sábado, 23 de marzo de 2024

28 de marzo del 2021: Domingo de Ramos y de la Pasión del Señor


He aquí que comienza la Semana Santa. Siete días para seguir a Jesús paso a paso, desde su entrada en Jerusalén hasta su victoria sobre la muerte. Siete días tan importantes, tanto que el mundo será sacudido para siempre.





Evangelio
Pasión de Nuestro Señor Jesucristo según san Marcos (15,1-39):
Apenas se hizo de día, los sumos sacerdotes, con los ancianos, los escribas y el Sanedrín en pleno, se reunieron, y, atando a Jesús, lo llevaron y lo entregaron a Pilato. Pilato le preguntó:
«¿Eres tú el rey de los judíos?»
Él respondió:
«Tú lo dices.»
Y los sumos sacerdotes lo acusaban de muchas cosas. Pilato le preguntó de nuevo:
«¿No contestas nada? Mira cuántos cargos presentan contra ti.»
Jesús no contestó más; de modo que Pilato estaba muy extrañado. Por la fiesta solía soltarse un preso, el que le pidieran. Estaba en la cárcel un tal Barrabás, con los revoltosos que habían cometido un homicidio en la revuelta. La gente subió y empezó a pedir el indulto de costumbre. Pilato les contestó:
«¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?»
Pues sabía que los sumos sacerdotes se lo habían entregado por envidia. Pero los sumos sacerdotes soliviantaron a la gente para que pidieran la libertad de Barrabás. Pilato tomó de nuevo la palabra y les preguntó:
«¿Qué hago con el que llamáis rey de los judíos?». Ellos gritaron de nuevo:
«¡Crucifícalo!»
Pilato les dijo:
«Pues ¿Qué mal ha hecho?»
Ellos gritaron más fuerte:
«¡Crucifícalo!»
Y Pilato, queriendo dar gusto a la gente, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran. Los soldados se lo llevaron al interior del palacio –al pretorio– y reunieron a toda la compañía. Lo vistieron de púrpura, le pusieron una corona de espinas, que habían trenzado, y comenzaron a hacerle el saludo:. «¡Salve, rey de los judíos!»
Le golpearon la cabeza con una caña, le escupieron; y, doblando las rodillas, se postraban ante él. Terminada la burla, le quitaron la púrpura y le pusieron su ropa. Y lo sacaron para crucificarlo. Y a uno que pasaba, de vuelta del campo, a Simón de Cirene, el padre de Alejandro y de Rufo, lo forzaron a llevar la cruz. Y llevaron a Jesús al Gólgota (que quiere decir lugar de «la Calavera»), y le ofrecieron vino con mirra; pero él no lo aceptó. Lo crucificaron y se repartieron sus ropas, echándolas a suerte, para ver lo que se llevaba cada uno. Era media mañana cuando lo crucificaron. En el letrero de la acusación estaba escrito: «El rey de los judíos.» Crucificaron con él a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda. Así se cumplió la Escritura que dice: «Lo consideraron como un malhechor.» Los que pasaban lo injuriaban, meneando la cabeza y diciendo:
«¡Anda!, tú que destruías el templo y lo reconstruías en tres días, sálvate a ti mismo bajando de la cruz.»
Los sumos sacerdotes con los escribas se burlaban también de él, diciendo:. «A otros ha salvado, y a sí mismo no se puede salvar. Que el Mesías, el rey de Israel, baje ahora de la cruz, para que lo veamos y creamos.»
También los que estaban crucificados con él lo insultaban. Al llegar el mediodía, toda la región quedó en tinieblas hasta la media tarde. Y, a la media tarde, jesús clamó con voz potente:
«Eloí, Eloí, lamá sabaktaní.». Que significa:
«Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»
Algunos de los presentes, al oírlo, decían:
«Mira, está llamando a Elías.». Y uno echó a correr y, empapando una esponja en vinagre, la sujetó a una caña, y le daba de beber, diciendo:. «Dejad, a ver si viene Elías a bajarlo.»
Y Jesús, dando un fuerte grito, expiró. El velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. El centurión, que estaba enfrente, al ver cómo había expirado, dijo:
«Realmente este hombre era Hijo de Dios.»
Palabra del Señor


