29 de octubre del 2022: sábado de la trigésima semana del tiempo ordinario (año par)
(Lucas 14, 1.7-11) Vaya que es bien difícil resistir ante la presión social. Todo me invita a
destacarme, a buscar poder, a avistar el primer puesto. Yo debo buscar sin
cesar mi justo lugar en medio de los otros y ante Dios.
Primera lectura
De la manera que sea, con segundas intenciones o con sinceridad, se anuncia
a Cristo, y yo me alegro; y me seguiré alegrando, porque sé que esto será para
mi bien, gracias a vuestras oraciones y al Espíritu de Jesucristo que me
socorre. Lo espero con impaciencia, porque en ningún caso saldré derrotado; al
contrario, ahora, como siempre, Cristo será glorificado abiertamente en mi
cuerpo, sea por mi vida o por mi muerte. Para mí la vida es Cristo, y una
ganancia el morir. Pero, si el vivir esta vida mortal me supone trabajo
fructífero, no sé qué escoger. Me encuentro en este dilema: por un lado, deseo
partir para estar con Cristo, que es con mucho lo mejor; pero, por otro,
quedarme en esta vida veo que es más necesario para vosotros. Convencido de
esto, siento que me quedaré y estaré a vuestro lado, para que avancéis alegres
en la fe, de modo que el orgullo que sentís por mí en Jesucristo rebose cuando
me encuentre de nuevo entre vosotros.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 41
R/. Mi alma tiene sed del Dios vivo.
Como busca la cierva corrientes de agua,
así mi alma te busca a ti, Dios mío. R/.
Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo:
¿Cuándo entraré a ver el rostro de Dios? R/.
Recuerdo como marchaba a la cabeza del grupo
hacia la casa de Dios,
entre cantos de júbilo y alabanza,
en el bullicio de la fiesta. R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas
(14,1.7-11):
Un sábado, entró Jesús en casa de uno de los principales fariseos para
comer, y ellos le estaban espiando. Notando que los convidados escogían los
primeros puestos, les propuso esta parábola: «Cuando te conviden a una boda, no
te sientes en el puesto principal, no sea que hayan convidado a otro de más
categoría que tú; y vendrá el que os convidó a ti y al otro y te dirá:
"Cédele el puesto a éste." Entonces, avergonzado, irás a ocupar el
último puesto. Al revés, cuando te conviden, vete a sentarte en el último
puesto, para que, cuando venga el que te convidó, te diga: "Amigo, sube
más arriba." Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales. Porque
todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.»
Palabra del Señor
1
(Filipenses 1,18-26)
Pablo está en prisión, amenazado de muerte. Cristo
es todo para él, hasta el punto de estar dispuesto a morir por Él. Pero él
sienta también tantos deseos de compartir la misma experiencia a los demás. Su
entusiasmo es dinámico; una relación así de fuerte con Cristo puede atraer o
causar miedo y por lo tanto Pablo refleja y presenta una fuente de alegría
formidable.
Evangelio:
Después dijo al que lo había invitado: "Cuando des un almuerzo o una cena,
no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los
vecinos ricos, no sea que ellos te inviten a su vez, y así tengas tu
recompensa. Al contrario, cuando des un
banquete, invita a los pobres, a los lisiados, a los paralíticos, a los
ciegos. ¡Feliz eres tú, porque ellos no tienen cómo
retribuirte, y así tendrás tu recompensa en la
resurrección de los justos!".
Esto es todo un despropósito en nuestros días. Es seguro
que muy pocos o casi nadie cumple al pie de la letra esta sugerencia de Jesús.
Mismo en las culturas y los medios más pobres que la clase media occidental
esto es una utopía (hablo por ejemplo en etnias africanas), pues siempre en las
fiestas convocamos a la familia, los amigos, vecinos cercanos, de buena
reputación o que tienen algo para darnos a cambio. Seguramente que ustedes como
yo, cuando hemos sido anfitriones o nos han invitado a una prestigiosa fiesta
hemos recordado este pasaje y nos hemos sentido interpelados, cuestionados y
bastante incómodos…pero la ventaja es que la preocupación pasa rápido en cuanto
se pega la primera mordida al suculento pernil de pollo puesto sobre nuestro
plato.
Jesús que estuvo sentado en la misma mesa con Nicodemo, Zaqueo, Simón el fariseo, y con el “patrón o anfitrión” al cual se alude en este pasaje…no se dejó influenciar ni moldear por ellos…Jesús asume su contacto con los ricos (encuentros, comidas, discusiones) sin dejarse contaminar por su visión de las cosas, sino al contrario permaneciendo en situación de ruptura ética con ellos.
