3 de marzo del 2024: tercer domingo de cuaresma (ciclo b)


 ¿Castigo divino?

 

Dios, que manda, se declara "celoso", lanza amenazas...

Los textos de hoy parecen representar a un Dios "humano, demasiado humano". 

La escena de ira que Jesús hace en el Templo parece reforzar la idea de que nos conviene, como pobres criaturas, mantenernos erguidos durante toda nuestra vida si queremos evitar el castigo divino. Pero más allá de la impresión, si profundizamos un poco más, el panorama se vuelve más claro. Esta es una buena noticia que se nos comunica: el camino de la vida es posible. Está abierto ante nosotros. 

En rigor, Dios no castiga, Jesús tampoco: los mercaderes expulsados ​​del Templo ciertamente lo pasaron mal, pero no fueron castigados ni reprendidos individualmente. 

Si Jesús buscó castigarlos, ¡qué fracaso! Pero no, más bien quería apelar a los corazones, a abrir los ojos. El pecado contiene su propio castigo y condenación. No hace falta un Dios que agregue más en tiempo real, relámpago en mano, desde lo alto de las nubes. 

El pecado nos extravía, nos desvía del camino que da sentido a la vida. Y es un infierno estar tan lejos de aquello que es lo único que puede darnos alegría. 

Dios realmente no castiga, sino que “aclara la mirada”, como lo expresa el salmo. El miedo que inspira no es miedo: es simplemente el sentimiento sano y natural de la criatura que somos, pequeñas e imperfectas, ante la majestad de un Dios que ama infinitamente. 

Tener fe en él es precisamente estar libre del miedo.


¿Alguna vez he tenido miedo de Dios, de ser condenado por él?
¿He sentido alguna vez al saber que Dios me amaba “aclaró esto mi perspectiva”, me ayudó a encontrar sentido a mi vida? 

Jonathan Guilbault, director editorial de Orar en la Iglesia Canadá



Primera lectura

Lectura del libro del Éxodo (20,1-17):

En aquellos días, el Señor pronunció las siguientes palabras: «Yo soy el Señor, tu Dios, que te saqué de Egipto, de la esclavitud. No tendrás otros dioses frente a mí. No te harás ídolos, figura alguna de lo que hay arriba en el cielo, abajo en la tierra o en el agua debajo de la tierra. No te postrarás ante ellos, ni les darás culto; porque yo, el Señor, tu Dios, soy un dios celoso: castigo el pecado de los padres en los hijos, nietos y bisnietos, cuando me aborrecen. Pero actúo con piedad por mil generaciones cuando me aman y guardan mis preceptos. No pronunciarás el nombre del Señor, tu Dios, en falso. Porque no dejará el Señor impune a quien pronuncie su nombre en falso. Fíjate en el sábado para santificarlo. Durante seis días trabaja y haz tus tareas, pero el día séptimo es un día de descanso, dedicado al Señor, tu Dios: no harás trabajo alguno, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu esclavo, ni tu esclava, ni tu ganado, ni el forastero que viva en tus ciudades. Porque en seis días hizo el Señor el cielo, la tierra y el mar y lo que hay en ellos. Y el séptimo día descansó: por eso bendijo el Señor el sábado y lo santificó. Honra a tu padre y a tu madre: así prolongarás tus días en la tierra que el Señor, tu Dios, te va a dar. No matarás. No cometerás adulterio. No robarás. No darás testimonio falso contra tu prójimo. No codiciarás los bienes de tu prójimo; no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su esclavo, ni su esclava, ni su buey, ni su asno, ni nada que sea de él.»

Palabra de Dios

 

 

Salmo

Sal 18,8.9.10.11

R/.
 Señor, tú tienes palabras de vida eterna

La ley del Señor es perfecta
y es descanso del alma;
el precepto del Señor
es fiel e instruye al ignorante. R/.

Los mandatos del Señor son rectos
y alegran el corazón;
la norma del Señor es límpida
y da luz a los ojos. R/.

La voluntad del Señor
es pura y eternamente estable;
los mandamientos del Señor son verdaderos
y enteramente justos.R/.

Más preciosos que el oro,
más que el oro fino;
más dulces que la miel
de un panal que destila
.R/.

 

 

Segunda lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (1,22-25):

Los judíos exigen signos, los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado: escándalo para lo judíos, necedad para los gentiles; pero, para los llamados –judíos o griegos–, un Mesías que es fuerza de Dios y sabiduría de Dios. Pues lo necio de Dios es más sabio que los hombres; y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres.