A guisa de introducción:

 Hay un salvador en el avión?
Hace varios años circula esta breve historia y que es real, dicen, en las redes sociales , y que hoy me permito reproducir para iluminar la reflexión de este domingo de ramos, entrada en la semana mayor:
El 14 de octubre del 2008 (aunque la noticia la leí hace muy poco) en un vuelo de British Airways de Johannesburgo a Londres sucedía lo siguiente:
 Una mujer blanca de unos 50 y tantos años llego al asiento que le tocaba en un avión que iba lleno de pasajeros e inmediatamente se negó a sentarse.
Junto al asiento se encontraba sentado un hombre de raza negra. Disgustada, la mujer inmediatamente llamo a la azafata y le demando otro asiento.
La mujer dijo “yo no puedo sentarme junto a un hombre negro.”
La azafata le contestó:
Permítame ver si hay otro asiento disponible. Después de comprobar, la azafata regreso y le dijo a la mujer:
Señora, no hay otro asiento disponible en clase económica, pero revisare con el capitán para verificar si existe algún asiento disponible en primera clase.”
10 minutos después, la azafata regreso y dijo.
El capitán me ha confirmado que no hay asientos disponibles en clase económica pero hay uno en primera clase.
Es nuestra política en la empresa nunca cambiar a una persona de clase económica a primera clase, pero viendo que podría resultar en un escándalo forzar a alguien a sentarse junto a una persona que no le es agradable, el capitán estuvo de acuerdo en hacer el cambio a primera clase.
Antes de que la mujer pudiera decir algo, la azafata se dirigió al hombre de raza negra y le dijo:
“Señor, si fuera usted tan amable de tomar sus artículos personales, queremos moverlo a un asiento más confortable en primera clase ya que el capitán no quiere que usted esté sentado junto a una persona desagradable.”
Los pasajeros en los asientos cercanos comenzaron a aplaudir mientras algunos ovacionaban de pie la atinada reacción del capitán y la azafata.

Olivier Clément (17 noviembre 1921 - + Paris 15 enero 2009) es un inmenso teólogo, un Teólogo con mayúscula, un gran pensador del cristianismo. De joven se convirtió en cristiano ortodoxo y estuvo cerca de la comunidad espiritual y orante de Taizé (Francia). El escribió un libro que se llama “Jesús me ha hablado”. Jesús le ha hablado Ahh! y qué le ha dicho?..Jesús me dijo: “tú tienes necesidad de ser sanado, perdonado, re-creado. Y yo soy aquel que te sana, te perdona y te recrea”. Todo está ahí. Jesús no es una voz más entre las otras de la historia de la humanidad; Jesús es mucho más que un barniz para hacer brillar las grandes etapas de nuestra vida: nacimiento (bautismo), entrada en la adolescencia (confirmación), matrimonio y muerte.
Jesús es mucho más que una referencia, un modelo, un ideal. Jesús es más que una lección de catecismo. Jesús es MI SALVADOR, Aquel que viene a sacarme del pantano del mal, aquel que quiere erradicar de mi corazón todas las raíces del pecado. Cómo lo hace? No bombardeándonos de antibióticos sino muriendo en la cruz y resucitando uniéndosenos a cada uno en nuestra situación de vida, nuestra historia personal, nuestras relaciones, nuestra profesión, nuestra vocación. Puesto que son todos esos los sectores de nuestra vida que tienen necesidad de este “salvavidas”. Jesús me ha dicho: “tú necesitas ser sanado, perdonado, creado. Y yo soy aquel que te sana, que te perdona, que te recrea”.

