6 de noviembre del 2022: 32o Domingo Ordinario C
¿Y después de la muerte?
Jesús
ha dejado a la humanidad un mensaje de esperanza: nosotros estamos llamados a
vivir con Él y su Padre para la eternidad. Nosotros estamos amenazados de
eternidad (prometidos a ella), fieles a esta esperanza, vivamos de acuerdo a la
promesa dada por Dios.
Primera
lectura
Lectura
del segundo libro de los Macabeos (7,1-2.9-14):
En aquellos días, sucedió que arrestaron a siete hermanos con su madre. El rey los hizo azotar con látigos y nervios para forzarlos a comer carne de cerdo, prohibida por la ley. Uno de ellos habló en nombre de los demás:
«Qué pretendes sacar de nosotros? Estamos dispuestos a morir antes que quebrantar la ley de nuestros padres».
El segundo, estando a punto de morir, dijo:
«Tú, malvado, nos arrancas la vida presente; pero, cuando hayamos muerto por su ley, el Rey del universo nos resucitará para una vida eterna».
Después se burlaron del tercero. Cuando le pidieron que sacara la lengua, lo hizo enseguida y presentó las manos con gran valor. Y habló dignamente:
«Del Cielo las recibí y por sus leyes las desprecio; espero recobrarlas del mismo Dios».
El rey y su corte se asombraron del valor con que el joven despreciaba los tormentos.
Cuando murió este, torturaron de modo semejante al cuarto. Y, cuando estaba a punto de morir, dijo:
«Vale la pena morir a manos de los hombres, cuando se tiene la esperanza de que Dios mismo nos resucitará. Tú, en cambio, no resucitarás para la vida».
Palabra de Dios
En aquellos días, sucedió que arrestaron a siete hermanos con su madre. El rey los hizo azotar con látigos y nervios para forzarlos a comer carne de cerdo, prohibida por la ley. Uno de ellos habló en nombre de los demás:
«Qué pretendes sacar de nosotros? Estamos dispuestos a morir antes que quebrantar la ley de nuestros padres».
El segundo, estando a punto de morir, dijo:
«Tú, malvado, nos arrancas la vida presente; pero, cuando hayamos muerto por su ley, el Rey del universo nos resucitará para una vida eterna».
Después se burlaron del tercero. Cuando le pidieron que sacara la lengua, lo hizo enseguida y presentó las manos con gran valor. Y habló dignamente:
«Del Cielo las recibí y por sus leyes las desprecio; espero recobrarlas del mismo Dios».
El rey y su corte se asombraron del valor con que el joven despreciaba los tormentos.
Cuando murió este, torturaron de modo semejante al cuarto. Y, cuando estaba a punto de morir, dijo:
«Vale la pena morir a manos de los hombres, cuando se tiene la esperanza de que Dios mismo nos resucitará. Tú, en cambio, no resucitarás para la vida».
Palabra de Dios
Salmo
Sal
16,1.5-6.8.15
R/. Al despertar me saciaré de tu semblante, Señor.
V/. Señor, escucha mi apelación,
atiende a mis clamores,
presta oído a mi súplica,
que en mis labios no hay engaño. R/.
V/. Mis pies estuvieron firmes en tus caminos,
y no vacilaron mis pasos.
Yo te invoco porque tú me respondes, Dios mío;
inclina el oído y escucha mis palabras. R/.
V/. Guárdame como a las niñas de tus ojos,
a la sombra de tus alas escóndeme.
Yo con mi apelación vengo a tu presencia,
y al despertar me saciaré de tu semblante. R/.
R/. Al despertar me saciaré de tu semblante, Señor.
V/. Señor, escucha mi apelación,
atiende a mis clamores,
presta oído a mi súplica,
que en mis labios no hay engaño. R/.
V/. Mis pies estuvieron firmes en tus caminos,
y no vacilaron mis pasos.
Yo te invoco porque tú me respondes, Dios mío;
inclina el oído y escucha mis palabras. R/.
