viernes, 1 de marzo de 2024

1 de marzo del 2024: viernes de la segunda semana de Cuaresma

 

Confianza traicionada

 

(Mateo 21, 33-43.45-46) El dueño de la viña, en la parábola, quiere confiar en sus viñadores, nada ni nadie parece detenerlo. Llega incluso a enviar a su propio hijo a recibir el producto de su viña. Pero nada detiene a estos viñadores que, para heredar el viñedo, matan al hijo. Por ello, el propietario confía este viñedo a otros viñadores. Es su Pasión la que Jesús evoca y anuncia que el Reino será confiado a todos los que crean en Cristo. Señor, gracias por tu confianza, ayúdame a ser digno de esa confianza. ■

Gérard Naslin, sacerdote de la diócesis de Nantes


(Génesis 37, 3-4.12-13a.17b-28) José es llamado por su pueblo “el experto en sueños”: se toma el tiempo de permanecer en silencio ante Dios. Su padre, Jacob, también escucha la voz del Señor. En estos dos, no hay odio ni palabras hostiles hacia el prójimo.


Primera lectura

Lectura del libro del Génesis (37,3-4.12-13a.17b-28):

ISRAEL amaba a José más que a todos los otros hijos, porque le había nacido en la vejez, y le hizo una túnica con mangas. Al ver sus hermanos que su padre lo prefería a los demás, empezaron a odiarlo y le negaban el saludo.
Sus hermanos trashumaron a Siquén con los rebaños de su padre. Israel dijo a José:
«Tus hermanos deben de estar con los rebaños en Siquén; ven, que te voy a mandar donde están ellos».
José fue tras sus hermanos y los encontró en Dotán. Ellos lo vieron desde lejos y, antes de que se acercara, maquinaron su muerte. Se decían unos a otros:
«Ahí viene el soñador. Vamos a matarlo y a echarlo en un aljibe; luego diremos que una fiera lo ha devorado; veremos en qué paran sus sueños».
Oyó esto Rubén, e intentando salvarlo de sus manos, dijo:
«No le quitemos la vida».
Y añadió:
«No derraméis sangre; echadlo en este aljibe, aquí en la estepa; pero no pongáis las manos en él».
Lo decía para librarlo de sus manos y devolverlo a su padre.
Cuando llegó José al lugar donde estaban sus hermanos, lo sujetaron, le quitaron la túnica, la túnica con mangas que llevaba puesta, lo cogieron y lo echaron en un pozo. El pozo estaba vacío, sin agua.
Luego se sentaron a comer y, al levantar la vista, vieron una caravana de ismaelitas que transportaban en camellos goma, bálsamo y resina de Galaad a Egipto. Judá propuso a sus hermanos:
«¿Qué sacaremos con matar a nuestro hermano y con tapar su sangre? Vamos a venderlo a los ismaelitas y no pongamos nuestras manos en él, que al fin es hermano nuestro y carne nuestra».
Los hermanos aceptaron.
Al pasar unos mercaderes madianitas, tiraron de su hermano; y, sacando a José del pozo, lo vendieron a unos ismaelitas por veinte monedas de plata. Estos se llevaron a José a Egipto.

Palabra de Dios

 

 

Salmo

Sal 104,16-17.18-19.20-21

R/.
 Recordad las maravillas que hizo el Señor

V/. Llamó al hambre sobre aquella tierra:
cortando el sustento de pan;
por delante había enviado a un hombre,
a José, vendido como esclavo. R/.

V/. Le trabaron los pies con grillos,
le metieron el cuello en la argolla,
hasta que se cumplió su predicción,
y la palabra del Señor lo acreditó. R/.

V/. El rey lo mandó desatar,
el señor de pueblos le abrió la prisión,
lo nombró administrador de su casa,
señor de todas sus posesiones. R/.

