18 de agosto del 2022: jueves de la vigésima semana del tiempo ordinario
(Mateo 22,
1-14) Cada día recibo invitaciones a amar, a escuchar, a actuar, a
hablar…Con mucha frecuencia, yo encuentro excusas para declinarlas. Si yo
reconociera que es Dios quien, cada vez, me lanza estas invitaciones, ¿es que
yo respondería de otro modo?
(Mateo 22, 1-14) ¿Podemos
esperar gozar de los beneficios del Reino sin cambiar nada en nuestra vida, sin
convertirnos al Evangelio? La conclusión de la parábola denuncia esta
posible ilusión. No basta con ser invitado: la forma de responder a la
invitación también es decisiva.
Primera lectura
Lectura de la profecía de Ezequiel (36,23-28):
Así dice el Señor: «Mostraré la santidad de mi nombre grande, profanado entre los gentiles, que vosotros habéis profanado en medio de ellos; y conocerán los gentiles que yo soy el Señor –oráculo del Señor–, cuando les haga ver mi santidad al castigaros. Os recogeré de entre las naciones, os reuniré de todos los países, y os llevaré a vuestra tierra. Derramaré sobre vosotros un agua pura que os purificará: de todas vuestras inmundicias e idolatrías os he de purificar. Y os daré un corazón nuevo, y os infundiré un espíritu nuevo; arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Os infundiré mi espíritu, y haré que caminéis según mis preceptos, y que guardéis y cumpláis mis mandatos. Y habitaréis en la tierra que di a vuestros padres. Vosotros seréis mi pueblo, y yo seré vuestro Dios.»
Palabra de Dios
Así dice el Señor: «Mostraré la santidad de mi nombre grande, profanado entre los gentiles, que vosotros habéis profanado en medio de ellos; y conocerán los gentiles que yo soy el Señor –oráculo del Señor–, cuando les haga ver mi santidad al castigaros. Os recogeré de entre las naciones, os reuniré de todos los países, y os llevaré a vuestra tierra. Derramaré sobre vosotros un agua pura que os purificará: de todas vuestras inmundicias e idolatrías os he de purificar. Y os daré un corazón nuevo, y os infundiré un espíritu nuevo; arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Os infundiré mi espíritu, y haré que caminéis según mis preceptos, y que guardéis y cumpláis mis mandatos. Y habitaréis en la tierra que di a vuestros padres. Vosotros seréis mi pueblo, y yo seré vuestro Dios.»
Palabra de Dios
Salmo
Sal 50,12-13.14-15.18-19
R/. Derramaré sobre vosotros un agua pura
que os purificará de todas vuestras inmundicias
Oh Dios, crea en mi un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu. R/.
Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso:
enseñaré a los malvados tus caminos,
los pecadores volverán a ti. R/.
Los sacrificios no te satisfacen:
si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.
Mi sacrificio es un espíritu quebrantado;
un corazón quebrantado y humillado,
tú no lo desprecias.R/.
R/. Derramaré sobre vosotros un agua pura
que os purificará de todas vuestras inmundicias
Oh Dios, crea en mi un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu. R/.
Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso:
enseñaré a los malvados tus caminos,
los pecadores volverán a ti. R/.
Los sacrificios no te satisfacen:
si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.
Mi sacrificio es un espíritu quebrantado;
un corazón quebrantado y humillado,
tú no lo desprecias.R/.
Lectura del santo evangelio según san Mateo (22,1-14):
En aquel tiempo, de nuevo tomó Jesús la palabra y habló en parábolas a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: «El reino de los cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo. Mandó criados para que avisaran a los convidados a la boda, pero no quisieron ir. Volvió a mandar criados, encargándoles que les dijeran: "Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas, y todo está a punto. Venid a la boda." Los convidados no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios; los demás les echaron mano a los criados y los maltrataron hasta matarlos. El rey montó en cólera, envió sus tropas, que acabaron con aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad. Luego dijo a sus criados: "La boda está preparada, pero los convidados no se la merecían. Id ahora a los cruces de los caminos, y a todos los que encontréis, convidadlos a la boda." Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales. Cuando el rey entró a saludar a los comensales, reparó en uno que no llevaba traje de fiesta y le dijo: "Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin vestirte de fiesta?" El otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los camareros: "Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes." Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos.»
