25 de febrero del 2025: martes de la séptima semana del tiempo ordinario- I
La grandeza del último
(Marcos 9, 30-37) La
enseñanza de Jesús es desafiante: coloca el servicio por encima de la búsqueda
de poder. Para Jesús, la grandeza se encuentra en la humildad, en hacerse
“último” poniéndose al servicio de los demás, especialmente de los más
vulnerables. Este servicio, simbolizado por el sacrificio de la Cruz, nos
invita a reconocer en cada persona una manifestación viva de la presencia
divina.
Jean-Paul Musangania, sacerdote asuncionista
(Eclesiástico 2,1-11) Cada existencia tiene su cuota de pruebas. Aceptarlas y superarlas nos da un sentimiento de serenidad que tiene su origen en la confianza que depositamos en Dios.
Una confianza que nos abre al don eterno de la alegría.
Primera lectura
Lectura del libro del Eclesiástico (2,1-11):
HIJO, si te acercas a servir al Señor,
permanece firme en la justicia y en el temor,
y prepárate para la prueba.
Endereza tu corazón, mantente firme
y no te angusties en tiempo de adversidad.
Pégate a él y no te separes,
para que al final seas enaltecido.
Todo lo que te sobrevenga, acéptalo,
y sé paciente en la adversidad y en la humillación.
Porque en el fuego se prueba el oro,
y los que agradan a Dios en el horno de la humillación.
Confía en él y él te ayudará,
endereza tus caminos y espera en él.
Los que teméis al Señor, aguardad su misericordia
y no os desviéis, no sea que caigáis.
Los que teméis al Señor, confiad en él,
y no se retrasará vuestra recompensa.
Los que teméis al Señor, esperad bienes,
gozo eterno y misericordia.
Los que teméis al Señor, amadlo
y vuestros corazones se llenarán de luz.
Fijaos en las generaciones antiguas y ved:
¿Quién confió en el Señor y quedó defraudado?,
o ¿quién perseveró en su temor y fue abandonado?,
o ¿quién lo invocó y fue desatendido?
Porque el Señor es compasivo y misericordioso,
perdona los pecados y salva en tiempo de desgracia,
y protege a aquellos que lo buscan sinceramente.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 36,3-4.18-19.27-28.39-40
R/. Encomienda tu camino al Señor, y él actuará
V/. Confía en el Señor y haz el bien,
habitarás tu tierra y reposarás en ella en fidelidad;
sea el Señor tu delicia,
y él te dará lo que pide tu corazón. R/.
V/. El Señor vela por los días de los buenos,
y su herencia durará siempre;
no se agostarán en tiempo de sequía,
en tiempo de hambre se saciarán. R/.
V/. Apártate del mal y haz el bien,
y siempre tendrás una casa;
porque el Señor ama la justicia
y no abandona a sus fieles.
Los inicuos son exterminados,
la estirpe de los malvados se extinguirá. R/.
V/. El Señor es quien salva a los justos,
él es su alcázar en el peligro;
el Señor los protege y los libra,
los libra de los malvados y los salva
porque se acogen a él. R/.
Lectura del santo evangelio según san Marcos (9,30-37):
EN aquel tiempo, Jesús y sus discípulos atravesaron Galilea; no quería que nadie se enterase, porque iba instruyendo a sus discípulos.
Les decía:
«El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres y lo matarán; y después de muerto, a los tres días resucitará».
Pero no entendían lo que decía, y les daba miedo preguntarle. Llegaron a Cafarnaún, y una vez en casa, les preguntó:
«¿De qué discutíais por el camino?».
Ellos callaban, pues por el camino habían discutido quién era el más importante.
Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo:
«Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos».
Y tomando un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo:
«El que acoge a un niño como este en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí, no me acoge a mí, sino al que me ha enviado».
Palabra del Señor
Las
lecturas correspondientes al martes de la séptima semana del tiempo ordinario
en el Año I nos invitan a reflexionar sobre la humildad, el servicio y la
confianza en Dios durante las pruebas.
Primera Lectura: Eclesiástico (Sirácida) 2, 1-11
El
autor del Eclesiástico aconseja a quienes desean servir al Señor que se
preparen para las pruebas. Destaca la importancia de mantener el corazón firme,
ser valientes y no desanimarse ante la adversidad. Así como el oro se purifica
en el fuego, las personas que agradan a Dios son probadas en el crisol de la
humillación. Se nos exhorta a confiar plenamente en Dios, esperando en su
misericordia y permaneciendo fieles, con la certeza de que Él no abandona a
quienes lo buscan sinceramente.