V/. Guárdame como a las niñas de tus ojos,
a la sombra de tus alas escóndeme.
Yo con mi apelación vengo a tu presencia,
y al despertar me saciaré de tu semblante. R/.
Segunda
lectura
Lectura
de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses (2,16–3,5):
Hermanos:
Que el mismo Señor nuestro, Jesucristo, y Dios, nuestro Padre, que nos ha amado y nos ha regalado un consuelo eterno y una esperanza dichosa, consuele vuestros corazones y os dé fuerza para toda clase de palabras y obras buenas. Por lo demás, hermanos, orad por nosotros, para que la palabra del Señor siga avanzando y sea glorificada, como lo fue entre vosotros, y para que nos veamos libres de la gente perversa y malvada, porque la fe no es de todos.
El Señor, que es fiel, os dará fuerzas y os librará del Maligno.
En cuanto a vosotros, estamos seguros en el Señor de que ya cumplís y seguiréis cumpliendo todo lo que os hemos mandado.
Que el Señor dirija vuestros corazones hacia el amor de Dios y la paciencia en Cristo.
Palabra de Dios
Hermanos:
Que el mismo Señor nuestro, Jesucristo, y Dios, nuestro Padre, que nos ha amado y nos ha regalado un consuelo eterno y una esperanza dichosa, consuele vuestros corazones y os dé fuerza para toda clase de palabras y obras buenas. Por lo demás, hermanos, orad por nosotros, para que la palabra del Señor siga avanzando y sea glorificada, como lo fue entre vosotros, y para que nos veamos libres de la gente perversa y malvada, porque la fe no es de todos.
El Señor, que es fiel, os dará fuerzas y os librará del Maligno.
En cuanto a vosotros, estamos seguros en el Señor de que ya cumplís y seguiréis cumpliendo todo lo que os hemos mandado.
Que el Señor dirija vuestros corazones hacia el amor de Dios y la paciencia en Cristo.
Palabra de Dios
EVANGELIO
DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO
SEGÚN
SAN LUCAS 20,27-38
Se acercaron a Jesús
algunos saduceos. Esta gente niega que haya resurrección, y por eso le
plantearon esta cuestión:
«Maestro, Moisés nos
dejó escrito: Si un hombre tiene esposa y muere sin dejar hijos, el hermano del
difunto debe tomar a la viuda para darle un hijo, que tomará la sucesión del
difunto.
Había, pues, siete
hermanos. Se casó el primero y murió sin tener hijos.
El segundo y el tercero
se casaron después con la viuda.
Y así los siete, pues
todos murieron sin dejar hijos.
Finalmente murió
también la mujer.
Si hay resurrección,
¿de cuál de ellos será esposa esta mujer, puesto que los siete la tuvieron?»
Jesús les respondió:
«Los de este mundo se casan, hombres y mujeres,
pero los que sean
juzgados dignos de entrar en el otro mundo y de resucitar de entre los muertos,
ya no toman marido ni esposa.
Además ya no pueden
morir, sino que son como ángeles. Son también hijos de Dios, por haber nacido
de la resurrección.
En cuanto a saber si
los muertos resucitan, el mismo Moisés lo dio a entender en el pasaje de la
zarza, cuando llama al Señor: Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob.
El no es Dios de muertos,
sino de vivos, y todos viven por él.»
A guisa de introducción:
¿Qué es la vida eterna
prometida a aquellos que creen en Cristo?
Comencemos por ser
claros, diciendo que es imposible hablar de VIDA ETERNA si antes no se ha
creído en la existencia de Dios, uno y trino: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Es imposible creer en
la vida eterna si no se asume y valora la Biblia como la carta de amor de Dios
para toda la humanidad.
La vida eterna tal como
la entiende la Sagrada Escritura es incompatible en la boca de un ateo, es
imposible para los que han depositado toda su confianza en la Reencarnación,
por ejemplo.
Es imposible aceptar la
vida eterna si no se ha creído en la Resurrección de Cristo y no se toma su
vida en serio; sino es Él el modelo en el que se juega nuestra existencia, sino
es la medida de nuestro amor amar sin medida, al decir de San Agustín.
