21 de octubre: Fiesta de Santa Laura Montoya
Santa Laura Montoya Upegui
Cuando era joven, Laura Montoya Upegui, de Jericó, Colombia, se convirtió en maestra de escuela primaria para ayudar a mantener a su madre viuda.
Habiendo desarrollado su vida espiritual a través de la devoción a la Eucaristía y la meditación de las Escrituras, Laura se sintió atraída por la vida religiosa de los Carmelitas Descalzos. Sin embargo, su celo también le inculcó el anhelo de un apostolado misionero activo, particularmente para ayudar a los pueblos indígenas de América del Sur. Laura estaba decidida a combatir el fanatismo anti indio en su sociedad y a dar su propia vida a la evangelización de los indios.
Finalmente, a la edad de cuarenta años, habiendo resuelto "hacerse india con los indios para ganarlos a todos para Cristo", Laura viajó a Dabeiba con otras cuatro mujeres para comenzar una congregación religiosa dedicada al servicio de los indios, las Misioneras de María Inmaculada y Santa Catalina de Siena.
Como madre superiora, impartió a la congregación una regla que combinaba la contemplación con la acción.
Después de haber pasado los últimos nueve años de su vida confinada a una silla de ruedas, la Madre Laura murió el 21 de octubre de 1949.
Santa ,modelo de la mujer latinoamericana,
primero profesora que se convierte en monja por amor a los indígenas
Fiesta: 21 de octubre
Canonizada: 12 de mayo de 2013
Beatificada: 25 de abril de 2004
Venerada: 22 de enero de 1991
Santa Laura Montoya fue
instrumento de evangelización primero como maestra y después como madre
espiritual de los indígenas, a los que infundió esperanza, acogiéndolos con ese
amor aprendido de Dios, y llevándolos a Él con una eficaz pedagogía que respetaba
su cultura y no se contraponía a ella. En su obra de evangelización Madre Laura
se hizo verdaderamente toda a todos, según la expresión de san Pablo (cf. 1
Co 9,22). También hoy sus hijas espirituales viven y llevan el Evangelio a
los lugares más recónditos y necesitados, como una especie de vanguardia de la
Iglesia.
Esta primera santa nacida en
la hermosa tierra colombiana nos enseña a ser generosos con Dios, a no vivir la
fe solitariamente —como si fuera posible vivir la fe aisladamente—, sino a
comunicarla, a irradiar la alegría del Evangelio con la palabra y el testimonio
de vida allá donde nos encontremos. En cualquier lugar donde estemos, irradiar
esa vida del Evangelio. Nos enseña a ver el rostro de Jesús reflejado en el
otro, a vencer la indiferencia y el individualismo, que corroe las comunidades
cristianas y corroe nuestro propio corazón, y nos enseña a acoger a todos sin
prejuicios, sin discriminación, sin reticencia, con auténtico amor, dándoles lo
mejor de nosotros mismos y, sobre todo, compartiendo con ellos lo más valioso
que tenemos, que no son nuestras obras o nuestras organizaciones, no. Lo más
valioso que tenemos es Cristo y su Evangelio.
(Papa Francisco en la ceremonia de canonización , el 12 de mayo de 2013)
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