La
historia de la salvación nos muestra que Dios siempre ha estado cerca de su
pueblo en los momentos más oscuros, guiándolo con amor y sosteniéndolo con su
gracia. Por ello, la esperanza del creyente no radica en la ausencia de
dificultades, sino en la certeza de que, aun en medio de ellas, Dios camina a su
lado, fortaleciéndolo y conduciéndolo hacia la plenitud de la vida.
Salmo Responsorial: Salmo 36 (37), 3-4. 18-19. 27-28. 39-40
Este
salmo refuerza la confianza en el Señor, animándonos a practicar el bien y a
encontrar en Él nuestra delicia. En un mundo donde la injusticia y la
incertidumbre pueden parecer dominantes, el salmista nos recuerda que la
verdadera seguridad y plenitud solo se encuentran en Dios. No se trata solo de
esperar en Él pasivamente, sino de vivir conforme a su voluntad, confiando en
que su justicia y misericordia sostienen a quienes le son fieles.
Se nos
asegura que Dios vela por la vida de los justos, que su herencia perdura y que,
incluso en tiempos difíciles, no serán defraudados. A lo largo de la historia,
Dios ha mostrado su fidelidad a aquellos que caminan en su justicia,
protegiéndolos y dándoles un futuro lleno de esperanza. Aunque puedan enfrentar
pruebas o sufrir a causa del mal en el mundo, los justos no están solos ni
desamparados. Su herencia no es solo material, sino la paz y la seguridad que
provienen de una vida anclada en la presencia de Dios.
El Señor
es nuestro refugio y salvación, especialmente en momentos de angustia. La vida
humana está marcada por desafíos, pruebas y sufrimientos, pero el creyente
tiene la certeza de que Dios nunca abandona a sus hijos. En Él encontramos la
fortaleza para resistir las dificultades, la paz que el mundo no puede dar y la
seguridad de que su amor es inquebrantable. Cuando todo parece incierto, Dios
sigue siendo la roca firme en la que podemos apoyarnos, el refugio donde
encontramos descanso y la salvación que nos conduce a la verdadera vida.
Evangelio: Marcos 9, 30-37
En
este pasaje, Jesús anuncia a sus discípulos su próxima pasión, muerte y
resurrección, revelándoles nuevamente el misterio central de su misión
redentora. Sin embargo, ellos no comprenden sus palabras y temen preguntarle.
Esta falta de entendimiento refleja la dificultad de los discípulos para
aceptar un Mesías sufriente, pues esperaban un líder triunfante y poderoso. Su
temor a preguntar también indica su resistencia a enfrentar la realidad del
sufrimiento que Jesús les anunciaba, una realidad que contradecía sus
expectativas humanas.
Más
adelante, mientras caminan juntos, Jesús se da cuenta de que sus discípulos
discutían sobre quién de ellos era el más importante. Este debate muestra que
aún tenían una mentalidad influenciada por las estructuras de poder del mundo,
donde la grandeza se asocia con el prestigio y el dominio sobre los demás.
Jesús, conociendo sus pensamientos y queriendo transformar su visión, aprovecha
la ocasión para impartir una enseñanza fundamental sobre la verdadera grandeza
en el Reino de Dios.
Entonces,
les enseña que, para ser el primero, uno debe hacerse el último y ser el
servidor de todos. Con esta afirmación paradójica, Jesús invierte la lógica del
poder humano: la verdadera grandeza no se encuentra en la búsqueda de
reconocimiento o autoridad, sino en la humildad y el servicio desinteresado.
Quien desee ser grande a los ojos de Dios debe renunciar al deseo de supremacía
y, en su lugar, dedicarse al servicio de los demás, especialmente de los más
pequeños y necesitados.
Para
ilustrar su enseñanza, toma a un niño y les dice que quien reciba a un niño en
su nombre, lo recibe a Él, y al recibirlo a Él, reciben al Padre que lo envió.
En la sociedad de aquel tiempo, los niños eran considerados los más
insignificantes, sin poder ni prestigio. Al poner a un niño en el centro, Jesús
no solo exalta la humildad y la pequeñez, sino que también revela que Dios se
identifica con los más vulnerables. Acoger a los pequeños, los débiles y los
marginados es acoger a Cristo mismo, y en consecuencia, acoger al Padre.
Este
pasaje nos llama a revisar nuestras propias actitudes respecto a la grandeza y
el poder. Nos invita a abandonar toda ambición egoísta y a adoptar el camino de
la humildad y el servicio, siguiendo el ejemplo de Cristo, quien no vino para
ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos. En el
contexto del Año Jubilar, cuyo lema es *Peregrinos de la esperanza*, esta
enseñanza cobra especial relevancia: estamos llamados a ser testigos de la
esperanza a través de una vida de entrega, acogiendo con amor a los más
pequeños y necesitados, reflejando así el rostro misericordioso de Dios en el
mundo.