El presente pasaje aparece como una magnifica ilustración de este fenómeno. Jesús está presto, listo a dejarse invitar, pero no a dejarse “embaucar” o comprometer” e ir en contra de sus principios. Si entra en cualquier parte, por más impresionantes que sean los lugares en cuanto al lujo y la brillantez y el prestigio de quienes lo acogen, Él no deja sus convicciones en la puerta. De una manera que aparece, con todo, civilizada, Jesús llega cuestionar en el antro del establishment (grupo dominante, élite visible que ostenta la autoridad) como aquí (Él está acá “En casa de uno de los jefes de los fariseos”!- v.1
Ciertas promociones, ¡y es triste reconocerlo!, son al mismo tiempo llamados a apoyar el pedal suave en las convicciones personales y las solidaridades sociales. Para avanzar, muy a menudo, es necesario consentir que se vuelva simple la sal de mis convicciones, y poner bajo el celemín algunos de mis valores. Pero Jesús, por el contrario, no recula ni un ápice en eso que Él evalúa como sus solidaridades esenciales: los pobres, los estropeados, los cojos, los ciegos. Es como si Él dijera a su anfitrión: si tú me invitas, prepárate a invitarlos a ellos: ¡yo no avanzo sin ellos!
Hay entonces aquí algo más que una exhortación moral al compartir. Tenemos el testimonio de un hombre que permanece siendo fiel a Él mismo en medio de personas que no piensan como Él, y que critica (se opone) claramente a ciertas prácticas de compartir egoístas en nombre de sus solidaridades primeras.
2
La vergüenza del orgullo
«Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto
principal, no sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y vendrá
el que os convidó a ti y al otro y te dirá: "Cédele el puesto a éste.” Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último
puesto. "
Al contar esta parábola a quienes cenan con él en la casa del
fariseo, Jesús toca una fibra sensible en sus corazones. Está claro que su
audiencia estaba llena de aquellos que buscaban la estima de los demás y
estaban muy preocupados por su reputación social. Hubiera sido un
pensamiento aterrador para ellos tomar el lugar de honor en un banquete solo para
que el anfitrión los avergonzara cuando se les pidió que se mudaran a un lugar
más bajo. Esta humillación fue evidente para quienes se vieron atrapados
en el mundo del prestigio social.
Jesús usa este ejemplo vergonzoso como una forma de resaltar su orgullo
y el peligro de vivir de una manera tan orgullosa. Continúa diciendo: "Porque
todo el que se enaltece será humillado, pero el que se humilla será
enaltecido".
Nunca podremos examinar nuestra conciencia con la suficiente
frecuencia con respecto al orgullo. Al orgullo se le conoce como la
"Madre de todos los pecados" por una razón. El orgullo conduce a
todos los demás pecados y, en muchos sentidos, es la fuente de todos los
pecados. Por lo tanto, si queremos luchar por la perfección en la vida,
debemos buscar la verdadera humildad a diario.
La humildad no es otra cosa que ver las cosas como son. Una
persona humilde se ve a sí misma en la verdad de Dios. Esto puede ser
difícil de hacer porque requiere que nos veamos a nosotros mismos como débiles
y dependientes de Dios. Es posible que podamos lograr muchas cosas
mundanas a través de nuestra propia fuerza y trabajo duro. Pero no
podemos alcanzar la felicidad y la bondad a menos que nos abramos a la verdad
de nuestras debilidades y dependamos de Dios para todas las cosas.
La humildad también ayuda a purificar nuestro corazón de algo de
lo que es muy difícil dejar ir. El orgullo nos lleva a buscar
profundamente la estima de los demás y a depender de esa estima para nuestra
felicidad. Ese es un camino peligroso porque nos deja constantemente
dependientes de las opiniones de los demás. Y con demasiada frecuencia,
las opiniones de los demás se basan en criterios falsos y superficiales.
Reflexiona hoy sobre lo libre que estás de las opiniones engañosas
y falsas de los demás. Por supuesto, debes buscar regularmente el consejo
de aquellos que conoces y amas. Pero debes permitirte depender únicamente
de Dios y Su Verdad. Cuando hagas eso, estarás en el camino de la
verdadera humildad.
Señor, por favor hazme humilde. Quita
todo el orgullo de mi vida para que pueda volverme a Ti y solo a Tu voluntad. Ayúdame
a preocuparme solo por la Verdad que Tú estableces y a usarla como la única
medida de mi alma. Jesús, en Ti confío.
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