Al nivel de Cristo
(Colosenses 3, 1-11; Lucas 6, 20-26) Vivir como resucitado, según la
carta a los Colosenses, no significa estar “fuera de peligro”, sino aprender
poco a poco a apoyarse en Cristo para convertirse en agente de vida y de paz.
Este actuar humilde, no violento, que no teme a la carencia y que encontramos
en el retrato de los discípulos en Lucas, se ve favorecido por la supresión de
toda discriminación o comparación. Ver a Cristo en cada uno es dejar de creerse
“superior” los demás.
Jean-Marc Liautaud, Fondacio
Primera lectura
Col
3,1-11
Han
muerto con Cristo; en consecuencia, den muerte a todo lo terreno que hay en
ustedes
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses.
HERMANOS:
Si han resucitado con Cristo, busquen los bienes de allá arriba, donde Cristo
está sentado a la derecha de Dios; aspiren a los bienes de arriba, no a los de
la tierra.
Porque han muerto; y su vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca
Cristo, vida de ustedes, entonces también ustedes aparecerán gloriosos,
juntamente con él.
En consecuencia, den muerte a todo lo terreno que hay en ustedes: la
fornicación, la impureza, la pasión, la codicia y la avaricia, que es una
idolatría.
Esto es lo que atrae la ira de Dios sobre los rebeldes. Entre ellos
andaban también ustedes, cuando vivían de esa manera; ahora en cambio,
desháganse también ustedes de todo eso: ira, coraje, maldad, calumnias y
groserías, ¡fuera de su boca!
¡No se mientan unos a otros!: se han despojado del hombre viejo, con sus obras,
y se han revestido de la nueva condición que, mediante el conocimiento, se va
renovando a imagen de su Creador, donde no hay griego y judío, circunciso e
incircunciso, bárbaro, escita, esclavo y libre, sino Cristo, que lo es todo, y
en todos.
Palabra de Dios.
Salmo
Sal
145(144),2-3.10-11.12-13ab (R. 9a)
R. El Señor es bueno con
todos.
V. Día tras día, te
bendeciré
y alabaré tu nombre por siempre jamás.
Grande es el Señor, merece toda alabanza,
es incalculable su grandeza. R.
V. Que todas tus
criaturas te den gracias, Señor,
que te bendigan tus fieles.
Que proclamen la gloria de tu reinado,
que hablen de tus hazañas. R.
V. Explicando tus
hazañas a los hombres,
la gloria y majestad de tu reinado.
Tu reinado es un reinado perpetuo,
tu gobierno va de edad en edad. R.
Aclamación
R. Aleluya, aleluya,
aleluya.
V. Alégrense y salten de
gozo -dice el Señor- porque su recompensa será grande en el cielo. R.
Evangelio
Lc
6,20-26
Bienaventurados
los pobres. Ay de ustedes, los ricos
Lectura del santo Evangelio según san Lucas.
EN aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos hacia sus discípulos, les decía:
«Bienaventurados los pobres, porque de ustedes es el reino de Dios.
Bienaventurados los que ahora tienen hambre, porque quedarán saciados.
Bienaventurados los que ahora lloran, porque reirán.
Bienaventurados ustedes cuando los odien los hombres, y los excluyan, y los
insulten y proscriban su nombre como infame, por causa del Hijo del hombre.
Alégrense ese día y salten de gozo, porque su recompensa será grande en el
cielo. Eso es lo que hacían sus padres con los profetas.
Pero ¡ay de ustedes, los ricos, porque ya han recibido su consuelo!
¡Ay de ustedes, los que están saciados, porque tendrán hambre!
¡Ay de los que ahora ríen, porque harán duelo y llorarán!
¡Ay si todo el mundo habla bien de ustedes! Eso es lo que sus padres hacían con
los falsos profetas».
Palabra del Señor.
1
Transformados
en Cristo, elegidos para la felicidad del Reino
1. Introducción
Queridos hermanos y hermanas:
En este camino jubilar, como peregrinos de la esperanza, la Palabra de
Dios nos regala dos mensajes poderosos: la transformación que obra Cristo en
nosotros (de la carta a los Colosenses), y la urgencia de la elección
que plantean las Bienaventuranzas (en el Evangelio de san Lucas). Hoy,
además, nos unimos como comunidad para elevar nuestra oración por los enfermos,
quienes llevan en su carne y en su espíritu la fragilidad de la vida, pero
también la fuerza de la esperanza que nos trae el Señor.
