La liturgia de este domingo 24 ordinario, nos revela un rostro imprevisto e inusitado de Dios: Él se alegra con la conversión de los pecadores. Aquel que está perdido, alejado, puede volver a Él instantáneamente (inmediatamente) para ser vuelto a encontrar y en el cielo hay una fiesta.
Nos es necesario siempre revisar las imágenes que nos hacemos de Dios. En un sentido, Él está siempre más allá de toda representación (o imagen) que podamos formarnos de Él. Quién de entre nosotros podría haber sospechado la confidencia que nos hace Jesús: “hay alegría en el cielo por un pecador que se convierte”. Entremos en esa alegría.
Los fariseos le reprochan a Jesús por conversar y comer con personas de “mala fama” o pésima reputación (pecadores, señalados).
Con estas tres parábolas llamadas “de la misericordia”, Jesús muestra la ternura de Dios. Qué alegría encontrar aquel o aquello que se había perdido! De la misma manera, Dios nunca cesa de buscarnos y de esperarnos, pues cada uno es importante ante sus ojos. Cualesquiera sean los caminos en que nos hayamos perdido, nosotros permanecemos (no dejamos de ser) dignos para Él. Él está siempre ahí para acogernos de nuevo, y para forjarnos un futuro a su lado.
Primera lectura
Lectura del libro
del Éxodo (32,7-11.13-14):
En aquellos días, el Señor dijo a Moisés:
«Anda, baja de la montaña, que se ha pervertido tu pueblo, el que tú sacaste de
Egipto. Pronto se han desviado del camino que yo les había señalado. Se han
hecho un becerro de metal, se postran ante él, le ofrecen sacrificios y
proclaman: “Este es tu Dios, Israel, el que te sacó de Egipto”».
Y el Señor añadió a Moisés:
«Veo que este pueblo es un pueblo de dura cerviz. Por eso, déjame: mi ira se va
a encender contra ellos hasta consumirlos. Y de ti haré un gran pueblo».
Entonces Moisés suplicó al Señor, su Dios:
«¿Por qué, Señor, se va a encender tu ira contra tu pueblo, que tú sacaste de
Egipto, con gran poder y mano robusta? Acuérdate de tus siervos, Abrahán, Isaac
e Israel, a quienes juraste por ti mismo: “Multiplicaré vuestra descendencia
como las estrellas del cielo, y toda esta tierra de que he hablado se la daré a
vuestra descendencia para que la posea por siempre”».
Entonces se arrepintió el Señor de la amenaza que había pronunciado contra su
pueblo.
Palabra de Dios
Salmo
Sal
50,3-4.12-13.17.19
R/. Me levantaré, me pondré en camino adonde está mi padre.
V/. Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado. R/.
V/. Oh Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme.
No me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu. R/.
V/. Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza.
Mi sacrificio agradable a Dios
es un espíritu quebrantado;
un corazón quebrantado y humillado,
tú, oh, Dios, tú no lo desprecias. R/.
Segunda lectura
Lectura de la
primera carta del apóstol san Pablo a Timoteo (1,12-17):
QUERIDO hermano:
Doy gracias a Cristo Jesús, Señor nuestro, que me hizo capaz, se fió de mí y me
confió este ministerio, a mí, que antes era un blasfemo, un perseguidor y un
insolente.
Pero Dios tuvo compasión de mí porque no sabía lo que hacía, pues estaba lejos
de la fe; sin embargo, la gracia de nuestro Señor sobreabundó en mí junto con
la fe y el amor que tienen su fundamento en Cristo Jesús.
Es palabra digna de crédito y merecedora de total aceptación que Cristo Jesús
vino al mundo para salvar a los pecadores, y yo soy el primero; pero por esto
precisamente se compadeció de mí: para que yo fuese el primero en el que Cristo
Jesús mostrase toda su paciencia y para que me convirtiera en un modelo de los
que han de creer en él y tener vida eterna.
Al Rey de los siglos, inmortal, invisible, único Dios, honor y gloria por los
siglos de los siglos. Amén.
Palabra de Dios
Lectura del santo
evangelio según san Lucas (15,1-32):
EN aquel tiempo, solían acercarse a Jesús todos los publicanos y los
pecadores a escucharlo. Y los fariseos y los escribas murmuraban diciendo:
«Ese acoge a los pecadores y come con ellos».
