19 de diciembre del 2023: feria de Adviento
Amados antes de nacer
(Jueces 13, 2-7.24-25a) Un
ángel anuncia a la esposa de Manoa que va a dar a luz, aunque es estéril. Este
episodio del libro de Jueces es rico en lecciones. Dios es el dueño de la vida.
Nada es imposible para él. Además, cada niño no nacido es conocido por su
Creador, amado por Dios desde toda la eternidad. “A ti fui confiado desde mi
nacimiento; desde el vientre de mi madre tú eres mi Dios” (Sal 21,11). Esto es
lo que establece nuestra dignidad y fortalece nuestra confianza. ■
Benedicta de la Cruz, cisterciense
(San Lucas 1,15-25) En el
Evangelio de hoy vemos cómo con edad muy avanzada, Zacarías e Isabel, sin
duda, creen haber dado y recibido todo…Y he aquí que una nueva vida se abre
delante de ellos: ellos se convertirán en "jóvenes" padres. El Señor
siempre nos reserva sorpresas.
Primera lectura
Lectura del libro de
los Jueces (13,2-7.24-25a):
EN aquellos días, había en Sorá un hombre de estirpe danita, llamado Manoj.
Su esposa era estéril y no tenía hijos.
El ángel del Señor se apareció a la mujer y le dijo:
«Eres estéril y no has engendrado. Pero concebirás y darás a luz un hijo. Ahora
guárdate de beber vino o licor, y no comas nada impuro, pues concebirás y darás
a luz un hijo. La navaja no pasará por su cabeza, porque el niño será un nazir
de Dios desde el seno materno. Él comenzará a salvar a Israel de la mano de los
filisteos».
La mujer dijo al esposo:
«Ha venido a verme un hombre de Dios. Su semblante era como el semblante de un
ángel de Dios, muy terrible. No le pregunté de dónde era, ni me dio a conocer
su nombre. Me dijo: “He aquí que concebirás y darás a luz un hijo. Ahora, pues,
no bebas vino o licor, y no comas nada impuro; porque el niño será nazir de
Dios desde el seno materno hasta el día de su muerte”».
La mujer dio a luz un hijo, al que puso de nombre Sansón. El niño creció, y el
Señor lo bendijo. El espíritu del Señor comenzó a agitarlo.
Palabra de Dios
Salmo
Sal
70,3-4a.5-6ab.16-17
R/. Que se llene mi boca de tu alabanza,
y así cantaré tu gloria.
V/. Sé tú mi roca de refugio,
el alcázar donde me salve,
porque mi peña y mi alcázar eres tú.
Dios mío, líbrame de la mano perversa. R/.
V/. Porque tú, Señor, fuiste mi esperanza
y mi confianza, Señor, desde mi juventud.
En el vientre materno ya me apoyaba en ti,
en el seno tú me sostenías. R/.
V/. Contaré tus proezas, Señor mío;
narraré tu justicia, tuya entera.
Dios mío, me instruiste desde mi juventud,
y hasta hoy relato tus maravillas. R/.
Lectura del santo
evangelio según san Lucas (1,5-25):
EN los días de Herodes, rey de Judea, había un sacerdote de nombre Zacarías,
del turno de Abías, casado con una descendiente de Aarón, cuyo nombre era
Isabel.
Los dos eran justos ante Dios, y caminaban sin falta según los mandamientos y
leyes del Señor. No tenían hijos, porque Isabel era estéril, y los dos eran de
edad avanzada.
Una vez que Zacarías oficiaba delante de Dios con el grupo de su turno, según
la costumbre de los sacerdotes, le tocó en suerte a él entrar en el santuario
del Señor a ofrecer el incienso; la muchedumbre del pueblo estaba fuera rezando
durante la ofrenda del incienso.
Y se le apareció el ángel del Señor, de pie a la derecha del altar del
incienso. Al verlo, Zacarías se sobresaltó y quedó sobrecogido de temor.
