lunes, 28 de noviembre de 2022

29 de noviembre del 2022: martes de la primera semana de Adviento

 

(Lc 10, 21-24) Dios adopta un modo de hablar accesible al mayor número: el lenguaje del amor. Pero, para tener acceso a él, todavía tenemos que aceptar ser como los más humildes y los más pequeños a quienes el Reino de los Cielos pertenece, ante todo.

 


 

Primera lectura

Lectura del libro de Isaías (11,1-10):

AQUEL día, brotará un renuevo del tronco de Jesé,
y de su raíz florecerá un vástago.
Sobre él se posará el espíritu del Señor:
espíritu de sabiduría y entendimiento,
espíritu de consejo y fortaleza,
espíritu de ciencia y temor del Señor.
Le inspirará el temor del Señor.
No juzgará por apariencias
ni sentenciará de oídas;
juzgará a los pobres con justicia,
sentenciará con rectitud a los sencillos de la tierra;
pero golpeará al violento con la vara de su boca,
y con el soplo de sus labios hará morir al malvado.
La justicia será ceñidor de su cintura,
y la lealtad, cinturón de sus caderas.
Habitará el lobo con el cordero,
el leopardo se tumbará con el cabrito,
el ternero y el león pacerán juntos:
un muchacho será su pastor.
La vaca pastará con el oso,
sus crías se tumbarán juntas;
el león como el buey, comerá paja.
El niño de pecho retozará junto al escondrijo de la serpiente,
y el recién destetado extiende la mano
hacia la madriguera del áspid.
Nadie causará daño ni estrago
por todo mi monte santo:
porque está lleno el país del conocimiento del Señor,
como las aguas colman el mar.
Aquel día, la raíz de Jesé
será elevada como enseña de los pueblos:
se volverán hacia ella las naciones
y será gloriosa su morada.

Palabra de Dios

 

 

Salmo

Sal 71,1-2.7-8.12-13.17

R/. Que en sus días florezca la justicia
y la paz abunde eternamente.

V/. Dios mío, confía tu juicio al rey,
tu justicia al hijo de reyes,
para que rija a tu pueblo con justicia,
a tus humildes con rectitud. R/.

V/. En sus días florezca la justicia
y la paz hasta que falte la luna;
domine de mar a mar,
del Gran Río al confín de la tierra. R/.

V/. Él librará al pobre que clamaba,
al afligido que no tenía protector;
él se apiadará del pobre y del indigente,
y salvará la vida de los pobres. R/.

V/. Que su nombre sea eterno,
y su fama dure como el sol;
él sea la bendición de todos los pueblos,
y lo proclamen dichoso todas las razas de la tierra. R/.

 

 

Lectura del santo evangelio según san Lucas (10,21-24):

EN aquella hora Jesús se llenó de la alegría en el Espíritu Santo y dijo:
«Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así te ha parecido bien.
Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; ni quién es el Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar».
Y, volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte:
«¡Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; y oír lo que vosotros oís, y no lo oyeron».


Palabra del Señor

 

 

Los ojos de la fe

 

Y, volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte:
«¡Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; y oír lo que vosotros oís, y no lo oyeron».


Lucas 10:23–24

 

¿Qué vieron los discípulos que hizo que sus ojos fueran “bendecidos”? Claramente, fueron bendecidos al ver a nuestro Señor. 

Jesús era Aquel prometido por los profetas y reyes de la antigüedad, y ahora estaba allí, en carne y hueso, presente para que los discípulos lo vieran. Aunque no tenemos el privilegio de “ver” a nuestro Señor de la misma manera que lo hicieron los discípulos hace unos 2000 años, tenemos el privilegio de verlo de innumerables otras maneras en nuestra vida diaria, si tan solo tenemos “ojos que ven”. y oídos para oír.

Desde el tiempo de la aparición de Jesús en la Tierra, en la carne, mucho ha cambiado. Los Apóstoles finalmente fueron llenos del Espíritu Santo y enviados en una misión para cambiar el mundo. Se estableció la Iglesia, se instituyeron los Sacramentos, se ejerció la autoridad docente de Cristo, e innumerables santos han dado testimonio de la Verdad con sus vidas. Los últimos 2000 años han sido años en los que Cristo se manifestó continuamente al mundo de innumerables maneras.

Hoy, Cristo sigue presente y sigue estando ante nosotros. Si tenemos los ojos y los oídos de la fe, no lo extrañaremos día tras día. Veremos y comprenderemos las innumerables formas en que Él nos habla, nos conduce y nos guía hoy. El primer paso hacia este don de la vista y el oído es su deseo. ¿Deseas la Verdad? ¿Deseas ver a Cristo? ¿O estás satisfecho con las muchas confusiones de la vida que buscan distraerte de lo que es más real y transformador?

Reflexiona, hoy, sobre tu deseo. Los profetas y reyes de la antigüedad “deseaban” ver al Mesías. Tenemos el privilegio de tenerlo vivo en nuestra presencia hoy, hablándonos y llamándonos continuamente. Fomenta dentro de ti un deseo por nuestro Señor. Permite que se convierta en una llama ardiente que anhela consumir todo lo que es verdadero y todo lo que es bueno. Desea a Dios. Desea Su Verdad. Desea Su mano guía en tu vida y permite que te bendiga más allá de lo que puedas imaginar.

 

Mi divino Señor, sé que hoy estás vivo, hablándome, llamándome y revelándome Tu gloriosa presencia. Ayúdame a desearte y, dentro de ese deseo, volverme a Ti con todo mi corazón. Te amo, mi Señor. Ayúdame a amarte más. Jesús, en Ti confío.

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