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Qué bella tradición la de este domingo! También nosotros portamos ramos en la mano para acoger el Mesías, el Mesías que llega a nuestras vidas. Nosotros podríamos simplemente cantar. Podríamos simplemente levantar los brazos en signo de admiración. Pero esto no parece ser suficiente. Nos hacemos a un gajo de ramo o palma para que se eleve bien encima de nuestra cabeza y manifestar así un signo de nuestra alegría y agradecimiento.
Primeramente,  este rito habría sido celebrado en Jerusalén y después llego a ser “universal” en el siglo IX. A destacar que se utilizaba siempre gajos o ramas de follaje local, porque eran los parroquianos y o feligreses que aportaban su ramo a la iglesia.
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Los evangelistas sitúan la entrada triunfal de Cristo en la ciudad luego de la resurrección de Lázaro. Este acontecimiento estremeció a los escribas y fariseos, quienes preguntaban por todas partes: ¿Dónde está ese profeta que engaña al pueblo?
También nosotros, discípulos de Cristo, hoy nos hacemos una pregunta semejante: Si Jesús es Rey de paz y de justicia. Si un día entró en la ciudad santa,
cambiando su estilo de sencillez y de humildad, para probar que puede transformar el mundo, ¿en dónde estará hoy su reinado?.
Un pueblo creyente como el nuestro sólo encuentra en derredor conflicto y violencia, confrontación política, pobreza y destrucción.
Pero al leer la historia desde la fe comprenderemos que cuando los humanos desatamos la guerra, el Señor no se empeña en construir la paz sin nosotros. Aguarda que nos convirtamos a El y enmendemos nuestra conducta.
Por lo tanto, el reinado de Dios se apoya en la conciencia y en el corazón de los hombres. Valdría pues que cada uno se pregunte si ha sido honrado de obra y de palabra. Si ha compartido con generosidad. Si está educando a sus hijos para la convivencia. Si realiza siempre con responsabilidad su trabajo. Si ya apagó en su interior todo germen de venganza.
Todo ello es necesario para que el reinado de Dios avance entre nosotros y se haga visible en las personas y en las instituciones. En las estructuras sociales y políticas. Ese reinado de Cristo que anhelamos requiere muchos días y muchos esfuerzos.
El papa Juan Pablo II nos dice: “ Esto exige que salgáis de vosotros mismos, de vuestros razonamientos, de vuestra “prudencia”, de vuestra indiferencia. De las costumbres anticristianas que habéis adquirido. Dejad que Cristo reine entre vosotros. Que sea siempre el camino, la verdad y la vida. Dejad que sea vuestra salvación y vuestra felicidad”.
 (P. Gustavo Vélez, "calixto" ...tejasarriba.org) 