Palabra del Señor
En aquel tiempo, de nuevo tomó Jesús la palabra y habló en parábolas a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: «El reino de los cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo. Mandó criados para que avisaran a los convidados a la boda, pero no quisieron ir. Volvió a mandar criados, encargándoles que les dijeran: "Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas, y todo está a punto. Venid a la boda." Los convidados no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios; los demás les echaron mano a los criados y los maltrataron hasta matarlos. El rey montó en cólera, envió sus tropas, que acabaron con aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad. Luego dijo a sus criados: "La boda está preparada, pero los convidados no se la merecían. Id ahora a los cruces de los caminos, y a todos los que encontréis, convidadlos a la boda." Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales. Cuando el rey entró a saludar a los comensales, reparó en uno que no llevaba traje de fiesta y le dijo: "Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin vestirte de fiesta?" El otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los camareros: "Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes." Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos.»
Palabra del Señor
1
En la lectura del profeta Ezequiel,
vemos que la descripción de un tiempo nuevo no concierne solamente a la
abundancia de las cosechas. Lo más importante, es que los “corazones” sean
transformados. Aquí en este pasaje se nombra 3 veces la palabra “corazón”. En
la Biblia, cuando se habla del “corazón”, se habla de toda la vida interior,
incluyendo la inteligencia. Dios mismo, está en el origen de esta renovación o
renacimiento, Él comunica su propio Espíritu.
En el Evangelio, Jesús nos cuenta
la parábola del gran banquete de bodas que un rey da para su hijo. Y a través
de ésta, Jesús nos dice que el Reino de Dios es una historia donde uno no puede
perder su oportunidad. Si alguien rechaza la invitación del rey, es porque
tiene otras prioridades, Él se excluye del reino. El creyente siempre debe
estar presto a responder al llamado de Dios. El Reino está abierto a todos,
buenos y malos, pero es necesario vivirlo plenamente, eso es a lo que Jesús
llama “llevar el traje de fiesta”, sino uno no puede quedarse. Dios invita a
todo el mundo, a cada uno a elegir sus prioridades.
2
" Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los
que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales.
Cuando el rey entró a saludar a los comensales, reparó en uno que no llevaba
traje de fiesta y le dijo: "Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin vestirte de
fiesta?" El otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los camareros: "Atadlo
de pies y manos y arrojadlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el
rechinar de dientes." Porque muchos son los llamados y pocos los
escogidos.»
Esto puede resultar bastante impactante al principio. En esta
parábola, el rey invitó a muchos a la fiesta de bodas de su hijo. Muchos
rechazaron la invitación. Luego envió a sus sirvientes a reunir a gente
del común que viniera y el salón se llenó. Pero cuando entró el rey, había
uno que no estaba vestido con un traje de boda y podemos ver lo que le sucede.
Una vez más, digo, leer esto puede resultar un poco impactante. ¿Realmente
este hombre merecía ser atado de pies y manos y ser arrojado afuera a la
oscuridad donde hay gemidos y rechinar de dientes, solo porque no tenía la ropa
adecuada? Ciertamente no.
Para poder entender esta parábola necesitamos averiguar el simbolismo del vestido de boda. Esta
prenda es un símbolo de quien está revestido de Cristo y, en concreto, de
quien, por tanto, está lleno de caridad. Hay una lección muy interesante
que aprender de este pasaje.
Primero, el hecho de que este hombre estuviera en el banquete de
bodas significa que respondió a la invitación. Esta es una indicación de
fe. Por lo tanto, este hombre simboliza a alguien que tiene fe. En
segundo lugar, la falta de un traje de boda significa que es alguien que tiene
fe y cree todo lo que Dios dice, pero no ha permitido que esa fe penetre en su
corazón y alma hasta el punto de producir una verdadera conversión y, por
tanto, una verdadera caridad. Es la falta de caridad en el joven lo que lo
condena.
Lo interesante es que es posible que tengamos fe, pero que nos
falte la caridad. Fe es creer lo que Dios nos revela. ¡Pero hasta los
demonios creen! La caridad requiere que abracemos esa voluntad
interiormente y dejemos que transforme nuestras vidas. Este es un punto
importante de entender porque a veces podemos luchar con esta misma situación. A
veces podemos encontrar que creemos en el nivel de la fe, pero no lo estamos
viviendo. Ambos son necesarios para una vida de auténtica santidad.
Reflexiona hoy tanto sobre tu fe en todo lo que Dios ha dicho como
sobre la caridad que, con suerte, ésta produce en tu vida. Ser cristiano
significa dejar que tu fe se hunda en la cabeza y luego vaya hasta el corazón y la voluntad.
Señor, que tenga una fe profunda en ti y en
todo lo que has dicho. Que esa fe se hunda en mi corazón produciendo amor
por Ti y por los demás. Jesús, en Ti confío.
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