19 de noviembre del 2022: sábado de la trigésima tercera semana del tiempo ordinario

 

 

(Lucas 20, 27-40) ¿Por qué nos preocupamos tanto por las posesiones materiales y lo que dejaremos atrás cuando somos "hijos de la resurrección"?

 


Primera lectura

Lectura del libro del Apocalipsis (11,4-12):

Me fue dicho a mí, Juan:
«Aquí están dos testigos míos, estos son los dos olivos y los dos candelabros que están ante el Señor de la tierra. Y si alguien quiere hacerles daño, sale un fuego de su boca y devora a sus enemigos; y si alguien quisiera hacerles daño, es necesario que muera de esa manera. Estos tienen el poder de cerrar el cielo, para que no caiga lluvia durante los días de su profecía, y tienen poder sobre las aguas para convertirlas en sangre y para herir la tierra con toda clase de plagas siempre que quieran.
Y cuando hayan terminado su testimonio, la bestia que sube del abismo les hará la guerra y los vencerá y los matará. Y sus cadáveres yacerán en la plaza de la gran ciudad, que se llama espiritualmente Sodoma y Egipto, donde también su Señor fue crucificado. Y gentes de los pueblos, tribus, lenguas y naciones contemplan sus cadáveres durante tres días y medio y no permiten que sus cadáveres sean puestos en un sepulcro. Y los habitantes de la tierra se alegran por ellos y se regocijan y se enviarán regalos unos a otros, porque los dos profetas fueron un tormento para los habitantes de la tierra».
Y después de tres días y medio, un espíritu de vida procedente de Dios entró en ellos, y se pusieron de pie, y un gran temor cayó sobre quienes los contemplaban. Y oyeron una gran voz del cielo, que les decía:
«Subid aquí».
Y subieron al cielo en una nube, y sus enemigos se quedaron mirándolos.

Palabra de Dios

 

Salmo

Sal 143,1.2.9-10

R/. ¡Bendito el Señor, mi alcázar!

V/. Bendito el Señor, mi Roca,
que adiestra mis manos para el combate,
mis dedos para la pelea. R/.

V/. Mi bienhechor, mi alcázar,
baluarte donde me pongo a salvo,
mi escudo y refugio,
que me somete los pueblos. R/.

V/. Dios mío, te cantaré un cántico nuevo,
tocaré para ti el arpa de diez cuerdas:
para ti que das la victoria a los reyes,
y salvas a David, tu siervo, de la espada maligna. R/.

 

 

Lectura del santo evangelio según san Lucas (20,27-40):

En aquel tiempo, se acercaron algunos saduceos, los que dicen que no hay resurrección, y preguntaron a Jesús:
«Maestro, Moisés nos dejó escrito: “Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer pero sin hijos, que tome la mujer como esposa y dé descendencia a su hermano». Pues bien, había siete hermanos; el primero se casó y murió sin hijos. El segundo y el tercero se casaron con ella, y así los siete, y murieron todos sin dejar hijos. Por último, también murió la mujer. Cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será la mujer? Porque los siete la tuvieron como mujer».
Jesús les dijo:
«En este mundo los hombres se casan y las mujeres toman esposo, pero los que sean juzgados dignos de tomar parte en el mundo futuro y en la resurrección de entre los muertos no se casarán ni ellas serán dadas en matrimonio. Pues ya no pueden morir, ya que son como ángeles; y son hijos de Dios, porque son hijos de la resurrección.
Y que los muertos resucitan, lo indicó el mismo Moisés en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor: “Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob”. No es Dios de muertos, sino de vivos: porque para él todos están vivos».
Intervinieron unos escribas:
«Bien dicho, Maestro».
Y ya no se atrevían a hacerle más preguntas.

Palabra del Señor

 

 

La verdad triunfa!

 

 

se acercaron algunos saduceos, los que dicen que no hay resurrección, y preguntaron a Jesús:
«Maestro, Moisés nos dejó escrito: “Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer, pero sin hijos, que tome la mujer como esposa y dé descendencia a su hermano». Pues bien, había siete hermanos…

 

Lucas 20:27-29a

 

Y los saduceos continúan presentándole a Jesús un escenario difícil para atraparlo. Presentan la historia de siete hermanos que mueren sin tener hijos. Después de que cada uno muere, el siguiente toma como propia a la esposa del primer hermano. La pregunta que plantean es esta: “Ahora bien, en la resurrección, ¿de quién será esposa esa mujer?” Preguntan esto para engañar a Jesús porque, como dice el pasaje anterior, los saduceos niegan la resurrección de los muertos.  

Jesús, por supuesto, les da la respuesta explicando que el matrimonio es de esta época y no de la época de la Resurrección. Su respuesta socava su intento de atraparlo, y los escribas, que sí creen en la resurrección de los muertos, aplauden Su respuesta.

Una cosa que esta historia nos revela es que la Verdad es perfecta y no puede ser superada. ¡La Verdad siempre gana! Jesús, al afirmar lo que es verdad, desenmascara la necedad de los saduceos. Muestra que ningún engaño humano puede socavar la Verdad.

Esta es una lección importante que debemos aprender, ya que se aplica a todos los aspectos de la vida. Puede que no tengamos la misma pregunta que los saduceos, pero no hay duda de que a medida que avanzamos en la vida nos surgirán preguntas difíciles. Nuestras preguntas pueden no estar allí como una forma de atrapar a Jesús o desafiarlo, pero inevitablemente las tendremos.  

Esta historia del Evangelio debería asegurarnos que no importa sobre lo que estemos confundidos, siempre hay una respuesta. No importa lo que no entendamos, si buscamos la Verdad, descubriremos la Verdad.  

Reflexiona hoy sobre lo que más te desafía en tu camino de fe. Quizá sea una pregunta sobre el más allá, o sobre el sufrimiento, o sobre la creación. Tal vez sea algo profundamente personal. O tal vez no has pasado suficiente tiempo últimamente para hacerle preguntas a nuestro Señor. Cualquiera que sea el caso, busca la Verdad en todas las cosas y pídele sabiduría al Señor para que puedas entrar cada día más profundamente en la fe.

 

Señor, deseo saber todo lo que has revelado. Deseo comprender aquellas cosas que son más confusas y desafiantes en la vida. Ayúdame cada día a profundizar mi fe en Ti y mi comprensión de Tu Verdad. Jesús, en Ti confío.


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