13 de febrero del 2022: sexto domingo del tiempo ordinario (Ciclo C)

 

¡Sorprendente Felicidad!

 

Las bienaventuranzas son bien conocidas, pero tienen algo que nos deja perplejos, porque ofrecen una alegría sorprendente. Nos obligan a reflexionar sobre nuestros valores y opciones de vida. Jesús nos invita a ser felices a la manera de Dios.

Ser felices ¿no es ese el sueño de todos? Hermanos y hermanas, hoy el mismo Jesús desea que seamos plenamente felices y nos invita a seguirlo por el camino de la verdadera felicidad. Dejémonos tocar por él y entremos en la alegría que nos promete.

 


Primera lectura

Lectura del libro de Jeremías (17,5-8):

Así dice el Señor: «Maldito quien confía en el hombre, y en la carne busca su fuerza, apartando su corazón del Señor. Será como un cardo en la estepa, no verá llegar el bien; habitará la aridez del desierto, tierra salobre e inhóspita. Bendito quien confía en el Señor y pone en el Señor su confianza. Será un árbol plantado junto al agua, que junto a la corriente echa raíces; cuando llegue el estío no lo sentirá, su hoja estará verde; en año de sequía no se inquieta, no deja de dar fruto.»


Palabra de Dios

 

 

Salmo

Sal 1,1-2.3.4.6



R/. Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor


Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos,
ni entra por la senda de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los cínicos;
sino que su gozo es la ley del Señor,
y medita su ley día y noche. R/.

Será como un árbol plantado
al borde de la acequia:
da fruto en su sazón
y no se marchitan sus hojas;
y cuanto emprende tiene buen fin. R/.

No así los impíos, no así;
serán paja que arrebata el viento.
Porque el Señor protege el camino de los justos,
pero el camino de los impíos acaba mal. R/.

 

 

Segunda lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (15,12.16-20):

Si anunciamos que Cristo resucitó de entre los muertos, ¿cómo es que dice alguno de vosotros que los muertos no resucitan? Si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó; y, si Cristo no ha resucitado, vuestra fe no tiene sentido, seguís con vuestros pecados; y los que murieron con Cristo se han perdido. Si nuestra esperanza en Cristo acaba con esta vida, somos los hombres más desgraciados. ¡Pero no! Cristo resucitó de entre los muertos: el primero de todos.

Palabra de Dios


ve

Lectura del santo evangelio según san Lucas (6,17.20-26):

En aquel tiempo, bajó Jesús del monte con los Doce y se paró en un llano, con un grupo grande de discípulos y de pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón.
Él, levantando los ojos hacia sus discípulos, les dijo: «Dichosos los pobres, porque vuestro es el reino de Dios. Dichosos los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados. Dichosos los que ahora lloráis, porque reiréis. Dichosos vosotros, cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten, y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Eso es lo que hacían vuestros padres con los profetas. Pero, ¡ay de vosotros,
los ricos!, porque ya tenéis vuestro consuelo. ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis saciados!, porque tendréis hambre. ¡Ay de los que ahora reís!, porque haréis duelo y lloraréis. ¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Eso es lo que hacían vuestros padres con los falsos profetas.»

Palabra del Señor

 

 

A guisa de introducción:

 

Felices- infelices

 

El mensaje de las bienaventuranzas se nos presenta siempre como el resumen del mensaje de Cristo. En Mateo se dice ocho veces "Bienaventurados" y en Lucas encontramos cuatro veces: "Bienaventurados" y cuatro veces "Infelices".

Bienaventurado es una palabra aramea que significa: “Ponte en pie”. Entonces, ¿qué dice Jesús? No te dejes aplastar a pesar de las dificultades de la vida, levántate y brilla. Tenemos derecho a estar desplomados por un tiempo frente a una prueba, pero tenemos el deber de levantarnos.

Infeliz no es una maldición o un deseo de desgracia. Esta es otra palabra aramea que se traduce como: "Pobre de ti" o "Ay, es una vergüenza". Pobrecito de mí”, diría alguno…

Pobres ricos que solo tienen tu riqueza para valorarte y darte importancia. Pobre de vosotros que sólo buscáis placeres y que seréis aniquilados en la primera prueba.

