Santo del día:
Santa Teresita del Niño Jesús
1873-1897.
Durante más de un siglo, el «caminito, muy recto, muy corto […]
completamente nuevo» para «ir al Cielo», descrito por la humilde
carmelita de Lisieux, ha seguido conmoviendo a creyentes de todos los países.
Doctora de la Iglesia desde 1997.
Sin lugar de reposo, pero no
sin reposo
(Lc 9,57-62) El
seguimiento de Cristo es un camino, sin lugar donde establecerse, sin mirar
atrás. Toda la existencia de Jesús es exigente, sin seguridades. Por eso es tan
difícil seguirlo, a pesar de nuestros deseos. “Sígueme”. Con Él, el descanso no
es un lugar, sino una actitud interior, una morada establecida en Dios. Mirar
hacia atrás o detenerse sería morir. Camina, habita en el Viviente.
Colette Hamza, xavière
Primera lectura
Ne
2,1-8
Si
le parece bien al rey, permítame ir a la ciudad de mis padres para
reconstruirla
Lectura del libro de Nehemías.
En el mes de nisán del año veinte del rey Artajerjes, siendo yo el responsable
del vino, lo tomé y se lo serví al rey. Yo estaba muy triste en su presencia.
El rey me dijo:
«¿Por qué ese semblante tan triste? No estás enfermo, pero tu corazón parece
estar afligido».
491
492 Entonces, con mucho miedo, dije al rey:
«¡Larga vida al rey! ¿Cómo no ha de estar triste mi semblante, cuando la ciudad
donde se encuentran las tumbas de mis padres está destruida y sus puertas han
sido devoradas por el fuego?».
El rey me dijo:
«¿Qué quieres?».
Yo, encomendándome al Dios del cielo, le dije:
«Si le parece bien al rey y quiere contentar a su siervo, permítame ir a Judá,
a la ciudad de las tumbas de mis padres, para reconstruirla».
El rey, que tenía a la reina sentada a su lado, me preguntó:
«¿Cuánto durará tu viaje y cuándo volverás?».
Yo le fijé un plazo que le pareció bien y me permitió marchar.
Después dije al rey:
«Si le parece bien al rey, redácteme unas cartas para los gobernadores de
Transeufratina, para que me dejen el paso libre hasta Judá, y una carta
dirigida a Asaf, el guarda del parque real, para que me proporcione madera para
construir las puertas de la ciudadela del templo, para la muralla de la ciudad
y la casa donde voy a vivir».
El rey las mandó redactar, porque la mano de Dios me protegía.
Palabra de Dios.
Salmo
Sal
137(136),1-2.3.4-5.6 (R. 6a)
R. Que se me pegue la
lengua al paladar
si no me acuerdo de ti.
V. Junto a los canales
de Babilonia
nos sentamos a llorar
con nostalgia de Sion;
en los sauces de sus orillas
colgábamos nuestras cítaras. R.
V. Allí los que nos
deportaron
nos invitaban a cantar;
nuestros opresores, a divertirlos:
«Cántennos un cantar de Sion». R.
V. ¡Cómo cantar un
cántico del Señor
en tierra extranjera!
Si me olvido de ti, Jerusalén,
que se me paralice la mano derecha. R.
V. Que se me pegue la
lengua al paladar
si no me acuerdo de ti,
si no pongo a Jerusalén
en la cumbre de mis alegrías. R.
Aclamación
R. Aleluya, aleluya,
aleluya.
V. Por él lo perdí todo,
y todo lo considero basura con tal de ganar a Cristo y ser hallado en
él. R.
Evangelio
Lc
9,57-62
Te
seguiré adondequiera que vayas
Lectura del santo Evangelio según san Lucas.
EN aquel tiempo, mientras Jesús y sus discípulos iban de camino, le dijo uno:
«Te seguiré adondequiera que vayas».
Jesús le respondió:
«Las zorras tienen madrigueras, y los pájaros del cielo nidos, pero el Hijo del
hombre no tiene donde reclinar la cabeza».
