidad.

Reflexiona hoy fuertemente, sobre estas penetrantes palabras de Jesús. " siervo malvado!" Aunque pueden no ser las palabras más "inspiradoras" para reflexionar, pueden ser útiles para meditar.

Todos necesitamos escucharlas a veces porque necesitamos estar convencidos de la seriedad de nuestra obstinación, juicio y dureza hacia los demás. Si esa es tu lucha, arrepiéntete de esta tendencia hoy y deja que Jesús levante esa pesada carga.

Señor, me arrepiento de mi terquedad de corazón. Me arrepiento de mi dureza y de mi falta de perdón. En Tu compasión, por favor perdóname y llena mi corazón con tu misericordia para ofrecerla a los demás.  Jesús, confío en Ti.



Santa Clara, Virgen

Aunque de noble familia y bien educada, Clara se sintió atraída por los ideales de pobreza de San Francisco de Asís. Contra la presión de su familia, distribuyó sus posesiones a los pobres y fundó la Orden Franciscana de Pobres Claras (popularmente conocidas como “Claras o Clarisas”), que se dedican a una vida de pobreza y oración. Clara comprendió que la pobreza hace a una persona libre para amar: amar a Dios de modo indiviso y estar disponible para amar y servir a los hermanos.  Su lema fue: “Oh Dios, soy feliz porque tú me creaste.”  ¿No es eso verdadera riqueza?


Señor  Dios nuestro:
Te damos gracias hoy por el ejemplo de Santa Clara.
Ella comprendió que para poseerte a ti
uno debe ser libre de cosas
que nos distraen y alejan de ti.
Danos también a nosotros la riqueza
de mantener viva nuestra libertad interior
con respecto a posesiones y apegos mundanos
y ábrenos a la verdadera riqueza:
que consiste en entregarnos generosamente a ti y a tu pueblo.
Te lo pedimos por medio de Jesucristo nuestro Señor.


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