 Se dice que, para establecer el régimen comunista en Rusia, se llamó a un actor ruso que era muy apreciado por todo el pueblo. Durante una obra de teatro, donde se había reunido una gran cantidad de rusos, tuvo que tomar una Biblia, abrirla en la página de las bienaventuranzas, leer las primeras cuatro, luego cerrar el libro y sacarlo con el brazo extendido, diciendo "Mira lo que estamos atravesando: Cristo no acertó, realmente. Se equivocó… Los ricos son cada vez más ricos y explotan a los pobres mientras que los pobres son cada vez más miserables e indefensos.

El actor en cuestión era un creyente convencido y comprometido en nombre de su fe. Las autoridades del régimen comunista lo amenazaron con el martirio si no realizaba la escena solicitada. Llegado el momento esperado: se olvida de abrir la Biblia, cita de memoria el pasaje de las bienaventuranzas y luego, al darse cuenta de su error, dice: "Me vi obligado a decirte que Cristo no dio en el blanco... Realmente no puedo no creerlo". Dios ya ha dicho su última palabra. Vive este llamado a permanecer en pie a pesar de las condiciones agotadoras de nuestra vida que Cristo nos lanza. Un hombre solo es grande cuando se mantiene erguido en medio de sus pruebas…”

 Nuestro actor experimentó inmediatamente el martirio. No olvidemos que los evangelios están escritos en el contexto de la persecución de los cristianos... y se ofrecen como invitaciones a superar los obstáculos de la fe sin reducir nunca nuestra vida a lo convencional o a lo ordinario. No nos convirtamos nunca en creyentes malhumorados y derrotistas, que invocan la piedad de los demás. Cristo ha resucitado: nos toca a nosotros testimoniarlo. Aleluya. »


Aproximación psicológica al texto del Evangelio


Una opción social para una cuestión de fe


El texto de las bienaventuranzas, que aparece a la vez en Lucas y Mateo, poseen variaciones notables, de un evangelio al otro.

Para simplificar lo suficiente, digamos que quitando todo aquello que diferencia uno del otro, se obtiene el núcleo original que coincide con las bienaventuranzas tal cuales como Jesús las ha probablemente formulado.

Se tiene entonces:

“Bienaventurado los pobres, porque de ellos es el Reino de los Cielos”

“Bienaventurados los afligidos, porque ellos serán consolados”.

“Bienaventurados aquellos que tienen hambre y sed porque ellos serán saciados”.

(En cuanto a la cuarta bienaventuranza, que hace intervenir insultos y persecuciones a causa de Jesús, esta no se comprende sino en el contexto de las persecuciones de los cristianos por los judíos y paganos, mucho tiempo después de la partida de Jesús. Por esta razón, ella es generalmente atribuida a la comunidad primitiva y no al mismo Jesús).

 

Cuál es el significado de estas tres bienaventuranzas en boca de Jesús, a qué estaban asociadas en su experiencia de vida?

Se puede abordar esta cuestión a partir de la iluminación de los profetas y en particular de Isaías, de quien la influencia sobre Jesús es visible casi que en cada página del Evangelio. Se sabe que el impacto determinante de los profetas fue el hacer emerger las exigencias de Yahvé fuera del dominio cultual. Con Amós, Jeremías, Isaías y los otros, Dios no es más Aquel que exige la observancia de rúbricas, sino que Él aparece cada vez más como Aquel que une su causa con la del oprimido, del pobre, y que se rebela contra el opresor y el poderoso.

En el corazón de su experiencia humana y espiritual, los profetas aprenden a descubrir la opción profunda de Dios, y es de esta opción que ellos se proponen comenzar a testimoniar sin fatiga, hasta dar su propia vida en algunos casos.

Es permitido pensar que esta opción de Dios por el oprimido alcanza a Jesús plenamente, como un látigo, en un momento dado de su existencia.

Los pasajes más fuertes de Isaías al respecto son justamente aquellos que Jesús utiliza para dar cuenta de lo que está en el origen de su compromiso social (en el sentido público):

-      En su bautismo, Is 42,1-7: “Abrirás los ojos de los ciegos, harás salir a los cautivos de su prisión” (Lc 3,21-23).

