Enviado
a otros
Siguiendo el ejemplo del apóstol Pablo, que se
dedicó al anuncio del Evangelio, estamos llamados a convertirnos en testigos y
mensajeros de un Dios generoso y atento que nos invita a no encerrarnos en la
indiferencia o el desprecio.
Primera lectura
Lectura del libro del Eclesiástico
(35,12-14.16-18):
EL Señor es juez,
y para él no cuenta el prestigio de las personas.
Para él no hay acepción de personas en perjuicio del pobre,
sino que escucha la oración del oprimido.
No desdeña la súplica del huérfano,
ni a la viuda cuando se desahoga en su lamento.
Quien sirve de buena gana, es bien aceptado,
y su plegaria sube hasta las nubes.
La oración del humilde atraviesa las nubes,
y no se detiene hasta que alcanza su destino.
No desiste hasta que el Altísimo lo atiende,
juzga a los justos y les hace justicia.
El Señor no tardará.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 33,2-3.17-18.19.23
R/. El afligido invocó al Señor, y él lo escuchó
V/. Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren R/.
V/. El Señor se enfrenta con los malhechores,
para borrar de la tierra su memoria.
Cuando uno grita, el Señor lo escucha
y lo libra de sus angustias. R/.
V/. El Señor está cerca de los atribulados,
salva a los abatidos.
El Señor redime a sus siervos,
no será castigado quien se acoge a él. R/.
Segunda lectura
Lectura de la segunda
carta del apóstol san Pablo a Timoteo (4,6-8.16-18):
Querido hermano:
Yo estoy a punto de ser derramado en libación y el momento de mi partida es
inminente.
He combatido el noble combate, he acabado la carrera, he conservado la fe.
Por lo demás, me está reservada la corona de la justicia, que el Señor, juez
justo, me dará en aquel día; y no solo a mí, sino también a todos los que hayan
aguardado con amor su manifestación.
En mi primera defensa, nadie estuvo a mi lado, sino que todos me abandonaron.
¡No les sea tenido en cuenta!
Mas el Señor estuvo a mi lado y me dio fuerzas para que, a través de mí, se
proclamara plenamente el mensaje y lo oyeran todas las naciones. Y fui librado
de la boca del león.
El Señor me librará de toda obra mala y me salvará llevándome a su reino
celestial.
A él la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
EVANGELIO DE JESUCRISTO SEGÚN SAN LUCAS 18,9-14
Jesús dijo esta parábola por algunos que estaban convencidos de ser justos y despreciaban a los demás.
«Dos hombres subieron al Templo a orar. Uno era fariseo y el otro publicano.
El fariseo, puesto de pie, oraba en su interior de esta manera: «Oh Dios, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, que son ladrones, injustos, adúlteros, o como ese publicano.
Ayuno dos veces por semana y doy la décima parte de todas mis entradas.»
Mientras tanto el publicano se quedaba atrás y no se atrevía a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: «Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador.»
Yo les digo que este último estaba en gracia de Dios cuando volvió a su casa, pero el fariseo no. Porque el que se hace grande será humillado, y el que se humilla será enaltecido.»
Palabra de Dios
A guisa de introducción:
Orar y actuar, sin juzgar, sin despreciar
1. Alrededor de la oración pública, se escuchan diversas reflexiones: "Yo voy a la iglesia, pero hay otros que van sino a que los miren, para perder el tiempo". "Yo no voy a la iglesia; yo antes iba, y era como un hipócrita, como la mayoría de los que van, porque ellos son falsos".
Qué tan fácil es juzgar a los demás. El mal más grande que corroe el mundo actualmente, es el orgullo, que nos impide ver claro en nosotros, escuchar el consejo de los otros y mejorarnos nosotros mismos.
Nosotros podemos salir de esta situación, si cada uno empezamos por reconocernos fariseos, orgullosos.
Entendiendo que para un orgulloso no es fácil reconocerse como tal, pero la vida se ocupará de eso. Es justamente la historia de una señora que juzgaba los otros , señalando con el dedo la mala educación de los jóvenes, hasta el día que constata que aquello que critica le pasa en su propia casa, entre su familia, viendo como sus hijos no eran tan bien educados como los de los otros; felizmente ella ha comprendido y recapacitado, adoptando una más justa opinión de los suyos y del prójimo. Es la historia también de aquel hombre que trataba a las personas piadosas de hipócritas, hasta el día en que tuvo un accidente muy grave; inútil decir que se dio cuenta de que no podía continuar a creerse el gran amo o patrón; y vuelve a ser muy humilde de un solo golpe.