Jesús les dijo esta parábola:
«¿Quién de vosotros que tiene cien ovejas y pierde una de ellas, no deja las
noventa y nueve en el desierto y va tras la descarriada, hasta que la
encuentra? Y, cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros, muy contento;
y, al llegar a casa, reúne a los amigos y a los vecinos, y les dice:
“¡Alegraos conmigo!, he encontrado la oveja que se me había perdido”.
Os digo que así también habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que
se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse.
O ¿qué mujer que tiene diez monedas, si se le pierde una, no enciende una
lámpara y barre la casa y busca con cuidado, hasta que la encuentra? Y, cuando
la encuentra, reúne a las amigas y a las vecinas y les dice:
“Alegraos conmigo!, he encontrado la moneda que se me había perdido”.
Os digo que la misma alegría tendrán los ángeles de Dios por un solo pecador
que se convierta».
También les dijo:
«Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre:
“Padre, dame la parte que me toca de la fortuna”.
El padre les repartió los bienes.
No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, se marchó a un
país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente.
Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y
empezó él a pasar necesidad.
Fue entonces y se contrató con uno de los ciudadanos de aquel país que lo mandó
a sus campos a apacentar cerdos. Deseaba saciarse de las algarrobas que comían
los cerdos, pero nadie le daba nada.
Recapacitando entonces, se dijo:
«Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me
muero de hambre. Me levantaré, me pondré en camino adonde está mi padre, y le
diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo
tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros”.
Se levantó y vino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre
lo vio y se le conmovieron las entrañas; y, echando a correr, se le echó al
cuello y lo cubrió de besos.
Su hijo le dijo:
“Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo
tuyo”.
Pero el padre dijo a sus criados:
“Sacad enseguida la mejor túnica y vestídsela; ponedle un anillo en la mano y
sandalias en los pies; traed el ternero cebado y sacrificadlo; comamos y
celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido;
estaba perdido y lo hemos encontrado”.
Y empezaron a celebrar el banquete.
Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó
la música y la danza, y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era
aquello.
Este le contestó:
“Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha sacrificado el ternero cebado, porque lo
ha recobrado con salud”.
Él se indignó y no quería entrar, pero su padre salió e intentaba persuadirlo.
Entonces él respondió a su padre:
“Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí
nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; en cambio,
cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres,
le matas el ternero cebado”.
El padre le dijo:
“Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero era preciso
celebrar un banquete y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha
revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado”».
Palabra del Señor
Aproximación psicológica al texto del evangelio:
De tal padre tal hijo (a)…De tal palo tal astilla
Pensándolo bien, hay un poco de estos dos hermanos en cada uno de nosotros. A veces somos como el hijo menor. Buscamos construir nuestras vidas sin Dios. Nos aventuramos de manera poco inteligente en la autosuficiencia y negamos su existencia basados en las opiniones infundadas y los intereses ateos de otros, nos dejamos arrastrar por la corriente manipuladora de los medios de comunicación…si, negamos con rapidez y negligencia el misterio del totalmente OTRO y nos entregamos irresponsablemente al ateísmo (negando a Dios) sin profundizar en la propia fe, sin pedir a nuestros padres las razones de su creencia y sin adentrarnos siquiera un poco en nuestra ciencia teológica.
Pero cuando llega una crisis o afrontamos una dificultad, nos volvemos hacia Dios y esperamos que Él arregle todos nuestros problemas. Y entonces nos mostramos dispuestos a muchas conversiones de estomago, siempre y cuando Dios nos provea y nos de todo lo que deseamos.
En otras ocasiones nos parecemos al hijo mayor. Vemos a Dios como un amo o capataz exigente, alguien ante quien no tenemos otra elección que servir, mismo si deseamos hacer otra cosa; vemos a Dios como alguien que nos debe algo puesto que hacemos lo que Él nos manda. Y sobre todo, nos parecemos al hijo mayor cuando se nos dificulta amar a los hermanos y hermanos (semejantes) que nos rodean.
