sábado, 30 de marzo de 2024

30 de marzo del 2024: Sábado Santo

 

Sábado con María la Madre

 


El Salvador del mundo sufrió una muerte cruel en la Cruz. Su cuerpo destrozado fue puesto en la tumba. Sus discípulos se dispersaron y temieron ser también asesinados. Pero nuestra Santísima Madre permaneció vigilante con la perfecta esperanza de que su Hijo resucitaría pronto.

Tradicionalmente, los sábados del año eclesiástico están dedicados a la Santísima Virgen María. Esta antigua tradición se desarrolló en parte debido a la creencia de que, mientras otros estaban llenos de miedo y confusión, la Madre María mantenía vigilia el Sábado Santo en oración anticipando la resurrección de Jesús. Ella sabía que su Hijo resucitaría. Tenía esperanza más allá de la esperanza. Su fe era segura. Su amor la mantuvo alerta mientras esperaba el regreso de su Hijo.

Durante muchos siglos, se ha sugerido que la primera persona a quien Jesús se apareció después de Su resurrección fue su propia madre. El Papa San Juan Pablo II así lo creía. San Ignacio de Loyola lo creía. Y muchos otros a lo largo de los siglos compartieron esta creencia.

Por estas razones, el Sábado Santo es un día ideal para reflexionar sobre el corazón meditabundo de nuestra Santísima Madre. Hay varias veces en la Sagrada Escritura donde se nos dice que la Madre María reflexionó en su corazón sobre los misterios de la vida de su Hijo. Ella fue una de las pocas que estuvo a su lado en Su agonía y muerte. Ella se paró ante la Cruz y reflexionó en oración sobre Su sacrificio perfecto. La Santísima Madre sostuvo Su cadáver en sus brazos y reflexionó sobre dónde había ido Su espíritu. Y hoy vela, pensando en su inminente regreso a ella.

Reflexione sobre su corazón reflexivo. Intente unir su propio corazón con el de ella. Trate de comprender lo que ella estaba pensando y esperando. Intente sentir lo que ella sintió en este triste día. Intente experimentar su fe, su confianza y su espera gozosa.

Mucha gente en este mundo camina en desesperación y confusión. Muchos han perdido la esperanza en la nueva vida que les espera. Muchos tienen su propia forma de muerte interior sin permitir que Dios los atraiga a su resurrección. Muchas personas hoy necesitan la esperanza que estaba tan viva en el corazón de nuestra Santísima Madre ese primer Sábado Santo.

Reflexione sobre la realidad del Sábado Santo en silencio este día y permita que el glorioso corazón de nuestra Santísima Madre le inspire y le atraiga más profundamente a su vida de fe, esperanza y amor.

 

Querida Madre María, en aquel primer Sábado Santo, velaste por tu Hijo. Dejaste crecer en ti el don divino de la esperanza, y permitiste que esa esperanza fuera tu fuerza en medio del horror de la Cruz. Ora por mí para que pueda reflexionar en tu hermoso corazón este día para que yo también pueda estar lleno de esperanza al soportar los desafíos de esta vida terrenal. Dame un corazón de gozosa anticipación mientras espero la gracia de una nueva vida que nuestro Señor tan profundamente desea concederme. Madre María, ruega por mí. Jesús, en Ti confío.

 

viernes, 29 de marzo de 2024

29 de marzo del 2024: viernes santo

  

Inaudito

¡Ah! ¡Qué buen momento fue encontrarnos con Jesús viajando por Galilea, viniendo al encuentro de todos! ¡Ah! ¡Cuán hermosas fueron sus palabras de sanación y reconciliación! ¡Ah! que estaba calmando y consolando el que nos dio la Ley para vivir según la Ley de Moisés. El que nos inició bautizándose Él mismo, aunque estaba sin pecado. El que nos dio a nosotros y a muchos su cuerpo y sangre como alimento para remisión de los pecados.

Pero ahora su vigorizante presencia se convierte en una tragedia. Su juicio no es más que injusto. Sus últimas palabras son una aceptación en total libertad de dar la vida hasta el final. A Él, el inocente, lo tratan como a un bandido. Y una de sus palabras es decirle al bandido que estará con él en su reino. Su discurso se detiene. La sangre fluye. Y su muerte rasga el velo del Templo. La tierra está patas arriba.

Su Madre está ahí, confiada, todo lo lleva en la fe. ¿Sabe ya que esta muerte dará vida? ¿Nos atrevemos a creer que la muerte de Jesús en la cruz da vida? ¿Creemos realmente que sólo el amor puede salvar? 

En un momento en el que las tensiones del mundo están en su punto máximo, la muerte de Jesús por amor parece ser la única manera de dar vida al mundo. La muerte sigue siendo un misterio para cada uno de nosotros. Pero lo sabemos, lo creemos porque nos prometió sin que lo entendiéramos realmente, que resucitaría al tercer día.

Me tomo el tiempo para contemplar esta muerte única que da vida.
En acción de gracias, venero a Cristo por la vida que me ha dado, que a mi vez estoy invitado a vivir. 

Tommy Scholtes, sacerdote jesuita, Oremos en la Iglesia Bélgica


(Juan 18, 1 - 19, 42) En este día de Viernes Santo, escuchamos una buena noticia: En Jesús muriendo en la cruz, Dios nunca ha estado tan presente y actuando por la humanidad. La cruz de Jesús nos dice quién es Dios para nosotros y quiénes somos a sus ojos.

 

 


Primera lectura

Lectura del libro de Isaías (52,13–53,12):

Mirad, mi siervo tendrá éxito, subirá y crecerá mucho. Como muchos se espantaron de él, porque desfigurado no parecía hombre, ni tenía aspecto humano, así asombrará a muchos pueblos, ante él los reyes cerrarán la boca, al ver algo inenarrable y contemplar algo inaudito. ¿Quién creyó nuestro anuncio? ¿A quién se reveló el brazo del Señor. Creció en su presencia como brote, como raíz en tierra árida, sin figura, sin belleza. Lo vimos sin aspecto atrayente, despreciado y evitado de los hombres, como un hombre de dolores, acostumbrado a sufrimientos, ante el cual se ocultan los rostros, despreciado y desestimado. Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores; nosotros lo estimamos leproso, herido de Dios y humillado pero él fue traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes. Nuestro castigo saludable cayó sobre él, sus cicatrices nos curaron. Todos errábamos como ovejas, cada uno siguiendo su camino; y el Señor cargó sobre él todos nuestros crímenes. Maltratado, voluntariamente se humillaba y no abría la boca; como cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca. Sin defensa, sin justicia, se lo llevaron, ¿quién meditó en su destino? Lo arrancaron de la tierra de los vivos, por los pecados de mi pueblo lo hirieron. Le dieron sepultura con los malvados, y una tumba con los malhechores, aunque no había cometido crímenes ni hubo engaño en su boca. El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento, y entregar su vida como expiación; verá su descendencia, prolongará sus años, lo que el Señor quiere prosperará por su mano. Por los trabajos de su alma verá la luz, el justo se saciará de conocimiento. Mi siervo justificará a muchos, porque cargó con los crímenes de ellos. Le daré una multitud como parte, y tendrá como despojo una muchedumbre. Porque expuso su vida a la muerte y fue contado entre los pecadores, él tomó el pecado de muchos e intercedió por los pecadores.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 30,2.6.12-13.15-16.17.25

R/.
 Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu

A ti , Señor, me acojo:
no quede yo nunca defraudado;
tú, que eres justo, ponme a salvo.
A tus manos encomiendo mi espíritu:
tú, el Dios leal, me librarás. R/.