Palabra de Dios

 

 

Lectura del santo evangelio según san Juan (2,13-25):

Se acercaba la Pascua de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo: «Quitad esto de aquí; no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre.»
Sus discípulos se acordaron de lo que está escrito: «El celo de tu casa me devora.»
Entonces intervinieron los judíos y le preguntaron: «¿Qué signos nos muestras para obrar así?»
Jesús contestó: «Destruid este templo, y en tres días lo levantaré.»
Los judíos replicaron: «Cuarenta y seis años ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?»
Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Y, cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron de que lo había dicho, y dieron fe a la Escritura y a la palabra que había dicho Jesús.
Mientras estaba en Jerusalén por las fiestas de Pascua, muchos creyeron en su nombre, viendo los signos que hacía; pero Jesús no se confiaba con ellos, porque los conocía a todos y no necesitaba el testimonio de nadie sobre un hombre, porque él sabía lo que hay dentro de cada hombre.


Palabra del Señor

 

**************

 

Reflexión central:

 

Por una vida plenamente humana

 

Creo que es apenas relevante, decir algo sobre la primera lectura del Éxodo, que se recita en este 3er domingo de Cuaresma, pues después de hablar bastante sobre el Templo, es bueno también fijar un poco la atención y la disquisición en el tema de los mandamientos.

La tradición de las 10 palabras (expresión que aparece solo en Éxodo 34, 28 y en Deuteronomio 10,4) o decálogo, también llamados Mandamientos de Dios, siempre ha ocupado un lugar trascendente y capital en las enseñanzas de la Iglesia…

En el contexto bíblico, el Decálogo es principalmente el Código de la Alianza, otros suelen llamarle “la gramática del amor”.
No solo es un tratado de Derecho Natural o es más que eso, sino que es principalmente un compromiso reciproco de Dios hacia su pueblo (versículo 5: “yo soy un Dios celoso”) y del Pueblo hacia Dios. Lo que es típico del decálogo es su carácter apodíctico: se dirige a la segunda persona (tu), y formula en general prohibiciones de manera absoluta. Se trata de una convicción sólida, cerrada sobre la cual no se discute.

Acá se podría hablar de moral en sentido estricto. Este estilo presente acá es muy diferente de otras consideraciones de los libros del Éxodo y del Deuteronomio relatadas en 3ª persona como un caso de conciencia (por ejemplo en, Deuteronomio 15,12: “si tu hermano hebreo se te vende”; Éxodo 21, 18: “si dos hombres se pelean y que uno golpee al otro con una piedra”…Se puede hablar en este caso de casuística, muy cercana de uno de los sentidos de la palabra Ética, hoy.

En la presente lectura, 4 palabras conciernen a Dios:

- No tendrás otros dioses frente a mí;
- No te harás ídolos, figura alguna de lo que hay arriba en el cielo, abajo en la tierra o en el agua debajo de la tierra;
- No pronunciarás el nombre del Señor, tu Dios, en falso;
- Fíjate en el sábado para santificarlo. Durante seis días trabaja y haz tus tareas, pero el día séptimo es un día de descanso, dedicado al Señor, tu Dios: (negativamente: no harás trabajo alguno).

Las 6 palabras siguientes determinan nuestra relación con los otros:

- Honra a tu padre y a tu madre: así prolongarás tus días en la tierra que el Señor, tu Dios, te va a dar (negativamente: no deshonrarás ni a tu padre ni a tu madre);
- No matarás;
- No cometerás adulterio;
- No robarás;
- No darás testimonio falso contra tu prójimo;
- No codiciarás los bienes de tu prójimo; no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su esclavo, ni su esclava, ni su buey, ni su asno, ni nada que sea de él.

Durante generaciones, el Decálogo ha representado la carta moral de la cultura occidental. Santo Tomas recordaba que se le podía resumir en las exigencias de la justicia, es decir en el establecimiento de las relaciones correctas con Dios y los otros. En el contexto actual de una ética de la discusión (en oposición a una ética substantiva), no es inoportuno que creyentes en alianza con Dios sepan articular su vida basados en algunas máximas simples: no matarás, no robarás, no mentirás. Se trata aquí de un ideal, ya que en la vida real siempre estamos en la tentación y o cedemos algunas veces…

Una leyenda judía cuenta que un día, un soldado romano fue a ver al rabino Shammaï y le dice: “si tu puedes enseñarme toda la Ley durante el tiempo que sea capaz de sostenerme en un solo pie, yo me convertiré a la alianza de Abraham, Isaac y Jacob ». Rabi Shammaï no quiso atender al inoportuno militar. Este último va entonces a ver al Rabino Hillel y le hace la misma petición, y Rabi Hillel le responde: “Ama a tu prójimo como a ti mismo, he aquí toda la Ley. El resto son comentarios.” El soldado romano se convirtió.

