30 de noviembre del 2022: Fiesta de San Andrés, Apóstol
Testigo
de la fe:
San
Andrés, Apóstol
Como su hermano Simón-Pedro, Andrés era
pescador en el lago de Galilea.
Discípulo
de Juan el Bautista, fue sin duda el primero de los Apóstoles en encontrarse
con Jesús, el día después del bautismo de este último por Juan.
Y fue él
quien llevó a Pedro a Jesús.
Según
la tradición, evangelizó a los escitas, nómadas de Asia Menor, y fue
crucificado en Patras, Grecia.
Es el
patrón de la Iglesia de Constantinopla.
(Romanos
10, 9-18) Los otros tienen necesidad de nosotros para creer. Por lo tanto, como San Andrés, todos estamos llamados,
a difundir la Buena Noticia de la vida en Cristo Resucitado.
Primera lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos
(10,9-18):
Si tus labios profesan que Jesús es el Señor, y tu corazón cree que Dios lo
resucitó de entre los muertos, te salvarás. Por la fe del corazón llegamos a la
justificación, y por la profesión de los labios, a la salvación. Dice la
Escritura: «Nadie que cree en él quedará defraudado.» Porque no hay distinción
entre judío y griego; ya que uno mismo es el Señor de todos, generoso con todos
los que lo invocan. Pues «todo el que invoca el nombre del Señor se salvará.»
Ahora bien, ¿cómo van a invocarlo, si no creen en él?; ¿cómo van a creer, si no
oyen hablar de él?; y ¿cómo van a oír sin alguien que proclame?; y ¿cómo van a
proclamar si no los envían? Lo dice la Escritura: «¡Qué hermosos los pies de
los que anuncian el Evangelio!» Pero no todos han prestado oído al Evangelio;
como dice Isaías: «Señor, ¿quién ha dado fe a nuestro mensaje?» Así pues, la fe
nace del mensaje, y el mensaje consiste en hablar de Cristo. Pero yo pregunto:
«¿Es que no lo han oído?» Todo lo contrario: «A toda la tierra alcanza su
pregón, y hasta los límites del orbe su lenguaje.»
Palabra de Dios
Salmo
Sal 18,2-3.4-5
R/. A
toda la tierra alcanza su pregón
El cielo proclama la gloria de Dios,
el firmamento pregona la obra de sus manos:
el día al día le pasa el mensaje,
la noche a la noche se lo susurra. R/.
Sin que hablen, sin que pronuncien,
sin que resuene su voz,
a toda la tierra alcanza su pregón
y hasta los límites del orbe su lenguaje. R/.
Lectura del santo evangelio según san Mateo (4,18-22):
En aquel tiempo, pasando Jesús junto al lago de Galilea, vio a dos hermanos,
a Simón, al que llaman Pedro, y a Andrés, su hermano, que estaban echando el
copo en el lago, pues eran pescadores. Les dijo: «Venid y seguidme, y os haré
pescadores de hombres.»
Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Y, pasando adelante, vio a
otros dos hermanos, a Santiago, hijo de Zebedeo, y a Juan, que estaban en la
barca repasando las redes con Zebedeo, su padre. Jesús los llamó también.
Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron.
Palabra del Señor
Pasando Jesús junto al lago de Galilea, vio a dos hermanos, a
Simón, al que llaman Pedro, y a Andrés, su hermano, que estaban echando el copo
en el lago, pues eran pescadores. Les dijo: «Venid y seguidme, y os haré
pescadores de hombres.»
Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.
Qué fiesta tan maravillosa celebramos hoy,
cuando apenas estamos comenzando nuestra temporada de Adviento.
Hoy honramos a San Andrés Apóstol, quien nos da un ejemplo
perfecto de cómo comenzar nuestra celebración de Adviento.
Este pasaje anterior nos revela mucho para
reflexionar.
Andrés, junto con su hermano Pedro, era pescador. Ambos
pescadores estaban trabajando duro cuando, de repente, este extraño, Jesús,
pasó junto a ellos y los llamó. Inmediatamente dejaron su medio de vida y
siguieron a Jesús.
No te pierdas lo que pasó aquí. Específicamente,
sucedieron dos cosas: 1) Jesús pasó junto a estos dos pescadores y dijo: «Venid y seguidme”.
2) En respuesta, estos dos hombres inmediatamente "dejaron
sus redes y lo siguieron".
Esta historia de la llamada o vocación de San
Andrés es muy apropiada para el comienzo del Adviento, porque el Adviento debe
ser un momento en el que escuchamos a Jesús llamarnos de nuevo.
Debe ser un nuevo comienzo y una nueva conversión para nosotros. Al
comenzar el Adviento, debemos escuchar a Jesús llamándonos: "¡Venid y
seguidme”! Deberíamos escucharle invitarnos, valga la redundancia,
con una invitación a entregarnos completamente a Su plan y propósito divinos. Escúchalo
a él. ¿Lo escuchas llamar?
Nuestra respuesta, al comienzo del Adviento,
debe ser la misma que la de San Andrés. Debemos, sin dudarlo, dejar todo
para seguirlo.