2. Transformados en Cristo (Col
3,1-11)
San Pablo no se queda en un cristianismo de ritos
externos, prohibiciones o normas frías. Lo que él enseña es claro: lo que
vale es la vida transformada en Cristo.
- El
bautizado no es alguien que simplemente cumple reglas, sino alguien que ha
nacido de nuevo.
- La
fe en Cristo cambia la manera de hablar, de pensar, de relacionarse con
los demás.
- En
esta nueva vida, dice Pablo, ya no hay distinción entre griego o judío,
esclavo o libre, extranjero o ciudadano, porque lo que cuenta es la
comunión en Cristo que nos hace hermanos.
Para nosotros, orar hoy por los enfermos es un
signo concreto de esa transformación: cuando la fe en Cristo se hace
compasión, cercanía y cuidado del que sufre, mostramos que realmente hemos sido
renovados en Él.
3. Cuestión de elección (Lc
6,20-26)
El Evangelio nos sitúa frente a una decisión
radical: vivir las Bienaventuranzas o cerrarnos en la autosuficiencia.
Jesús no pronuncia palabras mágicas ni maldiciones, sino que nos ofrece la
alternativa de la verdadera felicidad.
- Bienaventurados
los pobres, los que lloran, los perseguidos… porque ellos están abiertos
a recibir la gracia de Dios.
- Ay
de los ricos, los satisfechos, los que ríen ahora… porque su corazón lleno de
sí mismo no deja espacio para la felicidad que viene de Dios.
La clave está en la apertura: ¿cómo hacerle
espacio a la felicidad del Reino si creemos no necesitar nada?
El enfermo, el débil, el que siente su límite, está en condiciones
privilegiadas de experimentar la ternura y la fuerza de Dios. Por eso Jesús se
acerca a ellos y nos pide que nosotros hagamos lo mismo.
4. Aplicación jubilar y pastoral
En este Año Jubilar, estamos llamados a vivir como peregrinos
de la esperanza, y el enfermo se convierte en maestro de fe para nosotros.
- Ellos
nos enseñan que la vida no se mide por el éxito o la salud perfecta, sino
por la capacidad de confiar.
- Nos
invitan a una comunidad más fraterna, donde no haya diferencias ni
exclusiones.
- Nos
interpelan a elegir: ¿seguiremos encerrados en seguridades falsas o
abriremos el corazón a la novedad del Evangelio?
Hoy el Señor nos pide dar un paso: transformar
nuestras relaciones y nuestras comunidades en lugares de acogida, de cuidado y
de esperanza, donde los enfermos sean abrazados como presencia viva de
Cristo.
5. Conclusión
Hermanos, la Palabra de hoy nos impulsa a dos
certezas jubilares:
1. Con Cristo somos transformados: ya no vivimos para nosotros
mismos, sino para amar y servir.
2. Estamos llamados a elegir la
felicidad verdadera: la que
nace de abrirnos a Dios y a los demás, especialmente a los que sufren.
Oremos juntos por todos los enfermos de nuestras
familias y comunidades. Que el Señor les conceda fortaleza y consuelo, y que
nosotros, transformados por Cristo, sepamos ser instrumentos de su
misericordia.
Que María, Salud de los enfermos, interceda por
nosotros y nos acompañe como Madre en este camino de esperanza.
2
1. Introducción: El horizonte de
Cristo resucitado
Queridos hermanos y hermanas:
La Palabra de hoy nos pone frente a un reto
profundo: aprender a vivir al nivel de Cristo resucitado. San Pablo nos
recuerda que haber resucitado con Cristo no significa que ya no tengamos
pruebas, enfermedades o limitaciones, sino que nuestra vida se ha puesto
sobre otro fundamento: Cristo mismo.
Y el Evangelio de las Bienaventuranzas según san
Lucas nos invita a descubrir que este nuevo modo de vivir se refleja en un
actuar humilde, sin violencia, abierto a la carencia y al dolor de los demás. Es
el camino de los discípulos que se saben necesitados de Dios.
En este contexto jubilar y con la intención
especial por los enfermos, pidamos al Señor que nos dé la gracia de ser, cada
uno, agentes de vida y de paz.
2. La transformación en Cristo
(Col 3,1-11)
San Pablo insiste en que los bautizados estamos
llamados a buscar las cosas de arriba, donde está Cristo. No se trata de
huir de la realidad, sino de vivirla desde otra perspectiva.