A otro le dijo:
«Sígueme».
Él respondió:
«Señor, déjame primero ir a enterrar a mi padre».
Le contestó:
«Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de
Dios».
Otro le dijo:
«Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de los de mi casa».
Jesús le contestó:
«Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás vale para el reino de
Dios».
Palabra del Señor.
1
El Buen
Reflejo de la Fe
1. Introducción
Queridos hermanos:
Hoy la Palabra de Dios nos sitúa en un itinerario
espiritual que va desde la oración confiada de Nehemías ante un rey pagano,
hasta la exigencia radical de Jesús a quienes desean seguirlo en el camino
hacia Jerusalén. Entre ambas escenas resuena un mismo eco: la fe es
confianza, decisión y fidelidad sin mirar atrás.
Y en este Año Jubilar, en el que somos llamados peregrinos
de la esperanza, la Iglesia nos invita a caminar con la mirada fija en
Cristo, que nunca impone, pero siempre llama con suavidad y firmeza: “Sígueme”.
2. La oración breve de Nehemías
En la primera lectura, Nehemías debe hablar ante el
rey Artajerjes, un hombre que años atrás había prohibido la reconstrucción de
Jerusalén. Humanamente la situación parecía imposible. Sin embargo, antes de
abrir los labios, Nehemías hace una oración sencilla: “Me encomendé al rey
del cielo y respondí”.
Ese detalle nos recuerda que la oración es el respiro del creyente. No
siempre será larga, ni solemne; a veces basta un suspiro, una jaculatoria, una
mirada al cielo. En esos segundos se manifiesta la certeza de que Dios gobierna
incluso los corazones de los poderosos.
Así también nosotros, cuando enfrentamos
enfermedades, decisiones difíciles o pruebas, necesitamos ese “buen reflejo” de
levantar el corazón al Señor antes de actuar.
3. El sello de Dios en la
historia
¿Por qué el rey cambió de parecer y apoyó el
proyecto? Nehemías lo interpreta como obra de Dios. Esta convicción es central
en la vida del creyente: Dios sigue escribiendo la historia a través de las
decisiones humanas, incluso las de quienes no creen en Él.
Aquí encontramos un mensaje para quienes hoy luchan
contra la enfermedad. Muchos sienten que su vida depende solo de un
diagnóstico, de un medicamento o de la palabra de un médico. Ciertamente esos
medios son importantes, pero detrás de todo está la soberanía del Señor, que
puede transformar la dureza en misericordia, la oposición en apoyo, la muerte
en vida.
4. Jesús en camino hacia
Jerusalén
El Evangelio nos presenta a Jesús decidido a subir
a Jerusalén. Sabe que allí encontrará rechazo y cruz, pero también la plenitud
de su misión. A quienes lo quieren seguir les advierte:
- No
esperen seguridades materiales: “El Hijo del hombre no tiene dónde
reclinar la cabeza”.
- No
pospongan el seguimiento por afectos humanos: “Deja que los muertos
entierren a sus muertos”.
- No
se aferren a nostalgias: “Quien pone la mano en el arado y mira atrás no
es apto para el Reino de Dios”.
Jesús no busca fanáticos sin libertad, sino
discípulos libres que lo sigan con decisión. Como decía el Papa Francisco: “Jesús
invita, no impone; Jesús es humilde”.
5. Un Cristo exigente y atrayente
¿Qué tenía Cristo para atraer a multitudes? No era
su voz, ni su espectáculo, ni su poder económico. Era su capacidad de
revelar el amor del Padre. El amor atrae más que cualquier moda o ídolo. Y
ese mismo amor nos sigue llamando hoy, a veces con exigencia, siempre con
ternura.
Seguir a Cristo no es fácil: supone desprenderse,
asumir riesgos, renunciar a seguridades. Pero al mismo tiempo otorga una paz y
una alegría que ninguna otra experiencia humana puede dar.