¿Qué significa eso exactamente? Significa que debemos dejar
ir todo lo que nos impide responder a Cristo. Significa que debemos estar
listos y dispuestos a hacer todo lo que Jesús nos pida. Y debemos estar
listos para hacerlo en el momento en que Él lo pida.
Reflexiona hoy sobre el hecho de que el
Adviento es un momento para comenzar de nuevo.
Es el momento de dejarse llamar por Cristo. Escúchalo
llamándote y respóndele con todo tu corazón.
Señor, te amo sobre todas las cosas. Ayúdame
a escuchar Tu voz suave pero firme llamándome a seguirte. Dame el valor
que necesito para responder a Tu amable invitación con total abandono. Que
este Adviento sea un tiempo de nuevos comienzos y una determinación más
profunda de seguirte. Jesús, en Ti confío.
Un pescador de gran
corazón se convierte en un atrevido apóstol del Señor
Andrés era un pescador de Betsaida, en el norte de Israel. Vivía a orillas del Mar de Galilea, que en realidad es un lago, donde ocurrieron muchos de los milagros de Jesús.
Jesús eligió principalmente a pescadores y pequeños agricultores para que fueran sus discípulos, tal vez porque en estas profesiones un hombre puede planificar, sudar y calcular, y, aun así, al final, fracasar.
El éxito no se aprecia a menos que el fracaso sea una opción.
Los agricultores y pescadores deben depender de la providencia de Dios para tener éxito. Ninguna cantidad de preparación puede hacer que las nubes se abran y las lluvias caigan, y ninguna cantidad de planificación cuidadosa hará que las redes se llenen de peces.
Los agricultores y pescadores son trabajadores, cuidadosos, reflexivos y, sin embargo, totalmente dependientes del clima y otros factores fuera de su control. Deben trabajar, orar y confiar en Dios en igual medida. En otras palabras, deben tener la disciplina de la fe.
Andrés fue primero discípulo de Juan el Bautista.
Andrés estaba al lado de Juan cuando pasó un hombre a quien Juan había bautizado recientemente. “Mira, aquí está el Cordero de Dios”, exclamó Juan ( Jn 1,36 ).
Andrés tenía curiosidad y, junto con algunos de los otros discípulos de Juan, siguió al hombre misterioso.
Al día siguiente, Andrés le dijo muy admirado a su hermano Simón: "Hemos encontrado al Mesías" ( Jn 1:41) y lo llevó a Jesús, quien renombró a Simón como Pedro.
A partir de ese momento, Andrés se convirtió en uno de los apóstoles más confiables de Jesús, un líder entre los Doce cuyo nombre se repite una y otra vez en los Evangelios.
Hay varias tradiciones sobre dónde evangelizó Andrés después de la Ascensión del Señor, y la mayoría se centró en Grecia, Turquía y el norte del Mar Negro.
No hay hechos seguros sobre su forma de muerte, aunque varios apócrifos afirman que fue atado a una cruz en forma de X y luego predicó desde ese alto púlpito durante días hasta que murió.
San Andrés se sentó a la mesa de la Última Cena, sintió el aliento caliente del Espíritu Santo en sus mejillas en Pentecostés, vio el cuerpo radiante del Señor resucitado con sus propios ojos y soportó dificultades físicas mientras llevaba una nueva religión a antiguas tierras.
Podemos suponer que él, como muchos de los apóstoles, estaba contento con su estilo de vida antes de encontrarse con el Señor.
Pescar en las tranquilas aguas de un lago, compartir las comidas diarias con su familia amplia o extendida, charlar por las tardes con viejos amigos ante una fogata.
Los Apóstoles no abandonaron sus vidas para seguir
a Jesús porque sus vidas fueran miserables. Era cuestión de más. De más
significado. De más verdad. Más satisfacción. Más
desafío. Una vida más atrevida. No hay nada de malo en una buena
vida, pero hay algo mejor en una gran vida.
Los Apóstoles eran en su mayoría hombres sencillos, inteligentes y trabajadores cuyas características sobresalientes eran el coraje y la audacia.
Muchas personas que podrían haber seguido al Señor no lo hicieron. El joven rico, recordemos, se fue triste porque tenía muchas posesiones. Quizás lo más grande que tuvo ese joven fue su juventud.
Andrés, Pedro, Juan, Simón y todos los demás también eran jóvenes. Sin embargo, no se fueron tristes. Se quedaron, lo siguieron, fueron desafiados, retados, y estaban contentos.
Andrés renunció a su padre, a su barca, sus redes y
todo lo conocido y cómodo. Cambió lo que era bueno por lo mejor. Y
por esa generosidad y atrevimiento lo recordamos hoy, tantos siglos
después. Pertenecía a esa generación de pioneros que sembraron las
semillas cuyas cosechas han cosechado y disfrutado los cristianos de hoy.
San Andrés, te pedimos tu intercesión como Apóstol
en el cielo para que todos los cristianos sean más generosos en responder a la
invitación del Señor a seguirlo. Anímanos a compartir la fe con nuestras
familias, como lo hiciste con tu hermano Simón Pedro, y a ser francos en
nuestras creencias.
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