Soy la burla de todos mis enemigos,
la irrisión de mis vecinos,
el espanto de mis conocidos;
me ven por la calle, y escapan de mí.
Me han olvidado como a un muerto,
me han desechado como a un cacharro inútil. R/.

Pero yo confío en ti, Señor,
te digo: «Tú eres mi Dios.»
En tu mano están mis azares;
líbrame de los enemigos que me persiguen. R/.

Haz brillar tu rostro sobre tu siervo,
sálvame por tu misericordia.
Sed fuertes y valientes de corazón,
los que esperáis en el Señor. R/.

 

 

Segunda lectura

Lectura de la carta a los Hebreos (4,14-16;5,7-9):

Mantengamos la confesión de la fe, ya que tenemos un sumo sacerdote grande, que ha atravesado el cielo, Jesús, Hijo de Dios. No tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido probado en todo exactamente como nosotros, menos en el pecado. Por eso, acerquémonos con seguridad al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y encontrar gracia que nos auxilie oportunamente. Cristo, en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte, cuando en su angustia fue escuchado. Él, a pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. Y, llevado a la consumación, se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna.

Palabra de Dios

 

 

Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Juan (18,1–19,42):

C. En aquel tiempo, salió Jesús con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, y entraron allí él y sus discípulos. Judas, el traidor, conocía también el sitio, porque Jesús se reunía a menudo allí con sus discípulos. Judas entonces, tomando la patrulla y unos guardias de los sumos sacerdotes y de los fariseos, entró allá con faroles, antorchas y armas. Jesús, sabiendo todo lo que venía sobre él, se adelantó y les dijo:
+ «¿A quién buscáis?»
C. Le contestaron:
S. «A Jesús, el Nazareno.»
C. Les dijo Jesús:
+ «Yo soy.»
C. Estaba también con ellos Judas, el traidor. Al decirles: «Yo soy», retrocedieron y cayeron a tierra. Les preguntó otra vez:
+ «¿A quién buscáis?»
C. Ellos dijeron:
S. «A Jesús, el Nazareno.»
C. Jesús contestó:
+ «Os he dicho que soy yo. Si me buscáis a mí, dejad marchar a éstos»
C. Y así se cumplió lo que había dicho: «No he perdido a ninguno de los que me diste.» Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al criado del sumo sacerdote, cortándole la oreja derecha. Este criado se llamaba Malco. Dijo entonces Jesús a Pedro:
+ «Mete la espada en la vaina. El cáliz que me ha dado mi Padre, ¿no lo voy a beber?»
C. La patrulla, el tribuno y los guardias de los judíos prendieron a Jesús, lo ataron y lo llevaron primero a Anás, porque era suegro de Caifás, sumo sacerdote aquel año; era Caifás el que había dado a los judíos este consejo: «Conviene que muera un solo hombre por el pueblo.» Simón Pedro y otro discípulo seguían a Jesús. Este discípulo era conocido del sumo sacerdote y entró con Jesús en el palacio del sumo sacerdote, mientras Pedro se quedó fuera a la puerta. Salió el otro discípulo, el conocido del sumo sacerdote, habló a la portera e hizo entrar a Pedro. La criada que hacía de portera dijo entonces a Pedro:
S. «¿No eres tú también de los discípulos de ese hombre?»
C. Él dijo:
S. «No lo soy.»
C. Los criados y los guardias habían encendido un brasero, porque hacía frío, y se calentaban. También Pedro estaba con ellos de pie, calentándose. El sumo sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de la doctrina. Jesús le contestó:
+ «Yo he hablado abiertamente al mundo; yo he enseñado continuamente en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho nada a escondidas. ¿Por qué me interrogas a mí? Interroga a los que me han oído, de qué les he hablado. Ellos saben lo que he dicho yo.»
C. Apenas dijo esto, uno de los guardias que estaban allí le dio una bofetada a Jesús, diciendo:
S. «¿Así contestas al sumo sacerdote?»
C. Jesús respondió:
+ «Si he faltado al hablar, muestra en qué he faltado; pero si he hablado como se debe, ¿por qué me pegas?»
C. Entonces Anás lo envió atado a Caifás, sumo sacerdote. Simón Pedro estaba en pie, calentándose, y le dijeron:
S. «¿No eres tú también de sus discípulos?»
C. Él lo negó, diciendo:
S. «No lo soy.»
C. Uno de los criados del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro le cortó la oreja, le dijo:
S. «¿No te he visto yo con él en el huerto?»
C. Pedro volvió a negar, y enseguida cantó un gallo. Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio. Era el amanecer, y ellos no entraron en el pretorio para no incurrir en impureza y poder así comer la Pascua. Salió Pilato afuera, adonde estaban ellos, y dijo:
S. «¿Qué acusación presentáis contra este hombre?»
C. Le contestaron:
S. «Si éste no fuera un malhechor, no te lo entregaríamos.»
C. Pilato les dijo:
S. «Lleváoslo vosotros y juzgadlo según vuestra ley.»
C. Los judíos le dijeron:
S. «No estamos autorizados para dar muerte a nadie.»
C. Y así se cumplió lo que había dicho Jesús, indicando de qué muerte iba a morir. Entró otra vez Pilato en el pretorio, llamó a Jesús y le dijo:
S. «¿Eres tú el rey de los judíos?»
C. Jesús le contestó:
+ «¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?»
C. Pilato replicó:
S. «¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?»
C. Jesús le contestó:
+ «Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí.»
C. Pilato le dijo:
S. «Conque, ¿tú eres rey?»
C. Jesús le contestó:
+ «Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz.»
C. Pilato le dijo:
S. «Y, ¿qué es la verdad?»
C. Dicho esto, salió otra vez adonde estaban los judíos y les dijo:
S. «Yo no encuentro en él ninguna culpa. Es costumbre entre vosotros que por Pascua ponga a uno en libertad. ¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?»
C. Volvieron a gritar:
S. «A ése no, a Barrabás.»
C. El tal Barrabás era un bandido. Entonces Pilato tomó a Jesús y lo mandó azotar. Y los soldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y le echaron por encima un manto color púrpura; y, acercándose a él, le decían:
S. «¡Salve, rey de los judíos!»
C. Y le daban bofetadas. Pilato salió otra vez afuera y les dijo:
S. «Mirad, os lo saco afuera, para que sepáis que no encuentro en él ninguna culpa.»
C. Y salió Jesús afuera, llevando la corona de espinas y el manto color púrpura. Pilato les dijo:
S. «Aquí lo tenéis.»
C. Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y los guardias, gritaron:
S. «¡Crucifícalo, crucíficalo!»
C. Pilato les dijo:
S «Lleváoslo vosotros y crucificadlo, porque yo no encuentro culpa en él.»
C. Los judíos le contestaron:
S «Nosotros tenemos una ley, y según esa ley tiene que morir, porque se ha declarado Hijo de Dios.»
C. Cuando Pilato oyó estas palabras, se asustó aún más y, entrando otra vez en el pretorio, dijo a Jesús:
S. «¿De dónde eres tú?»
C. Pero Jesús no le dio respuesta. Y Pilato le dijo:
S. «¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y autoridad para crucificarte?»
C. Jesús le contestó:
+ «No tendrías ninguna autoridad sobre mí, si no te la hubieran dado de lo alto. Por eso el que me ha entregado a ti tiene un pecado mayor.»
C. Desde este momento Pilato trataba de soltarlo, pero los judíos gritaban:
S. «Si sueltas a ése, no eres amigo del César. Todo el que se declara rey está contra el César.»
C. Pilato entonces, al oír estas palabras, sacó afuera a Jesús y lo sentó en el tribunal, en el sitio que llaman "el Enlosado" (en hebreo Gábbata). Era el día de la Preparación de la Pascua, hacia el mediodía. Y dijo Pilato a los judíos:
S. «Aquí tenéis a vuestro rey.»
C. Ellos gritaron:
S. «¡Fuera, fuera; crucifícalo!»
C. Pilato les dijo:
S. «¿A vuestro rey voy a crucificar?»
C. Contestaron los sumos sacerdotes:
S. «No tenemos más rey que al César.»
C. Entonces se lo entregó para que lo crucificaran. Tomaron a Jesús, y él, cargando con la cruz, salió al sitio llamado «de la Calavera» (que en hebreo se dice Gólgota), donde lo crucificaron; y con él a otros dos, uno a cada lado, y en medio, Jesús. Y Pilato escribió un letrero y lo puso encima de la cruz; en él estaba escrito: «Jesús, el Nazareno, el rey de los judíos.» Leyeron el letrero muchos judíos, porque estaba cerca el lugar donde crucificaron a Jesús, y estaba escrito en hebreo, latín y griego. Entonces los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato:
S. «No, escribas: "El rey de los judíos", sino: "Éste ha dicho: Soy el rey de los judíos."»
C. Pilato les contestó:
S. «Lo escrito, escrito está.»
C. Los soldados, cuando crucificaron a Jesús, cogieron su ropa, haciendo cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin costura, tejida toda de una pieza de arriba abajo. Y se dijeron:
S. «No la rasguemos, sino echemos a suerte, a ver a quién le toca.»
C. Así se cumplió la Escritura: «Se repartieron mis ropas y echaron a suerte mi túnica». Esto hicieron los soldados. Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre:
+ «Mujer, ahí tienes a tu hijo.»
C. Luego, dijo al discípulo:
+ «Ahí tienes a tu madre.»
C. Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa. Después de esto, sabiendo Jesús que todo había llegado a su término, para que se cumpliera la Escritura dijo:
+ «Tengo sed.»
C. Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca. Jesús, cuando tomó el vinagre, dijo:
+ «Está cumplido.»
C. E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu. Los judíos entonces, como era el día de la Preparación, para que no se quedaran los cuerpos en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día solemne, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y que los quitaran. Fueron los soldados, le quebraron las piernas al primero y luego al otro que habían crucificado con él; pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua. El que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero, y él sabe que dice verdad, para que también vosotros creáis. Esto ocurrió para que se cumpliera la Escritura: «No le quebrarán un hueso»; y en otro lugar la Escritura dice: «Mirarán al que atravesaron.» Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo clandestino de Jesús por miedo a los judíos, pidió a Pilato que le dejara llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilato lo autorizó. Él fue entonces y se llevó el cuerpo. Llegó también Nicodemo, el que había ido a verlo de noche, y trajo unas cien libras de una mixtura de mirra y áloe. Tomaron el cuerpo de Jesús y lo vendaron todo, con los aromas, según se acostumbra a enterrar entre los judíos. Había un huerto en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto un sepulcro nuevo donde nadie había sido enterrado todavía. Y como para los judíos era el día de la Preparación, y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús.

