12 de febrero del 2025: miércoles de la quinta semana del tiempo ordinario- año I


El alfarero

(Génesis 2, 4b-9.15-17) En el segundo relato de la Creación, no se habla de Dios como un sacerdote que habla con poder, sino como un alfarero que modela con amor una figura a la que da vida y luego rodea con cuidado.

El árbol de la vida, colocado en el centro del jardín, indica claramente el plan único del Creador: ¡que la humanidad viva! Para ello, debe aceptar un límite: todo le es dado, pero nunca podrá “tener” o “ser” todo.

Jean-Marc Liautaud, Fondacio

 

(Marcos 7, 14-23) El desencanto, la falta de solidaridad, el rechazo del otro, la renuncia al compromiso, el retraimiento en uno mismo, son diversas formas de comportamiento que destruyen a la persona humana.



Primera lectura

Lectura del libro del Génesis (2,4b-9.15-17):


El día en que el Señor Dios hizo tierra y cielo, no había aún matorrales en la tierra, ni brotaba hierba en el campo, Porque el Señor Dios no había enviado lluvia sobre la tierra, ni había hombre que cultivase el suelo; pero un manantial salía de la tierra y regaba toda la superficie del suelo.
Entonces el Señor Dios modeló al hombre del polvo del suelo e insufló en su nariz aliento de vida; y el hombre se convirtió en ser vivo. Luego el Señor Dios plantó un jardín en Edén, hacia Oriente, y colocó en él al hombre que había modelado.
El Señor Dios hizo brotar del suelo toda clase de árboles hermosos para la vista y buenos para comer; además, el árbol de la vida en mitad del jardín, y el árbol del conocimiento del bien y el mal. El Señor Dios tomó al hombre y lo colocó en el jardín de Edén, para que lo guardara y lo cultivara.
El Señor Dios dio este mandato al hombre: «Puedes comer de todos los árboles del jardín, pero del árbol del conocimiento del bien y el mal no comerás, porque el día en que comas de él, tendrás que morir».


Palabra de Dios

 

 

Salmo


Sal 103,1-2a.27-28.29be-30

R/
 Bendice, alma mía, al Señor

Bendice, alma mía, al Señor,
¡Dios mío, qué grande eres!
Te vistes de belleza y majestad,
la luz te envuelve como un manto. R/

Todos ellos aguardan
a que les eches comida a su tiempo:
se la echas, y la atrapan;
abres tu mano, y se sacian de bienes. R/

Les retiras el aliento, y expiran,
y vuelven a ser polvo;
envías tu aliento, y los creas,
y repueblas la faz de la tierra
R/

 

 

Lectura del santo evangelio según san Marcos (7,14-23):

En aquel tiempo, llamó Jesús de nuevo a la gente y les dijo: «Escuchad y entended todos: nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre».
Cuando dejó a la gente y entró en casa, le pidieron sus discípulos que les explicara la parábola. Él les dijo: «También vosotros seguís sin entender? ¿No comprendéis? Nada que entre de fuera puede hacer impuro al hombre, porque no entra en el corazón sino en el vientre y se echa en la letrina». (Con esto declaraba puros todos los alimentos).
Y siguió: «Lo que sale de dentro del hombre, eso sí hace impuro al hombre. Porque de dentro, del corazón del hombre, salen los pensamientos perversos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, malicias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad. Todas esas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro».

Palabra del Señor

 

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Lo que está dentro

 

“…llamó Jesús de nuevo a la gente y les dijo: «Escuchad y entended todos: nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre».

Marcos 7: 14-15

 

 

¿Qué hay dentro de ti? ¿Qué hay en tu corazón? El evangelio de hoy concluye con una lista de vicios que tristemente vienen de adentro: pensamientos perversos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, malicias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad… Por supuesto, ninguno de estos vicios es deseable cuando se mira objetivamente. Todos son bastante repulsivos. Y, sin embargo, con demasiada frecuencia son pecados con los que la gente se encuentra y se “enreda” de forma regular en un grado u otro.

 

Tomemos la codicia, por ejemplo. Cuando se entiende claramente, nadie quiere ser conocido como codicioso. Es un atributo vergonzoso serlo. Pero cuando la codicia no se ve como codicia, es fácil caer en la trampa de vivirla. Quien es codicioso desea una cantidad excesiva de esto o aquello. Más dinero, una casa mejor, un carro más bonito, vacaciones más lujosas, etc. Así, cuando una persona actúa de forma codiciosa, la codicia no parece indeseable. Solo cuando se mira la codicia de una manera objetiva se entiende lo que es.

 

En este Evangelio, al nombrar esta larga lista de vicios, Jesús nos hace un increíble acto de misericordia. Nos inquieta y nos llama a dar un paso atrás y mirar al pecado como lo que es. Jesús también deja en claro que cuando uno vive uno o más de estos vicios, se contamina. Te vuelves codicioso, mentiroso, cruel, chismoso, odioso, arrogante, etc. Hablando objetivamente, nadie quiere esto.

 

¿Qué hay en esa lista de vicios con los que más luchas? ¿Qué ves dentro de tu propio corazón? 

Se honesto contigo mismo ante Dios. Jesús desea que tu corazón sea puro y santo, libre de estas y toda inmundicia. Pero a menos que puedas mirar tu propio corazón con honestidad, será difícil rechazar el pecado con el que luchas.

 

Reflexiona hoy sobre esta lista de pecados identificados por nuestro Señor. Considera cada uno y permítete ver cada pecado por lo que realmente es. Permítete despreciar estos pecados con santa ira y luego vuelve tus ojos al pecado con el que más luchas. Has de saber que al ver conscientemente ese pecado y rechazarlo, nuestro Señor comenzará a fortalecerte y purificar tu corazón para que te liberes de esa contaminación y te conviertas, en cambio, en el hermoso hijo de Dios que estás destinado a ser.


 

Mi misericordioso Señor, ayúdame a ver el pecado por lo que es. Ayúdame, especialmente, a ver mi propio pecado, ese pecado dentro de mi propio corazón que me contamina como Tu querido hijo. Al ver mi pecado, dame la gracia que necesito para rechazarlo y volverme a Ti con todo mi corazón para que pueda convertirme en una nueva creación en Tu gracia y misericordia. Jesús, en Ti confío.

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