sábado, 9 de diciembre de 2023

10 de diciembre del 2023: segundo domingo de Adviento- Ciclo B


Despejar el camino


El Adviento es un tiempo de conversión. 
Pedro nos recuerda que este tiempo pertenece a Dios. Es, por tanto, el de su propia misericordia y ternura. 
El Señor no requiere que construyamos solos el camino hacia Él. Simplemente nos pide que despejemos el camino para poder unirse a nosotros cuando llegue el momento. 
¿Qué hacer para prepararnos para la Navidad? El bautismo de Juan en las aguas del Jordán manifiesta  disponibilidad de arrepentirse. El objetivo es rechazar el pecado y el apego excesivo a la propia comodidad que a veces nos hace olvidar lo esencial. 
Juan expresa su expectativa del Mesías a través de la sobriedad. Su modo de vestir o de comer anuncia a un Dios cuya humildad sacude incluso nuestras costumbres. 
La conversión es una gracia que pedir al Señor. 
En nuestra oración pidámosle también la esperanza de no desanimarnos nunca de nuestra lentitud o de nuestra inconstancia. Cristo ya está en camino para calmar nuestras preocupaciones y cumplir nuestro deseo de Dios. 
“Vosotros que esperáis con impaciencia la venida del día de Dios, mirad a qué santidad estáis llamados” (cf. 2 p 3, 11-12). 
Las primeras líneas del evangelio de Marcos marcan el comienzo de una buena noticia: la victoria de Jesús sobre nuestra renuencia a convertirnos. 
La espera del Mesías nos abre a la belleza de Dios y a su bondad para con el hombre. Él viene a reinar en nuestros corazones y habitar nuestras vidas para siempre.

¿Muestra mi vida que ya estoy listo para vivir para siempre con el Señor?
De aquí a Navidad, ¿qué obstáculo eliminaré, qué fronteras abriré al Salvador venidero? 

Vicente Leclercq, sacerdote asuncionista



Primera lectura

Lectura del libro de Isaías (40,1-5.9-11):

«Consolad, consolad a mi pueblo, –dice vuestro Dios–; hablad al corazón de Jerusalén, gritadle, que se ha cumplido su servicio, y está pagado su crimen, pues de la mano del Señor ha recibido doble paga por sus pecados.»
Una voz grita: «En el desierto preparadle un camino al Señor; allanad en la estepa una calzada para nuestro Dios; que los valles se levanten, que montes y colinas se abajen, que lo torcido se enderece y lo escabroso se iguale. Se revelará la gloria del Señor, y la verán todos los hombres juntos –ha hablado la boca del Señor–.»
Súbete a un monte elevado, heraldo de Sión; alza fuerte la voz, heraldo de Jerusalén; álzala, no temas, di a las ciudades de Judá: «Aquí está vuestro Dios. Mirad, el Señor Dios llega con poder, y su brazo manda. Mirad, viene con él su salario, y su recompensa lo precede. Como un pastor que apacienta el rebaño, su brazo lo reúne, toma en brazos los corderos y hace recostar a las madres.»

Palabra de Dios



Salmo
Sal 84,9ab-10.11-12.13-14

R/.
 Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación

Voy a escuchar lo que dice el Señor:
«Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos.»
La salvación está ya cerca de sus fieles,
y la gloria habitará en nuestra tierra. R/.

La misericordia y la fidelidad se encuentran,
la justicia y la paz se besan;
la fidelidad brota de la tierra,
y la justicia mira desde el cielo. R/.

El Señor nos dará la lluvia,
y nuestra tierra dará su fruto.
La justicia marchará ante él,
la salvación seguirá sus pasos. R/.



Segunda lectura
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pedro (3,8-14):

No perdáis de vista una cosa: para el Señor un día es como mil años, y mil años como un día. El Señor no tarda en cumplir su promesa, como creen algunos. Lo que ocurre es que tiene mucha paciencia con vosotros, porque no quiere que nadie perezca, sino que todos se conviertan. El día del Señor llegará como un ladrón. Entonces el cielo desaparecerá con gran estrépito; los elementos se desintegrarán abrasados, y la tierra con todas sus obras se consumirá. Si todo este mundo se va a desintegrar de este modo, ¡qué santa y piadosa ha de ser vuestra vida! Esperad y apresurad la venida del Señor, cuando desaparecerán los cielos, consumidos por el fuego, y se derretirán los elementos. Pero nosotros, confiados en la promesa del Señor, esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva en que habite la justicia. Por tanto, queridos hermanos, mientras esperáis estos acontecimientos, procurad que Dios os encuentre en paz con él, inmaculados e irreprochables.