6. Aplicación jubilar y pastoral
En este Año Jubilar estamos llamados a vivir con
esperanza, a reflejar en nuestra vida la confianza de Nehemías y la firmeza de
Jesús. Eso significa:
- Orar
antes de actuar,
como un “buen reflejo” que nos conecta con Dios.
- Confiar
en la Providencia cuando las circunstancias parecen adversas.
- Responder
con generosidad al llamado de Cristo, aunque suponga renuncias y desprendimientos.
Hoy lo aplicamos especialmente a los enfermos:
- Los
que luchan contra dolencias físicas.
- Los
que padecen heridas en el alma: depresión, soledad, ansiedad.
- Los
que viven la cruz de la incomprensión o el abandono.
A todos ellos, el Señor les dice: “No mires atrás,
camina conmigo. Yo soy tu fuerza y tu esperanza”.
7. Intención orante
Oremos en este día por todos los enfermos:
- Por
quienes en los hospitales esperan un diagnóstico o un tratamiento.
- Por
quienes en casa llevan con paciencia su dolor.
- Por
los familiares y médicos que los acompañan.
Que nuestra oración sea como la de Nehemías: breve,
confiada, pero cargada de fe.
8. Conclusión
Queridos hermanos, el Evangelio de hoy nos recuerda
que el seguimiento de Cristo es radical, pero lleno de vida. No basta
admirarlo, hay que seguirlo sin condiciones. En este Año Jubilar, seamos
peregrinos de la esperanza, que oran antes de actuar, que confían en la
soberanía de Dios y que caminan hacia adelante sin mirar atrás.
Oración final
Señor
Jesús,
haz de nosotros discípulos fieles, capaces de dejarlo todo por tu Reino.
Danos la docilidad de Nehemías para orar antes de actuar,
la valentía de seguirte con decisión hacia Jerusalén,
y la esperanza de creer que Tú sostienes a los enfermos y a quienes los cuidan.
Que este
Año Jubilar nos renueve en la fe y nos convierta en verdaderos peregrinos de la
esperanza.
Amén.
2
Caminar
con Cristo, Habitar en el Viviente
1. Introducción
Queridos hermanos:
La Palabra de Dios hoy nos invita a contemplar el
seguimiento radical de Jesús.
En el Evangelio (Lc 9,57-62) escuchamos palabras
duras, que parecen más bien desanimar que animar: “El Hijo del hombre no
tiene dónde reclinar la cabeza… Deja que los muertos entierren a sus muertos…
Quien pone la mano en el arado y mira atrás no es apto para el Reino de Dios”.
Pero detrás de esa aparente dureza se esconde un
mensaje profundo: seguir a Cristo no es encontrar seguridades externas, sino
entrar en el descanso interior que nace de habitar en Dios.
2. Contexto bíblico
Jesús se encuentra en camino hacia Jerusalén. Su
vida es itinerante, precaria, sin un hogar fijo. Esa falta de lugar físico
revela que su verdadera morada está en el Padre. No busca comodidad ni
estabilidad terrena: su descanso es hacer la voluntad de Dios.
Por eso exige a los discípulos lo mismo:
desprenderse de las seguridades, no aferrarse a afectos humanos que paralizan,
no mirar hacia atrás con nostalgia. El Reino de Dios se construye en
movimiento.
Alguien afirmó ya muy sabiamente a la luz de este
pasaje: “Con Él, el reposo no es un lugar, sino una actitud interior, una
morada establecida en Dios”.
3. Meditación espiritual
El seguimiento de Cristo es un camino sin reposo
exterior, pero lleno de paz interior.
- No
hay reposo exterior: No existen garantías materiales, ni seguridades humanas. El
discípulo vive en la intemperie de la fe.
- Hay
reposo interior:
Quien sigue a Jesús descubre que el descanso no está en un sitio físico,
sino en la confianza en Dios. El verdadero descanso es habitar en el
Viviente, descansar en su amor, aunque alrededor todo sea inestabilidad.