Palabra del Señor

 

 

"¡Tengo sed!"

 

Después de esto, sabiendo Jesús que todo había llegado a su término, para que se cumpliera la Escritura dijo:
 «Tengo sed.»
Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca. Jesús, cuando tomó el vinagre, dijo:
 «Está cumplido.»
 E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu.

 Juan 19:28–30

 

Considera la sed de Jesús. Aunque Su sed física debe haber sido insoportable mientras colgaba de la Cruz, derramando Su preciosa sangre sobre el mundo, la sed espiritual que nuestro Señor sintió habría eclipsado en gran medida Su sed física. Su sed espiritual es por ti, por tu alma, por tu salvación. Mientras colgaba de la Cruz, Jesús no pensó en sí mismo, ni en su sufrimiento ni en su miserable condición física. En cambio, pensó en ti y en todos aquellos por quienes estaba dando su vida.

Salmo 69:22 dice: “En lugar de eso, me dieron veneno en mi comida; y para mi sed me dieron vinagre”. Jesús cumplió este pasaje de las Escrituras cuando tuvo sed en la Cruz. El vinagre se refiere simbólicamente a cada uno de nosotros. El vinagre dado a nuestro Señor en la Cruz era vino echado a perder. Cada uno de nosotros, simbólicamente hablando, somos este vino echado a perder. La pureza de nuestra humanidad ha sido corrompida por el pecado original. Como resultado, no somos las personas que Dios quiso que fuéramos por naturaleza. Pero en nuestro estado caído, tenemos el potencial de saciar la sed espiritual de Jesús.

Cuando piensas en tu propia vida, ¿qué ves? ¿Puedes verte como vino estropeado? Quizás sea un poco humillante pensar en uno mismo de esta manera. Pero la humildad es buena, especialmente cuando entendemos que nuestro Señor nos añora en nuestro quebrantamiento. En la Cruz, Jesús no clamó por el mejor vino, el más fino y delicioso. Mientras tuvo sed en la Cruz, anhelaba ser saciado por ti, en tu estado debilitado y quebrantado, tal como estás, para poder derramar sobre ti su misericordia purificadora.