Sin lugar a dudas, en
nuestro mundo, en nuestra sociedad donde aparentemente hay una gran corriente
de desacralización (negación de lo sagrado) y “desacramentalización” (omisión,
negligencia de los sacramentos católicos), asumir la vida eterna y creer en
ella tal como la presenta la Biblia y Jesús en los evangelios, no es algo
evidente para muchos.
La expresión “vida
eterna” aparece en el libro de Daniel 12,2, en asociación con el despertar de
las personas que duermen “en la región del polvo” y en oposición con el “horror
eterno”.
“Muchos
de los que duermen en la región del polvo se despertarán, unos para la vida
eterna, otros para el horror y la vergüenza eterna.” (Daniel 12,2)
Pero la expresión “vida
eterna”, también la podemos hacer remontar al libro del Génesis,
capítulo 3, versículo 22, cuando Dios expulsa al ser humano del jardín del Edén:
“Entonces Yavé Dios dijo: «Ahora el hombre es
como uno de nosotros, pues se ha hecho juez de lo bueno y de lo malo. Que no
vaya también a extender su mano y tomar del Árbol de la Vida, pues viviría para
siempre.»
En su calidad de
Creador, Dios es quien dona la vida; Él es la fuente y el medio de
subsistencia. Separado del Creador, el ser humano no se beneficia de sus dones
nada más que de manera parcial.
En Mateo 25,46, la Vida
eterna es opuesta a la “pena eterna”:
“Y
éstos irán a un suplicio eterno, y los buenos a la vida eterna.» (Mateo 25,46).
“No hay reposo, ni de día ni de noche, para los que adoran a la bestia y a su imagen, ni para quienes se dejan marcar con la marca de su nombre. El humo de su tormento se eleva por los siglos de los siglos.”
(Apocalipsis 14,11).
El gran problema de
nuestros días es relativizar la Palabra de Dios, racionalizarla, pretender
explicarla a nuestra conveniencia. De ahí la negación de la existencia del
diablo, por ejemplo, creer falsamente que todo el mundo se salvará porque Dios
es muy pero muy bueno y que por tanto no espera de nosotros los esfuerzos, el
sacrificio, la alabanza en grupo (Iglesia), la penitencia, el cambio de
vida…Por eso es que los sacramentos católicos de la Eucaristía y la confesión
personal de los pecados son minimizados, por no decir desvalorizados y por lo
mismo poco frecuentados (amados).
El mundo corre a su
perdición aceleradamente por adoptar una fe, una religión, un catolicismo
“lights” (miren el acróstico):
Libres de ser
comprendido, (cada quien los entiende y vive a su manera),
Ignorados por quienes se
presentan como sus enemigos,
Ganados o adquiridos sin
el menor esfuerzo (“Todo el mundo se salvará”),
Hacemos lo que nos
conviene y como lo entendemos,
Todo se juega acá sobre
la tierra, es decir, no hay ningún futuro ni vida eterna, no hay más allá…
Salvarnos de
qué? Preguntan los que no creen. Seamos felices, el resto es carreta.
Aproximación
psicológica al texto del Evangelio:
La viuda de los 7
maridos:
Además de hablarnos de
vida más allá de la muerte, de ser un pasaje donde se discute sobre la fe en la
resurrección por creer en el Dios revelado de la Biblia, en este pasaje la
cuestión es también de sexo.
Si lo han leído bien,
este pasaje nos habla de sexualidad, y sexualidad que es relativizada por
Jesús. Veamos.
La sexualidad es una
experiencia transitoria, nos dice Jesús, ella pasará. Ella no es un absoluto,
no más que el sábado, la LEY, el dinero…
Esto no quiere decir
que Jesús relativice la sexualidad o que la presente como algo insignificante y
banal, no. No olvidemos que, si Jesús dice que la sexualidad pasará, Pablo
afirma de igual modo que la FE, la esperanza y los carismas pasarán, (Lo que no
morirá nunca es el amor, pues en el cielo nos seguiremos amando al lado de
Dios).