-      Después del arresto de Juan, Is 61,1: “El Señor me ha enviado a llevar un mensaje de alegría a los humillados, y proclamar a los prisioneros su liberación”. (cfr. Luc 7,22-23).

 

Influenciado por Isaías y los otros profetas, Jesús capta que Dios ha hecho una opción específica e irreversible en favor de los oprimidos, y que Él invita a todo creyente a rehacer la misma opción tras sus pasos. Desde luego, Jesús comprende que su búsqueda de Dios pasa por la misma opción.

Bajo esta iluminación, las Bienaventuranzas aparecen ante todo como una toma de posición de Jesús, cuando se ha tenido la costumbre de ver en ellas un alivio para los pobres y una invitación a la virtud.

Jesús ha comprendido la opción de Dios, y Él la ha tomado para sí, por su propia cuenta, con sus medios, con su libertad; y es a través de este compromiso que Él ha cavado su camino espiritual, que Él ha vivido su búsqueda de Dios. Podría ser que esto sea exactamente a lo que cada creyente es también convocado.

 

Reflexión Central

 

1

¿FELIZ O INFELIZ? ¿Dichoso o desdichado?

 

Hay hoy en el Evangelio de Lucas una paradoja intolerable.

Parece que el evangelista opone completamente el hecho de ser feliz ahora y el hecho de ser feliz más tarde. ¿Entonces, es necesario ser desdichado ahora para poder ser dichoso más tarde? Esto parece absurdo.

Supongamos que todo va bien en mi casa y que nosotros conocemos a la vez el bienestar (reímos en casa), tenemos una cierta comodidad y que comemos bien. ¿Es esto una vergüenza o un anuncio inexorable de desgracia para los tiempos venideros? Peor aún, ¿es que hace falta tumbar nuestra casa y cultivar el fracaso para ser feliz más tarde? ¿Será necesario poner en obra la política de lo peor?

¿Usted no tiene deudas, usted ve el futuro con confianza? ¡Desgraciado usted! Más tarde tendrá hambre. Usted está en forma, en buena salud física y mental…Usted está alentado, lleva una vida cómoda, está sobre el buen camino y su sonrisa reconforta a mucha gente: ¡desgraciado usted! ¿Llorará usted más tarde?

Todo esto no tiene sentido…Es un sin sentido. Si uno aplica este texto literalmente caeremos en una forma de absurdo absoluto. Y cuando algo contradice el buen sentido de manera evidente, eso significa que no hemos comprendido. Es necesario entonces, volver a comenzar el ejercicio y superar la paradoja del género literario aplicado, un género literario voluntariamente desconcertante.

Ante todo, cuando Lucas opone las palabras Dichoso y desdichado (o dichosos y “ay de vosotros”), utiliza una oposición clásica entre los buenos y los malos…

Para comprender el texto de Lucas, es necesario volver a leer el texto de Jeremías que se nos propone este domingo en la primera lectura; allí se nos habla de dos tipos de hombre (o de mujer, es parecido): «Maldito quien confía en el hombre, y en la carne busca su fuerza... Será como un cardo en la estepa…habitará la aridez del desierto, tierra salobre e inhóspita. (Jr 17,5). La maldición aquí no es una condenación o una mala suerte, sino preferiblemente una lamentación.

¿Quién es o qué es el hombre- la mujer que pone su confianza en un ser mortal? Es el ser humano que pone, confía toda su vida solamente en el poder humano y que no abre su corazón a aquello que supera la humanidad, al misterio divino que nos trasciende. Es entonces un ser humano en el cual el horizonte está cerrado sobre sí mismo.

Así es como hay personas devoradas por el solo consumismo, que no piensan nada más que en los bienes de este mundo, obsesionados por su seguridad, su comodidad, su confort, su salud, hasta el punto de que el universo parece limitarse a ellos mismos. Como se dice: primero yo, segundo yo…

Yo pienso en las personas obsesionadas por su confort, su comodidad, su apariencia, su salud y que exigen todo ahora de la medicina: de esconder su edad, su ansiedad, su envejecimiento, sus arrugas, su calvicie…Pienso aún más todavía en la gente que rechazan agresivamente todo llamado a la trascendencia y que se encierran en un racionalismo duro e impermeable. Este hombre del que hablamos, dice Jeremías, es maldito, no en el sentido que él sea objeto de maldición, sino en el sentido de que él se aísla dentro de una realidad humana cerrada, que limita el horizonte de su existencia. Sufre esclerosis, o sea se vuelve duro, se corta de un acceso a otras fuentes.