- No
es estar “fuera de peligro”, como si la fe nos vacunara contra el dolor o
la enfermedad.
- Es aprender
a apoyarnos en Cristo cada día, para vivir con esperanza en medio de
las pruebas.
- Es
dejar que Cristo transforme nuestras relaciones: “ya no hay griego ni
judío, circunciso ni incircunciso, bárbaro ni esclavo, sino Cristo que es
todo en todos.”
Este es un mensaje fuerte en el Jubileo: ver a
Cristo en cada persona. La discriminación, las etiquetas, las
comparaciones, no tienen cabida en quien ha sido transformado por Cristo.
3. Las Bienaventuranzas: una
cuestión de confianza (Lc 6,20-26)
Jesús proclama dichosos a los pobres, a los
hambrientos, a los que lloran y son perseguidos. No porque el sufrimiento sea
un valor en sí, sino porque allí donde el hombre experimenta su fragilidad,
Dios se hace presente con su Reino.
El discípulo de Jesús:
- Vive
con humildad y confianza, sin miedo a carecer.
- Elige
la no violencia como estilo de vida.
- Deja
de mirarse “por encima” de los demás y aprende a reconocer a Cristo en el
hermano.
En cambio, quienes viven satisfechos, llenos de
riquezas y seguridades, corren el riesgo de no dejar espacio a Dios. ¿Cómo
acoger el Reino si el corazón está lleno de sí mismo?
4. Una mirada desde los enfermos
Hoy queremos detenernos en los enfermos. Ellos son,
de manera particular, testigos de lo que significa vivir apoyados en Cristo.
- La
enfermedad recuerda que no tenemos control absoluto sobre la vida.
- Es
un espacio donde la carencia se hace evidente, pero también donde la
gracia se hace más fuerte.
- Quien
sufre puede enseñar a toda la comunidad a descubrir la esperanza que no
defrauda.
En este Año Jubilar, estamos llamados a acercarnos
al enfermo no con lástima, sino con la certeza de que allí se hace presente
Cristo crucificado y resucitado. Visitar, escuchar, cuidar y acompañar son
gestos jubilares que nos transforman en verdaderos peregrinos de la
esperanza.
5. Aplicación concreta: ser
agentes de vida y paz
La Palabra de Dios hoy nos dice que vivir en
Cristo es aprender a ser agentes de vida y de paz.
- Vida:
llevando ánimo, cercanía y esperanza a quienes sufren.
- Paz:
optando por la reconciliación, la ternura y el servicio en un mundo lleno
de divisiones y violencia.
No se trata de grandes gestas heroicas, sino de
gestos sencillos que reflejan el estilo de Jesús: una palabra de aliento, un
abrazo, una oración, una visita al hospital. En esas pequeñas acciones se
manifiesta la grandeza del Reino.
6. Conclusión: Dejar de pensar en
“ser superiores” a los demás
Hermanos, vivir al nivel de Cristo significa dejar
de creerse “superior” a los demás. El discípulo verdadero no se mide por las
normas que cumple ni por los títulos que ostenta, sino por su capacidad de ver
a Cristo en el hermano, especialmente en el enfermo, el pobre y el que sufre.
Que este Jubileo nos impulse a transformar nuestra
mirada, a renovar nuestra fe y a elegir la felicidad de las Bienaventuranzas. Y
que María, Salud de los enfermos, nos ayude a vivir apoyados siempre en Cristo,
fuente de vida y de paz.
3
1. Introducción: ¿Bendiciones o
maldiciones?
Hermanos y hermanas:
El Evangelio de hoy nos sacude con palabras que
pueden incomodar. Jesús proclama bienaventurados a los pobres, los hambrientos,
los que lloran y los perseguidos. Y en cambio lanza una advertencia fuerte: “¡Ay
de ustedes los ricos… los que ahora están satisfechos… los que ahora ríen… los
que todos alaban!” (cf. Lc 6,24-26).
A primera vista parece extraño: ¿no es lo que todos
buscamos—tener, reír, ser reconocidos? Pero Jesús va más allá. Él nos muestra
que lo que parece éxito y alegría mundana puede convertirse en trampa para el
corazón. Y lo que parece fragilidad o sufrimiento puede ser lugar privilegiado
de gracia.
2. La enseñanza de San Pablo:
vivir como resucitados (Col 3,1-11)
La primera lectura nos recuerda: “Ya que han
resucitado con Cristo, busquen los bienes de arriba” (Col 3,1). Ser
resucitados no significa estar libres de problemas o enfermedades, sino
aprender a apoyarnos en Cristo para vivir como agentes de vida y de paz.