Al decir que la
sexualidad es relativa, Jesús nos deja la responsabilidad de descubrir por qué
es ella relativa, a qué va ella asociada.
Los 7 hermanos de
quienes se habla acá tenían relaciones sexuales por respetar la LEY (del
Levirato). La ley del Levirato decía que, si un hombre moría sin dejar
descendencia, era obligación del hermano que le seguía tomar a la viuda como
esposa para asegurarle descendencia al difunto.
Más cerca de nosotros,
el tiempo no ha cambiado tanto o no estamos muy lejos de lo que otra gente, mujeres,
sobre todo, eran (o son hoy) obligadas a hacer: tener relaciones por
respetar la ley, “por cumplir con su deber conyugal” (se decía) …o bien para
concebir y tener hijos… Mientras que esto era así, la actividad sexual del
marido estaba ligada, muy a menudo, al fenómeno de estimulación y relajación
psicológica.
Para otros, hoy, la
sexualidad está ligada a una consideración económica, como en el caso de la
prostitución.
La lista podría
alargarse, porque la sexualidad es susceptible de ser asociada a una multitud
de otras realidades como el amor, la seguridad, el chantaje, la seducción, la
dulzura o la ternura, la confirmación personal de sí mismo, el placer, la
castidad, el descubrimiento, el abandono, la costumbre, la violencia, la
reconciliación, la aventura…
Al lanzarnos en la
aventura y desafío de evangelizar nuestra sexualidad, ¿acaso nos da Jesús
puntos de referencia?
En el evangelio, cuando
Jesús relativiza una realidad lo hace siempre para ponerla en relación con la
persona humana. Es el sábado que ha sido hecho para el hombre y no el
hombre para el sábado. Uno puede continuar la cadena: es la sexualidad que ha
sido hecha para el hombre y no el hombre para la sexualidad. Desde luego, toda
experiencia sexual que humaniza verdaderamente a la pareja, es positiva y
evangélica y a la inversa.
Esta afirmación
permanece y aparece muy general, pero al menos abre hacia una orientación neta:
es el crecimiento humano, la liberación de todo el potencial de la persona, que
permanece como el criterio último de la actividad sexual. Cuando este criterio
es reconocido y puesto en práctica, hay entonces convergencia con el proyecto
profundo de Jesús:
“Yo he venido para
que tengan la Vida y la tengan en abundancia” (Jn 10,10)
REFLEXIÓN CENTRAL
Vivir para Dios
En la Biblia, la
creencia o fe en la resurrección data del siglo II antes de Cristo, y sobre
todo debido a la influencia de la filosofía griega en la cultura y pensamiento
hebreo judío.
Sin lugar a dudas, la
resurrección es de los dogmas que más polémicas y divisiones, opiniones ha
suscitado y aún sigue suscitando hoy. Yo recuerdo por ejemplo que, estudiando teología
en el seminario a principios de los 90s, uno podía percibir una corriente
moderna y nueva que se agregaba a la resurrección propia de la fe de carbonero
que yo al menos había aprendido personalmente por mi tradición y catecismo
católicos durante mi infancia. En efecto, profesores eruditos y sabios
sacerdotes infundían el concepto:
-que la resurrección no había que entenderla
literalmente como la vuelta a la vida de un cuerpo (o sea el hecho de que un
cuerpo-cadáver reviviera),
-que la resurrección era una especie de alegoría o
interpretación que quería decir que las palabras, la obra y la vida de Jesús no
podían caer fácilmente en el olvido…
-que la resurrección se había de entender
sobre este mundo presente y que mejor dicho era fantasioso el pensar que
Jesús pudiera en efecto habérsele aparecido realmente a los apóstoles, que más
bien eran experiencias místicas, trances, como si se la hubieran fumado…
Todo
aquello era la influencia de la corriente teológica racionalista y la fuerte
presencia de la denominada teología de la liberación…
Y ese error continúa extendiéndose: la pretensión de
explicar la resurrección de Cristo, desvinculándola de su cuerpo depositado en
el sepulcro. Es decir, según esta teoría, se podría decir que Cristo resucitó,
aunque se encontrara su cadáver (¡!). Se trata de un intento de explicar la
resurrección de Cristo de forma ahistórica y desencarnada; que más bien parece confundir la
resurrección con la inmortalidad del alma.
