26 de febrero del 2025: miércoles de la séptima semana del tiempo ordinario- año I
Del juicio al discernimiento
(Marcos 9, 38-40) Jesús
invita a sus discípulos a pasar del juicio al discernimiento. Los anima a
reconocer la obra de Dios, incluso más allá de los límites de su propia
comunidad.
No rechacemos a alguien sólo
porque no cumple nuestras expectativas o nos molesta. Cristo nos muestra que
Dios llama a personas imperfectas y limitadas que, poco a poco, por gracia,
crecen en la fe.
Jean-Paul Musangania,
sacerdote asuncionista
Primera lectura
Sir 4,12-22
A los que aman la sabiduría, los ama el Señor
Lectura del libro del Eclesiástico.
LA sabiduría educa a sus hijos y se cuida de los que la
buscan. El que la ama, ama la vida, y los que madrugan por ella se llenarán de
gozo. El que la adquiere heredará la gloria y dondequiera que vaya, el Señor lo
bendecirá. Los que la sirven, sirven al Santo, y a los que la aman, los ama el
Señor. El que la escucha, juzgará a las naciones, y el que a ella se aplica,
vivirá seguro.
Si confía en ella, la recibirá en herencia, y
sus descendientes la tendrán en posesión. Porque al principio lo lleva por caminos
tortuosos y lo escrutará con cuidado; le infunde miedo y temblor, lo atormenta
con su disciplina, hasta que pueda confiar en él,
y lo pone a prueba con sus exigencias. Pero
luego vuelve a él por el camino recto, lo colma de alegría y le revela sus secretos
lo enriquecerá de ciencia y de conocimiento
recto. Si él se desvía, lo abandonará y lo dejará a merced de su propia ruina.
Palabra de Dios.
Salmo
Sal 119(118),165.168.171.172.174.175 (R. 165a)
R. Mucha paz tienen los que aman tu ley,
Señor.
V. Mucha paz tienen los que aman tu ley,
y nada los hace tropezar. R.
V. Guardo tus preceptos y tus mandatos,
y tú tienes presentes mis caminos. R.
V. De mis labios brota la alabanza,
porque me enseñaste tus decretos. R.
V. Mi lengua canta tu promesa,
porque todos tus preceptos son justos. R.
V. Ansío tu salvación, Señor
tu ley es mi delicia. R.
V. Que mi alma viva para alabarte,
que tus mandamientos me auxilien. R.
Aclamación
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Yo soy el camino y la verdad y la vida
-dice el Señor- ; nadie va al Padre sino por mí. R.
Evangelio
Mc 9,38-40
El que no está contra nosotros está a favor nuestro
Lectura del santo Evangelio según san Marcos.
EN aquel tiempo, Juan dijo a Jesús: «Maestro, hemos
visto a uno que echaba demonios en tu nombre, y se lo hemos querido impedir,
porque no viene con nosotros». Jesús respondió: «No se lo impidan, porque
quien hace un milagro en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. El que no
está contra nosotros está a favor nuestro».
Palabra del Señor.
Apoyo
mutuo
Juan
dijo a Jesús: «Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre, y
se lo hemos querido impedir, porque no viene con nosotros». Jesús respondió:
«No se lo impidan…”
(Marcos
9:38-39)
¿Por qué Juan y los demás discípulos tratarían de impedir
que alguien expulsara demonios? Para entender esto, imaginemos la escena.
Juan y los demás discípulos
habían llegado a creer que Jesús era el Cristo, el Mesías de Dios. Habían sido
testigos de cómo Él hacía muchos milagros y cambiaba muchas vidas. Como
resultado, sin duda querían que todos descubrieran quién era Jesús y llegaran a
creer en Él. Pero entonces se encontraron con alguien a quien no conocían, que
estaba expulsando demonios en el nombre de Jesús, y trataron de impedírselo.
Justo antes de este pasaje,
leímos la historia de un hombre que había llevado a su hijo poseído a los
discípulos de Jesús y les había pedido que lo curaran, pero ellos no pudieron
hacerlo. Tal vez los discípulos se sintieron un poco humillados por su
incapacidad de expulsar al demonio, y luego fueron testigos de otra persona,
que no era de su grupo, que era capaz de expulsar demonios en el nombre de
Jesús. Esto pudo haber aumentado sus sentimientos de debilidad y humillación, y
tal vez eso sea parte de su motivación para tratar de impedir que el hombre
ejerciera autoridad en el nombre de Jesús.
Una tentación común que el
maligno lanza sobre los miembros de la Iglesia es la de la división interna.
Como seguidores de Cristo, a todos se nos ha confiado la misma misión, de
diferentes maneras. Estamos llamados a convertirnos en instrumentos de la
gracia de Dios para la salvación de las almas y la gloria de Dios. Pero a veces
no actuamos al unísono y, en cambio, vemos a nuestros colaboradores como
nuestros adversarios.
Esto parece una afirmación
obvia, pero el orgullo y los sentimientos de incompetencia son tentaciones
reales que nos llevan a menospreciar a quienes cumplen la voluntad de Dios de
manera poderosa. Cuando vemos a alguien haciendo algo bueno, a menudo pensamos
inmediatamente en nosotros mismos, deseando ser nosotros los que hacemos la
buena obra. Y cuando Dios usa a otra persona de manera poderosa, podemos
fácilmente sentirnos tentados a ver nuestras propias incompetencias y fallas,
en lugar de glorificar a Dios por las buenas obras realizadas por otro.
Reflexione hoy sobre la
sencilla verdad de que todos los cristianos estamos en el mismo equipo espiritual.