2. Cuando uno examina su vida, descubre que aún queda camino por hacer, por andar para llegar a vivir y a cumplir lo que Dios pide; y uno se da cuenta de que los otros también tienen grandes valores y cualidades apreciables.
Uno percibe que se puede esperar todavía mucho del entorno y de la fuente de toda perfección: Dios.
Uno puede hacer oraciones de acción de gracias como el fariseo, pero con la condición de reconocer antes, que es Dios quien lo hace a uno bueno.
Se pueden hacer oraciones de petición, de perdón por uno mismo y por los otros, como el publicano: es esta la oración que Dios ama.
3. Al venir a agradecer al Señor, se viene a confiarle las personas. Si alguien nos dijera: "Dime cómo oras y yo te diré quién eres", no hemos de sorprendernos. Nuestra manera de orar revela el fondo de nuestro corazón.
Aproximación psicológica al texto del evangelio:
La oración vista del lado de Dios
Las personas que se presentan en psicoterapia tienen actitudes bien diferentes. Unas que tratan de convencer al especialista de que no tienen ningún problema y que por lo tanto todo va bien, que funcionan bien y cumplen con todas sus obligaciones familiares y sociales, y finalmente ponen tanta insistencia en ello que no hay lugar para el diálogo, sino que esperan simplemente aprobación a todo lo que dicen.
A este tipo de personas, uno estaría tentado de decirles: “Mucho mejor si todo va bien para usted; en caso tal que haya cosas que le preocupen no dude en regresar, porque no son quienes están bien quienes tienen necesidad de terapeuta sino aquellos que tienen preocupaciones, y yo no entrevisto aquellos que tienen una buena conciencia sino que hablo con aquellos que están dispuestos a cuestionarse “(cfr. Lucas 5,31-32).
Contrariamente a las primeras, otras personas llegan a la entrevista con el especialista, tratando de convencer que no todo va bien para ellas, sino confesando de entrada sus dificultades y diciendo: “Es acá, en esto, donde me encuentro ahora, y no es fácil” (equivalente al “ten piedad del pecador que yo soy!”). Y a menudo uno siente en sus palabras no una tendencia a auto-compadecerse por su suerte o con la intención de conmover aquel que se encuentra al frente suyo, sino que hacen simplemente un esfuerzo por situarse totalmente desnudos ante su verdad. Con este tipo de personas, el diálogo puede emprenderse con facilidad y de manera fructífera, porque uno no se siente distanciado como con las primeras, sino que por el contrario uno se siente invitado a comulgar con sus vivencias.
No estará acaso aquí, vista del lado de Dios, la dinámica de la experiencia de oración del fariseo y del publicano? Por un lado, un hombre blindado, amurallado con sus defensas, protegido detrás su buena conciencia superficial, y que lanza piedras por encima de sus barricadas, sin correr verdaderamente el riesgo del cara a cara.
Y por otra parte, un hombre que vive al descubierto, que acepta situarse totalmente desnudo ante Dios, a la vez que acepta hacerlo (desnudarse) también ante sí mismo, y quien hace de este consentimiento, el centro mismo de su oración: “Mi Dios, Tú me sondeas y me conoces(…) a dónde iré lejos de tu presencia?” “De qué me sirve creerme alguien distinto a quien soy?”, “Condúceme en el camino…”, “Que yo retome tus senderos”…(Salmo 138,1.7.24).
“Aquel volvió a su casa justificado, y no el otro”, aquel da a Dios la posibilidad y el gusto de entrar con más fuerza en su vida, el otro no.
Es muy cierto que somos los mismos en la oración y en la vida cotidiana: a la defensiva en la vida y estériles en la oración, o bien abiertos en la vida y acogedores y acogidos en la oración.
Reflexión Central
La oración del pobre
En este mes de octubre, el Papa nos recuerda la vocación misionera de la Iglesia.
Nosotros, cristianos bautizados y confirmados, somos todos enviados en misión. Nuestro pensamiento y nuestra oración se centran en esos sacerdotes, diáconos, religiosos y laicos que han dejado su familia y su país para llevar el Evangelio a otros continentes, poniendo en riesgo la misma vida…
La misión de todos nosotros es anunciar la misericordia, y es el mismo Jesús quien nos envía, y para responder como debe ser a esta misión, nosotros nos disponemos a escuchar la Palabra de Dios.
La primera lectura nos invita a rectificar la imagen que con frecuencia nos hacemos de Dios. La Palabra de Dios viene a recordarnos que “El Señor no hace distinción entre los hombres”. Él escucha la oración y la súplica (la queja, el lamento) del pobre, del oprimido, de la viuda y del huérfano.