Mirar hacia atrás —volver a viejas seguridades,
aferrarse a lo perdido— significa detener el camino, “sería morir”.
4. Reflexión pastoral
Todos buscamos lugares de seguridad: la casa
propia, el trabajo estable, la familia unida. Pero la vida muchas veces nos
recuerda que esos lugares no son eternos ni absolutos. Un día la enfermedad, la
crisis económica o el sufrimiento nos los arrebatan.
Jesús nos enseña que, aunque todo se tambalee, hay
un lugar seguro donde nadie puede tocarnos: el corazón de Dios. Ese es el
descanso verdadero, que no depende de la salud, ni del dinero, ni de las
circunstancias.
5. Aplicación jubilar
En este Año Jubilar, como peregrinos de la
esperanza, estamos llamados a caminar ligeros, como Jesús. No podemos
detenernos en el pasado, ni vivir añorando lo que perdimos. El Jubileo nos
invita a mirar adelante con confianza, a renovar la esperanza que viene
de Cristo Resucitado.
- Para
los enfermos: aunque no tengan un lugar físico de descanso, pueden encontrar
en Cristo la paz interior que el mundo no da.
- Para
las familias: aunque la vida sea exigente y precaria, Cristo les ofrece la
certeza de que Él es la verdadera morada.
- Para
la comunidad cristiana: aunque enfrentemos rechazos o indiferencias, el
Evangelio nos asegura que caminar con Cristo es ya vivir en el descanso de
Dios.
6. Oración por los enfermos
Oremos hoy por todos los que sufren la enfermedad:
- Por
quienes buscan un lugar de consuelo en medio del dolor.
- Por
quienes viven noches de insomnio, cansancio o soledad.
- Por
quienes sienten que su vida ha perdido rumbo o seguridad.
Que ellos descubran en Cristo al Viviente que se
convierte en su verdadero descanso.
7. Conclusión
Seguir a Jesús es caminar sin seguridades externas,
pero con el descanso interior de habitar en Dios. No mirar atrás, no detenerse,
no aferrarse a lo perdido.
El Señor nos invita a ser peregrinos de la
esperanza: caminar con fe, habitar en el Viviente, y encontrar en Él el
verdadero descanso.
Oración final
Señor
Jesús,
Tú que no tuviste dónde reclinar la cabeza,
enséñanos a encontrar en Ti el verdadero descanso.
Danos un corazón que no mire atrás,
sino que camine contigo hacia adelante.
Haz que nuestros enfermos descubran en Ti
la paz que el mundo no puede dar.
Y en este Año Jubilar,
haznos peregrinos de la esperanza,
habitantes del Viviente.
Amén.
3
Seguir a
Cristo sin medias tintas
1. Introducción
Queridos hermanos:
Hoy la Palabra nos presenta uno de los momentos más
exigentes del Evangelio: Jesús en camino a Jerusalén responde con frases
fuertes a tres personas que se ofrecen para seguirlo. A primera vista parece
que Jesús quiere desanimarlos, pero en realidad está revelando la verdad del
discipulado: el seguimiento de Cristo es radical, sin medias tintas, sin
mirar atrás.
En este Año Jubilar, en que nos reconocemos Peregrinos
de la Esperanza, la Iglesia nos invita a revisar nuestras motivaciones, a
preguntarnos: ¿seguimos a Cristo por conveniencia o por amor? ¿Lo seguimos a
medias o con todo el corazón?
2. Contexto bíblico
El evangelio de Lucas (9,57-62) nos muestra a Jesús
en marcha hacia Jerusalén, sabiendo que allí encontrará la cruz y la
resurrección. En ese contexto, tres personas le expresan su deseo de seguirlo.
- A la
primera, Jesús le dice: “El Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la
cabeza” (v.58).
- A la
segunda: “Deja que los muertos entierren a sus muertos” (v.60).