él será como un cardo en estepa”, “como un árbol en tierra desértica” (Jr 17,6).

Jeremías continúa con su comparación: Bendito (el hombre) quien confía en el Señor y pone en el Señor su confianza. Será un árbol plantado junto al agua, que junto a la corriente echa raíces (Jr. 17.7-8).

Para Jeremías al lado del hombre que pone su confianza en un mortal, está aquel que pone su confianza en el Señor. Este último, acepta que hay en el hombre mucho más que un hombre…que el hombre no es solamente humano. No se trata para él de no tener confianza en los otros seres humanos que hacen sociedad, comunidad con él. Hace falta confiar en el ser humano, en nosotros mismos y en los otros. Es necesario aprender la prudencia, la ciencia, la sabiduría, saber prevenir y programar, proyectar la vida. Todo esto es indispensable, pero no se puede cerrar el horizonte. La seguridad, el dinero, la técnica, la ciencia no lo es todo. La confianza radical que tenemos en la vida supera el horizonte humano, y llevan al misterio divino haciéndolo evidente.

La persona que accede a la fe pone su confianza última en el Señor. Ella no espera la salud suya únicamente. Ella deposita su vida en las manos de Dios. Al hacer esto, o al actuar así, ella tiene acceso a otra fuente para fecundar su vida.

Jeremías compara el ser humano con un árbol. Encerrado en sí mismo se desecha. Abierto a Dios tiene acceso a otra fuente que le hace vivir y lo hace dar frutos. Esta apertura a Dios no es ni fácil, ni tan simple. Pero para aquellos y aquellas que lo consienten, la vida es una bendición.

Volvamos al texto de Lucas. Lucas parece escribir para una comunidad donde hay fuertes oposiciones entre la gente, entre ricos y pobres. Además, las personas de su comunidad parecen aisladas. Rechazados por la comunidad judía, los cristianos no tienen ya más acceso a la sinagoga. El mundo griego y romano donde ellos están dispersos los desprecia y los acusa de ser malos ciudadanos, puesto que en la sociedad de este tiempo no hay diferencia entre la participación a la religión de comunidad y la participación civil. El imperio tolera la religión judía, pero no tolera esta nueva secta rechazada por los judíos. Ante sus ojos, los cristianos son ateos, gente peligrosa, son separatistas para utilizar un vocabulario local.

Dentro de este contexto difícil, Lucas endurece los términos y las oposiciones. Él opone un mundo presente y un mundo futuro. Uno puede pensar que el mundo futuro será aquel que Dios instaurará cuando implante su Reino. Es la visión tradicional del profeta. Lucas ve el mundo futuro como la contradicción del mundo presente:

Dichosos los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados. Dichosos los que ahora lloráis, porque reiréis.

Dichosos vosotros, cuando os odien los hombres, y os excluyan, …porque vuestra recompensa será grande en el cielo.

 

A la inversa:

los que ahora estáis saciados! Tendréis hambre.

los que ahora reís!, haréis duelo y lloraréis.

 

Uno tiene la impresión de un mundo en espejo, de una especie de automatismo que no se relaciona de ningún modo con la manera de vivir de la gente. Basta con estar dentro de una categoría para que automáticamente la situación se revierta.

Pero dentro de otras secciones de su texto, Lucas no opone más el presente y el futuro, sino que habla del presente solamente. Y así es como él dice: “Felices ustedes los pobres: El Reino de Dios les pertenece”. El no habla de un tiempo futuro, sino que dice, ya, ahora el Reino les pertenece.