San Pablo es claro: la fe nos transforma en seres
nuevos. Ya no cuentan las diferencias de raza, cultura o condición social,
porque Cristo es todo en todos. Esa nueva mirada nos invita a
reconocerlo en el enfermo, en el pobre, en el que sufre.
3. Las bienaventuranzas según
Lucas: una doble bendición
Hoy la Palabra nos ofrece una clave importante: Jesús no
condena la riqueza o la risa (alegría) en sí mismas, sino las actitudes que se
esconden detrás:
- La
riqueza sin desprendimiento abre la puerta a la codicia y a la
autosuficiencia.
- La
saciedad sin hambre de Dios lleva a la glotonería espiritual y al olvido
del prójimo.
- La
risa superficial y la diversión vacía pueden ocultar la falta de sentido.
- La
búsqueda de la alabanza humana conduce a la vanagloria y al engaño de vivir
de apariencias.
En cambio, los pobres, los hambrientos, los que
lloran y los perseguidos están en mejor condición para abrirse a Dios, porque
reconocen su fragilidad. Jesús nos dice: allí donde el mundo ve desgracia,
Dios ofrece la bendición de la esperanza.
4. Mirada hacia los enfermos:
testigos de esperanza
Hoy queremos aplicar esta Palabra a nuestros
hermanos enfermos. Ellos nos enseñan que la verdadera fortaleza no viene de las
seguridades materiales, sino de apoyarse en Cristo.
- El
enfermo comprende que la vida no está bajo nuestro control absoluto.
- El
dolor y la limitación pueden abrir una ventana hacia Dios, que llena con
su presencia lo que falta en lo humano.
- Los
enfermos, cuando viven su fe con paciencia y confianza, son peregrinos
de la esperanza, testimonios vivos de las bienaventuranzas.
El Jubileo nos llama a acercarnos a ellos no solo
con compasión, sino con veneración, porque en su carne herida habita Cristo.
5. Una invitación jubilar: elegir
el camino del Reino
Hermanos, el Evangelio nos plantea una elección:
- ¿Buscaremos
vivir en el exceso, la autosuficiencia y la vanagloria?
- ¿O
dejaremos que nuestras carencias y límites nos abran a la gracia de Dios?
El Papa Francisco lo diría con sencillez: “la
pobreza evangélica es el camino de la libertad.” Cuando nos vaciamos de
nosotros mismos, hacemos espacio a Dios y a los demás.
El Año Jubilar nos impulsa a redescubrir este
estilo de vida: más sencillo, más solidario, más cercano al enfermo y al
necesitado.
Salmo
responsorial (Sal 145, 2–3.10–11.12–13ab): “El Señor es compasivo con todas sus
obras”
El salmo de hoy nos
enseña a bendecir
a Dios cada día y a reconocer su reino que perdura por
todas las generaciones. Tres acentos iluminan la liturgia y
nuestra intención por los enfermos:
1.
Alabanza diaria que
sostiene en la prueba. “Cada día te bendeciré…”: incluso en la enfermedad, la
alabanza abre espacio a la esperanza y nos ancla en la fidelidad de Dios.
2.
Universalidad de la
misericordia.
“El Señor es compasivo con todas sus obras”: si su ternura alcanza a todas las
criaturas, con mayor razón a quienes sufren; por eso la comunidad se hace
cercana, visita, escucha y unge.
3.
Reino para los
sencillos.
“Hablarán de la gloria de tu Reino”: este Reino coincide con las Bienaventuranzas—levanta
a los pobres, sacia a los hambrientos, consuela a los que lloran—y nos llama a
optar por la no violencia, la sobriedad y el servicio
(Col 3) como estilo jubilar.
6. Conclusión: Cristo, nuestro
modelo
Jesús mismo vivió pobre, hambriento, humilde y
paciente. Y justamente por eso fue lleno del Espíritu Santo y del poder del
Reino.
Pidámosle hoy:
- Que
nos libere de las falsas seguridades.
- Que
nos dé ojos para ver a Cristo en los enfermos y en los que sufren.
- Que
nos transforme en discípulos desprendidos, disponibles y confiados en la
gracia.
Que la Virgen María, Salud de los enfermos, interceda por nosotros y nos acompañe en este camino jubilar para ser, junto con Cristo, verdaderos peregrinos de la esperanza.
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