Inclusive
durante mi segundo año de teología, un padre considerado muy sabio y
estudiado nos decía irónicamente y de manera hilarante haciéndonos reír: “No
se asusten muchachos si un día encuentran los huesitos de Jesús…Eso no le quita
nada a la Resurrección”. Estas teorías son inaceptables desde la
fe católica, y tienen su razón de ser en determinados prejuicios
antropológicos, imposibles de compaginar con las afirmaciones de la Escritura.
El texto del evangelio de
este domingo nos dice que mismo en el tiempo de Jesús, antes de su muerte y
resurrección había diferentes opiniones y facciones con respecto a la vida
después de la muerte. Los fariseos creían bien en la resurrección, pero los
saduceos no, ellos la consideraban absurda e imposible y por eso vienen hasta
Jesús con una historia ridícula que pretende también ridiculizarle a Él ante el
pueblo y sus seguidores.
Esta historia de la
mujer que se había casado con los 7 hermanos sucesivamente, traía a colación la
denominada ley del levirato, instituida por Moisés en el Antiguo Testamento
(800 A.C). Si un hombre moría sin haber tenido descendencia, su hermano menor
debía casarse con la viuda, su cuñada para darle herederos a su hermano, y este
hijo sería reconocido como hijo del difunto (cfr. Deuteronomio 25,5-10). La
respuesta de Jesús es neta. No piensen en el otro mundo como la réplica del
mundo presente. Los resucitados no se casan y no mueren. Ellos no tienen
necesidad de reproducirse como aquí abajo, porque nuestra reproducción es la
victoria sobre la muerte. Ellos serán como ángeles, lo que quiere decir que
estarán del lado divino de la existencia.
Yo pienso que Jesús
diría la misma cosa sobre nuestras discusiones alrededor de la reencarnación y
de las transformaciones del alma en diferentes estados (la metempsicosis). Esos
son problemas de representación y de imaginación. Uno pierde el tiempo, porque ese
género de discusiones conduce a razonamientos absurdos o a una angustia mórbida.
Creer en Dios,
depositar, confiar la vida en Él, a veces hasta la muerte. Es tener la
convicción que Dios nos acordará la Vida Eterna. Cuál será la manera de vivirse
esta vida, nadie lo sabe.
Después de haber
rechazado la manera como preguntan sobre la resurrección los saduceos, Jesús
dice por qué cree Él en la resurrección.
Moisés habla del Dios
de Abraham, de Isaac y de Jacob. Estos ancestros están muertos. Si la
muerte los ha devorado enteramente, no hay Dios para ellos, porque Dios no es
un Dios de muertos. Él es fuerza de vida, el Dios de los vivos (o vivientes).
Si Moisés ha podido hablar del Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, es
precisamente porque Abraham, Isaac y Jacob están vivos, y que Dios los ha
arrancado de la muerte.
Jesús creía en la
resurrección, porque era impensable para Él que Dios dejara a sus hijos sumidos
en el sueño de la muerte. En un plano meramente humano, la vida debería
terminarse con la muerte, puesto que es la regla de la vida biológica. El
cuerpo se pudre y se disuelve. El espíritu se desvanece. El ser humano es
también un animal mortal. Pero Jesús tenía la convicción que el Padre nos había
creado a su imagen. La muerte no podía ser la última palabra de nuestra
aventura, ni el final del camino.
Jesús ha tenido la convicción
que el Padre no lo dejaría muerto. Es en Jesús que la resurrección se realiza,
se cumple, y es en Él que poseemos la vida eterna, desde ahora y más allá de la
muerte.