Cuando Mateo formulará su bienaventuranza, él hablará de pobres de corazón, pobres en espíritu. Más centrado en las cuestiones sociales, Lucas habla de pobres sencillamente. Cuando habla de desgracias, desdichas, Lucas dice igualmente: “Ay de vosotros- desdichados, ustedes los ricos, porque ya tienen su consuelo”. El habla del presente y no de una situación futura. La misma cosa para la cuarta maldición:

¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros!

En la bendición Lucas habla de los despreciados. Uno esperaría que él hablara de los que desprecian. Por el contrario, él habla de los que serán honrados o homenajeados. Ellos serán desdichados porque quienes les honran o glorifican son falsos profetas.

Como vemos, el texto de Lucas es difícil de comprender. Es un texto bello y resonante. Pero cuando se quiere comprender el sentido aquí y ahora, es más difícil todavía. Tratemos de hacerlo con los elementos que hemos indicado anteriormente.

Al recordar las palabras del Señor, Lucas quiere sacudir la gente de su comunidad…Les advierte que puede haber una gran diferencia entre la situación actual y lo que sucederá mañana. La gente piensa siempre que la riqueza y el bienestar (la felicidad) son el signo de la bendición de Dios, y que, al revés, la enfermedad y la pobreza son signos del pecado.

En la vida humana hay zonas de mentira y de azar que pueden ser ilusorias. Solo Dios ve el corazón. Las paradojas que Lucas utiliza buscan romper con las certezas adquiridas.

Nosotros encontramos de nuevo la idea de Jeremías: “Bendito el hombre que pone su confianza en Dios”. Aquel que pone toda su seguridad solamente en un mortal arriesga con hundirse, fracasar, caerse. Lucas quiere llevar a la gente a la confianza radical en Dios.

Y después, Lucas no está conforme ni contento con la forma como los ricos de su comunidad se comportan de cara a los pobres. Para él, una comunidad ideal y lo dice en los Hechos de los Apóstoles, debe vivir en comunidad fraternal, partir el pan, participar en las oraciones y poner todo en común (cfr. Hch 2,42.44). En el bello poema del Magnificat, Lucas hace decir a la Virgen María frases terribles:

“El derriba del trono a los poderosos y ensalza a los humildes,

A los hambrientos los colma de bienes

Y a los ricos los despide con las manos vacías”

(Lc 1-52-53).

 

Lucas quiere que en su comunidad se comparta más…Él dice a los ricos “Ay de vosotros- o ustedes son desdichados” y a los pobres “ustedes son dichosos, felices, bienaventurados”. Aquí y ahora.  Esto lo dice de una manera categórica, sin definir los términos, sin sombras. Él ve que la gente se interroga sobre su vida y sobre la manera como ellos administran su riqueza.

El mensaje de Lucas es un mensaje consolador y lleno de esperanza para los pobres y aquellos que sufren.

Es un mensaje urgente para aquellos que se encierran en su pequeño mundo de felicidad y que corren el riesgo de cerrar su corazón ante la desdicha de los otros.

Todos nosotros estamos a medio camino entre la dicha y la desdicha.

La riqueza es con mucha frecuencia un estado que nos gangrena el corazón.

Nosotros lo percibimos mucho dentro de nuestra sociedad de consumo que ahoga cada vez más nuestra vida y hace de nosotros los embrutecidos del tener, de las deudas y del crédito, hasta el punto de que toda nuestra sociedad cae en la violencia y la iniquidad. La miseria de su lado es un mal absoluto. La pobreza no será una bienaventuranza mientras no poseamos las cosas esenciales y mientras no sintamos nuestra situación como una alienación, o un juzgamiento.

No es del todo un ideal ser pobre, tener hambre y llorar. Tampoco es un ideal ser rico. Pero el ideal si es comer cuando tengamos hambre, tener un techo para abrigarnos, reír, cantar y acceder a una cierta seguridad.

Sobre todo, es un ideal tener todo esto sin llegar a ser orgullosos y mirar a los demás con desprecio. Es un ideal permanecer vulnerables y sensibles ante la situación de los demás.

Dichosos, felices, bienaventurados somos nosotros si este texto de Lucas nos sacude y nos interroga hoy.

Ay de nosotros, desgraciados somos nosotros si él se desliza sobre nosotros como agua entre las manos.

Que la Virgen María, la humilde esclava del Señor nos inspire y nos ayude a comprender y a vivir el ideal de estas Bienaventuranzas.

