viernes, 26 de agosto de 2022

27 de agosto del 2021: viernes de la vigésima primera semana del tiempo ordinario- Santa Mónica


(Mateo 25, 1-13) Estar preparado, quiere decir vivir cada instante como si fuera el último, poner todo su corazón en todo aquello que uno hace aquí y ahora. La boda ha comenzado ya en un corazón que sabe esperar.


Santa Mónica.

Madre de San Agustín, cuya conversión obtuvo con su discreto afecto y su oración contemplativa. Esta cristiana convencida también había ganado a su esposo Patricio, un notable del África romana, a los valores cristianos. Murió en Ostia en 387.

 

 

Primera lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses (4,1-8):

Por Cristo Jesús os rogamos y exhortamos: Habéis aprendido de nosotros cómo proceder para agradar a Dios; pues proceded así y seguid adelante. Ya conocéis las instrucciones que os dimos, en nombre del Señor Jesús. Esto quiere Dios de vosotros: una vida sagrada, que os apartéis del desenfreno, que sepa cada cual controlar su propio cuerpo santa y respetuosamente, sin dejarse arrastrar por la pasión, como hacen los gentiles que no conocen a Dios. Y que en este asunto nadie ofenda a su hermano ni se aproveche con engaño, porque el Señor venga todo esto, como ya os dijimos y aseguramos. Dios no nos ha llamado a una vida impura, sino sagrada. Por consiguiente, el que desprecia este mandato no desprecia a un hombre, sino a Dios, que os ha dado su Espíritu Santo.

Palabra de Dios

 

 

Salmo

Sal 96,1.2b.5-6.10.11-12

R/.
 Alegraos, justos, con el Señor

El Señor reina, la tierra goza,
se alegran las islas innumerables.
Justicia y derecho sostienen su trono. R/.

Los montes se derriten como cera
ante el dueño de toda la tierra;
los cielos pregonan su justicia,
y todos los pueblos contemplan su gloria. R/.

El Señor ama al que aborrece el mal,
protege la vida de sus fieles
y los libra de los malvados. R/.

Amanece la luz para el justo,
y la alegría para los rectos de corazón.
Alegraos, justos, con el Señor,
celebrad su santo nombre. R/.

 

Lectura del santo evangelio según san Mateo (25,1-13):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «Se parecerá el reino de los cielos a diez doncellas que tomaron sus lámparas y salieron a esperar al esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco eran sensatas. Las necias, al tomar las lámparas, se dejaron el aceite; en cambio, las sensatas se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas. El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron. A medianoche se oyó una voz: "¡Que llega el esposo, salid a recibirlo!" Entonces se despertaron todas aquellas doncellas y se pusieron a preparar sus lámparas. Y las necias dijeron a las sensatas: "Dadnos un poco de vuestro aceite, que se nos apagan las lámparas." Pero las sensatas contestaron: "Por si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os lo compréis." Mientras iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta. Más tarde llegaron también las otras doncellas, diciendo: "Señor, señor, ábrenos." Pero él respondió: "Os lo aseguro: no os conozco." Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora.»

Palabra del Señor

 

 

Mantener encendida la llama

 

En el Evangelio, a través de la parábola de las 10 jóvenes vírgenes, Jesús ilustra lo que entiende por estar preparado (para su venida imprevista). Una fe que no se alimenta se puede apagar antes que el Señor llegue. La fe no es solamente el entusiasmo de un momento. La espera puede ser larga.

 

Señor Dios nuestro, fuente de toda sabiduría:
Tú nos invitas a ser sabios y previsores
 y a encontrar a tu Hijo
 con lámparas encendidas en nuestras manos.
 Ayúdanos a prepararnos para encontrarle
 en los acontecimientos de la vida diaria
  y en la gente que nos rodea,
  para que podamos entrar con él
  en tu fiesta celestial, que es eterna,
  y se prolongará por los siglos de los siglos.

 

 

2

 

El aceite de la Caridad

 

"Señor, señor, ábrenos." Pero él respondió: "Os lo aseguro: no os conozco."

 

Mateo 25: 11b-12

 

Qué experiencia tan aterradora y aleccionadora sería.

 

Este pasaje proviene de la Parábola de las Diez Vírgenes. Cinco de ellas estaban preparadas para encontrarse con nuestro Señor y las otras cinco no. 

 

Cuando vino el Señor, las cinco vírgenes insensatas estaban tratando de conseguir más aceite para sus lámparas, y cuando regresaron, la puerta de la fiesta ya estaba cerrada. El pasaje revela lo que sucedió a continuación.

 

Jesús cuenta esta parábola, en parte, para despertarnos. 

 

Debemos estar listos para Él todos los días. ¿Y cómo nos aseguramos de estar listos? Estaremos listos cuando tengamos suficiente "aceite" para nuestras lámparas. El aceite representa especialmente la caridad en nuestras vidas. 

Entonces, la pregunta simple para reflexionar es esta: "¿Tengo caridad en mi vida?"

 

La caridad es más que un simple amor humano. 

 

Por “amor humano” nos referimos a una emoción, sentimiento, atracción, etc. Podemos sentirnos así (sintiendo emoción, sentimiento, atracción)  hacia otra persona, hacia alguna actividad o hacia muchas cosas en la vida. Podemos "amar" hacer deportes o ver películas, etc.

