14 de septiembre del 2021: martes de la vigésima cuarta semana del tiempo ordinario


(1 Timoteo 3, 1-13) Leyendo las cualidades que se requieren para ejercer un ministerio dentro de la Iglesia, nos podemos preguntar si tanta perfección es posible…Quizás es mejor comenzar por lo esencial: la FE que nos une a Cristo y que nos da la seguridad en la debilidad.

 

 

El Señor de los Milagros de Buga que ilumina nuestra liturgia de hoy, nos recuerda toda la misericordia y el amor que Jesucristo desde la cruz derramó sobre el mundo, pues a propósito en otras partes del mundo, este día se consagra a la veneración de la santa cruz que nosotros en Colombia, celebramos el 3 de mayo.



 

Primera lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a Timoteo (3,1-13):

Es cierto que aspirar al cargo de obispo es aspirar a una excelente función. Por lo mismo, es preciso que el obispo sea irreprochable, que no se haya casado más que una vez; que sea sensato, prudente, bien educado, digno, hospitalario, hábil para enseñar; no dado al vino ni a la violencia, sino comprensivo, enemigo de pleitos y no ávido de dinero; que sepa gobernar bien su propia casa y educar dignamente a sus hijos. Porque, ¿cómo podrá cuidar de la Iglesia de Dios quien no sabe gobernar su propia casa? No debe ser recién convertido, no sea que se llene de soberbia y sea por eso condenado como el demonio. Es necesario que los no creyentes tengan buena opinión de él, para que no caiga en el descrédito ni en las redes del demonio. Los diáconos deben, asimismo, ser respetables y sin doblez, no dados al vino ni a negocios sucios; deben conservar la fe revelada con una conciencia limpia. Que se les ponga a prueba primero y luego, si no hay nada que reprocharles, que ejerzan su oficio de diáconos. Las mujeres deben ser igualmente respetables, no chismosas, juiciosas y fieles en todo. Los diáconos, que sean casados una sola vez y sepan gobernar bien a sus hijos y su propia casa. Los que ejercen bien el diaconado alcanzarán un puesto honroso y gran autoridad para hablar de la fe que tenemos en Cristo Jesús.


Palabra de Dios

 

 

Salmo

Sal 100

R/.
 Danos, Señor, tu bondad y tu justicia

Voy a cantar la bondad y la justicia;
para ti, Señor, tocaré mi música.
Voy a explicar el camino perfecto.
¿Cuándo vendrás a mí? R/.

Quiero proceder en mi casa con recta conciencia.
No quiero ocuparme de asuntos indignos,
aborrezco las acciones criminales. R/.

Al que en secreto difama a su prójimo
lo haré callar;
al altanero y al ambicioso
no los soportaré. R/.

Escojo a gente de fiar
para que vivan conmigo;
el que sigue un camino perfecto
será mi servidor. R/.

 

 

Lectura del santo Evangelio según san Lucas (7,11-17):

En aquel tiempo, se dirigía Jesús a una población llamada Naín, acompañado de sus discípulos y de mucha gente. Al llegar a la entrada de la población, se encontró con que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de una viuda, a la que acompañaba una gran muchedumbre.
Cuando el Señor la vio, se compadeció de ella y le dijo: «No llores.»
Acercándose al ataúd, lo tocó y los que lo llevaban se detuvieron. Entonces dijo Jesús: «Joven, yo te lo mando: levántate.»
Inmediatamente el que había muerto se levantó y comenzó a hablar. Jesús se lo entregó a su madre.
Al ver esto, todos se llenaron de temor y comenzaron a glorificar a Dios, diciendo: «Un gran profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo.»
La noticia de este hecho se divulgó por toda Judea y por las regiones circunvecinas.

Palabra del Señor

 

 

 

«Joven, yo te lo mando: levántate.»
Inmediatamente el que había muerto se levantó y comenzó a hablar. Jesús se lo entregó a su madre.


 Lucas 7: 14b-15

 

 

Estas palabras fueron dichas por nuestro Señor sobre el ataúd de un joven que había muerto días antes. Su madre estaba afligida. Él era el único hijo de esta madre y ella era viuda. Imagínese su gozo al escuchar a Jesús pronunciar estas palabras y al ver cómo su hijo muerto volvía a la vida. Habría sido un momento que nunca olvidaría y por el que estaría eternamente agradecida.

 

Estas palabras están llenas de significado. En primer lugar, son palabras que efectuaron un evento milagroso. Jesús habló y lo que habló se hizo realidad. Los muertos volvieron a la vida a sus órdenes.

Pero estas palabras también revelan una profunda verdad espiritual. Es posible que Jesús no devuelva la vida a nuestros seres queridos, de una manera literal, pero nos habla palabras poderosas de muchas otras maneras. Cuando nuestra fe sea fuerte y nos volvamos a Él con esperanza, confianza y entrega, Él nos hablará palabras que nos sacarán de nuestra miseria y dolor. 

 

¿Qué es lo que necesitas llevar a nuestro Señor? ¿Qué es lo que te hace sentir muerto y solo en tu vida? ¿Qué sufrimiento, pecado, dolor o frustración necesitas llevar a nuestro Señor?

 

Reflexiona hoy sobre el poder de las palabras de nuestro Señor. Reflexiona, especialmente, sobre lo que nuestro Señor puede ordenar que suceda en tu vida. Ofrécele, en este día, tus pecados y todo lo que te agobia y escucha si Él te habla. Deja que te diga: "¡Te digo, levántate!" Levántate de tu pecado, dolor, ira y dolor. Deja que sus palabras se hundan y transformen tu vida devolviendo a la vida lo que parece estar muerto.

 

Señor, te entrego todo lo que soy y todo lo que me pesa en la vida. Te encomiendo mi pecado, mi dolor, mi ira y todo lo que parece ser un obstáculo para la novedad de vida a la que me estás llamando. Que te entregue todo, querido Señor, y te escuche llamarme de mi desesperación a la novedad de vida. Jesús, en Ti confío.

 

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