En un mundo y sociedad relativistas como los nuestros, donde « el todo se vale », fruto del postmodernismo, « los 10 mandamientos » de la Ley de Dios, causan escozor e incomodidad en muchos.

El filosofo francés Rémi Brague, profesor y autor de varios libros donde relaciona filosofía, historia y cristianismo-católico, afirma palabras más, palabras menos, aproximativamente traducidas “que la generación que se enorgullece hoy de ser anti-católica, anti-eclesial y anti medieval, es decir moderna, por decir algo, se muestra soberbia y desagradecida con quienes han puesto las bases y todo lo precedente para que ella sea, así la modernidad es un parasito de la pre modernidad…pues ella nada nuevo ha inventado”.

Los mandamientos al decir y pensar de San Pablo (“el yugo de la Ley”), a veces abordados con sarcasmo, no son meramente una formulación divina de reglas…Las normas no son dictadas por Dios por intermedio de un profeta (Moisés) . Ellas están inscritas en el “corazón” del hombre…ellas escapan al dominio de la historia, son naturales, creadas por Dios”.

Volviendo a citar Rémi Brague (a quien yo recomiendo leer sobre todo por los agnósticos y rebeldes no creyentes) dice a propósito: “Las enseñanzas morales no son del todo aquellas de la Iglesia, sino aquellas de la moral común. Solo está el cristianismo que no predica ninguna otra. No hay moral cristiana. El cristianismo no le dice a usted lo que debe hacer, y todavía menos lo que debe comer, cómo vestirse, dónde pasar sus vacaciones. Él deja todo eso a la razón humana, que es bastante grande para desenvolverse sola. La moral común es el kit de supervivencia de la humanidad: en el fondo, lo que prohíbe los 10 mandamientos, es todo aquello que conduce a la muerte directa o indirectamente."

“No me gusta hablar de “valores”, y todavía menos de “valores cristianos”. Antes que nada porque aquello que está bien, según el cristianismo, es exactamente la misma cosa que todo el mundo siempre ha sabido que estaba bien. El cristianismo no agrega nada a los 10 mandamientos. Los cristianos no tienen reglas alimentarias o vestimentarias para ellos. Lo que los distingue por otra parte de los musulmanes, judíos, budistas, etc.
Los cristianos no creen en valores que les perteneciera a ellos, o les sean propios, sino en Cristo. Ellos no tienen otra cosa para defender que aquello que permite la vida plenamente humana: la de todo hombre y de todo el hombre. A ellos todavía menos les preocupa defender valores que considerarían propios, solamente perteneciente a ellos, en contra de valores que serian de otros. Los cristianos no “corren” por si mismos, sino con Cristo, por todos los hombres.”

“Si ustedes permanecen fieles a mi palabra, ustedes son verdaderamente mis discípulos; entonces conocerán la verdad, y la verdad los hará libres”. (Juan 8,31-32)


Jesús venía a instaurar un nuevo orden en las relaciones con Dios, a purificar al hombre, a recordarnos el verdadero sentido del culto y del templo, desde una nueva alianza.
Por lo tanto, el cristiano no puede quedarse con lo externo. Hay que ir más al fondo: A la religión de la mente y del corazón. Nos lo enseñan quienes hablan de “trascendencia”. Nos dicen que los signos religiosos, han de ir más allá de sí mismos. Han de propiciar convicciones, actitudes interiores, criterios y fuentes de inspiración. De lo contrario, el Señor nos podría recriminar por el profeta Isaías: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está muy lejos de mí”.
Cabría entonces preguntarnos: ¿Por qué guardamos ciertas normas morales? ¿Por amor a Dios o solamente por no perder imagen? ¿Por qué oramos? ¿Por qué recibimos los Sacramentos? ¿Por qué realizamos ciertos ritos?
Si todo ello trasciende a una religión interior, vale la pena. De lo contrario serían gestos vanos y falsas apariencias. (P. Gustavo Vélez. mxy- Calixto en tejasarriba.org)

twitter:  @gadabay



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Una doble limpieza



y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo: «Quitad esto de aquí; no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre.».  