- A la
tercera: “El que pone la mano en el arado y mira atrás no es apto para
el Reino de Dios” (v.62).
Estas respuestas no son dureza gratuita; son advertencias
amorosas. Jesús sabe leer los corazones y percibe cuando nuestras palabras
no coinciden con nuestras verdaderas intenciones.
3. Reflexión espiritual
Este evangelio nos da a entender tres claves para
el discipulado:
a) Jesús conoce nuestras
intenciones
El primero que se ofrece a seguirlo parece sincero,
pero quizá busca quedar bien delante de los demás. Jesús le revela que seguirlo
no es un “status”, sino una renuncia: “no tengo dónde reclinar la cabeza”. El
seguimiento no es un escaparate espiritual, es un camino interior.
b) El seguimiento es total, no
parcial
Jesús no llama para darnos una tarea “por ratos”,
ni para cederle “la mayor parte” de nuestra vida. Él nos pide todo,
porque solo entregándole todo nos hacemos plenos. Esta es la paradoja: al
exigirnos todo, nos lo da todo.
c) No mirar atrás
Seguir a Cristo implica una especie de “muerte” a
ciertas seguridades y pecados del pasado. Las nostalgias, las tentaciones de
volver a lo anterior, son reales. Pero mirar atrás debilita el corazón y mata
el discipulado. Como decía alguien “nuestra decisión no debe flaquear”.
4. Aplicación jubilar
En este Año Jubilar, esta Palabra nos invita a tres
actitudes concretas:
1. Escuchar el llamado en lo
secreto.
No se trata de hacer gestos para que nos vean, sino
de cultivar una vida interior profunda. Solo en el silencio de la oración
descubrimos si de verdad queremos seguir a Cristo.
2. Revisar nuestras motivaciones.
¿Seguimos a Jesús para sentirnos bien, para agradar
a otros, para “cumplir”, o por amor auténtico? Este es un tiempo de
purificación interior.
3. Renovar nuestra decisión de no
mirar atrás.
Cada vez que sintamos la tentación de volver a lo viejo, de acomodarnos,
recordemos que somos peregrinos de la esperanza: vamos hacia adelante,
hacia Jerusalén, hacia la vida plena.
Esto vale especialmente para quienes están enfermos
o viven pruebas: Cristo no les promete facilidades, pero sí su presencia
constante, que es descanso interior incluso en medio del dolor. Como decía
el comentario anterior: “con Él, el descanso no es un lugar, sino una actitud
interior”.
5. Intención orante
Hoy elevemos nuestra oración:
- Por
todos los enfermos del cuerpo y del alma, para que encuentren en Cristo la
fuerza de seguir adelante sin perder la esperanza.
- Por
los jóvenes, para que respondan generosamente al llamado del Señor sin
temor ni excusas.
- Por
todos nosotros, para que nuestro discipulado sea auténtico, sin doblez y
sin mirar atrás.
6. Conclusión
Queridos hermanos, el Evangelio de hoy nos recuerda
que no se puede seguir a Cristo a medias. Su llamada es radical, pero es
también la única que nos hace plenos. Seguirlo con todo el corazón no es
perder, sino ganar la vida verdadera.
En este Año Jubilar, renovemos nuestra decisión de
caminar tras Él con firmeza, en el secreto de la oración, con motivaciones
puras y sin nostalgias del pasado.
Oración final
Señor
Jesús,
Tú que nos llamas a seguirte sin reservas,
libéranos de los motivos egoístas
y haz que nuestra entrega sea total.
Danos un corazón decidido,
que no mire atrás y no flaquee en las pruebas.
Concede a los enfermos el descanso interior de tu presencia
y a todos nosotros la alegría de caminar contigo
como verdaderos peregrinos de la esperanza.
Amén.
1 de octubre:
Santa Teresa del Niño Jesús, Virgen y Doctora—Memoria
1873–1897
Patrona de las misiones extranjeras y de los misioneros, de los enfermos de
sida, tripulaciones aéreas, floristas, cultivadores de flores y personas
enfermas.