Aproximación psicológica al texto del Evangelio

 Acaso sólo triunfa la maldad?
La pasión del Señor está totalmente marcada por intrigas, traiciones, sublevaciones de gente empujada por jefes hostiles, que uno tiene la impresión o puede llegar a pensar que sus contemporáneos eran todos malos.
Pero los relatos de la pasión esconden (o sugieren tímidamente) un impresionante repertorio de personas, de gente que, cada quien a su manera, trataron de ayudar a Cristo y de librarlo del suplicio de la cruz.
Hubo, por ejemplo, la mujer del gobernador Pilatos que dirá a su marido no mezclarse en el proceso de este justo (Mt 27); el mismo Pilato hizo un esfuerzo para hacerle comprender a los judíos que Jesús era inocente (Jn 18,38; 19,4,6; ver en Hechos de los Apóstoles 3,13). Antes se nos ha hablado de algunos soldados que se habían negado a detenerlo (Jn 7,45-46.
Nicodemo había intentado defender a Jesús en el Consejo de los sacerdotes y fariseos (Jn 7,50-52), y José de Arimatea, él tampoco se mostraba de acuerdo con las autoridades judías (Lc 23, 50-51).
Durante el camino hacia el calvario (vía-crucis), hubo mujeres que lloraron a su lado (Mt 27,55-56). Otras mujeres le siguieron hasta el lugar de la crucifixión (Mt 27,60). Una parte de la multitud, contemplando lo que había pasado, dan la vuelta mientras se dan golpes de pecho (Lc 23,48). El buen ladrón descubre en Jesús a un hombre justo (Lc 23,48). Y con toda seguridad, el discípulo que Jesús amaba, estaba también allí, al pie de la cruz, con María, la madre de Jesús (Jn 19,25-27).
Después de la muerte de Jesús, José de Arimatea tiene el coraje y la valentía de ir (Mc 15,43) a casa del Gobernador Pilato para obtener el permiso de retirar su cuerpo de la cruz para enterrarlo con dignidad (Mt 27,57-60). En su momento Nicodemo se le une y este para prepararle derrama sobre su cuerpo 100 libras de perfume (Jn 19,39).
Sin embargo, me gustaría hablarles todavía de otros dos personajes que encontramos en el camino de la cruz y nombrados en el evangelio de este día.
El primero, es Simón el cirineo (o Simón de Cirene). Cirene era una ciudad de Libia, en África del Norte. Simón era entonces un inmigrante en Israel. Los nombres de sus 2 hijos, Alejandro y Rufus, muestran una apertura hacia todos los horizontes: el nombre Alejandro viene del mundo griegos y Rufus es un nombre romano (Mc 15,21). El hecho que San Marcos nombre sus dos hijos, demuestra por lo que sigue, que ellos se han convertido al cristianismo y que ellos son bien conocidos por sus lectores (ver Romanos 16,13 donde San Pablo dice que su madre (de ellos) era como una madre para él). Y la tradición cristiana tampoco ha dejado en el olvido a Simón el Cirineo, pues es el héroe de la quinta estación del via-crucis.
El evangelio nos dice que Simón entraba a su casa de regreso del campo. Quizás ha debido trabajar toda la mañana. A la hora del medio día cuando el sol golpea fuerte, estaría fatigado y hambriento y se le ha pedido entonces ayudarle cargar la cruz a Jesús. Él, extranjero de paso, llega a ser la primera persona que hace literalmente lo que Jesús había dicho antes: “Si alguien quiere venir en pos de mi, que renuncie a sí mismo, que tome su cruz y me siga” (Mc 8,34).
Simón ha portado (llevado, cargado) la cruz de Jesús. Estaba muy cerca de Él, ha sentido su respiración y su aliento, lo ha visto sufrir y quizás llorar. Al hacer esto, Simón se ha convertido en el compañero y testigo privilegiado de este conmovedor evento de la historia: el camino de la cruz (vía-crucis), donde el Hijo de Dios entrega (dona, da) su vida para que todos los seres humanos, sin excepción, sean salvos.
Sin darse cuenta que esta procesión de pesadilla le conducía directamente a Dios y que un día su nombre iba llegar a ser el sinónimo de personas anónimas, simples y o sencillas quienes a través de todo el mundo saben ayudar los otros, Simón ha levantado la cruz de Jesús y la llevó en sus hombros. Así él se ha convertido en el precursor de todos los simón cirineos de la historia.
Los medios de comunicación poco o nada nos hablan de estas personas, pero cuando se les hace urgente, justo y necesario se hacen o toman un lugar cerca de alguien que carga dolorosamente su cruz, porque lo saben hacer y sin mascaras. Simón cirineos pueden ser nuestros padres, nuestras madres, hermanos y hermanas, nuestros amigos, a veces desconocidos que nos rodean con su simpatía y nos ayudan.
Después haber hablado de Simón el Cirineo, San Marcos tiene algo que decirnos a propósito del centurión romano quien era el jefe de pelotón (100 hombres) , encargado de la ejecución de Jesús, este hombre había visto a Jesús sucumbiendo bajo el peso de la cruz, fatigado, agotado y había hecho reclutar por unos cuantos minutos u horas a Simón para ayudarle a llevar la cruz a Jesús. Él había ordenado también que se le ofreciera vino aromatizado de Mirra al condenado para mitigar su dolor (Mc 15,23), y finalmente al momento de la muerte de Cristo, este mismo centurión, acostumbrado a ver morir tantos hombres, declara: “verdaderamente este era Hijo de Dios” (Mc 15,39). La mirada de este extranjero sobre Jesús nos hace superar la vergüenza normal ante el espectáculo de la muerte de un criminal. El Centurión le devuelve el honor y la dignidad a Jesús, restablece su persona y al mismo tiempo lo restablece en su relación con su Padre del Cielo.
Pero en fin, por qué el centurión ha pronunciado estas palabras? Estaba acaso él en la búsqueda de la verdad y la percibió en el sufrimiento de Jesús? Sus palabras traicionan su fe en Dios? Sin ninguna duda, no podemos nosotros mejorar o realzar el sentido de estas palabras que han salido de la boca de este oficial pagano. Es probable que solo haya reconocido la inocencia y la santidad serena que Jesús ha mostrado a lo largo de la pasión. Pero para el evangelista San Marcos, las palabras de este hombre tienen otro sentido o contenido y nos invita a reconocer verdaderamente en el crucificado a “El hijo de Dios” (Mc 1,1).
En este preciso instante, el amor de Dios, que arroja todas las dificultades y sufrimientos en el sufrimiento de Cristo nos permite ya ver entre líneas la resurrección. Gracias a las palabras del soldado de otra tradición religiosa (no pagano, no me gusta esta palabreja), la cruz de Cristo se transforma en una cruz luminosa (una cruz de luz).