Tan pronto como Jesús probó el vino agrio, gritó: "Todo está cumplido". Esto representa simbólicamente que Su alma está saciada por ti cada vez que recurres a Él en tu necesidad. Es sorprendente considerar el hecho de que tienes la capacidad de consolar el Corazón de Jesús y saciar Su sed de esta manera.

Santa Teresa de Lisieux amaba mucho la devoción dedicada a consolar el Corazón de Jesús. Cuando era niña, le dieron una estampa con una oración que representaba a Jesús en prisión, mirando una pequeña flor. Teresa se veía a sí misma como esa pequeña flor a la que se le había encomendado la misión de consolar el Corazón de Jesús visitándolo regularmente en la prisión del tabernáculo.

Espiritualmente hablando, ese momento de la sed de Jesús en la Cruz impregna todos los tiempos y continúa hoy. Cada vez que acudes a Él en tu necesidad, especialmente cuando vienes ante Él en la Eucaristía, Él vuelve sus ojos hacia ti y te llama, invitándote a consolarlo ofreciéndole la humildad y el quebrantamiento de tu vida. 

Hoy nuestras iglesias están vacías. El Santísimo Sacramento ha sido eliminado. Como resultado, debemos buscar saciar la sed de nuestro Señor teniendo sed de Su divina presencia que regresará en Pascua cuando se celebre nuevamente la Misa.

Hoy es un día para crecer en nuestro deseo de la presencia de nuestro Señor en nuestras vidas. Debemos permitirnos sentir Su pérdida, experimentar Su muerte y lamentar Su sufrimiento. Al hacerlo, debemos abrirnos a un profundo anhelo espiritual de consumir Su Cuerpo quebrantado y Su preciosa Sangre una vez más. Hacerlo no sólo nos preparará para saciarnos nosotros mismos, sino que también nos permitirá saciar el Corazón de nuestro Señor.

Reflexiona hoy sobre Jesús en la Cruz. Míralo como Él te mira a ti. Mira el anhelo en Su Corazón por ti. Debes saber que Él dio Su vida por ti, para que tú pudieras recibir el regalo de una nueva vida. Has de saber también que su apertura a este don de su vida derramada por ti consolará el corazón de nuestro Señor y hará realidad su divina misión de salvación. Sacia hoy la sed de nuestro Señor para que pueda decir una vez más: “Está cumplido”.

 

Mi sediento Señor, Tu Sagrado Corazón me anhela con un amor infinito e incomprensible. Deseas que venga a Ti, reciba Tu amor y sacie Tu sed. Al contemplarte en Tu estado de sufrimiento, me abro a Ti y al don de Tu Preciosa Sangre derramada por mí. Que mi apertura a Ti sea un consuelo para Ti al recibir Tu amor divino. Jesús, en Ti confío.


jueves, 28 de marzo de 2024

27 de marzo del 2024: jueves Santo

 

Hasta el final

“Jesús, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin.»

El Señor no nos ha amado de lejos ni de pasada. Él llegó hasta el final con su amor por nosotros.

El lavatorio de pies es mucho más que un rito a reproducir en nuestras celebraciones. Es una invitación a llegar a ser lo que Jesús es para cada uno de nosotros, un servidor.
Esta tarde, somos el discípulo a quien llama y enseña, a quien alcanza y a quien cuida. Cristo se apoya en nuestra vida para iluminarla con su ternura. Nuestros pies, cansados ​​de caminar o heridos por las piedras del camino, están en sus manos. Él nos envía para que nosotros, a nuestra vez, nos pongamos al servicio de los demás.

En este Jueves Santo, el Señor se prepara para pasar de la vida a la muerte para que pasemos por él y con él, de todas estas pequeñas muertes que nos clavan en el suelo y nos impiden avanzar, a su vida. En el umbral de una prueba perdida, nos ofrece su cuerpo y su sangre como alimento. Ante la muerte, se revela el significado de su misión. Él se entrega por nosotros en el amor de una vida enteramente entregada. Esta tarde debe prevalecer nuestra alegría de ser sus amigos. Recordamos que el Señor dijo todo e hizo todo para que podamos ser como él. “Harán esto en memoria mía. » De ahora en adelante reconocerá a sus discípulos en el don de sí y en el servicio a los demás.

¿Soy como Pedro, todavía reacio a mostrar al Señor mis fatigas y mis miserias?
Ante el Santísimo Sacramento, ¿experimentaré su amor
que me permite amar a mi vez y seguirlo hasta el final?

Vicente Leclercq, sacerdote asuncionista


La celebración de la Cena del Señor en este Jueves Santo constituye la apertura del Triduo Pascual. Lo que celebramos y meditamos hoy nos introduce en este misterio donde Jesús dio su vida gratuitamente, por amor a Dios y a nosotros.


(Juan 13, 1-15) Como Jesús nos lo pidió, celebramos la Eucaristía en memoria de su última cena. No es una celebración de un evento pasado. Esta tarde, Cristo resucitado renueva esta comida, se hace presente y se da a nosotros, como el pan que nutre y la copa de la nueva Alianza.



Primera lectura

Lectura del libro del Éxodo (12.1-8.11-14):

En aquellos días, dijo el Señor a Moisés y a Aarón en tierra de Egipto: «Este mes será para vosotros el principal de los meses; será para vosotros el primer mes del año. Decid a toda la asamblea de Israel: "El diez de este mes cada uno procurará un animal para su familia, uno por casa. Si la familia es demasiado pequeña para comérselo, que se junte con el vecino de casa, hasta completar el número de personas; y cada uno comerá su parte hasta terminarlo. Será un animal sin defecto, macho, de un año, cordero o cabrito. Lo guardaréis hasta el día catorce del mes, y toda la asamblea de Israel lo matará al atardecer. Tomaréis la sangre y rociaréis las dos jambas y el dintel de la casa donde lo hayáis comido. Esa noche comeréis la carne, asada a fuego, comeréis panes sin fermentar y verduras amargas. Y lo comeréis así: la cintura ceñida, las sandalias en los pies, un bastón en la mano; y os lo comeréis a toda prisa, porque es la Pascua, el paso del Señor. Esta noche pasaré por todo el país de Egipto, dando muerte a todos sus primogénitos, de hombres y de animales; y haré justicia de todos los dioses de Egipto. Yo soy el Señor. La sangre será vuestra señal en las casas donde estéis: cuando vea la sangre, pasaré de largo; no os tocará la plaga exterminadora, cuando yo pase hiriendo a Egipto. Este día será para vosotros memorable, en él celebraréis la fiesta al Señor, ley perpetua para todas las generaciones."»

Palabra de Dios

 

 

Salmo

Sal 115,12-13.15-16bc.17-18

R/. El cáliz de la bendición es comunión con la sangre de Cristo


¿Cómo pagaré al Señor
todo el bien que me ha hecho?
Alzaré la copa de la salvación,
invocando su nombre. R/.

Mucho le cuesta al Señor
la muerte de sus fieles.
Señor, yo soy tu siervo,
hijo de tu esclava;
rompiste mis cadenas. R/.

Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocando tu nombre, Señor.
Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo. R
/.

 

 

Segunda lectura

 

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (11,23-26):

Yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido: Que el Señor Jesús, en la noche en que iban a entregarlo, tomó pan y, pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo: «Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía.» Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo: «Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía.» Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva.

Palabra de Dios

 

Lectura del santo evangelio según san Juan (13,1-15)

Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Estaban cenando, ya el diablo le había metido en la cabeza a Judas Iscariote, el de Simón, que lo entregara, y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido.
Llegó a Simón Pedro, y éste le dijo: «Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?»
Jesús le replicó: «Lo que yo hago tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde.»
Pedro le dijo: «No me lavarás los pies jamás.»
Jesús le contestó: «Si no te lavo, no tienes nada que ver conmigo.»
Simón Pedro le dijo: «Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza.»
Jesús le dijo: «Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. También vosotros estáis limpios, aunque no todos.»
Porque sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: «No todos estáis limpios.» Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo: «¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis "el Maestro" y "el Señor", y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros; os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis.»

Palabra del Señor



Libertad eucarística


“Este día será para vosotros memorable, en él celebraréis la fiesta al Señor, ley perpetua para todas las generaciones."

Éxodo 12:11

 

Comienza el santo Triduo. Hoy cumplimos este pasaje del Antiguo Testamento, que revela que la Pascua se convertiría en “una leyperpetua”. Este pasaje concluye nuestra instrucción de Primera Lectura del Señor dada a Moisés y Aarón sobre cómo prepararse para la liberación de los israelitas de Egipto. Plaga tras plaga había sido infligida a los egipcios, y ninguna de ellas resultó en la liberación de los israelitas. Por lo tanto, el Señor instruyó a los israelitas a celebrar la primera Pascua matando un cordero de un año, rociando su sangre en los postes de sus puertas y deleitándose con la carne en preparación para el viaje a la Tierra Prometida. Hoy continuamos esta celebración de la Pascua mientras compartimos el Sacrificio del Cordero de Dios, Cuya Sangre ha sido derramada, Cuya carne consumimos y Quien nos conduce a través del desierto de la vida hacia la nueva y eterna Tierra Prometida del Cielo.

Así como la primera Pascua fue una prefiguración del Sacrificio del Cordero de Dios, así también las plagas que condujeron a la Pascua nos presentan mucho significado. Al principio, toda el agua de Egipto se convirtió en sangre. Entonces ranas, mosquitos, moscas y pestilencia cubrieron la tierra. Los forúnculos cubrían la piel de humanos y animales. Llovió granizo, langostas cubrieron la tierra y finalmente la oscuridad cubrió la tierra durante tres días. Ninguna de estas plagas logró finalmente convencer a Faraón de que dejara ir al pueblo de Dios; por lo tanto, la plaga final que se infligió fue la muerte del primogénito. Fue la sangre del cordero pascual, rociada sobre los postes de las puertas de las casas de los israelitas, la que indicó a los ángeles que pasaran por sus hogares.

Las plagas infligidas a Faraón y a los egipcios fueron severas. Pero debido a su obstinación, Dios continuó hasta que cambiaron. Recuerde también que incluso después de que los israelitas fueron liberados, Faraón cambió de opinión y los persiguió hasta el Mar Rojo, donde su ejército pereció.

Aunque estos acontecimientos prefigurados tal vez no sean tan agradables de considerar, es necesario reflexionar sobre ellos. Debemos ver en ellos los esfuerzos incansables e implacables de Dios para liberarnos del pecado. La obstinación y la opresión del Faraón son signos claros del mal opresivo dentro de nuestro mundo hoy y dentro de nuestras propias almas. Cuando buscamos abrazar la libertad a la que somos llamados, nos encontraremos con mucha tentación y opresión por parte del maligno, así como de nuestra propia naturaleza humana caída. Pero si confiamos en Dios, como lo hizo Moisés, entonces recibiremos todo lo que necesitamos para comenzar el viaje hacia la libertad. Más específicamente, la Carne y la Sangre del Hijo del Hombre es nuestro Cordero Pascual. La Eucaristía, instituida el Jueves Santo, nos protege de la muerte final. Consumir el Cuerpo de Cristo también nos fortalece para nuestro viaje espiritual. Sin él, no tenemos protección contra el maligno y nos falta la fuerza que necesitamos para ser fieles en nuestro viaje.

Reflexiona hoy sobre el increíble compromiso de Dios de hacerte libre. Él vino a la tierra, tomó forma humana, ofreció Su vida en sacrificio y ahora os alimenta con Su carne sagrada. Sin la Eucaristía como alimento espiritual y Su Sagrada Sangre cubriéndolos, no sobreviviréis. Todos necesitamos la Eucaristía. Necesitamos el Pan del Cielo. Necesitamos el Cuerpo y la Sangre, el Alma y la Divinidad del Salvador del Mundo. Dios hizo todo lo posible para salvarte. Acepta Su Don que hoy conmemoramos y participamos especialmente.

Cordero mío sacrificial, Tú viniste a la tierra para liberarnos de la opresión del maligno y de los desórdenes de nuestra naturaleza humana caída. Por favor, aliméntame hoy y siempre con Tu Sagrado Cuerpo y Preciosa Sangre. Por la fuerza de este Alimento del Cielo, continúa guiándome a la Tierra Prometida del Cielo. Jesús, en Ti confío.

martes, 26 de marzo de 2024

27 de marzo del 2024: miércoles santo

 

Un Fulano

(Mateo 26, 14-25) “Vayan a la ciudad, a casa de  Fulano”, dijo Jesús a sus discípulos. Por tanto, fue con este misterioso “fulano de tal” que tuvo lugar la Última Cena. El nombre de este hombre no nos ha llegado. A nuestros ojos, permanece anónimo; pero a los ojos de Dios es un hombre, con nombre y rostro. Cuando tengamos la impresión de que ya no existimos mucho para quienes nos rodean, cuando nuestros esfuerzos parezcan suscitar indiferencia a nuestro alrededor, recordemos que, a los ojos de Dios, lo que hacemos y, sobre todo, lo que somos, tiene un valor infinito. ¡valor! ■

Bertrand Lesoing, sacerdote de la comunidad de Saint-Martin


(Isaías 50, 4-9a) El Siervo sufriente busca aliviar a los que han perdido toda esperanza transmitiéndoles la Palabra, porque puede confiar en su fe en el Señor. Es ella quien le da su fuerza y ​​le permite soportar todos los ultrajes.


(Salmo 68) En la tormenta, en el mayor de los dolores, o incluso en la peor de las soledades, yo alabo el nombre del Señor y le doy gracias porque sé que su luz brillará sobre mí.