Invocada contra las enfermedades, la tuberculosis y la pérdida de los padres.
Canonizada por el Papa Pío XI el 17 de mayo de 1925.
Cita:
¡Qué dulce fue el
primer abrazo de Jesús! Fue verdaderamente un abrazo de amor. Sentí que era
amada, y dije: “Te amo, y me entrego a Ti para siempre”. Jesús no me pidió
nada, ni reclamó sacrificio alguno; durante mucho tiempo Él y la pequeña Teresa
se habían conocido y comprendido mutuamente. Aquel día nuestro encuentro fue
más que un simple reconocimiento, fue una unión perfecta. Ya no éramos dos.
Teresa había desaparecido como una gota de agua perdida en la inmensidad del
océano; solo Jesús permanecía—¡Él era el Maestro, el Rey! …Y entonces mi
alegría se volvió tan intensa, tan profunda, que no pudo contenerse; lágrimas
de felicidad brotaron y se desbordaron… toda la alegría del Cielo había
descendido en un corazón, y ese corazón, exiliado, débil y mortal como era, no
pudo contenerla sin lágrimas.
~Santa Teresa reflexionando sobre su Primera Comunión
Reflexión:
Durante más de un siglo, Santa Teresa de Lisieux,
también conocida como “la Pequeña Flor”, ha cautivado innumerables mentes y
corazones. Su corazón simple y puro ardía de un amor profundo por nuestro
Señor, y ese amor desbordó en la vida de muchos. Diariamente inspiraba a
quienes la conocieron, y continúa inspirando a quienes leen su historia.
Marie Françoise-Thérèse Martin nació el 2 de enero
de 1873 en la Rue Saint-Blaise, en Alençon, Francia, hija de Marie-Azélie
Guérin (Zélie) y Louis Martin, joyero y relojero. Su madre, que a menudo
llamaba a Teresa su “pequeño ángel”, murió de cáncer de mama pocos meses antes
del quinto cumpleaños de Teresa. Pero aquellos primeros años con su madre
tuvieron tal impacto en ella que, de muchas maneras, su madre permaneció con
Teresa en su corazón y mente durante toda su vida. El amor que madre e hija
compartieron fue eterno.
Su padre, Louis Martin, quien llamaba a Teresa su
“pequeña reina”, manifestaba cada día su profundo amor por ella, y Teresa lo
veía como su “rey”. Cuando era niña, pasaba horas con su padre mientras él
trabajaba en el jardín, deseando estar cerca de él tanto como fuera posible. Lo
acompañaba con frecuencia en sus paseos diarios, que siempre incluían una
visita al Santísimo Sacramento en el convento cercano en Lisieux. Le encantaba
estar en su presencia y encontraba la satisfacción del amor de Dios en el
abrazo paternal. A los sesenta y seis años, Louis sufrió dos derrames
cerebrales que le produjeron parálisis. Pasó los siguientes tres años en un
hospital y los dos últimos en casa, al cuidado de su familia. Sus hijas Céline
y Léonie fueron sus principales cuidadoras en casa hasta el 24 de junio de
1893, cuando Léonie ingresó al convento de la Visitación en Caen en un segundo
intento de vida religiosa. Céline cuidó fielmente a su padre durante el último
año de su vida, con la ayuda de su tío, una criada y un asistente, hasta su
muerte el 29 de julio de 1894.
Teresa tuvo cuatro hermanas vivas y cuatro hermanos
que murieron en la infancia (tres bebés y Hélène a los cinco años). Sus
hermanas vivas ingresaron todas en la vida religiosa, tres de ellas en el mismo
Carmelo de Lisieux junto con Teresa. Marie entró en el Carmelo de Lisieux con
el nombre de Sor María del Sagrado Corazón. Pauline se convirtió en Madre Inés
de Jesús en el Carmelo de Lisieux. Léonie se convirtió en Sor
Françoise-Thérèse, visitandina en Caen; su vida de virtud heroica está
actualmente en estudio para una posible canonización. Céline también entró en
el Carmelo de Lisieux con el nombre de Sor Genoveva de la Santa Faz.