Reflexión Central

 Un Dios de la tierra
 
En muchas ocasiones, a lo largo de mi existencia profesores, amigos, colegas y mismo miembros de mi familia me han tildado de “intelectual”. Adjetivo con el que me califican, no solo porque desde niño he mostrado gusto por la lectura, los libros y la cultura general, sino también porque mis manos suaves, tonificadas y rosadas casi “femeninas”, denotan muy poco trabajo material (aun así haya laborado en ciertas etapas de la vida sin dejar cicatrices o callos permanentes en mis extremidades). Otro amigo que me conoce bien hace poco me decía que era un “intelectual” (sinónimo de espiritual), y esperando la razón de su calificativo me dice enseguida: “Se ve que eres muy sencillo, llevas una vida simple, por ejemplo, se nota que no te gustan los carros, ellos son un simple medio de transporte para ir de un punto A a un punto B, para mí por el contrario, un carro es muy importante…y me gusta tener el último modelo. Yo soy muy materialista!”. Era esto un cumplido o una flor, un “lambetazo” como decimos popularmente en Colombia? No del todo. Era como si se me dijera: “Tú no eres de esta tierra (o de este mundo)”. Y por lo tanto mi camino personal, no es más que una larga marcha para descubrir el misterio de esta tierra, aquí donde solamente Dios se deja descubrir. Y el evangelio de la pasión que leemos este domingo lo proclama con fuerza, e inclusive con violencia.
Cuando releemos estos capítulos 14 y 15 de Marcos, nos sorprendemos por el rostro de Cristo que se deja entrever: ya no está ese taumaturgo que cura la gente a diestra y siniestra, expulsa los demonios, enseña a las multitudes que lo aclaman, y aparece de algún modo como un ser “aparte”. Por primera vez, no es más que un humano, y nada es fácil para Él.
Lo que llama y retiene la atención, es la impotencia de Jesús. Él que conocía bien a la gente, cómo ha podido equivocarse en la elección de Judas como discípulo? Él está asustado y angustiado ante lo que le espera. Él no quiere morir, porque como nosotros ama la vida, está apegado a ella: “Me gustaría tanto que eso no suceda”. Una vez maniatado, no será más que un juguete (un títere) entre las manos de las autoridades.
Dónde esta aquel hombre que expulsaba los demonios, convertía a los pecadores y daba nueva existencia a los enfermos? Le propinan puñetazos, le escupen en el rostro, se le flagela, se le ridiculiza. La figura de Jesús se presenta muy lejana a la de un héroe; no solamente estará muy débil para cargar la cruz, tanto que morirá antes que los dos bandidos que le acompañan en su suplicio, hasta tal punto que Piloto se sorprenderá. He aquí que Él es como nosotros.
Lo que más me ha llamado siempre la atención, es la violencia que se desprende a lo largo de este relato. La violencia comienza desde el principio cuando Judas y (quizás alguna compañía), cuestiona sobre el dinero invertido en el costoso perfume derramado en su cabeza y sus pies por la mujer anónima.
Cómo describir la violencia de un discípulo que abraza su maestro con la frase respetuosa: “mi maestro”, y que de hecho viene a darle el beso de la muerte?
Violencia en los propósitos de Pedro que no hace más que negar repetitivamente (3 veces) con su cabeza y jurar de boca que no conoce a Jesús y que romperá en llanto, inconsolable ante lo que acaba de hacer.
Violencia de un proceso donde todo está decidido de antemano, sin mencionar todas las sevicias físicas de la armada romana.
Violencia en la escena de la gente que observa lo que sucede con cierto desprecio e indiferencia: cómo se puede ser tan duro ante un ser débil y vulnerable, y sobre todo cuando este ser, ha pasado su vida haciendo el bien, ayudando a la gente, y amándola?
Para mí, una escena viene a sellar esta violencia: después de haber exclamado fuertemente el “Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado” del Salmo 22, Jesús muere lanzando un gran grito.
Recuerdo cuando tenía 14 años, un medio escolar, confundido aun, sin mucha claridad sobre el objetivo existencial…En esa semana santa de aquel año 83, pasó que después de una celebración de la pasión en la iglesia, me fui a casa para leer el relato completo de la pasión otra vez en mi habitación, evoco como mis lágrimas brotaban. Años después, cuando le conté esto a alguien, esa persona me comentó, “seguramente fue en razón de tu edad y seguramente porque tu reconocías en lo que le paso a Jesús un poco de ti mismo, un poco de la gente que tu conocías, un poco de tu mundo?” Es verdad, yo sufro por mis propios reniegos, mis negaciones. Yo sufro por la inconsciencia de la gente y por su sufrimiento...
Un padre de familia de la región, que acababa de enterarse que su hijo había golpeado sin compasión en su chalet una pareja de pensionados, no encontró otra cosa más que decir: “es verdad, es estúpido lo que él ha hecho”, después él se fue a comprar una caja de cerveza para emborracharse.
Cuando un periódico u otro medio de comunicación hace un reportaje sobre el África y de esas regiones, donde poblaciones enteras mueren de hambre, preocupándose por describir su desespero y la ausencia de soluciones, yo cierro o apago rápido, puesto que esto me hace sentir muy mal.
Esta pasión-sufrimiento no existiría si la pasión-deseo no estuviera tan viva, este deseo salido de nuestras entrañas. Uno lo ve en Jesús: 
deseo de la comunidad fraternal y cálida en el momento de su ultima cena, 
deseo de un grupo que lo respalde, lo sostenga cuando Él llama a sus discípulos a acompañarle en la oración de Getsemaní,
deseo de un mundo renovado a través de su testimonio sobre el Mesías en su proceso (juicio) y sobre todo en el final del salmo 22 (“Los pobres comerán y serán saciados. Ellos alabaran a Yahvé, aquellos que le buscan”).
Pasión-deseo y pasión-sufrimiento van de la mano, y no pueden nacer si yo antes no me abro a todas las dimensiones a aquello que hace la trama de mi vida. A uno le gustaría huir de este mundo y reencontrar a Dios en el cielo, cuando es en el corazón de esta tierra, a través de ese grito que sale de nuestras entrañas, donde Él se deja descubrir.
 He aquí por qué, después de haber escuchado el gran grito de Jesús que expresa un deseo si grande tanto que es sufrimiento, un deseo que llama a la resurrección, el centurión exclama: “verdaderamente, este hombre es el Hijo de Dios”, con toda seguridad, que no hay otro lugar hacia dónde mirar para descubrir el rostro de este ser misterioso a quien se le llama Dios.

