17 de febrero del 2025: lunes de la sexta semana del tiempo ordinario- año I
Mano extendida
(Génesis 4, 1-15.25) La
primera lectura nos invita a cuestionarnos cómo gestionamos nuestras
frustraciones, nuestros celos y la violencia que de ellos puede derivar.
Este texto nos daría una
imagen muy pesimista de la naturaleza humana, si no fuera por la observación de
Dios invitando a Caín a no dejarse dominar por sus pasiones, y también por la
compasión de Dios hacia éste. ¿No acepta brindarle protección en su peregrinar,
lo que equivale a una mano extendida que debe ser agarrada?
Sor Emmanuelle Billoteau,
ermitaña
(Génesis 4, 1-15.25) La misericordia del Señor se expresa a veces de forma inesperada: en lugar de que Caín muera por Abel, lo que resultaría en dos víctimas, el episodio termina con el nacimiento de Set. Entonces la vida prevalece sobre la muerte.
(Marcos 8, 11-13) Siempre es tentador pedirle signos a Dios, como si aún no se hubiera probado a sí mismo. Sin embargo, este último se tomó la molestia de hacerse uno de nosotros y asumir todos nuestros sufrimientos. ¿Podemos pedirle más?
Primera lectura
Lectura del libro del Génesis (4,1-15.25):
EL hombre conoció a Eva, su mujer, que concibió y dio a luz a Caín. Y ella dijo:
«He adquirido un hombre con la ayuda del Señor».
Después dio a luz a Abel, su hermano. Abel era pastor de ovejas, y Caín cultivaba el suelo.
Pasado un tiempo, Caín ofreció al Señor dones de los frutos del suelo; también Abel ofreció las primicias y la grasa de sus ovejas.
El Señor se fijó en Abel y en su ofrenda, pero no se fijó en Caín ni en su ofrenda; Caín se enfureció y andaba abatido.
El Señor dijo a Caín:
«Por qué te enfureces y andas abatido? ¿No estarías animado si obraras bien?; pero, si no obras bien, el pecado acecha a la puerta y te codicia, aunque tú podrás dominarlo».
Caín dijo a su hermano Abel:
«Vamos al campo».
Y, cuando estaban en el campo, Caín atacó a su hermano Abel y lo mató.
El Señor dijo a Caín:
«Dónde está Abel, tu hermano?».
Respondió Caín:
«No sé; ¿soy yo el guardián de mi hermano?».
El Señor le replicó:
«¿Qué has hecho? La sangre de tu hermano me está gritando desde el suelo.
Por eso te maldice ese suelo que ha abierto sus fauces para recibir de tus manos la sangre de tu hermano.
Cuando cultives el suelo, no volverá a darte sus productos. Andarás errante y perdido por la tierra».
Caín contestó al Señor:
«Mi culpa es demasiado grande para soportarla. Puesto que me expulsas hoy de este suelo, tendré que ocultarme de ti, andar errante y perdido por la tierra, y cualquiera que me encuentre me matará».
El Señor le dijo:
«El que mate a Caín lo pagará siete veces».
Y el Señor puso una señal a Caín para que, si alguien lo encontraba, no lo matase.
Adán conoció otra vez a su mujer, que dio a luz un hijo y lo llamó Set, pues dijo:
«Dios me ha dado otro descendiente en lugar de Abel, asesinado por Caín».
Palabra de Dios
Salmo
Sal 49,1.8.16bc-17.20-21
R/. Ofrece a Dios un sacrificio de alabanza
V/. El Dios de los dioses, el Señor, habla:
convoca la tierra de oriente a occidente.
«No te reprocho tus sacrificios,
pues siempre están tus holocaustos ante mí. R/.
V/. ¿Por qué recitas mis preceptos,
y tienes siempre en la boca mi alianza,
tú que detestas mi enseñanza
y te echas a la espalda mis mandatos? R/.
V/. Te sientas a hablar contra tu hermano,
deshonras al hijo de tu madre;
Esto haces, ¿y me voy a callar?
¿Crees que soy como tú?
Te acusaré, te lo echaré en cara». R/.
Lectura del santo evangelio según san Marcos (8,11-13):
EN aquel tiempo, se presentaron los fariseos y se pusieron a discutir con Jesús; para ponerlo a prueba, le pidieron un signo del cielo.
Jesús dio un profundo suspiro y dijo:
«Por qué esta generación reclama un signo? En verdad os digo que no se le dará un signo a esta generación».
Los dejó, se embarcó de nuevo y se fue a la otra orilla.
Palabra del Señor
Comentario
En
el comienzo del relato de Génesis, se describe el primer asesinato: Caín mata a
su hermano Abel. Este episodio es el reflejo de la creciente maldad humana
después del pecado original. A pesar de que ambos hermanos ofrecen sacrificios
a Dios, el sacrificio de Abel es aceptado por Dios, mientras que el de Caín es
rechazado, lo que despierta la ira de Caín. En lugar de arrepentirse, Caín deja
que esa ira lo consuma, llevando a la tragedia de la violencia fratricida.
Este
pasaje muestra el deterioro de la humanidad tras la caída, donde la envidia, el
rencor y la falta de arrepentimiento conducen a actos de violencia. La pregunta
de Dios a Caín, "¿Dónde está tu hermano?", es un llamado a la reflexión,
a la responsabilidad sobre los demás y sobre nuestras acciones. El castigo de
Caín y su marca como protección frente a un posible castigo de otros también
refleja la misericordia de Dios, quien, aunque permite el castigo, no lo
abandona por completo.
Finalmente,
la continuación de este relato con el nacimiento de Set resalta la posibilidad
de una nueva esperanza y restauración tras el pecado.