Reflexión:
Estas
lecturas nos invitan a adoptar una actitud de humildad y servicio en nuestra
vida diaria. El camino del discípulo de Cristo no está exento de dificultades;
sin embargo, estas pruebas nos purifican y fortalecen nuestra fe. Jesús nos
muestra que la verdadera grandeza se encuentra en servir a los demás con amor y
sencillez, especialmente a los más vulnerables y pequeños. En el contexto del
Año Jubilar bajo el lema "Peregrinos de la esperanza", se nos anima a
renovar nuestra confianza en Dios, a perseverar en medio de las adversidades y
a ser portadores de esperanza para quienes nos rodean, siguiendo el ejemplo de
Cristo, que vino no para ser servido, sino para servir.
Al
acoger a los "pequeños" en nuestro entorno—ya sean niños, personas
marginadas o necesitadas—estamos acogiendo al mismo Jesús y, por ende, al Padre
que lo envió. Este llamado nos desafía a vivir una fe auténtica, manifestada en
acciones concretas de amor y servicio desinteresado, reflejando así la
misericordia y compasión de Dios en el mundo.
Jesús y sus discípulos partieron de allí y comenzaron un viaje por Galilea, pero no quiso que nadie lo supiera. Estaba enseñando a sus discípulos y diciéndoles: “El Hijo del Hombre será entregado a los hombres y lo matarán, y tres días después de su muerte, el Hijo del Hombre resucitará”.
¿Por qué Jesús desearía que nadie supiera que Él y Sus discípulos estaban viajando por Galilea en ese momento?
Parece que la razón fue que Jesús se centró intensamente en enseñar a sus discípulos acerca de su próxima pasión, muerte y resurrección.
El evangelio de hoy nos presenta tres momentos en los que Jesús enseñaba a sus discípulos de forma privada, directa y clara: primero, mientras iban de camino; segundo, cuando llegaron a Cafarnaúm y entraron en una casa; y tercero, cuando Jesús llamó a un niño.
Aunque el contenido de lo que Jesús enseñó a Sus discípulos es significativo, también es útil reflexionar primero sobre el simple hecho de que Jesús pasó tiempo a solas con los discípulos enseñándoles.
De muchas maneras, nuestro Señor hace lo mismo con nosotros. Jesús nos está llamando constantemente a varias formas de soledad con Él p
ara que podamos escuchar todo lo que Él quiere enseñarnos. Esto es difícil para muchos hoy en día. Muchas personas son bombardeadas constantemente con los diversos ruidos del mundo, constantemente se distraen con experiencias momentáneas y pasajeras, y les resulta difícil permanecer solo con nuestro Señor para que Él pueda enseñarles las lecciones más importantes de la vida.
Al considerar tus actividades semanales, ¿cuánto tiempo dedicas a estar a solas con nuestro Señor? ¿Cuánto tiempo pasas en oración, en la lectura de las Escrituras y en la meditación silenciosa lejos de otras distracciones? Para muchos, esto es un desafío.
También es útil considerar el contenido de lo que Jesús enseñó a sus discípulos en privado. Les habló de su próxima pasión, muerte y resurrección. Este era el propósito central de Su vida y era claramente algo que Jesús quería comunicar a Sus discípulos. Note también que Jesús habló muy directamente y sin ningún lenguaje figurado mientras explicaba esto. Contraste eso con las muchas parábolas que dijo a las multitudes. Parece que cuando Jesús pudo estar a solas con aquellos que habían dedicado sus vidas a seguirlo en la fe, Jesús pudo hablar Su mensaje salvador de manera más clara y directa.
Reflexiona hoy sobre el hecho de que nuestro Señor te quiere llevar de vez en cuando al silencio y a la soledad. Quiere pasar tiempo contigo a solas. Este es especialmente el caso de aquellos que han elegido dedicar completamente sus vidas a Él y a Su misión. Si ese eres tú, entonces busca estos momentos de soledad en los que nuestro Señor pueda hablarte más clara y directamente para que tu fe se profundice y tu comprensión y conocimiento crezcan a pasos agigantados.
Señor, tienes tanto que decir, tanto que enseñar y tanto que revelar. Mientras elijo seguirte y dedicarte toda mi vida, oro para que me lleves continuamente a un mayor silencio y soledad para que pueda recibir de ti los mensajes profundos, claros y directos que necesito escuchar, entender y creer…Jesús, en Ti confío.
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