Así pues, creer en la
resurrección corporal, no es creer en la reanimación de un cadáver. Es creer en
la vida de la persona real, y esta persona es un ser encarnado y carnal, cuerpo
y alma.
¿Cuál transformación
hay y habrá entre la vida carnal (física) en este mundo y la vida de plenitud
en Dios? Eso, no lo sabemos, y yo pienso por mi parte, que toda
suposición en este campo es simple fantasía.
No tenemos sino la
promesa de Jesús: «Yo soy la resurrección (y la vida). El que cree en
mí, aunque muera, vivirá. El que vive, el que cree en mí, no morirá para
siempre.”
En el cielo, según
Jesucristo nuestra manera de vivir con los otros será diferente, nueva, sin
límites. Él no dice nada más. Aquellos que permanecen o se quedan expectantes y
curiosos de detalles sobre la condición de los resucitados quedan entonces
insatisfechos, no saciados
Esta plena comunión
futura comienza a vivirse desde ahora, por la caridad y la justicia. Como los 7
hermanos del libro de los Macabeos (o Mártires de Israel) citados en la primera
lectura, los creyentes tienen a veces verdugos, que ríen de ellos, que son
indiferentes a la fe, que no viven sino para el momento presente, sin más. Ante
esos verdugos, que cada semana, ¿ponen en duda la fe de los cristianos, que
hace uno?
La celebración
eucarística ayuda a vivir en comunión con el Señor, con los otros, con los
difuntos, para vivir plenamente un día con el Dios de quienes están
verdaderamente vivos.
Mas para ser
considerados dignos de entrar en “ese otro mundo”, donde podremos saciarnos de
la presencia de Dios, con recitar el Credo (la profesión de fe) no es
suficiente. Es necesario desde ahora vivir para el Señor, siendo fieles a su
Palabra, como lo fueron los 7 jóvenes hermanos Macabeos hace más de dos mil
años y otros tantos después de ellos, mártires y santos de ayer y hoy.
OBJETIVO DE VIDA PARA
LA SEMANA:
1. Yo me pregunto acerca de mi fe en la
Resurrección y en la Vida Eterna: ¿soy sincero al proclamarla?
2. Jesús no se amilanó, ni se echó
para atrás cuando fue cuestionado: me muestro atento a mi manera de testimoniar
mi fe y mi vida por Dios.
3. Oro por las personas difuntas de
mi familia.
ORACIÓN-MEDITACIÓN
Tú eres Señor, la
Resurrección y la Vida.
De ayer a hoy, el
tiempo pasa y nosotros pasamos,
la vida se usa y nos
usa.
Tanto va el cántaro al
agua hasta que por fin se rompe,
y apenas uno ha
aprendido a vivir,
Se debe dejar el lugar
a los otros.
Tú eres Señor, la
Resurrección y la Vida.
Cada quien piensa que
va a transformar el mundo
y que abolirá todas las
cadenas de la esclavitud.
Cada quien se siente
honesto, puro, leal y verdadero,
pero el mal nos
gangrena el corazón,
y al final del camino
la evaluación o examen
de lo vivido es insatisfactorio.
Tú eres Señor, la
Resurrección y la Vida,
nuestra esperanza está
puesta en Ti, solo en Ti,
Tú, nuestro Padre,
creador del tiempo y de
la historia.
Tú, nuestro hermano,
nuestro compañero de camino,
Tú, Jesucristo y Señor,
Hijo Bien Amado del Padre.
Tú nuestro aliento
divino y nuestro huésped interior,
Tú, el Espíritu que
perdona y hace renacer.
Tú eres, Señor, la
Resurrección y la Vida.
Amén.
REFERENCIAS
BIBLIOGRÁFICAS:
- Pequeño Misal
"Prions en Église", edición Quebequense. Novalis. 2010, 2013.
- HÉTU, Jean-Luc. Les Options de Jésus.
- BEAUCHAMP, André. Comprendre la parole, année C. Novalis. 2007.
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