 


Primera lectura

Lectura del libro de IsaIas (50,4-9a):

Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado, para saber decir al abatido una palabra de aliento. Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los iniciados. El Señor me abrió el oído; yo no resistí ni me eché atrás: ofrecí la espalda a los que me apaleaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no me tapé el rostro ante ultrajes ni salivazos. El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado. Tengo cerca a mi defensor, ¿quién pleiteará contra mí? Comparezcamos juntos. ¿Quién tiene algo contra mí? Que se me acerque. Mirad, el Señor me ayuda, ¿quién me condenará?

Palabra de Dios

 

 

Salmo

Sal 68,8-10.21-22.31.33-34

R/.
 Señor, que me escuche tu gran bondad el día de tu favor

Por ti he aguantado afrentas,
la vergüenza cubrió mi rostro.
Soy un extraño para mis hermanos,
un extranjero para los hijos de mi madre;
porque me devora el celo de tu templo,
y las afrentas con que te afrentan caen sobre mí. R/.

La afrenta me destroza el corazón, y desfallezco.
Espero compasión, y no la hay;
consoladores, y no los encuentro.
En mi comida me echaron hiel,
para mi sed me dieron vinagre. R/.

Alabaré el nombre de Dios con cantos,
proclamaré su grandeza con acción de gracias.
Miradlo, los humildes, y alegraos,
buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.
Que el Señor escucha a sus pobres,
no desprecia a sus cautivos. R/.

 

 

Lectura del santo evangelio según san Mateo (26,14-25):


En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a donde los sumos sacerdotes y les propuso: «¿Qué estáis dispuestos a darme, si os lo entrego?»
Ellos se ajustaron con él en treinta monedas. Y desde entonces andaba buscando ocasión propicia para entregarlo.
El primer día de los Ázimos se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: «¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?»
Él contestó: «ld a la ciudad, a casa de Fulano, y decidle: “El Maestro dice: Mi momento está cerca; deseo celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos.”»
Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la Pascua. Al atardecer se puso a la mesa con los Doce.
Mientras comían dijo: «Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar.»
Ellos, consternados, se pusieron a preguntarle uno tras otro: «¿Soy yo acaso, Señor?»
Él respondió: «El que ha mojado en la misma fuente que yo, ése me va a entregar. El Hijo del hombre se va, como está escrito de él; pero ¡ay del que va a entregar al Hijo del hombre!; más le valdría no haber nacido.»
Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar: «¿Soy yo acaso, Maestro?»
Él respondió: «Tú lo has dicho.»

Palabra del Señor

****************


uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue donde los sumos sacerdotes y les propuso: «¿Qué estáis dispuestos a darme, si os lo entrego?»
Ellos se ajustaron con él en treinta monedas. Y desde entonces andaba buscando ocasión propicia para entregarlo.

 

Mateo 26: 14–16

 

 

El deseo de dinero puede convertirse en un poderoso incentivo para traicionar a nuestro Señor. En este pasaje del Evangelio, parece claro que la traición de Judas se basó en su deseo de dinero. Lo más probable es que tuviera algo de fe en nuestro Señor, o no se habría convertido en Su discípulo. Pero incluso si Judas hubiera tenido algo de fe, su deseo de dinero podría haber eclipsado la fe que pudo haber tenido.

Una de las lecciones centrales que podemos aprender de Judas es que el deseo de dinero es un poderoso incentivo para las decisiones que tomamos. Tantos de los grandes santos nos han enseñado que el camino a la santidad consiste, primero, en una purificación de todos nuestros afectos desordenados. Y dado que uno de los apegos más poderosos con el que muchos luchan es el apego al dinero, este es un deseo importante de purificar en todas nuestras vidas.

Es cierto que las posesiones materiales no son malas cuando se utilizan para el cumplimiento de la voluntad de Dios. Pero el deseo de más, de un exceso, siempre nublará nuestra capacidad de ver claramente la voluntad de Dios y vivir solo para Su gloria.

Una vez que Judas traicionó a nuestro Señor y Jesús fue arrestado, recuerde que éste “lamentó profundamente lo que había hecho". Y durante el juicio de Jesús, Judas volvió a los principales sacerdotes y dijo: "He pecado al entregar sangre inocente" en un aparente intento de detener el juicio. Pero la muerte de Jesús se puso en marcha y no se pudo detener. Como resultado, Judas devolvió el dinero y, con tristeza, se fue a ahorcar (véase Mateo 27: 3-5 ).

El deseo de Judas por el dinero nubló su pensamiento. Y su pecado le hizo lo que el pecado siempre hace. Tan pronto como cometió su pecado de traición, Judas vio las consecuencias de esa elección. Y las consecuencias lo afligieron profundamente. Aprendió que elegir el pecado termina con una promesa vacía. Se dio cuenta de que treinta piezas de plata no valían el valor de su alma. Pero, por supuesto, incluso entonces Judas podría haberse arrepentido y recibido la misericordia de Dios. Pero no lo hizo. Simplemente terminó su vida en la máxima desesperación.

Reflexione hoy sobre el testimonio de Judas. Úselo como fuente de meditación y autoexamen esta Semana Santa. ¿Qué es lo que desea más en su vida que a nuestro Señor? ¿Qué tentación nubla su pensamiento y le lleva a tomar opciones que sabe terminarán en el vacío? Esfuércese por erradicar cada deseo desordenado dentro de usted este día y en su lugar elija sabiamente la voluntad de Dios  No siga creyendo las mentiras que le impiden hacer de Jesús y su santa voluntad el único enfoque de su vida.

 

Mi divino Señor, Tú y solo Tú debes convertirte en el centro de mi vida. Tú y solo tú eres de gran valor en la vida. Ayúdame a deshacerme de todos los deseos terrenales de la vida para no caer en las tentaciones que conducen a promesas vacías y para abrazar las promesas verdaderas y cumplidas que vienen de Ti. Jesús, en Ti confío.

5 de abril del 2023: miércoles Santo

 

(Isaías 50, 4-9a) El Siervo sufriente busca aliviar a los que han perdido toda esperanza transmitiéndoles la Palabra, porque puede confiar en su fe en el Señor. Es ella quien le da su fuerza y ​​le permite soportar todos los ultrajes.


(Salmo 68) En la tormenta, en el mayor de los dolores, o incluso en la peor de las soledades, yo alabo el nombre del Señor y le doy gracias porque sé que su luz brillará sobre mí.

 



Primera lectura

Lectura del libro de IsaIas (50,4-9a):

Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado, para saber decir al abatido una palabra de aliento. Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los iniciados. El Señor me abrió el oído; yo no resistí ni me eché atrás: ofrecí la espalda a los que me apaleaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no me tapé el rostro ante ultrajes ni salivazos. El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado. Tengo cerca a mi defensor, ¿quién pleiteará contra mí? Comparezcamos juntos. ¿Quién tiene algo contra mí? Que se me acerque. Mirad, el Señor me ayuda, ¿quién me condenará?