Juan 2:15–16

 

Los cuatro evangelios hablan de la purificación del templo por parte de Jesús. Sin embargo, hay una diferencia entre la forma en que se describe este evento en los evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas) y la forma en que se describe en el evangelio de Juan. 

El Evangelio de Juan sitúa este evento al comienzo mismo del ministerio público de Jesús durante el primero de sus tres viajes anuales a Jerusalén para la Pascua. Este fue Su primer intento de purificar el Templo. Jesús también fue menos severo en la versión de la historia de Juan, afirmando únicamente que los cambistas habían convertido la Casa de Su Padre en un “mercado”. 

En los tres evangelios sinópticos, este evento tiene lugar al final del ministerio público de Jesús, menos de una semana antes de su muerte, cuando regresó a Jerusalén por última vez. En esas versiones, Jesús fue más severo, afirmando que los cambistas habían convertido la Casa de Su Padre en una “cueva de ladrones” y no simplemente en un “mercado”. Al comentar las diferencias entre la versión de Juan y los sinópticos, San Agustín y Santo Tomás de Aquino creen que son dos ocasiones diferentes en las que tuvo lugar un acto similar de purificación del Templo.

El Templo judío, en el momento del ministerio público de Jesús, era el lugar al que la gente viajaba cada año para la Pascua para ofrecer el sacrificio de un cordero sin mancha en conmemoración de la primera Pascua en Egipto cuando Dios liberó a los judíos de la esclavitud. Durante esta celebración anual, las familias judías que viajaban a Jerusalén compraban un cordero para el sacrificio. A la hora señalada, sacrificaban el animal en el patio del templo y luego lo presentaban al sacerdote, quien recogía un poco de sangre y la rociaba sobre el altar, y luego le quitaba la piel, los órganos y la grasa para ser quemados en el sacrificio. La carne era devuelta a la familia y asada en una rama de granado para que pudieran deleitarse con ella mientras recordaban la acción salvadora que Dios concedió a sus antepasados ​​en Egipto.

Hoy vemos el Templo judío como símbolo y prefiguración de Cristo, el Nuevo Templo que es también el sacerdote y el Cordero del Sacrificio. Recordemos, también, que, a la muerte de Jesús, el velo del Templo se rasgó en dos, abriéndolo al mundo entero para que todos pudieran participar del Sacrificio del Cordero de Dios. Ahora estamos invitados a este Lugar Santísimo para compartir la nueva vida de gracia lograda por Su Sacrificio. Dado que la gracia de este Sacrificio de nuestro Señor entra en todos y cada uno de los corazones que creen, para limpiar y purificar, entonces cada persona que recibe esta gracia se convierte en una nueva morada de Dios, un miembro de Su nuevo Templo, el Cuerpo de Cristo.

Cuando Jesús llegó a la fiesta de la Pascua y fue testigo de la compra y venta de estos animales en el Templo, los expulsó con mucho celo. Estaba claro que esta santa celebración de la Pascua se había convertido menos en una celebración de fe y más en un mercado con fines de lucro. La acción de Jesús es también símbolo del celo con el que ahora busca limpiar el templo de nuestra alma. Al principio, cuando el pecado y el desorden invaden nuestras almas, nuestro Señor puede adoptar el enfoque de una suave reprensión, como lo hizo en Su primera purificación del Templo en el Evangelio de Juan. Si persistimos en nuestros pecados, entonces nuestro Señor será más celoso en Su purificación como lo fue en Su último intento de limpiar el Templo la semana antes de morir.

Reflexiona hoy sobre esta doble purificación del Templo en Jerusalén por parte de nuestro Señor y aplica las acciones sagradas de Jesús hoy a tu propia alma. ¿Hay nuevos pecados en los que has caído recientemente que requieren una suave reprimenda de nuestro Señor? 

¿Hay pecados que Jesús te ha estado revelando durante años en los que persistes obstinadamente? Permítele reprenderte en amor y limpiarte para que Su Sacrificio salvador como Cordero de Dios realmente te purifique, y permite que Su juicio e ira te “pasen” esta Cuaresma.

 

Mi purificador Señor, Tú limpiaste el Templo de Jerusalén no una, sino dos veces. Tu celo por la pureza de su adoración era claro. Por favor, ven y haz de mi alma tu morada hoy y límpiame de todo pecado. Por favor, ayúdame a ver especialmente cualquier forma en la que haya permanecido obstinado en mi pecado, y por favor limpia esos pecados con mucho vigor. Jesús, en Ti confío.


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