Amén.

 

 

2

Bienaventurado el hombre que pone su fe en el Señor

Las lecturas de este domingo nos acompañan en este desafío de ser bienaventurados…Felices.

 Primero tenemos al profeta Jeremías que nos invita a poner toda nuestra confianza en Dios. A continuación, San Pablo insiste en la fe en Jesús resucitado de entre los muertos para ser entre los muertos el primero en resucitar.

Es también esta paradoja la que nos describe el Evangelio. Jesús nos ofrece un camino que es imposible desde un simple punto de vista humano. En nombre de nuestro sentido común, queremos reaccionar: Para tener el coraje de vivir, debemos apoyarnos en lo sólido, lo visible, debemos tener un mínimo de bienestar, ser reconocidos en lo que somos y en lo que hacemos., ser amado por alguien, tener buena salud.

¿Puede la promesa de felicidad futura en el más allá ser suficiente para darnos un gusto por la vida? Esto es lo que muchos a nuestro alrededor piensan.

Pero lo más importante es ver lo que Cristo nos dice al respecto y aceptar su mensaje. No anuncia la felicidad de mañana frente a la desgracia de hoy. Es incluso lo contrario: anuncia la felicidad de hoy a quienes, a los ojos de los hombres, son infelices. Y advierte a los que hoy son felices porque mañana pueden ser infelices. Entendamos: no es él quien causará la desgracia de estos últimos. Ellos son los que sufrirán las consecuencias de un modo de vida que los llevará a su pérdida.

“¡Bienaventurados los pobres de corazón! Esto no significa: "Bienaventurados los miserables". La miseria es siempre un insulto a Dios. En este caso, Jesús nos habla de la felicidad de quien no aprovecha sus riquezas, sus conocimientos y su sabiduría. Está dirigida a quienes se reconocen pobres ante Dios y ante los hermanos. Se deshacen de cualquier espíritu de superioridad. Están plenamente disponibles para acoger la Buena Nueva del Evangelio.

Por otro lado, ¡ay de mí si mis posesiones materiales tienden a volverme contra mí mismo! Si pongo mi alegría en mi dinero y en mi éxito material, tengo un corazón pagano. Pero todo esto solo dura un tiempo. La riqueza que acumulamos sólo es válida en el mundo de los hombres. A los ojos de Dios, los bienes reales están en otra parte. Bernardita de Lourdes era muy pobre. Ella lloró por sus pecados. Era el hazmerreír de medio pueblo. Pero al elegir volverse al Señor y confiar en Él, encontró la verdadera felicidad.

Las personas enfermas y discapacitadas se reconocen en este mensaje de esperanza. En Lourdes, María nos deja vislumbrar el mundo de la resurrección del que hablaba San Pablo. La Inmaculada Concepción es también María de la Asunción. Lo que Dios ha hecho por ella, también lo quiere hacer por nosotros. Todos estamos llamados a compartir su felicidad con Dios. Creer en Cristo resucitado es comprometerse ahora mismo a la Vida Eterna. Es entrar en la esperanza del Reino constituyendo el pueblo de la Nueva Alianza.

Nuestro papel como cristianos es ser testigos y mensajeros de esta Buena Nueva. Lo seremos no sólo por nuestras palabras sino sobre todo por vivir de este amor que el Señor pone en nosotros. Todos somos miembros del Cuerpo de Cristo. Y es precisamente con los pobres, los enfermos, los excluidos, los desesperados que tendremos que revelar el amor de Dios. Con nuestra manera de vivir, amar y acoger mostramos al mundo que hay un lugar para todos en el Reino de Dios.

Todos estamos invitados a pasar de la "sabiduría de los hombres" a la "sabiduría de Dios" que se basa en el amor. Cristo resucitado es victorioso sobre la muerte y el pecado. Es en él que ponemos nuestra fe preparando activamente el Reino de mañana. Todos, enfermos o sanos, tienen su parte. Siguiendo a Cristo, todos podemos traer la piedra preciosa del amor. No puede haber exclusión para el Reino.