***
Al pie de la cruz, un centurión (militar que tenía a su cargo 100 soldados) exclama: “verdaderamente este era el Hijo de Dios”.
Este centurión romano, que habría traspasado con su lanza el costado de Cristo y que confiesa su fe al pie de la cruz contemplando la muerte de Cristo, es festejado en las Iglesias de Oriente bajo el nombre de San Longinos o Longino  (Nominis).
***
 La Iglesia Católica, la Ortodoxa Oriental y la Armenia veneran a Longino como mártir. En el Martirologio Romano se lee: Día 16 de octubre; En Jerusalén, conmemoración de San Longino, quien es venerado como el soldado que abrió el costado del Señor crucificado con una lanza. No se mencionan ni lugar del martirio, ni fecha. Los armenios lo conmemoran el día 22 de octubre. En la Basílica de San Pedro, Vaticano, se halla una estatua de Longino esculpida por Bernini. En la misma basílica se conserva el fragmento de una punta de hierro que, según se asegura, pertenece a la Santa Lanza. 
http://es.wikipedia.org/wiki/Longino_(santo)
 
twitter: @gadabay

 Referencia:

mystereetvie.com
http://www.kt42.fr/la-foi-du-centurion-romain-cet-homme-etait-le-fils-de-dieu-a106344982
wikipedia.org

1 comentario:

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