lunes, 15 de agosto de 2022

17 de agosto del 2020: Lunes de la vigésima semana del tiempo ordinario



(Ezequiel 24, 15-24) ¿Quién no ha escuchado o mismo pronunciado ya, esta frase: “haz lo que digo y no lo que hago”? Ezequiel me invita hoy a hacerme estas preguntas: ¿es el amor de Dios quién me guía en mis hechos y gestos, en mis palabras? ¿Soy yo un signo de la presencia divina en nuestro mundo?




Primera lectura

Lectura de la profecía de Ezequiel (24,15-24):

Me vino esta palabra del Señor: «Hijo de Adán, voy a arrebatarte repentinamente el encanto de tus ojos; no llores ni hagas duelo ni derrames lágrimas; aflígete en silencio como un muerto, sin hacer duelo; líate el turbante y cálzate las sandalias; no te emboces la cara ni comas el pan del duelo.»
Por la mañana, yo hablaba a la gente; por la tarde, se murió mi mujer; y, a la mañana siguiente, hice lo que se me había mandado.
Entonces me dijo la gente: «¿Quieres explicarnos qué nos anuncia lo que estás haciendo?»
Les respondí: «Me vino esta palabra del Señor: "Dile a la casa de Israel: 'Así dice el Señor: Mira, voy a profanar mi santuario, vuestro soberbio baluarte, el encanto de vuestros ojos, el tesoro de vuestras almas. Los hijos e hijas que dejasteis caerán a espada. Entonces haréis lo que yo he hecho: no os embozaréis la cara ni comeréis el pan del duelo; seguiréis con el turbante en la cabeza y las sandalias en los pies, no lloraréis ni haréis luto; os consumiréis por vuestra culpa y os lamentaréis unos con otros. Ezequiel os servirá de señal: haréis lo mismo que él ha hecho. Y, cuando suceda, sabréis que yo soy el Señor.»

Palabra de Dios


Salmo

Dt 32,18-19.20.21


R/. Despreciaste a la Roca que te engendró

Despreciaste a la Roca que te engendró,
y olvidaste al Dios que te dio a luz.
Lo vio el Señor, e irritado
rechazó a sus hijos e hijas. R/.

Pensando: «Les esconderé mi rostro
y veré en qué acaban,
porque son una generación depravada,
unos hijos desleales.» R/.

«Ellos me han dado celos con un dios ilusorio,
me han irritado con ídolos vacíos;
pues yo les daré celos con un pueblo, ilusorio
los irritaré con una nación fatua.»
 R/.


Lectura del santo evangelio según san Mateo (19,16-22):

En aquel tiempo, se acercó uno a Jesús y le preguntó: «Maestro, ¿qué tengo que hacer de bueno para obtener la vida eterna?»
Jesús le contestó: «¿Por qué me preguntas qué es bueno? Uno solo es Bueno. Mira, si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos.»
Él le preguntó: «¿Cuáles?»
Jesús le contestó: «No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre, y ama a tu prójimo como a ti mismo.»
El muchacho le dijo: «Todo eso lo he cumplido. ¿Qué me falta?»
Jesús le contestó: «Si quieres llegar hasta el final, vende lo que tienes, da el dinero a los pobres –así tendrás un tesoro en el cielo– y luego vente conmigo.»
Al oír esto, el joven se fue triste, porque era rico.

Palabra del Señor



1

En la primera lectura del profeta Ezequiel, éste vive una situación muy dolorosa: la muerte de su mujer. Su situación personal es puesta en paralelo con la situación que vive Jerusalén. La obligación que se le impone de no manifestar su duelo, es un gesto simbólico, del cual, en parte, se nos escapa su sentido. Él puede querer decir que no es necesario llorar la pérdida de Jerusalén donde Dios ya no está más presente.


Llamado inesperado

El joven que se acerca hoy a Jesús, como nos dice el Evangelio, busca la felicidad. Él ya ha aceptado las exigencias de los mandamientos, ahora Jesús lo llama a un cambio radical. ¡Para el chico esto es imposible, demasiado costoso! ¿Y yo qué?, me sucede también que quisiera vivir grandes cosas, pero prefiero renunciar a ellas a causa del confort material, relacional, psicológico, ¿al cual estoy acostumbrado?


2

«Si quieres llegar hasta el final, vende lo que tienes, da el dinero a los pobres –así tendrás un tesoro en el cielo– y luego vente conmigo.»
Al oír esto, el joven se fue triste, porque era rico.



¡Gracias a Dios que Jesús no te dijo esto ni a ti ni a mí! ¿Correcto? ¿O si lo hizo? ¿Se aplica esto a todos nosotros si deseamos ser perfectos? La respuesta puede sorprenderte.

Es cierto que Jesús llama a algunas personas a vender literalmente todas sus posesiones y regalarlas.  Aquellos que responden a esta llamada, descubren una gran libertad en su desapego de todas las pertenencias materiales. Su vocación es para todos un signo de la radical vocación interior que se nos ha dado. Pero, ¿qué pasa con el resto de nosotros? ¿Cuál es esa radical llamada interior que nos da nuestro Señor? Es un llamado a la pobreza espiritual. Por “pobreza espiritual” queremos decir que todos y cada uno de nosotros estamos llamados a desapegarnos de las cosas de este mundo en la misma medida que los llamados a la pobreza literal. La única diferencia es que una llamada es tanto interior como exterior, y la otra llamada es solo interior. Pero debe ser igual de radical.

¿Cómo es la pobreza interior? Es una bienaventuranza. “Bienaventurados los pobres de espíritu”, como dice San Mateo, y “Bienaventurados los pobres”, como dice San Lucas. La pobreza espiritual significa que descubrimos la bendición de las riquezas espirituales en nuestro desapego de las tentaciones materiales de esta era. No, las "cosas" materiales no son malas. Por eso está bien tener posesiones personales. Pero es bastante común que también tengamos un fuerte apego a las cosas de este mundo. Con demasiada frecuencia queremos más y más y caemos en la trampa de pensar que más “cosas” nos harán felices. No es cierto y lo sabemos en el fondo, pero aún así caemos en la trampa de actuar como si más dinero y posesiones fueran a satisfacernos. Como dice un antiguo catecismo romano: "El que tiene dinero nunca cree tener lo suficiente".

Reflexiona hoy sobre el claro llamado que has recibido para vivir en este mundo sin apegarte a las cosas de este mundo. Las posesiones son solo un medio con el fin de vivir una vida santa y cumplir su propósito en la vida. Eso significará que tienes lo que necesitas, pero también significará que te esfuerces por evitar el exceso y, especialmente, evitar el apego interior a las posesiones mundanas.

Señor, renuncio libremente a todo lo que tengo y poseo. Te lo doy como sacrificio espiritual. Recibe todo lo que tengo y ayúdame a usarlo sólo de la manera que Tú deseas. Que en ese desapego pueda descubrir las verdaderas riquezas que tienes para mí. Jesús, en Ti confío.


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