Palabra de Dios

 

 

Salmo

Sal 68,8-10.21-22.31.33-34

R/.
 Señor, que me escuche tu gran bondad el día de tu favor

Por ti he aguantado afrentas,
la vergüenza cubrió mi rostro.
Soy un extraño para mis hermanos,
un extranjero para los hijos de mi madre;
porque me devora el celo de tu templo,
y las afrentas con que te afrentan caen sobre mí. R/.

La afrenta me destroza el corazón, y desfallezco.
Espero compasión, y no la hay;
consoladores, y no los encuentro.
En mi comida me echaron hiel,
para mi sed me dieron vinagre. R/.

Alabaré el nombre de Dios con cantos,
proclamaré su grandeza con acción de gracias.
Miradlo, los humildes, y alegraos,
buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.
Que el Señor escucha a sus pobres,
no desprecia a sus cautivos. R/.

 

 

Lectura del santo evangelio según san Mateo (26,14-25):


En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a donde los sumos sacerdotes y les propuso: «¿Qué estáis dispuestos a darme, si os lo entrego?»
Ellos se ajustaron con él en treinta monedas. Y desde entonces andaba buscando ocasión propicia para entregarlo.
El primer día de los Ázimos se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: «¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?»
Él contestó: «ld a la ciudad, a casa de Fulano, y decidle: “El Maestro dice: Mi momento está cerca; deseo celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos.”»
Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la Pascua. Al atardecer se puso a la mesa con los Doce.
Mientras comían dijo: «Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar.»
Ellos, consternados, se pusieron a preguntarle uno tras otro: «¿Soy yo acaso, Señor?»
Él respondió: «El que ha mojado en la misma fuente que yo, ése me va a entregar. El Hijo del hombre se va, como está escrito de él; pero ¡ay del que va a entregar al Hijo del hombre!; más le valdría no haber nacido.»
Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar: «¿Soy yo acaso, Maestro?»
Él respondió: «Tú lo has dicho.»

Palabra del Señor

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 Rechazar promesas vacías


uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue donde los sumos sacerdotes y les propuso: «¿Qué estáis dispuestos a darme, si os lo entrego?»
Ellos se ajustaron con él en treinta monedas. Y desde entonces andaba buscando ocasión propicia para entregarlo.

 

Mateo 26: 14–16

 

 

El deseo de dinero puede convertirse en un poderoso incentivo para traicionar a nuestro Señor. En este pasaje del Evangelio, parece claro que la traición de Judas se basó en su deseo de dinero. Lo más probable es que tuviera algo de fe en nuestro Señor, o no se habría convertido en Su discípulo. Pero incluso si Judas hubiera tenido algo de fe, su deseo de dinero podría haber eclipsado la fe que pudo haber tenido.

Una de las lecciones centrales que podemos aprender de Judas es que el deseo de dinero es un poderoso incentivo para las decisiones que tomamos. Tantos de los grandes santos nos han enseñado que el camino a la santidad consiste, primero, en una purificación de todos nuestros afectos desordenados. Y dado que uno de los apegos más poderosos con el que muchos luchan es el apego al dinero, este es un deseo importante de purificar en todas nuestras vidas.

Es cierto que las posesiones materiales no son malas cuando se utilizan para el cumplimiento de la voluntad de Dios. Pero el deseo de más, de un exceso, siempre nublará nuestra capacidad de ver claramente la voluntad de Dios y vivir solo para Su gloria.

Una vez que Judas traicionó a nuestro Señor y Jesús fue arrestado, recuerde que éste “lamentó profundamente lo que había hecho". Y durante el juicio de Jesús, Judas volvió a los principales sacerdotes y dijo: "He pecado al entregar sangre inocente" en un aparente intento de detener el juicio. Pero la muerte de Jesús se puso en marcha y no se pudo detener. Como resultado, Judas devolvió el dinero y, con tristeza, se fue a ahorcar (véase Mateo 27: 3-5 ).

El deseo de Judas por el dinero nubló su pensamiento. Y su pecado le hizo lo que el pecado siempre hace. Tan pronto como cometió su pecado de traición, Judas vio las consecuencias de esa elección. Y las consecuencias lo afligieron profundamente. Aprendió que elegir el pecado termina con una promesa vacía. Se dio cuenta de que treinta piezas de plata no valían el valor de su alma. Pero, por supuesto, incluso entonces Judas podría haberse arrepentido y recibido la misericordia de Dios. Pero no lo hizo. Simplemente terminó su vida en la máxima desesperación.

Reflexione hoy sobre el testimonio de Judas. Úselo como fuente de meditación y autoexamen esta Semana Santa. ¿Qué es lo que desea más en su vida que a nuestro Señor? ¿Qué tentación nubla su pensamiento y le lleva a tomar opciones que sabe terminarán en el vacío? Esfuércese por erradicar cada deseo desordenado dentro de usted este día y en su lugar elija sabiamente la voluntad de Dios  No siga creyendo las mentiras que le impiden hacer de Jesús y su santa voluntad el único enfoque de su vida.

 

Mi divino Señor, Tú y solo Tú debes convertirte en el centro de mi vida. Tú y solo tú eres de gran valor en la vida. Ayúdame a deshacerme de todos los deseos terrenales de la vida para no caer en las tentaciones que conducen a promesas vacías y para abrazar las promesas verdaderas y cumplidas que vienen de Ti. Jesús, en Ti confío.

lunes, 25 de marzo de 2024

26 de marzo del 2024: martes Santo

 

Nunca más solos

(Juan 13, 21-33.36-38) Jesús avanza solo hacia su Pasión. “A donde voy, no puedes seguirme ahora”, le dijo a Pedro, y las protestas de este último: “¡Daré mi vida por ti!”» – no cambiará nada. Jesús se prepara para vivir el mayor abandono que existe. Si así ha cruzado la puerta de la soledad más radical, podemos decirnos que en el corazón de nuestros propios sentimientos de soledad hay ahora alguien, hay amor y vida, ya que en él está la presencia reconfortante de Jesús. 

Bertrand Lesoing, sacerdote de la comunidad de Saint-Martin


(Isaías 49, 1-6 y Juan 13, 21-33.36-38) ¡Qué difícil es servir al Señor! Pero a pesar de nuestro cansancio, de nuestras dudas, de nuestros contratiempos y de nuestros muy legítimos temores ante la magnitud de la tarea, sigue amándonos y apoyándonos.


(Juan 13, 21-33.36-38) Jesús siente una inmensa tristeza por la traición de Judas. Sin ira ni rebelión. El amor puede ser herido, pero nunca busca herir. El amor perdona, ese es el gran testimonio de Jesús.

