16 de septiembre del 2022: viernes de la vigésima cuarta semana del tiempo ordinario
(Lucas 8, 1-3) Las mujeres ocupaban un lugar importante cerca de Jesús y ellas
permanecieron fieles hasta el pie de la cruz. Ellas han sido las primeros
testigos de su resurrección y ellas han jugado un papel de primer plano en los
orígenes del cristianismo. Esto es importante recordarlo.
Primera lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (15,12-20):
Si anunciamos que Cristo resucitó de entre los muertos, ¿cómo es que dice
alguno de vosotros que lo muertos no resucitan? Si los muertos no resucitan,
tampoco Cristo resucitó; y, si Cristo no ha resucitado, nuestra predicación
carece de sentido y vuestra fe lo mismo. Además, como testigos de Dios,
resultamos unos embusteros, porque en nuestro testimonio le atribuimos
falsamente haber resucitado a Cristo, cosa que no ha hecho, si es verdad que
los muertos no resucitan. Porque, si los muertos no resucitan, tampoco Cristo
resucitó; y, si Cristo no ha resucitado, vuestra fe no tiene sentido, seguís
con vuestros pecados; y los que murieron con Cristo se han perdido. Si nuestra
esperanza en Cristo acaba con esta vida, somos los hombres más desgraciados.
¡Pero no! Cristo resucitó de entre los muertos: el primero de todos.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 16,1.6-7.8.15
R/. Al
despertar me saciaré de tu semblante, Señor
Señor, escucha mi apelación,
atiende a mis clamores,
presta oído a mi súplica,
que en mis labios no hay engaño. R/.
Yo te invoco porque tú me respondes, Dios mío;
inclina el oído y escucha mis palabras.
Muestra las maravillas de tu misericordia,
tú que salvas de los adversarios
a quien se refugia a tu derecha. R/.
Guárdame como a las niñas de tus ojos,
a la sombra de tus alas escóndeme.
Pero yo con mi apelación vengo a tu presencia,
y al despertar me saciaré de tu semblante. R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (8,1-3):
En aquel tiempo, Jesús iba caminando de ciudad en ciudad y de pueblo en
pueblo, predicando el Evangelio del reino de Dios; lo acompañaban los Doce y
algunas mujeres que él había curado de malos espíritus y enfermedades: María la
Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, mujer de Cusa,
intendente de Herodes; Susana y otras muchas que le ayudaban con sus bienes.
Palabra del Señor
1
¿Creer que Cristo
resucitó?, ¿creer que nosotros vamos a resucitar?; esta es una dificultad para los creyentes de todos los tiempos.
Hoy muchos quieren
creer en Jesús, pero no en su resurrección. Este era el caso para ciertos
miembros de la comunidad de Corinto. Es por eso que Pablo insiste con convicción:
si se suprime la resurrección, la fe cristiana no tiene ningún sentido.
En el Evangelio, vemos a Jesús predicando y anunciando el Reino de Dios en
los pueblos y ciudades de Galilea, rodeado de sus discípulos. El Hijo del
Hombre, vivía una completa dependencia de Dios con una humildad que toca el
corazón.
Varias mujeres, que, por su gracia, habían sido sanadas y liberadas, le
seguían y ayudaban con sus bienes: María Magdalena, de la cual habían salido 7
demonios- Juana, mujer de Cuza, otra mujer llamada Susana, y muchas otras.
Estas mujeres piadosas sentían alegría al manifestar su agradecimiento hacia
Jesús, siguiéndole para escuchar sus enseñanzas, sin duda, y para servirle.
Vemos también en este relato cómo Dios responde a la confianza de aquellos que
se abandonan a Él.
Si nosotros disfrutamos del amor de Dios, sabiendo que todo es gracia hacia
nosotros, tanto las cosas materiales como espirituales, nuestros corazones
estarán siempre dispuestos a usar la gracia hacia todos y, de todas maneras.
Oración
Señor Dios nuestro:
Los hombres y mujeres, juntos,
son igualmente responsables
de la vida de fe de nuestras comunidades cristianas.
Igual que aquellas mujeres del evangelio
eran discípulas de Jesús
y compañeras suyas de camino,
que las mujeres de nuestras comunidades
tengan también hoy un papel importante
en la vida de la Iglesia
con su identidad y sus cualidades peculiares,
para que la misma Iglesia crezca
y su fe sea viva e imbuida de amor.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
2
Siguiendo
a Jesús
En aquel
tiempo, Jesús iba caminando de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo,
predicando el Evangelio del reino de Dios; lo acompañaban los Doce y algunas
mujeres que él había curado de malos espíritus y enfermedades…
Jesús
estaba en una misión. Su misión era predicar incansablemente a un pueblo
tras otro. Pero no hizo esto solo. Este pasaje señala que estuvo
acompañado por los Apóstoles y varias mujeres que habían sido sanadas y
perdonadas por Él.
Muchas cosas nos dice este
pasaje. Una cosa que nos dice es que cuando permitimos que Jesús toque
nuestras vidas, nos sane, nos perdone y nos transforme, queremos seguirlo
dondequiera que vaya.
El deseo de seguir a Jesús no
era solo emocional. Ciertamente hubo emociones involucradas. Hubo una
gratitud increíble y, como resultado, un vínculo emocional profundo. Pero
el vínculo fue mucho más profundo. Fue un vínculo creado por el don de la
gracia y la salvación. Estos seguidores de Jesús experimentaron un mayor
nivel de libertad del pecado que nunca antes. La gracia cambió sus vidas
y, como resultado, estaban listos y dispuestos a hacer de Jesús el centro de
sus vidas siguiéndolo dondequiera que fuera.
Reflexiona hoy sobre dos
cosas.
Primero, ¿has permitido que
Jesús derrame una abundancia de gracia en tu vida?
¿Le has permitido que te
toque, te cambie, te perdone y te sane?
Si es así, ¿has pagado esta
gracia tomando la decisión absoluta de seguirlo?
Seguir a Jesús, dondequiera
que vaya, no es solo algo que estos apóstoles y santas mujeres hicieron hace
mucho tiempo. Es algo que todos estamos llamados a hacer a
diario. Reflexiona sobre estas dos preguntas y vuelve a comprometerte
cuando veas una deficiencia.
Señor, por favor ven y
perdóname, sáname y transfórmame. Ayúdame a conocer Tu poder salvador en
mi vida. Cuando reciba esta gracia, ayúdame a devolverte en agradecimiento
todo lo que soy y a seguirte dondequiera que me lleves. Jesús, en Ti
confío.
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