 

Pero la caridad es mucho más. Caridad significa que amamos con el corazón de Cristo. Significa que Jesús ha puesto en nuestros corazones Su propio corazón misericordioso y amamos con Su amor. La caridad es un regalo de Dios que nos permite acercarnos y cuidar a los demás con maneras que van más allá de nuestras propias capacidades.

 

La caridad es acción divina en nuestra vida y es necesaria si queremos ser acogidos en la fiesta del Cielo.

 

Reflexiona hoy sobre si puedes o no ver el corazón de Jesús vivo en tu propio corazón. 

 

¿Puedes verlo actuando en ti, obligándote a acercarte a los demás incluso cuando es difícil? ¿Dices y haces cosas que ayuden a las personas a crecer en la santidad de vida? 

 

¿Dios actúa en ti y a través de ti para hacer una diferencia en el mundo? Si la respuesta es “Sí” a estas preguntas, entonces la caridad ciertamente está viva en tu vida.

 

Señor, haz de mi corazón un lugar apropiado para que pueda morar tu propio corazón divino. 

Deja que mi corazón lata con Tu amor y deja que mis palabras y acciones compartan Tu perfecto cuidado por los demás. 

Jesús, en Ti confío.

 

 3


dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «Se parecerá el reino de los cielos a diez doncellas que tomaron sus lámparas y salieron a esperar al esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco eran sensatas.”

 

Mateo 25: 1–2

 

 

En esta parábola,  las “diez vírgenes” se refieren a las damas de honor que seguían la tradición judía de ir a la casa de la novia para esperar la llegada del novio para una boda. Esta parábola es una de las pocas parábolas que Jesús contó y que enfatiza la importancia de estar alerta en nuestro caminar cristiano. A medida que avanza la parábola, se nos dice que el novio se retrasó y que las damas de honor se durmieron. Al despertar, las insensatas no tenían más aceite para sus lámparas y tuvieron que irse a buscar más. Cuando regresaron, descubrieron que el novio ya había llegado y que la puerta estaba cerrada. Luego llamaron y dijeron: "¡Señor, Señor, ábrenos la puerta!" Pero les llegó la respuesta: ""Os lo aseguro: no os conozco.". Y se perdieron la celebración de la boda.

 

Tradicionalmente, el “aceite” se ha entendido como una referencia a la caridad. El mensaje es simple. Mientras nos preparamos para encontrarnos con nuestro Señor en el Cielo, no basta con afirmar que somos cristianos. También debemos producir el buen fruto de la caridad con nuestras acciones. La fe debe resultar en caridad, de lo contrario no es fe verdadera en absoluto.

Esta parábola debe tomarse en serio. Debemos usarla como una fuente regular de examen de nuestras vidas con respecto a la caridad que tenemos ... o no tenemos. Cuando miras tu vida, ¿puedes señalar actos regulares de caridad que fluyen de tu amor por Dios y son otorgados a otros? La caridad no se basa en tus preferencias en la vida. No se basa en lo que te apetezca hacer. La caridad es siempre desinteresada y sacrificada. Siempre mira hacia el bien del otro. ¿Cuánta caridad está viva en tu vida? Jesús contó claramente esta parábola porque conocía a muchos que profesaban una fe en Dios, pero no vivían el amor de Dios. Es muy fácil vivir nuestras vidas día tras día, haciendo lo que hacemos debido a nuestros gustos o disgustos personales. Sin embargo, de esa manera no estamos avanzando hacia la salvación,

 

Debemos trabajar para fomentar la caridad, primero, en nuestros pensamientos. Los pensamientos críticos y condenatorios deben eliminarse, y debemos esforzarnos por ver a los demás como Dios los ve. La caridad también debe dirigir nuestras palabras. Nuestras palabras deben animar a los demás, ser amables, solidarios y misericordiosos. Nuestras acciones se vuelven caritativas cuando nos volvemos generosos con nuestro tiempo, nos esforzamos por servir y somos diligentes en la forma en que expresamos nuestro amor por los demás.

 

Reflexiona hoy sobre la alta vocación que se te ha dado a vivir una vida activa y manifiesta de caridad. Dedica tiempo a reflexionar sobre lo que realmente es la caridad. ¿Te has dejado guiar por una forma de "amor" más secular y egoísta? ¿Actúas más por preferencias egoístas que por entrega y sacrificio? ¿Realmente edificas a las personas y das testimonio del amor de Dios por ellas? Trata de responder a estas preguntas con seriedad. Esta parábola de nuestro Señor es mucho más que una historia. Esto es verdad. Y la verdad es que algunos llegarán al día del juicio sin el “aceite” necesario para sus lámparas. Toma a nuestro Señor en serio y examina tu vida de caridad. Donde te falte, vuélvete ferviente en tu misión de cambiar. Al final, estarás eternamente agradecido por haberlo hecho.

 

Mi amado Señor, nos mostraste a todos que el verdadero amor es desinteresado y sacrificado. Viniste a este mundo para servir y dar Tu vida sagrada por todos nosotros. Que pueda abrir mi vida más plenamente a Tu amor para que Tu amor también pueda afectar y dirigir cada relación que tengo. Lléname con el don de la caridad, querido Señor, para que esté plenamente preparado para el día de mi juicio particular. Jesús, en Ti confío.

 

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