 

 

Lectura del santo evangelio según san Mateo (21,33-43.45-46):

EN aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:
«Escuchad otra parábola:
“Había un propietario que plantó una viña, la rodeó con una cerca, cayó en ella un lagar, construyó una torre, la arrendó a unos labradores y se marchó lejos.
Llegado el tiempo de los frutos, envió sus criados a los labradores para percibir los frutos que le correspondían. Pero los labradores, agarrando a los criados, apalearon a uno, mataron a otro y a otro lo apedrearon.
Envió de nuevo otros criados, más que la primera vez, e hicieron con ellos lo mismo. Por último, les mandó a su hijo diciéndose: ‘Tendrán respeto a mi hijo’.
Pero los labradores, al ver al hijo se dijeron: ‘Este es el heredero: venid, lo matamos y nos quedamos con su herencia’.
Y agarrándolo, lo sacaron fuera de la viña y lo mataron.
Cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?”».
Le contestan:
«Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la viña a otros labradores que le entreguen los frutos a su tiempo».
Y Jesús les dice:
«¿No habéis leído nunca en la Escritura:
“La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente”?
Por eso os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos».
Los sumos sacerdotes y los fariseos, al oír sus parábolas, comprendieron que hablaba de ellos.
Y, aunque intentaban echarle mano, temieron a la gente, que lo tenía por profeta.

Palabra del Señor

 



Rechazo transformado


“La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.

 

Mateo 21:42

 

 

De todos los rechazos que se han vivido a lo largo de los tiempos, hay uno que destaca por encima del resto. Es el rechazo del Hijo de Dios. Jesús no tenía nada más que amor puro y perfecto en Su Corazón. Quería lo mejor para todos los que encontraba. Y Él estaba dispuesto a ofrecer el regalo de Su vida a cualquiera que lo aceptara. Aunque muchos lo han aceptado, muchos también lo han rechazado.  

 

Es importante entender que el rechazo que experimentó Jesús dejó un profundo dolor y sufrimiento. Ciertamente, la Crucifixión real fue extraordinariamente dolorosa. Pero la herida que experimentó en Su Corazón por el rechazo de tantos fue Su mayor dolor y le causó el mayor de los sufrimientos.

 

Sufrir en este sentido fue un acto de amor, no un acto de debilidad. Jesús no sufrió interiormente por orgullo o por una mala imagen de sí mismo. Más bien, Su Corazón dolía porque amaba tan profundamente. Y cuando ese amor fue rechazado, lo llenó del santo dolor del que hablan las Bienaventuranzas (“Bienaventurados los que lloran…” Mateo 5:4 ). Este tipo de dolor no era una forma de desesperación; más bien, fue una experiencia profunda de la pérdida del amor de otro. Era santo, y el resultado de Su amor ardiente por todos.

 

Cuando experimentamos rechazo, es difícil asumir el dolor que sentimos. Es muy difícil dejar que el dolor y la ira que sentimos se conviertan en un “santo dolor” que tiene el efecto de motivarnos hacia un amor más profundo por aquellos por quienes lloramos. Esto es difícil de hacer, pero es lo que hizo nuestro Señor. El resultado de Jesús haciendo esto fue la salvación del mundo. Imagínese si Jesús simplemente se hubiera dado por vencido. ¿Qué pasaría si, en el momento de Su arresto, Jesús hubiera llamado a las miríadas de ángeles para que vinieran a Su rescate? ¿Qué pasaría si Él hubiera hecho esto pensando: “¡Estas personas no valen la pena!” El resultado habría sido que nunca hubiéramos recibido el don eterno de la salvación por Su muerte y Resurrección. El sufrimiento no se habría transformado en amor.

 

Reflexiona hoy sobre la profunda verdad de que el rechazo es potencialmente uno de los mayores dones que tenemos para luchar contra el mal. Es "potencialmente" uno de los mayores regalos porque todo depende de cómo respondamos en última instancia. Jesús respondió con amor perfecto cuando exclamó: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”. ¡Este acto de amor perfecto en medio de Su último rechazo le permitió convertirse en la "Piedra angular” de la Iglesia y, por lo tanto, ¡en la Piedra angular de la nueva vida! 

 

Estamos llamados a imitar este amor y compartir su capacidad no solo de perdonar, sino también de ofrecer el santo amor de la misericordia. Cuando lo hagamos, también nos convertiremos en una piedra angular de amor y gracia para aquellos que más lo necesitan.

 

 

Señor de misericordia, ayúdame a ser esa piedra angular. Ayúdame no solo a perdonar cada vez que me lastimen, sino también a ofrecer amor y misericordia a cambio. Eres el ejemplo divino y perfecto de este amor. Que yo participe de este mismo amor, clamando contigo: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”. Jesús, en Ti confío.

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