Todos estamos llamados a trabajar por los objetivos de la gloria de Dios y la
salvación de las almas. Trate de pensar con humildad en aquellas personas en su
vida que hacen esto bien y considere su actitud hacia ellas. Si ve cualquier
forma de celos, envidia o crítica, comprométase a disipar esas actitudes. En
cambio, trate de sentir gratitud mientras se regocija por las muchas maneras en
que Dios usa a otros para Su propósito.
Señor de fuerza y de poder, Tú
realizas innumerables beneficios a través de la generosidad y fidelidad de Tu
pueblo. Constantemente utilizas a todos los que Te siguen para hacer realidad
Tu voluntad. Por favor, úsame, querido Señor, como un instrumento de Tu
voluntad, y ayúdame a regocijarme siempre en las formas en que Tú haces
realidad Tu gracia a través de los demás. Jesús, confío en Ti.
2
HOMILÍA - Miércoles de la Séptima Semana del Tiempo
Ordinario
Lecturas: Sir 4,12-22 /
Sal 119(118),165.168.171.172.174.175 / Mc 9,38-40
Queridos
hermanos y hermanas en Cristo,
Las
lecturas de hoy nos invitan a reflexionar sobre la sabiduría de Dios y la
apertura a su obra en el mundo. En el libro del Eclesiástico, la sabiduría es
presentada como una madre amorosa que guía, protege y llena de bendiciones a
quienes la siguen. Jesús, en el Evangelio, nos enseña a reconocer el bien
dondequiera que se encuentre, evitando posturas cerradas y excluyentes.
San
Marcos nos muestra una escena en la que los discípulos intentan impedir que
alguien expulse demonios en nombre de Jesús porque "no es de los
nuestros". Pero el Señor les responde con una verdad profunda: "El
que no está contra nosotros, está a favor nuestro" (Mc 9,40). Jesús nos
llama a una apertura generosa del corazón, a reconocer que la acción de Dios
supera nuestros límites y estructuras humanas. Muchas veces nos dejamos llevar
por prejuicios y barreras que nos impiden ver el bien que Dios obra en los
demás.
La
sabiduría que nos presenta el libro del Eclesiástico no es solo un conocimiento
intelectual, sino una experiencia de vida, un camino de relación con Dios. Nos
dice que quienes la buscan con sinceridad serán protegidos y recibirán su
bendición. La verdadera sabiduría nos abre a Dios y a los demás, nos permite
vivir con humildad y nos da la capacidad de discernir lo que es bueno y justo
en cada momento de nuestra vida.
Este
mensaje es especialmente significativo en este Año Jubilar, cuyo lema es Peregrinos de la esperanza.
Como peregrinos, estamos llamados a confiar en que Dios actúa en nuestra
historia y en la de los demás, incluso en aquellos que quizá no piensan como
nosotros o no pertenecen a nuestro círculo. La esperanza cristiana nos abre al
encuentro y a la fraternidad, reconociendo que el bien no tiene fronteras.
Hoy,
además, queremos elevar una oración especial por los enfermos. Ellos, en su
fragilidad, nos enseñan el valor de la confianza en Dios y de la verdadera
sabiduría que proviene de Él. La sabiduría divina nos invita a acompañarlos con
amor, a ser signos de esperanza en medio del dolor y a ofrecerles nuestra
cercanía y oración.
La
enfermedad es un misterio que nos desafía, pero también es una oportunidad para
experimentar la gracia de Dios. En muchos momentos de la Biblia, vemos cómo
Jesús se acerca a los enfermos, los toca, los sana, pero, sobre todo, les
devuelve la dignidad. En este Año Jubilar, somos llamados a ser instrumentos de
esa esperanza, a llevar consuelo y a recordar a nuestros hermanos enfermos que
no están solos.
El
Salmo 119 nos recuerda que quienes aman la ley del Señor gozan de una paz profunda,
una paz que no depende de las circunstancias externas, sino de la confianza en
Dios. Esta paz es un don precioso que también podemos compartir con los
enfermos, con los que sufren y con aquellos que buscan sentido en medio de la
tribulación. La sabiduría de Dios nos da la serenidad para confiar en su plan,
aunque no siempre lo entendamos completamente.
Además,
la actitud de Jesús en el Evangelio nos interpela a romper con actitudes
sectarias o excluyentes. A veces, en nuestras comunidades, podemos caer en la
tentación de creer que solo aquellos que piensan como nosotros o siguen
exactamente nuestras normas están en el camino correcto. Pero Jesús nos enseña
que el Espíritu de Dios sopla donde quiere, y que debemos estar abiertos a
reconocer su obra en cualquier persona de buena voluntad.
La
esperanza cristiana no es solo un deseo optimista de que todo irá bien, sino
una certeza profunda de que Dios camina con nosotros, incluso en los momentos
de prueba. Como peregrinos, llevamos en nuestro corazón la promesa de la vida
eterna, y esa certeza nos impulsa a seguir adelante, a pesar de las
dificultades. Este Año Jubilar es una oportunidad para renovar esa confianza,
para fortalecer nuestra fe y para ser testigos del amor de Dios en el mundo.
Pidamos
hoy al Señor que nos conceda corazones abiertos, humildes y generosos para
reconocer su presencia en el mundo y para caminar como verdaderos Peregrinos de la esperanza,
especialmente al lado de los que sufren.
Que la Virgen María, trono de la Sabiduría, nos ayude a seguir a Cristo con un espíritu de amor y apertura. Amén
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