2. Salmo 49,1.8.16bc-17.20-21
Este
salmo nos recuerda que no podemos engañar a Dios ni depender de nuestros bienes
materiales para justificar nuestra vida. A través de este salmo, se nos invita
a no poner nuestra confianza en riquezas temporales, que no tienen valor ante
Dios. La verdadera riqueza es la obediencia y el temor de Dios, lo que se
manifiesta en una vida justa. Las riquezas materiales no garantizan la
salvación, ni la vida eterna. Dios no necesita nuestros sacrificios materiales,
sino un corazón dispuesto a seguir su voluntad.
3. Marcos 8,11-13
En
el Evangelio de hoy, los fariseos se acercan a Jesús pidiéndole una señal del
cielo, buscando una prueba más de su autoridad. A pesar de los milagros que ya
han presenciado, siguen demandando más, lo que muestra una falta de fe
verdadera. Jesús, ante esta actitud de los fariseos, se muestra frustrado y se
aleja de ellos, dejando claro que no se les dará una señal.
Este
pasaje subraya la importancia de la fe genuina. Los milagros no pueden forzar
la fe, y el corazón cerrado a la obra de Dios no verá más señales, ya que la
verdadera señal está en la apertura del corazón y la disposición a reconocer la
presencia de Dios en lo cotidiano.
Homilía:
Las
lecturas de hoy nos invitan a reflexionar sobre las actitudes del corazón
humano. En el primer pasaje, la historia de Caín y Abel nos muestra la
destructiva potencia del pecado, la envidia y la falta de arrepentimiento.
Cuando no escuchamos el llamado de Dios a la reflexión y al arrepentimiento,
nos sumergimos en un ciclo de violencia y maldad. Sin embargo, también nos
recuerda que, a pesar de nuestras fallas, Dios sigue ofreciendo una posibilidad
de restauración.
El
Salmo nos desafía a cuestionar nuestra dependencia de lo material,
recordándonos que los bienes de este mundo son transitorios y que la verdadera
riqueza reside en la relación con Dios y en vivir conforme a su voluntad. Dios
no se complace en sacrificios vacíos, sino en un corazón humilde y dispuesto a
ser transformado.
En
el Evangelio, Jesús nos recuerda que la fe genuina no depende de señales
externas, sino de una apertura del corazón. Si solo buscamos señales sin querer
comprometernos, nos perderemos la oportunidad de conocer a Dios más
profundamente. La fe verdadera es una decisión que surge de un corazón sincero.
Que
esta reflexión nos ayude a revisar nuestras vidas, nuestros corazones, y a
vivir una fe auténtica, centrada no en lo material ni en lo superficial, sino
en el amor y la justicia que Dios nos llama a vivir cada día.
Desde las profundidades
“se presentaron los fariseos y se pusieron a discutir con Jesús; para ponerlo a prueba, le pidieron un signo del cielo.
Jesús dio un profundo suspiro y dijo:
«Por qué esta generación reclama un signo? En verdad os digo que no se le dará un signo a esta generación».
Jesús había realizado muchos milagros. Sanó a los enfermos, devolvió la vista a los ciegos, el oído a los sordos y alimentó a miles con sólo unos pocos pescados y panes. Pero incluso después de todo eso, los fariseos vinieron a discutir con Jesús y exigieron una señal del cielo.
La respuesta de Jesús es bastante única. “dio un profundo suspiro.” Este suspiro fue una expresión de Su santo dolor por la dureza de corazón de los fariseos. Si tuvieran los ojos de la fe, no necesitarían otro milagro más. Y si Jesús hubiera realizado una “señal del cielo” para ellos, ni siquiera eso los habría ayudado. Y entonces Jesús hace lo único que puede: suspiró.
A veces, este tipo de reacción es la única buena. Todos podemos enfrentar situaciones en la vida en las que otros nos confrontan con dureza y terquedad. Cuando esto suceda, tendremos la tentación de discutir con ellos, condenarlos, tratar de convencerlos de que tenemos razón y cosas por el estilo. Pero a veces una de las reacciones más santas que podemos tener ante la dureza del corazón de otro es experimentar un dolor profundo y santo. También debemos "suspirar" desde lo más profundo de nuestro espíritu.
Cuando uno es duro de corazón, hablar y discutir racionalmente resultará de poco provecho. La dureza de corazón es también lo que tradicionalmente llamamos el "pecado contra el Espíritu Santo". Es un pecado de obstinación y terquedad. En ese caso, hay poca o ninguna apertura a la verdad. Cuando experimentas esto en la vida de otro, el silencio y un corazón afligido son a menudo la mejor reacción. Sus corazones necesitan suavizarse y su profundo dolor, compartido con compasión, puede ser una de las únicas respuestas que pueden ayudar a marcar la diferencia.
Reflexione, hoy, sobre cualquier persona en su vida con la que discute regularmente, especialmente en lo que respecta a cuestiones de fe. Examine su enfoque y considere cambiar la forma en que se relaciona con ellas. Rechace sus argumentos irracionales y déjeles ver su corazón de la misma manera que Jesús permitió que Su corazón divino brillara en un suspiro santo. Ore por ellas, tenga esperanza y permita que su dolor ayude a derretir los corazones más obstinados.
Mi compasivo Jesús , tu corazón se llenó de la más profunda compasión por los fariseos. Esa compasión te llevó a expresar un dolor santo por su terquedad. Dame tu mismo corazón, querido Señor, y ayúdame a sentirme triste no solo por los pecados de los demás, sino también por mis propios pecados, especialmente cuando soy terco de corazón. Derrite mi corazón, querido Señor, y ayúdame a ser también un instrumento de tu santo dolor para aquellos que necesitan esta gracia. Jesús, en Ti confío.
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