Por fortuna, la Buena Noticia de este domingo no se encuentra del lado de los hijos. La Buena Noticia de este domingo la encontramos del lado del padre. Ante todo, él acepta dejar partir a su hijo menor con su herencia. Sin cesar, él escruta el horizonte con la esperanza de que volverá. Cuando lo ve volver a lo lejos, corre hacia él, se lanza entre sus brazos y lo cubre de besos. Él no le hace ningún reproche, pero a través de gestos concretos a su hijo más joven le restablece en su dignidad de hijo. Como dicen los mexicanos qué padre! Este hombre con corazón de madre!
Cuando Jesús nos cuenta la parábola del hijo prodigo, nos revela los verdaderos rasgos de Dios, nuestro Padre. Él nos dice de nuevo que Padre tan amoroso y amante tenemos. También, Jesús nos revela el deseo ardiente de nuestro Padre de devolvernos nuestra dignidad de hijos de Dios, su deseo de reconciliarnos con Él, su deseo de reconciliarnos los unos con los otros.
Cuál es nuestra reacción ante los hijos, la esposa, el marido, que nos dejan? Ante la ingratitud o las calumnias que nos afectan, y mucho más cuando vienen de nuestros parientes y cercanos? Cólera? Venganza? Palabras que matan? “ Ojo por ojo, diente por diente “, “él está muerto, ella está muerta para mí. “Tú no eres más mi hija (o), mi padre, mi madre”.
Quieren conocer ustedes la alegría plena, la felicidad completa? Aprendan a parecerse o a asemejarse al Padre, a dar y a perdonar…que se pueda decir de nosotros: “De tal padre tal hijo (a)”, “Hijo de tigre sale rayado”…
Pero la parábola de Jesús termina sin que sepamos si el hijo mayor se reconciliará con su hermano. No sabemos tampoco si los dos hermanos reconocerán en fin, se darán cuenta del padre extraordinario que tienen.
Nos corresponde a nosotros escribir el fin de la parábola en lo cotidiano de nuestras vidas.
REFLEXIÓN CENTRAL
Superar las erróneas imágenes de Dios
Cuáles son nuestras imágenes de Dios? Leemos la Biblia? La vemos mucho
más que un libro de anaquel, viejo, olvidado, apolillado, dogmático, que no tiene nada que decirnos a los hombres y mujeres de hoy?
Para conocer a Dios verdaderamente es necesario leer la Biblia. En la Biblia se han inspirado la mayoría de obras espirituales, y consideradas por muchos de manera errónea más importantes o trascendentes que la Biblia (cfr. “El Principito” o no importa cuál obra del prolífico Paulo Coelho).
La primera lectura de este domingo, tomada del libro del Éxodo nos cuenta el incidente del “becerro de oro”. Lo que nos hace caer en cuenta que desde siempre el hombre ha estado tentado a crearse IDOLOS, “falsos dioses” por la impaciencia ante la aparente inacción y el aparente silencio de Dios.
Una imagen fija, no es así como nos representamos frecuentemente a Dios? Pero a Dios no le gusta que se le represente así. Es por ello que toda la Biblia nos muestra un Dios en movimiento.
En la lectura del éxodo referida, la cuestión de la imagen es central. Los Hebreos (o israelitas) primer pueblo de la alianza con Dios, han querido representar su Dios con una figura de metal fundido. Peligro de idolatría, ciertamente, pero, más allá de eso, desprecio desastroso, que consiste en fijar a Dios en una imagen inmutable, sólida, cuando Dios no puede ser “agarrado” ni fijado (inmovilizado). Pensemos en las imágenes que tenemos de Dios en la cabeza: a menudo, ellas son ídolos equiparables al becerro de oro. Nos imaginamos a Dios como aquel que previene o prevee y organiza todo de avance, que no puede cambiar de proyecto, ya que su primera idea es por fuerza lo mejor! No es Él perfecto? Él es el Todo Poderoso, el soberano Señor del universo, el Juez supremo…entonces, perfectamente inmutable.
Finalmente la única imagen legítima de Dios, es el hombre, puesto que él está vivo y no se le puede comprender totalmente (agarrar, asir).
Moisés se niega a pensar Dios como inmutable y es por eso que negocia con Él, para hacerle cambiar de idea y que renuncie a castigar. Antes de él, ya Abraham había negociado la suerte de Sodoma (Génesis 18,20-32).
Toda la Biblia (y por eso hay que esforzarse por leerla) se inscribe contra la idea falsa que nos hacemos de un Dios exterminador, para quien todo sería programado de una vez por todas.
