1 de marzo del 2025: sábado de la séptima semana del tiempo ordinario- año I
Recuperando la inocencia
(Marcos 10, 13-16) Acoger
el Reino con la inocencia de un niño significa reconectar con esa capacidad de
asombro a menudo sofocada por el peso de nuestros hábitos. Esto requiere dejar
de lado nuestra armadura de adultos autosuficientes y abandonar nuestra
tendencia a referirnos sólo a nosotros mismos. Al reconocer nuestra dependencia
del Padre, abrimos nuestras vidas a un futuro rico en promesas que va más allá
de nuestras expectativas.
Jean-Paul Musangania, sacerdote asuncionista
(Marcos 10, 13-16) Quizás porque ellos no pueden comprender todo en el mundo de los adultos, los niños tienen un don especial para acoger el misterio divino. Pido al Señor poder acercarme a este misterio con la misma franqueza y la misma apertura mental de un niño.
Primera lectura
Dios hizo al
hombre a su propia imagen
Lectura del libro del Eclesiástico
EL Señor creó al ser humano de la tierra, y a ella lo hará volver de nuevo.
Concedió a los humanos días contados y un tiempo fijo, y les dio autoridad
sobre cuánto hay en la tierra. Los revistió de una fuerza como la suya y los
hizo a su propia imagen.
Hizo que todo ser viviente los temiese, para que dominaran sobre fieras y
aves. Discernimiento, lengua y ojos, oídos y corazón les dio para pensar. Los
llenó de ciencia y entendimiento, y les enseñó el bien y el mal. Puso su mirada
en sus corazones,
para mostrarles la grandeza de sus obras, y les concedió gloriarse por
siempre de sus maravillas. Por eso alabarán su santo nombre, para contar la
grandeza de sus obras. Puso delante de ellos la ciencia, y les dejó en herencia
una ley de vida.
Estableció con ellos una alianza eterna, y les enseñó sus decretos. Sus ojos
vieron la grandeza de su gloria y sus oídos oyeron su voz gloriosa. Les dijo:
«Guárdense de toda iniquidad», y les dio a cada uno preceptos acerca del
prójimo. La conducta humana está siempre ante Dios, no puede ocultarse a sus
ojos.
Palabra de Dios.
Salmo
R. La
misericordia del Señor dura por siempre, para aquellos que le temen.
V. Como un
padre siente ternura por sus hijos,
siente el Señor ternura por los que le temen;
porque él conoce nuestra masa,
se acuerda de que somos barro. R.
V. Los días
del hombre duran lo que la hierba,
florecen como flor del campo,
que el viento la roza, y ya no existe,
su terreno no volverá a verla. R.
V. Pero la
misericordia del Señor
dura desde siempre y por siempre,
para aquellos que le temen;
su justicia pasa de hijos a nietos:
para los que guardan la alianza. R.
Aclamación
V. Bendito
seas, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has revelado los misterios
del reino a los pequeños. R.
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Evangelio
Quien no
reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él
Lectura del santo Evangelio según san Marcos.
EN aquel tiempo, le acercaban a Jesús niños para que los tocara, pero los
discípulos los regañaban. Al verlo, Jesús se enfadó y les dijo: «Dejen que los
niños se acerquen a mí: no se lo impidan, pues de los que son como ellos es el
reino de Dios. En verdad les digo que quien no reciba el reino de Dios como un
niño, no entrará en él». Y tomándolos en brazos los bendecía imponiéndoles
las manos.
Palabra del Señor.
Dependencia
de Dios
le acercaban a Jesús niños para que los tocara, pero los
discípulos los regañaban. Al verlo, Jesús se enfadó y les dijo: «Dejen que los
niños se acerquen a mí: no se lo impidan, pues de los que son como ellos es el
reino de Dios.
La sencillez, la confianza, la
pureza de intenciones, la transparencia y la resiliencia son cualidades que los
niños suelen tener por naturaleza. Todavía no son capaces de tener malas
intenciones. Son rápidos para perdonar y reconciliarse cuando surgen
conflictos. Y tienen una confianza inquebrantable en el cuidado de sus padres.
Éstas son algunas de las cualidades que debemos imitar en nuestra relación con
Dios.
Parece que a medida que
envejecemos y se desarrolla nuestra razón humana, podemos perder algunas de las
cualidades importantes que teníamos cuando éramos niños. Pero cuando se trata
de nuestra relación con nuestro Dios amoroso, nunca debemos perder las importantes
cualidades de los niños que nos llevan a confiar y depender completamente de la
providencia y el cuidado de Dios.
Los niños también son débiles
en el sentido de que no son capaces de cuidar de sí mismos. Dependen
completamente del cuidado de los demás, especialmente de los padres. Por esa
razón, un niño es una imagen ideal de cómo debemos acercarnos a Dios. Debemos
ver nuestra debilidad y dependencia. Debemos saber, con profunda convicción,
que somos incapaces de cuidar de nosotros mismos. Y aunque podamos lograr
cierta independencia a medida que envejecemos, siendo capaces de proveer para
nosotros mismos materialmente, nunca podremos proveer para las necesidades
espirituales interiores que tenemos.
Para nuestras necesidades
espirituales, seguimos dependiendo completamente de la misericordia de Dios.
Nunca debemos olvidar que, en el fondo, somos seres espirituales que anhelamos
la verdadera satisfacción espiritual. Las satisfacciones materiales o carnales
que podemos obtener por nosotros mismos nunca serán suficientes para llenarnos
en el nivel más profundo de quienes somos.
Dios y sólo Dios es capaz de
esta forma de realización.
Piensa en tu propia actitud
ante la vida. ¿Buscas la plenitud y la satisfacción en la vida mediante tus
propios esfuerzos?
¿Has intentado tomar el
control total de tu felicidad presente y futura? Aunque es esencial que
actuemos responsablemente en la vida, debemos entender que la manera más
responsable de hacerlo es entregando voluntariamente el control total de
nuestras vidas a la providencia y el cuidado de Dios. Así como un hijo depende
de un padre, nosotros debemos depender de la gracia de Dios.
Reflexiona hoy sobre un niño.
Reflexiona, especialmente, sobre cómo un niño depende de los demás. Al hacerlo,
imagínate a ti mismo como alguien que debe depender completamente de Dios para
todo lo que es importante en la vida y para todo lo que, en última instancia,
te hace sentir quién eres. Confía en la providencia y la misericordia de Dios,
y permite que esa confianza infantil te coloque firmemente en los brazos de tu
Padre Celestial.
Padre amoroso, me dirijo a Ti con total confianza, como un niño pequeño se dirige a un padre amoroso. Que nunca me vuelva tan autosuficiente que me engañe a mí mismo pensando que soy capaz de encontrar mi propia realización en la vida. En cambio, que siempre te vea como la única fuente de verdadera realización y que siempre confíe solo en Ti. Jesús, confío en Ti.
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