Santa
María Magdalena, fiesta
Entre
las 3 Marías que los evangelios mencionan, además de la Madre de Jesús, aquella
de la cual la liturgia hace memoria hoy es la Magdalena que Jesús ha liberado
de enfermedades inexplicables, según Lucas 8,2.
María Magdalena se convierte
desde entonces en discípula de Jesús. Ella permanece, con María, la madre de
Jesús, y Juan al pie de la cruz. Ella fue la primera en reconocer el Resucitado
llegando a ser testigo y apóstol de la Resurrección.
(Juan 20, 1.11-18) El alba de la mañana de Pascua
amanece en esta fiesta del “Apóstol de los Apóstoles”. María Magdalena vio
el cadáver de Jesús, la piedra que cerraba el sepulcro, pero su deseo
prevaleció sobre la razón. Para lavar las impurezas del suplicio, para
perfumar por última vez el cuerpo del Maestro, para envolverlo en dulzura... En
el jardín de la Resurrección, es el Vivo con quien se encuentra, el que ha
atravesado "los barrancos de la muerte" (Sal 22, 4) y llama a todos
por su nombre. ■
Benito de la Cruz, Cisterciense
(Juan 20, 1.11-18) La reacción espontánea de María Magdalena es
retener a su “Maestro” a quien acaba de reconocer, para detener el tiempo y permanecer
para siempre en su presencia. Pero ella será verdaderamente poseída por Él, al
dejarlo ir, llegando así a ser su apóstol y su enviada.
( Juan 20,
1.11-18) En tiempos de crisis, algunas personas tienen el don de
tocar a otros con su mensaje de amor, paz y consuelo. No hay duda de que
estas personas un día escucharon a Jesús resucitado llamarlos por su nombre,
como lo hizo con María
Magdalena.
Primera
lectura
Lectura del libro del Cantar de los Cantares (3,1-4a):
Así dice la esposa: «En mi cama, por la
noche, buscaba al amor de mi alma: lo busqué y no lo encontré. Me levanté y
recorrí la ciudad por las calles y las plazas, buscando al amor de mi alma; lo
busqué y no lo encontré. Me han encontrado los guardias que rondan por la
ciudad: "¿Visteis al amor de mi alma?" Pero, apenas los pasé,
encontré al amor de mi alma.»
Palabra de Dios
Salmo
Sal 62,2.3-4.5-6.8-9
R/. Mi alma está sedienta de ti, mi Dios
Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua. R/.
¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios. R/.
Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré como de enjundia y de manteca,
y mis labios te alabarán jubilosos. R/.
Porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene. R/.
Lectura del santo evangelio según san Juan
(20,1.11-18):
El primer día de la semana, María
Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa
quitada del sepulcro. Fuera, junto al sepulcro, estaba María, llorando.
Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco,
sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de
Jesús.
Ellos le preguntan: «Mujer, ¿por qué lloras?»
Ella les contesta: «Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han
puesto.»
Dicho esto, da media vuelta y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús.
Jesús le dice: «Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?»
Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta: «Señor, si tú te lo has llevado,
dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré.»
Jesús le dice: «¡María!»
Ella se vuelve y le dice: «¡Rabboni!», que significa: «¡Maestro!»
Jesús le dice: «Suéltame, que todavía no he subido al Padre. Anda, ve a mis
hermanos y diles: "Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios
vuestro."»
María Magdalena fue y anunció a los discípulos: «He visto al Señor y ha dicho
esto.»
Palabra del Señor
1
Él te llama por tu nombre
La primera lectura del Cantar
de los Cantares, (y que omite la segunda parte del versículo 4…” Yo lo tomé de la mano, no lo soltaré más
antes de haberle hecho entrar a la casa, en la habitación donde mi madre me ha
concebido”), propia de esta fiesta de Santa María Magdalena, muestra cómo
la ausencia del amado es insostenible. La amada sale en su búsqueda de noche. Y
lo encuentra y lo hace entrar en la casa de la madre de ella, dentro de la habitación
en donde ella ha sido concebida. Esto indica, por un lado, que el joven chico
se ha convertido en un hombre al dejar a su propia madre, y por otro, que la
joven chica, accede al estatuto de mujer. Así es
el amor de Dios por nosotros, apasionado…
La
lectura evangélica (Jn 20,1.11-18) nos narra el encuentro de María Magdalena
con el Resucitado. Para María Magdalena, es difícil creer que Jesús está vivo;
y por lo tanto ella ve ángeles en el sepulcro vacío y esto no le basta. Ella ve
a Jesús, pero no lo reconoce, entonces ¿qué es lo que le da la fe? Es en el
momento en el que Jesús la llama por su nombre, entonces, ¡ella comprende!