El mensaje de las bienaventuranzas sigue siendo actual. La dignidad eterna del hombre está en peligro cuando los intereses económicos y financieros se convierten en objetivos principales. La buena salud de una sociedad nunca se medirá únicamente por la capacidad de cuidar el cuerpo. Se medirá por su capacidad de vivir la fraternidad y la solidaridad. Lo primero es que toda nuestra vida esté llena del amor de Dios. Los cuerpos desaparecerán. “El amor nunca pasará. »

 

3

Un codiciado objetivo

 

 

Autor: Padre Gustavo Vélez Vásquez (Calixto)

 

 

“Jesús, levantando los ojos hacia sus discípulos, les dijo: Dichosos los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios. Dichosos los que ahora tenéis hambre”…

 

San Lucas, cap.6.



Para cada dolor te ofrecen un analgésico infalible. Cualquier disfunción orgánica podrás corregirla con el fármaco adecuado y eficaz.

Pero si la dolencia es del alma, hallarás mentalistas de todas las calidades. Desde los charlatanes hasta los científicos, que exploran tu inconsciente para descubrir las raíces del mal. O si el problema es tu aspecto exterior, o tu imagen social, es posible ocultar las arrugas, embellecer la piel, corregir esas líneas del rostro, eliminar tus kilos de más. Te ofrecerán también clases de glamour y de etiqueta. En resumen: Un objetivo global que buscamos en todo momento, de forma mecánica o consciente: Ser felices. O con más exactitud y realismo: Blindarnos contra todo sufrimiento.

Ningún moralista, sin embargo, ni siquiera los de estricta observancia querrán oponerse a esta búsqueda. Sólo podrían recriminarte algunos métodos.

Pero es justo advertir que ese codiciado objetivo pocas veces se alcanza. Porque esta vida terrena, aunque no queramos reconocerlo, tiene mucho de destierro. O por lo menos de desierto. Vamos de camino, aporreados por numerosas dificultades, hacia una tierra prometida.

El Señor Jesús conocía, más que ningún mortal, estos anhelos de los hombres de ayer, de hoy de siempre. De allí aquel discurso que pronunció en las inmediaciones del lago, el Sermón de las Bienaventuranzas, que ha sido examinado con lupa por pensadores de todas las corrientes.

El texto de San Mateo ofrece ocho caminos hacia la felicidad. En cambio san Lucas se limita a cuatro, que complementa con tres amenazas: “Dichosos vosotros”… “Ay de vosotros”... Formas literarias todas ellas muy frecuentes en la cultura hebrea de entonces.

Sobre el texto de las bienaventuranzas un escritor ateo afirma: “La posición de Cristo hacia la felicidad es desconcertante. Pero si analizamos despacio su propuesta, descubrimos que señala un camino de moderación, mansedumbre, equilibrio, sabiduría y generosidad. Valores de una exquisita humanidad”.

Y otro pensador confiesa: “A los discípulos del Señor, sus bienaventuranzas nos extrañan. En un comienzo parecen un juego de palabras, o una desvergonzada invitación a mantenernos oprimidos. Pero comprendiendo que aquí nos habla el Hijo de Dios, miramos más allá, para desentrañar que existe un elevado ideal en nuestro comportamiento. Una conducta que además trae la promesa de Dios de una próxima y remota felicidad”.

Al niño le ha pedido en el colegio, averiguar cuáles son los “macarismos” de Cristo. Lo cual ha puesto contra la pared a sus papás. Sin embargo con algunos diccionarios y consultas por Internet, ellos pudieron descubrir que no son otra cosa que las promesas de felicidad que trae la Biblia. “Makarios” es un término griego que significa hombre feliz.

En el Antiguo Testamento encontramos unos 100 macarismos, todos ellos referidos quienes orientan su vida bajo las enseñanzas del Yahvé. Un concepto que se fue decantando entre los judíos, desde una concepción materialista de la dicha, a otra más acendrada y eminente.


En el Nuevo Testamento se da 50 veces esta expresión referida los hombres, menos en la carta Timoteo donde san Pablo llama al Señor “bienaventurado”, feliz, en dos ocasiones. De esa felicidad de Dios quiere participarnos Jesús de Nazaret a quienes nos arriesgamos a seguirle.

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