Nosotros pensamos en todas las víctimas de las guerras y de la violencia absurda en el Medio Oriente, en otros lados y en nuestro mismo país. Nosotros no podemos permanecer indiferentes ante tanto sufrimiento.
Más tarde, Jesús proclamará que el Evangelio, es la Buena Noticia anunciada a los pobres. Y Él precisará que se reconoce en aquel que tiene hambre, en aquel que está desnudo, en aquel que es extranjero o prisionero. A través de ellos, es a Él, a Jesucristo que nosotros acogemos o rechazamos.
En el momento de escribir su carta, el apóstol san Pablo se encuentra en una difícil situación. Está en prisión y sabe que muy pronto, será ejecutado. Toda su vida ha sido un combate, pero él ha permanecido fiel hasta el final.
Él se ha comprometido totalmente en su misión que era la de anunciar el Evangelio a las naciones paganas. Ahora, Pablo espera la recompensa prometida al “servidor fiel”, encontrar al Señor y estar con Él en su Reino. Esta es su esperanza y su fortaleza. Su oración está enteramente centrada en el Señor y dirigida a Él.
Hoy, el Evangelio de San Lucas está ahí para valorizar la oración del pobre y del humilde.
Jesús nos cuenta una parábola para transmitirnos un mensaje muy importante. Él nos presenta un fariseo y un publicano, todos dos suben al templo para orar, ellos practican la misma religión, pero no están de acuerdo. El fariseo presenta a Dios un reporte espiritual impresionante: él no ha cometido ninguna falta, él ayuna, él da limosna. Todo de lo que se muestra orgulloso, es sin duda verdad. Por otro lado, no es eso lo que Jesús le reprocha.
¿Cuál es el problema de este hombre? El problema de este hombre es su orgullo; él está convencido de ser justo y desprecia a los demás. Y no se contenta con ensalzarse, echarse flores, sino que al mismo tiempo hace el examen de conciencia del publicano.
Él no ha comprendido que, para ser escuchado, hemos de estar llenos de bondad y de comprensión por los otros, mismo, si ellos son pecadores. Y es esto lo que nos recuerda este mes misionero extraordinario: Dios quiere la salvación de todos los hombres.
Por otro lado, bien a distancia, tenemos al publicano. Es un hombre despreciado y mismo detestado por todos. Él se ha aliado con el ocupante romano. Además, él les cobra los impuestos. Él se confiesa pecador y se reconoce culpable. Él está hundido en el pantano. La única cosa que puede hacer es implorar a Dios su perdón: “Oh mi Dios, ten piedad de mí que soy un pecador”.
Al contarnos esta parábola, Cristo viene a anunciarnos una Buena Noticia: Él nos dice que Dios es amor. Y este amor va hasta el perdón. Todo esto nos es ofrecido de manera gratuita y sin mérito de nuestra parte. Aquel que se cree superior a los demás no ha comprendido nada. ¿Cómo podremos dirigirnos a Dios teniendo o sintiendo desprecio por aquellos que nos rodean? Si nosotros realizamos algo bueno no es por nuestros méritos sino por la acción del Señor en nosotros. Él espera que nosotros vengamos hacia Él con las manos vacías para llenarlas de su amor. No olvidemos que Él ha dado su vida y derramado su sangre por nosotros y por muchos, entre ellos, los publicanos.
Él ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido. Él cuenta con nosotros para amarlos y tenerlos en cuenta en nuestra oración.
Al celebrar esta Eucaristía, venimos a alimentarnos de la Palabra de Dios y de su Cuerpo. El Señor se nos da, se nos entrega por amor, y viene a llenarnos de su fuerza para anunciar el Evangelio. Esta fuerza, es la gracia del bautismo que es vivificada sin cesar por la Eucaristía.
Oremos a Dios para que todos los hombres y mujeres de la tierra puedan escuchar y acoger esta Buena Noticia que su Hijo Jesucristo ha venido a traerle al mundo.
Amén
3
Verdadera justicia
Jesús dijo esta parábola por
algunos que estaban convencidos de ser justos y despreciaban a los demás.
Lucas
18:9
Este pasaje de las Escrituras
es la introducción a la parábola del fariseo y el recaudador de
impuestos. Esta parábola ofrece un gran contraste entre dos actitudes
generales. En primer lugar, la actitud del fariseo revela que está muy
impresionado consigo mismo, que piensa mucho en su imagen pública y que no se
da cuenta de su propio pecado. En segundo lugar, la actitud del recaudador
de impuestos revela que está profundamente consciente de su propio pecado, lo
lamenta y sabe que necesita la misericordia de Dios. El resultado de estas
dos actitudes tan diferentes es que el recaudador de impuestos se fue a casa
justificado mientras que el fariseo no.