Con Cristo Jesús, perfecta “imagen del Dios invisible”, nosotros llegamos al término de este camino del conocimiento de Dios. En todo el evangelio vemos como muchos no quieren a Cristo ya que todos “los publicanos y los pecadores vienen hacia Él” y porque el “acoge bien los pecadores: Él come con ellos”. Por qué esta actitud constante de Jesús? Pues, porque es la misma actitud de Dios quien nos busca. “Adán, por qué te escondes? Dónde estás?” (Génesis 3,9) : como a Adán, Es a mí (Adan) hombre-mujer de hoy a quien Dios se dirige. Él me busca. Búsqueda laboriosa de su parte, como aquella del pastor que recorre la campaña, como aquella de la mujer que barre hasta el más pequeño rincón de la casa sin reparar en el tiempo. Hasta el final. “Hasta que él o ella haya encontrado su oveja, su moneda”.
Tres parábolas sobre la ternura de Dios dirigidas a aquellos que están “perdidos”. Cada una aporta su propio mensaje. La primera, la de la oveja, nos dice que “uno solo” es tan precioso como todos. Ahora que nuestras sociedades aceptan el sacrificio de un cierto número para la prosperidad general, el evangelio nos obliga a tornar nuestra mirada hacia los olvidados: uno solo, es mucho. Mismo esquema para la mujer que ha perdido una moneda, la que, inmediatamente, enseguida, llega a ser la única importante. Ella se pone en movimiento, se desvive “hasta que ella la encuentra”.
En cuanto al Padre de la tercera parábola (reflexionada más particularmente en el 4º domingo de cuaresma del ciclo C), él no se desplaza, no se pone en trabajos por recuperar su hijo: él espera. Y es porque el hijo no es ni un objeto ni un animal, sino un SER HUMANO. Los reencuentros deben ser el fruto de una decisión de su libertad. Entonces, solamente el Padre se pone a correr.
Cada una de estas tres parábolas nos dicen cómo es Dios, cuál es su manera de religarse (reunirse) a nosotros. Dios no soporta que un solo ser humano llegue a perderse. En su obra, nada de desecho, nada de “sacrificado” a una lógica económica que deja cada vez más millones (masas) de pobres y frustrados, y mucho menos víctimas inocentes masacradas insoportablemente por el terrorismo político-religioso.
Como lo recuerdan incesantemente los Papas, es necesario cerrar las puertas frente a todo terrorismo que nos hace la guerra y que es el neo totalitarismo del siglo XXI, y erradicar sus causas profundas que son la desigualdad y la injusticia social. Para Dios, es la oveja perdida, es la moneda extraviada, es el hijo pródigo, quienes llegan a ser los más importantes. El amor, mismo e igual para todos y menos para uno, no sería el amor.
San Pablo, en fin, nos descubre, en la segunda lectura, su identidad: él es un “pecador perdonado”. Para aportar nuestro pequeño grano de arena al mejoramiento de este mundo herido por la injusticia y la violencia insensata, tenemos necesidad de ser pecadores perdonados. Esto nos hace más humildes y más pacificados para llegar a ser intrépidos y valientes artesanos de paz…
2
El amor misericordioso del Padre
Queridos hermanos y hermanas, los textos de la
liturgia de este domingo nos invitan a meditar en el amor misericordioso de
nuestro Dios.
La primera lectura, tomada del libro del Éxodo, nos
cuenta cómo después de que el pueblo hebreo hubiera pecado gravemente al hacer
y adorar a un dios material, el becerro de oro, Dios anunció a Moisés un
castigo contra este pueblo. Pero Moisés intercedió por el pueblo ante Dios, y
mediante su ferviente oración el Señor renunció a su ira y perdonó a los hijos
de Israel por su idolatría.
En la segunda lectura, san
Pablo nos habla de su propia experiencia de la misericordia divina. El Señor le
perdonó la vida de blasfemo y perseguidor de los cristianos, y lo convirtió en
su gran apóstol. Y la gran humildad con la que Pablo expresa su experiencia nos
interpela. Dice en efecto: “Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, y yo
soy el primero; pero por esto precisamente se compadeció de mí: para que yo
fuese el primero en el que Cristo Jesús mostrase toda su paciencia y para que
me convirtiera en un modelo de los que han de creer en él y tener vida eterna”. ¿No
estamos a menudo tentados más bien a creernos justos y sin pecado, y a ver los
pecados sólo en los demás?