Palabra de Dios



LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS 1, 1-8 

Comienza el Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios.
Está escrito en el profeta Isaías: Yo envío mi mensajero delante de ti para que te prepare el camino. Una voz grita en el desierto: "Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos." Juan bautizaba en el desierto; predicaba que se convirtieran y se bautizaran, para que se les perdonasen los pecados. Acudía la gente de Judea y de Jerusalén, confesaban sus pecados, y él los bautizaba en el Jordán. Juan iba vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y proclamaba: "Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo."
Palabra del Señor


Llamados al desierto

 

Comienza el Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios.

Está escrito en el profeta Isaías: Yo envío mi mensajero delante de ti para que te prepare el camino. Una voz grita en el desierto: "Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos."

 

Marcos 1:1–3

 

Estas, las primeras líneas del Evangelio de San Marcos, nos presentan a San Juan Bautista. 

Juan fue aquel que Isaías profetizó que vendría antes del Mesías. A Juan se le dio la responsabilidad y el privilegio de ser el preparador más inmediato para el Salvador del mundo.

Quizás si a la mayoría de la gente se le diera la tarea de instruir a Juan sobre la mejor manera de preparar el camino para el Señor, le dirían que debe acudir a los líderes del pueblo, a las autoridades civiles, a los influyentes y a los de estatus en la sociedad para ganarse la vida. ellos primero. Muchos llegarían a la conclusión de que el Mesías necesitaba contar con el apoyo total de los líderes de ese momento. Pero obviamente eso no es lo que hizo Juan.

Juan el Bautista, inspirado por el Espíritu Santo, no fue llevado a los hogares de los más prestigiosos y ricos, ni a los salones de los gobernadores civiles, ni a las sinagogas o al Templo. En cambio, Juan fue conducido al desierto. Y en el desierto, ese lugar seco y desierto, atrajo a muchas personas hacia sí y hacia su mensaje de arrepentimiento.

Dios continúa llamando a muchos hoy a seguir los pasos de Juan el Bautista. Aunque Juan fue una persona real enviada a una misión real en un momento particular, la misión que cumplió es una que todavía necesita cumplirse de varias maneras hoy en día. Aún es necesario preparar el “camino del Señor”. El Señor todavía desea venir a muchos y necesita profetas que preparen el camino para su continua venida por gracia. ¿Eres una de esas personas?

A decir verdad, cada uno de nosotros, ricos o pobres, eruditos o ignorantes, jóvenes o viejos, etc., somos llamados por Dios a preparar el camino para Su venida por gracia todos los días. 

Estamos llamados a preparar el camino llamando a otros al arrepentimiento sincero y a la conversión de vida. Esto se hace por el testimonio de nuestras acciones, por nuestras palabras y por muchas otras formas que Dios llama. 

¿Cómo te está llamando Dios a hacer Su obra? Ciertamente te está llamando. Simplemente necesitas estar abierto a ese llamado y responder generosamente.

Reflexiona hoy sobre ese “desierto” al que has sido llamado, para prepararte a ti mismo y a los demás para la venida de Cristo. 

Ese desierto es cualquier lugar donde hay necesidad y todo lugar donde nuestro Señor no está. Puede ser tu familia, ambiente de trabajo, comunidad, entre amigos o cualquier lugar que carezca de la sobreabundancia de la gracia de Dios. Busque entrar en esos desiertos y estar abierto a ser un canal de la gracia de nuestro Señor para los necesitados. 

 

Señor, Tú deseas venir a mí y a todos Tus hijos todos los días. Por favor, úsame no sólo para preparar mi corazón y mi alma para Tu divina venida, sino también para preparar a otros para encontrarte contigo. Dame sabiduría y compasión, perspicacia y fuerza, para que pueda imitar a San Juan Bautista y preparar el camino para Tu gloriosísima venida por gracia. Jesús, en Ti confío.


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