¡Cuánto debe haber amado a Jesús aquella santa
mujer, que le valió el privilegio de ser escogida por Él para ser la primera
testigo de su Resurrección! Me imagino que su corazón querría estallar de
emoción al reconocer la voz de su Rabonni que la
llamó por su nombre: “¡María!”.
Aunque
la lectura no lo dice, por las palabras de Jesús que siguen no hay duda que
intentó abrazarlo, o al menos tocar sus pies. Trato de pensar cómo reaccionaría
yo, y no creo que haya forma de describirlo. Recuerda, Jesús te llama por tu
nombre igual que lo hizo con María Magdalena… Pero solo si amas como amó María,
podrás escuchar Su voz.
¡Santa María Magdalena, ruega por nosotros!
2
Aferrándose a Jesús
"«Señor, si tú te lo has
llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré.»
Jesús le dice: «¡María!»
Ella se vuelve y le dice: «¡Rabboni!», que significa: «¡Maestro!»
Jesús le dice: «Suéltame, que todavía no he subido al Padre. ".
¡Qué privilegio! María Magdalena fue la
primera persona en ver al Señor resucitado, y no hay duda de que muchos habrían
concluido que ella era la persona más indigna que recibió tal bendición.
La escritura dice que María Magdalena fue la
mujer de quien Jesús echó siete demonios. Claramente, uno que estaba
poseído por siete demonios había vivido una vida pecaminosa. A finales del
siglo VI, el Papa San Gregorio Magno también la identificó como la mujer
pecadora que estaba casi drogada. Jesús no condenó a esta mujer y les dijo
a aquellos que querían apedrearla que la que no tenía pecado debía lanzar la
primera piedra. Uno por uno se fueron, y Jesús la perdonó y la reconcilió
con el Padre.
Después de encontrarse con nuestro Señor,
María se convirtió en su fiel seguidora, siendo una de las mujeres santas que
diariamente sirve y atiende sus necesidades. Por esa razón, ahora la
llamamos "santa". Pero este pasaje anterior nos dice aún más
acerca de Jesús y su misericordia.
Este pasaje está tomado del relato de la
resurrección de Jesús. María Magdalena había ido a la tumba solo para
encontrarla vacía. Se sentó allí llorando pensando que alguien se había
llevado el cuerpo de Jesús. Pero de repente, ante sus ojos, Jesús estaba allí
y vivo. Sus palabras fueron penetrantes y profundas. Él dijo:
"Deja de aferrarte a mí, porque aún no he ascendido al Padre". Hay
dos cosas que decir sobre este pasaje.
Primero, fue realmente una bendición
maravillosa que Jesús se le apareciera primero a ella. Esta mujer pecadora
fue, por tanto, la primera testigo y la primera mensajera de la Resurrección. Esto
nos dice que Jesús no nos discrimina por nuestros pecados pasados. No
tiene una memoria larga que nos haga responsables para siempre de lo que hemos
hecho en el pasado. Su perdón es absoluto cuando nos lo da y nos restaura
completamente por la gracia si estamos abiertos. Esto es lo que pasó con
María Magdalena. Jesús la eligió a ella, esta mujer antes pecadora, para
ser su primer testigo de su resurrección.
En segundo lugar, este pasaje revela que Jesús
quiere que nos aferremos a Él, solo que no de una manera puramente humana. María
había llegado a conocer a Jesús en la Tierra y ahora Jesús quería profundizar
su vínculo con ella una vez que ascendiera al cielo. En ese momento, quería
estar más que físicamente presente, quería morar en su alma y unirse a ella y a
nosotros de la manera más íntima y profunda.
Reflexiona hoy sobre el deseo en el Corazón de
nuestro Señor de que nos aferremos a Él en el Cielo. Oye que le dice: “He ascendido a mi Padre y te invito a que te
aferres a mí con todo tu corazón. Déjame
entrar y permíteme morar dentro de ti en toda intimidad. Te amo y quiero
ser uno contigo. ¿Me dejarás entrar en tu corazón?
Señor, quiero aferrarme a ti. Elijo ser
uno contigo en todos los sentidos. Ven a vivir en mi corazón y hazme uno
contigo.
Jesús, confío en ti.
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