 


Primera lectura

Lectura del libro de Isaías (49,1-6):

Escuchadme, islas; atended, pueblos lejanos:
El Señor me llamó desde el vientre materno, de las entrañas de mi madre, y pronunció mi nombre. Hizo de mi boca una espada afilada, me escondió en la sombra de su mano; me hizo flecha bruñida, me guardó en su aljaba y me dijo:
- «Tú eres mi siervo, Israel, por medio de ti me glorificaré».
Y yo pensaba: «En vano me he cansado, en viento y en nada he gastado mis fuerzas». En realidad el Señor defendía mi causa, mi recompensa la custodiaba Dios. Y ahora dice el Señor,el que me formó desde el vientre como siervo suyo, para que le devolvise a Jacob, para que le reuniera a Israel; he sido glorificado a los ojos de Dios. Y mi Dios era mi fuerza:
- «Es poco que seas mi siervo para restablecer las tribus de Jacob y traer de vuelta a los supervivientes de Israel. Te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra».

Palabra de Dios

 

 

Salmo

Sal 70,1-2.3-4a.5-6ab.15.17

R/. Mi boca contará tu salvación, Señor



A ti, Señor, me acojo:
no quede yo derrotado para siempre;
tú que eres justo, líbrame y ponme a salvo,
inclina a mí tu oído, y sálvame. R.

Sé tú mi roca de refugio,
el alcázar donde me salve,
porque mi peña y mi alcázar eres tú.
Dios mío, líbrame de la mano perversa. R.

Porque tú, Señor, fuiste mi esperanza
y mi confianza, Señor, desde mi juventud.
En el vientre materno ya me apoyaba en ti,
en el seno tú me sostenías. R.

Mi boca contará tu justicia,
y todo el día tu salvación.
Dios mío, me instruiste desde mi juventud,
y hasta hoy relato tus maravillas. R.

 

 

Lectura del santo evangelio según san Juan (13,21-33.36-38):

En aquel tiempo, estando Jesús a la mesa con sus discípulos, se turbó en su espíritu y dio testimonio diciendo:
- «En verdad, en verdad os digo: uno de vosotros me va a entregar».
Los discípulos se miraron unos a otros perplejos, por no saber de quién lo decía.
Uno de ellos, el que Jesús amaba, estaba reclinado a la mesa en el seno de Jesús. Simón Pedro le hizo señas para que averiguase por quién lo decía.
Entonces él, apoyándose en el pecho de Jesús, le preguntó:
- «Señor, ¿quién es?».
Le contestó Jesús:
- «Aquel a quien yo le dé este trozo de pan untado».
Y, untando el pan, se lo dio a Judas, hijo de Simón el Iscariote.
Detrás del pan, entró en él Satanás. Entonces Jesús le dijo:
- «Lo que vas a hacer, hazlo pronto».
Ninguno de los comensales entendió a qué se refería. Como Judas guardaba la bolsa, algunos suponían que Jesús le encargaba comprar lo necesario para la fiesta o dar algo a los pobres. Judas, después de tomar el pan, salió inmediatamente. Era de noche.
Cuando salió, dijo Jesús:
- «Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará. Hijitos, me queda poco de estar con vosotros. Me buscaréis, pero lo que dije a los judíos os lo digo ahora a vosotros:
"Donde yo voy, vosotros no podéis ir"»
Simón Pedro le dijo:
- «Señor, ¿a dónde vas?».
Jesús le respondió:
- «Adonde yo voy no me puedes seguir ahora, me seguirás más tarde».
Pedro replicó:
- «Señor, ¿por qué no puedo seguirte ahora? Daré mi vida por ti».
Jesús le contestó:
- «¿Con que darás tu vida por mí? En verdad, en verdad te digo: no cantará el gallo antes de que me hayas negado tres veces».

Palabra del Señor

 

**************

 

La Gloria de Dios en todo


dijo Jesús:
- «Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará.

 

Juan 13: 31–32

 

 

Jesús dice estas palabras sobre sí mismo, inmediatamente después de que Judas deja la cena para ir a traicionarlo. Jesús acababa de terminar de lavar los pies de sus discípulos, y pronto terminaría la Última Cena, iría al Huerto de Getsemaní, sería arrestado, golpeado y crucificado. Y todo esto iba a tener lugar a través de la traición de uno de los Doce. Sin embargo, en lugar de hablar de estos eventos pendientes de una manera temerosa o ansiosa, Jesús señala la gloria que recibirá a través de ellos.

 

Todo en la vida tiene el potencial de convertirse en un instrumento de la gloria de Dios. Incluso nuestro pecado puede terminar en la gloria de Dios cuando nos arrepentimos y recibimos el perdón de Dios. No será nuestro pecado lo que glorifique a Dios, sino su misericordia derramada sobre nosotros desde la cruz que le da gloria.

 

Lo mismo ocurre con los eventos de Semana Santa. Cuando se mira desde una perspectiva puramente humana, lo que Jesús soportó fue trágico y horrible. Uno de sus compañeros más cercanos lo traicionó. Los líderes religiosos de la época lo traicionaron. Las autoridades civiles lo traicionaron. Y todos los discípulos, excepto Juan, huyeron atemorizados cuando Jesús fue traicionado. Pero Jesús no miró nada de esto solo a través de ojos humanos. Lo vio todo desde la perspectiva eterna y enseñó claramente que todos estos eventos aparentemente trágicos terminarían en Su gloria.

 

Cuando nos comprometemos a seguir a Cristo, podemos estar seguros de que también compartiremos Su Cruz. Experimentaremos los pecados de otros, encontraremos maltrato y tendremos que soportar varios sufrimientos. La pregunta para todos nosotros al tener estos encuentros en la vida es si los soportaremos con ira y desesperación o con la gran esperanza de nuestro Señor. Una vez más, todo en la vida tiene el potencial de convertirse en un instrumento de la gloria de Dios. Nada en la vida tiene el poder de robar esa gloria cuando mantenemos nuestros ojos en la voluntad de Dios y Su poder de usar todo para Su gloria.

 

Reflexione hoy sobre su llamado en la vida para ver todo desde la perspectiva divina. Si a veces está molesto, enojado, desesperado o confundido, sepa que Dios quiere traer claridad y gracia a cada situación. Quiere mostrarle cómo puede participar en Su misión divina de transformar todo mal para su Gloria. 

Busque las formas en que su vida debe dar gloria a Dios en todo, especialmente en aquellas cosas que parecen incapaces de ser utilizadas para el bien. Cuanto más una experiencia en la vida parece incapaz de ser utilizada para la gloria de Dios, más capaz es esa experiencia de darle verdadera gloria a Dios.

 

Mi glorioso Señor, sacaste el bien de todas las cosas. Incluso la grave maldad de Tu traición se transformó en una manifestación de Tu gloria. Te ofrezco, querido Señor, todo lo que soportaste en la vida y oro para que seas glorificado en todas las cosas, y que mi vida se convierta continuamente en una manifestación de la gloria debida a tu santo nombre. Jesús, en Ti confío.

27 de julio del 2025: decimoséptimo domingo del tiempo ordinario-Ciclo C

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