miércoles, 6 de julio de 2022

7 de julio del 2022: jueves de la decimocuarta semana del Tiempo Ordinario

 

(Mateo 10, 7-15) Hoy tomo conciencia de los dones que he recibido del Señor. Puedo tranquilizar a una persona preocupada, despertar la esperanza en otra, apoyar a alguien en su enfermedad... ¿Y qué más? ¡Depende de mí averiguarlo! Gratis he recibido, gratis doy...

 


Primera lectura

Lectura de la profecía de Oseas (11,1-4.8c-9):

Así dice el Señor: «Cuando Israel era joven, lo amé, desde Egipto llamé a mi hijo. Cuando lo llamaba, él se alejaba, sacrificaba a los Baales, ofrecía incienso a los ídolos. Yo enseñé a andar a Efraín, lo alzaba en brazos; y él no comprendía que yo lo curaba. Con cuerdas humanas, con correas de amor lo atraía; era para ellos como el que levanta el yugo de la cerviz, me inclinaba y le daba de comer. Se me revuelve el corazón, se me conmueven las entrañas. No cederé al ardor de mi cólera, no volveré a destruir a Efraín; que soy Dios, y no hombre; santo en medio de ti, y no enemigo a la puerta.»

Palabra de Dios

 

 

Salmo

Sal 79

R/.
 Que brille tu rostro, Señor, y nos salve

Pastor de Israel, escucha,
tú que te sientas sobre querubines, resplandece;
despierta tu poder y ven a salvarnos. R/.

Dios de los ejércitos, vuélvete:
mira desde el cielo, fíjate,
ven a visitar tu viña,
la cepa que tu diestra plantó,
y que tú hiciste vigorosa. R/.

 

Lectura del santo evangelio según san Mateo (10,7-15):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: «Id y proclamad que el reino de los cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios. Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis. No llevéis en la faja oro, plata ni calderilla; ni tampoco alforja para el camino, ni túnica de repuesto, ni sandalias, ni bastón; bien merece el obrero su sustento. Cuando entréis en un pueblo o aldea, averiguad quién hay allí de confianza y quedaos en su casa hasta que os vayáis. Al entrar en una casa saludad; si la casa se lo merece, la paz que le deseáis vendrá a ella. Si no se lo merece, la paz volverá a vosotros. Si alguno no os recibe o no os escucha, al salir de su casa o del pueblo, sacudid el polvo de los pies. Os aseguro que el día del juicio les será más llevadero a Sodoma y Gomorra que a aquel pueblo.»

Palabra del Señor

 

 


 

Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis.

 

Mateo 10:8b

 

¿Cuál es el costo del evangelio? ¿Podemos ponerle precio? Curiosamente, deberíamos ponerle dos precios. El primer precio es cuánto nos debe costar recibirlo. El segundo precio es cuánto “cobramos”, por así decirlo, por dar el Evangelio.

Entonces, ¿cuánto debería costarnos el Evangelio? La respuesta es que tiene un valor infinito. Hablando en términos monetarios, nunca podríamos permitírnoslo. El evangelio no tiene precio.

En cuanto a cuánto debemos “cobrar” por dar el Evangelio a otros, la respuesta es que es gratis. No tenemos derecho a cobrar ni a esperar nada para regalar algo que no nos pertenece. El mensaje salvífico del Evangelio pertenece a Cristo y Él lo ofrece gratuitamente.

Comencemos con la segunda mitad de la Escritura anterior “dadlo gratis”.  Esto nos dice que debemos ofrecer el Evangelio a los demás de forma gratuita. Pero esta acción de dar gratuitamente el Evangelio trae consigo una especie de exigencia oculta. La entrega del Evangelio requiere que nos demos a nosotros mismos. Y eso significa que debemos darnos libremente. ¿Cuál es la justificación para dar todo de nosotros libremente? La justificación es que hemos recibido todo “sin costo”.  

El simple hecho es que el Evangelio tiene que ver con un regalo total gratuito para nosotros que requiere un regalo total gratuito de nosotros mismos a los demás. El Evangelio es una persona, Jesucristo. Y cuando Él viene y vive en nosotros libremente, entonces debemos convertirnos en un don total y gratuito para los demás.

Reflexiona, hoy, tanto en tu completa receptividad del Evangelio como en tu completa disponibilidad para dar. Que su comprensión y acogida de este glorioso don de Dios lo transforme a usted en don para los demás.

 

Mi invaluable Señor, que mi corazón se abra a Ti de manera total para que pueda recibirte como Evangelio Vivo. Al recibirte, que yo también te dé a los demás en mi misma persona. Jesús, en Ti confío.

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