¿Qué significa ser
justificado? Significa que el recaudador de impuestos tenía la conciencia
tranquila y estaba cimentado en la verdad. Conocía su necesidad de
misericordia, la rogó y la recibió. No se mintió a sí mismo, a los demás
ni a Dios. Sabía quién era y es esta verdad la que permitió a Dios
exaltarlo. La justificación del recaudador de impuestos vino a través del
perdón de sus pecados y el otorgamiento de la misericordia de Dios en su vida.
El fariseo puede haberse
sentido bien consigo mismo hasta cierto punto porque se elevó para que todos lo
vieran. Estaba convencido de su propia justicia, pero, en verdad,
no era justo. Solo era farisaico. Estaba viviendo una mentira y
muy probablemente creyó esa mentira e incluso pudo haber convencido a otros de
esa mentira. Pero el hecho permaneció, el fariseo no era justo y no estaba
verdaderamente justificado.
Lo que debemos tomar de este
pasaje es una profunda comprensión de la importancia de vivir en la
verdad. Aquellos que pintan una imagen falsa de sí mismos pueden engañarse
a sí mismos e incluso engañar a otros. Pero nunca engañarán a Dios y nunca
podrán alcanzar la verdadera paz en su alma. Cada uno de nosotros debe
darse cuenta de la humilde verdad de nuestro pecado y debilidad y, al darse
cuenta, rogar por el único remedio: la misericordia de Dios.
Reflexiona, hoy, sobre la
oración de este recaudador de impuestos: “Oh Dios, ten misericordia de mí, que
soy un pecador” ( Lucas
18:13 ). Haz que sea tu oración. Admite tu
pecado. Reconoce tu necesidad de la misericordia de Dios y permite que esa
misericordia te exalte dentro de la justicia de Dios.
Señor de toda justicia,
Jesucristo, ten misericordia de mí, porque soy pecador. Reconozco mi
pecado y mi debilidad y suplico Tu abundante misericordia. Por favor
derrama Tu misericordia y ayúdame a abrir mi corazón a todo lo que Tú deseas
otorgar. Ayúdame a vivir en la humilde verdad, amado Señor. Jesús, en
Ti confío.
OBJETIVO DE VIDA PARA LA SEMANA
1. Miro cómo me acerco al Señor: de manera interesada o acogiendo simplemente el don de su presencia?
2. Veo cómo es fácil para mí de juzgar los otros sin antes tener una mirada realista de mi vida.
3. Ir hacia las personas que yo sé encuentran solas en su vida personal o en su fe.
En presencia de Dios, vuelvo a decir mis pobrezas, y me atrevo mismo a agradecer por ellas, puesto que ellas me abren a Él.
ORACIÓN-MEDITACIÓN
Señor-Amor, que tu templo sea lugar de adoración,
de Verdad, de conversión y de humanización.
Entonces, por todas esas veces en que hemos entrado
con un corazón de fariseo a tu santa morada…Perdónanos…
Por todas esas ocasiones en que hemos entrado
inconscientes dominando al otro con nuestros conocimientos…
Por todas esas veces en que hemos entrado sin arrepentirnos
por la presunción que hacemos de nuestra riqueza…
Por todas las veces en que hemos entrado
sin habernos lamentado por haber utilizado nuestro poder
para humillar en lugar de engrandecer…
Por todas esas veces en que hemos entrado a tu iglesia,
sin realizar que en el otro está tu belleza
que se ofrece aun para ser compartida…
Por todas esas ocasiones en que hemos entrado a tu casa
sin contemplar en el rostro del otro,
tu imagen y tu semejanza…
Por todas esas veces en que hemos penetrado en tu santuario
sin darnos cuenta que al ser humildes servidores
hemos de tomar parte activa en la evangelización del mundo…
Por todas esas veces en que parecidos al fariseo, hemos hablado del pobre
sin identificarnos con su oración, sin reconocer su dignidad
y sin realizar que no podemos celebrarte, Señor-Amor,
sin antes servirle a él sobre los caminos del Evangelio.
Perdónanos.
REFERENCIAS
- http.//vieliturgique.ca
- http://prionseneglise.ca
- http://paroissesaintefamilledevalcourt.org
- Pequeño Misal “Prions en Eglise”, 2010-2013, Edición quebequense. Novalis.
- HÉTU, Jean-Luc. Les Options de Jésus.
- BEAUCHAMP, André. Comprendre la parole, année C. Novalis, 2007.
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