Lucas en el Evangelio nos
habla de las tres parábolas a través de las cuales Jesús enseña claramente esta
misericordia del Padre hacia los pecadores. Recuerda que Jesús contó estas
parábolas en reacción a los fariseos y escribas que lo acusaban de recibir a
los pecadores y comer con ellos.
Dos actitudes fundamentales
caracterizan estas parábolas: la búsqueda de lo perdido y la invitación a la
alegría. De hecho, en la primera parábola, el pastor abandona sus 99 ovejas
para buscar sólo una que se ha perdido; mientras que en la segunda, la mujer
gasta tanta energía en buscar cuidadosamente una de sus diez piezas de plata; y
en la tercera, el padre estaba allí esperando el regreso de su hijo menor. Sin
embargo, había tomado su autonomía y había ido a gastar la parte de la herencia
que había obligado a su padre a darle. En cambio, en estas parábolas, el
descubrimiento de la oveja y la moneda perdida, como el reencuentro con el hijo
pródigo, se viven como un motivo de alegría que los desdichados desean
compartir con los que les rodean: “Alégrate conmigo. .. Los murmullos de los
fariseos y de los escribas muestran, por tanto, que aún no comprenden la lógica
de Dios, que se regocija en la conversión de los pecadores y los invita a
compartir su alegría.
Hermanos y hermanas, como los
hijos de Israel en el desierto, o como el hijo pródigo del evangelio de hoy,
los cristianos de hoy pecamos contra nuestro Dios a través de diversas formas
de idolatría: el dinero, el poder, el éxito personal, la indiferencia hacia los
demás, etc. Pero nuestro Dios siempre permanece fiel, lento para la ira y lleno
de amor. Él nos mira, esperando siempre nuestra conversión, nuestro regreso a
él. Y nunca se cansará de perdonarnos. Pidámosle hoy que abra nuestros
corazones y mentes a su infinita misericordia y nos ayude a ser un poco más
misericordiosos los unos con los otros.
OBJETIVO DE VIDA SEMANAL:
1. Tomo conciencia que mis faltas son ocasiones para mí de acoger la misericordia del Señor.
2. Me propongo ir a la búsqueda de una persona que he juzgado y quizás rechazado. Reanudo mi relación con ella y le ofrezco mi perdón.
3. Oro por alguien entre mis conocidos (as) y que se siente perdido (a), que no sabe en cuál dirección conducir su vida.
ORACIÓN-MEDITACIÓN
Señor, a través de estas tres pequeñas historias,
que Tú nos cuentas hoy,
Tú te nos revelas como un Padre infinitamente bueno y misericordioso.
Tú nos descubres tu más bellos rostro:
tu rostro de amor y de ternura.
Tú nos recuerdas que cada ser humano es precioso ante tus ojos
y que no puedes resignarte o resolverte a perder alguno.
Cómo no reconocernos en los dos hijos de la parábola?
Nosotros somos a veces hijos perdidos que se alejan de Ti,
y a veces somos hijos fieles que se creen sin falla y que respetan las reglas.
Y por lo tanto al mostrarnos cómo actúa el Padre,
Tú quiere llevarnos aún más lejos.
Tú nos invitas a imitarle, nada menos!
Tú nos invitas a que lleguemos a ser como Él: buenos, misericordiosos,
siempre prestos a perdonar y a acoger sin condición.
Señor danos un Espíritu Nuevo!
Ayúdanos también a nosotros a entrar en la lógica del corazón!
Ayúdanos a no fijar (encerrar) o estigmatizar los otros por sus errores,
A estar siempre dispuestos a darles una oportunidad.
Y a encontrar como Tú, nuestra alegría de perdonar y ayudar volver a poner de pie a quienes han caído.
Amén.
REFERENCIAS:
- Pequeño misal “Prions en Église”, edición en francés, Quebec, 2010.
Comentarios
Publicar un comentario
Gracias por visitar mi blog, Deje sus comentarios que si son hechos con respeto y seriedad, contestaré con mucho gusto. Gracias. Bendiciones