Pero el ángel le dijo:
«No temas, Zacarías, porque tu ruego ha sido escuchado: tu mujer Isabel te dará
un hijo, y le pondrás por nombre Juan. Te llenarás de alegría y gozo, y muchos
se alegrarán de su nacimiento. Pues será grande a los ojos del Señor: no beberá
vino ni licor; estará lleno del Espíritu Santo ya en el vientre materno, y
convertirá muchos hijos de Israel al Señor, su Dios. Irá delante del Señor, con
el espíritu y poder de Elías, “para convertir los corazones de los padres hacía
los hijos”, y a los desobedientes, a la sensatez de los justos, para preparar
al Señor un pueblo bien dispuesto».
Zacarías replicó al ángel:
«¿Cómo estaré seguro de eso? Porque yo soy viejo, y mi mujer es de edad
avanzada».
Respondiendo el ángel, le dijo:
«Yo soy Gabriel, que sirvo en presencia de Dios; he sido enviado para hablarte
y comunicarte esta buena noticia. Pero te quedarás mudo, sin poder hablar,
hasta el día en que esto suceda, porque no has dado fe a mis palabras, que se
cumplirán en su momento oportuno».
El pueblo, que estaba aguardando a Zacarías, se sorprendía de que tardase tanto
en el santuario. Al salir no podía hablarles, y ellos comprendieron que había
tenido una visión en el santuario. Él les hablaba por señas, porque seguía
mudo.
Al cumplirse los días de su servicio en el templo, volvió a casa. Días después
concibió Isabel, su mujer, y estuvo sin salir de casa cinco meses, diciendo:
«Esto es lo que ha hecho por mí el Señor, cuando se ha fijado en mi para quitar
mi oprobio ante la gente».
Palabra del Señor
¿Fe o
duda?
«Yo soy Gabriel, que sirvo en presencia de Dios; he sido enviado
para hablarte y comunicarte esta buena noticia. Pero te quedarás mudo, sin
poder hablar, hasta el día en que esto suceda, porque no has dado fe a mis
palabras, que se cumplirán en su momento oportuno».
Imagínate si se te apareciera
el Arcángel Gabriel. ¿Cómo habría sido eso? Este Arcángel en particular se
encuentra ante la incomprensible belleza y esplendor de la Santísima Trinidad y
trae mensajes de la mayor importancia. Gabriel es el mensajero más notable de
Dios. Tómate un momento para reflexionar sobre cómo habría sido una aparición
tan gloriosa.
En el pasaje anterior, este
glorioso Arcángel se le aparece a Zacarías mientras cumple con su deber
sacerdotal de quemar incienso ante el Señor dentro del Lugar Santísimo. Cuando
Zacarías entra al santuario mientras todo el pueblo permanece afuera orando, de
repente tiene una visión del Arcángel diciéndole que su esposa Isabel tendrá un
hijo, a pesar de que es de avanzada edad. Pero, aunque Zacarías escucha este
mensaje de Gabriel, el Arcángel que está ante Dios, duda de lo que le dice.
¿Habrías creído al Arcángel
Gabriel si fueras Zacarías? ¿O habrías dudado? Aunque puede que no haya una
manera de saber la respuesta a esa pregunta, es útil reflexionar sobre la
humilde verdad de la que es muy posible que hayas dudado. Se necesita verdadera
humildad para admitir esa posibilidad. Como Zacarías, todos somos débiles y
pecadores. Nos falta la fe perfecta que tenía nuestra Santísima Madre. Y si
puedes admitir esto con humildad, entonces estás en una excelente posición para
superar la debilidad de la fe con la que luchas. Zacarías sufrió mucho por su
falta de fe, pero ese sufrimiento lo llevó a una renovación de la fe cuando
llamó a su hijo Juan en obediencia al Arcángel.
Reflexiona hoy sobre lo bien
que escuchas todo lo que Dios te dice. ¿Escuchas, crees y obedeces? ¿O
cuestionas y dudas de la voz de Dios? Debes saber que Dios te habla todos los
días. Admite las formas en que te falta una fe perfecta y permite que ese acto
de humilde reconocimiento te fortalezca donde más necesitas ayuda.
Señor, sé que me falta la
profundidad de la fe perfecta que tanto deseo tener. Sé que Tú me hablas día y
noche, y no te escucho ni obedezco. Mientras me humillo ante Ti y confieso mi
debilidad de fe, fortaléceme para responder cada día más plenamente a todo lo
que Tú me dices. Jesús, en Ti confío.
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