La relación de Teresa con sus hermanas fue tanto
típica como única. Jugaban juntas y a veces discutían, pero la profundidad de
su amor y afecto transformaba lo que en otros casos hubiera sido una relación
fraterna ordinaria. Teresa adoraba a sus hermanas y amaba estar con ellas, y
ese amor era recíproco.
Toda la familia de Teresa compartía un amor tierno,
afectuoso e inquebrantable. Su hogar fue una verdadera “escuela de amor”, y las
lecciones del amor se aprendían y vivían allí día tras día. En muchos sentidos,
Teresa conoció primero el amor de Dios a través del amor que experimentó en su
familia.
Poco antes de cumplir quince años, tras superar
muchos obstáculos, Teresa recibió permiso del obispo de Bayeux para ser
admitida en el Carmelo. Ingresó formalmente como postulante el 9 de abril de
1888, a los quince años. Abrazó la vida religiosa con fervor y devoción,
profesando votos temporales el 10 de enero de 1889 y sus votos perpetuos el 24
de septiembre de 1890. Durante los siguientes siete años, Sor Teresa vivió la
vida escondida y santa de una carmelita.
Tres años antes de morir, cuando tenía veintiún
años, Sor Teresa comenzó a escribir su autobiografía por obediencia a su
hermana Pauline, recientemente elegida priora con el nombre de Madre Inés de
Jesús. Esta autobiografía, Historia de un alma, captura la belleza y
profundidad de su vida familiar, ofrece preciosas intuiciones sobre su vocación
carmelitana y revela su ardiente amor por Jesús, deseando estar con Él en el
Cielo desde los primeros momentos de su infancia.
El primer manuscrito de Historia de un alma
incluye recuerdos de su niñez y sus primeros años en la vida religiosa. A los
veintitrés años, Sor Teresa contrajo tuberculosis y sufrió intensamente durante
más de un año. Fue en ese tiempo que añadió dos manuscritos más a su
autobiografía: uno escrito para su hermana Marie, Sor María del Sagrado
Corazón, que deseaba conocer más sobre su espiritualidad; y otro pedido por la
Madre Inés de Jesús, en el que relataba su vida religiosa. Este último lo
redactó durante su último año, ya enferma, y no lo terminó por el avance de la
enfermedad. Sin embargo, su hermana, Madre Inés, guardó un cuaderno detallado
sobre sus últimos meses, que luego se publicó con el título Sus Últimas
Conversaciones. También se encuentran publicadas sus Cartas, muchas
de las cuales aparecieron bajo el título Correspondencia general.
Finalmente, Sor Teresa fue una ávida autora de poesías, oraciones y obras
teatrales, muchas de las cuales también se han publicado.
Sor Teresa murió el 30 de septiembre de 1897,
rodeada de tres de sus hermanas Martin y de todas las religiosas del Carmelo de
Lisieux. Sus últimas palabras fueron: “¡Oh!... ¡Le amo!... ¡Dios mío, yo… te
amo!”.
Al honrar a esta santa que ha cautivado tantos
corazones y mentes, contemplemos la importancia de la vida familiar. Algunas
familias están rotas y divididas; otras son una gracia, verdaderas escuelas de
amor. Santa Teresa tuvo la dicha de crecer en una familia que la formó
profundamente en el amor de Dios y del prójimo. Al morir, era prácticamente
desconocida fuera de su familia y comunidad religiosa, pero Dios quiso
compartir su preciosa alma con el mundo a través de su autobiografía y sus
cartas. Deja que su alma toque la tuya conociéndola en sus escritos. Busca su
intercesión para que cumpla su promesa: que su “Cielo será pasar haciendo el
bien en la tierra”.
Oración:
Santa Teresa, siendo niña te enamoraste de Dios en el seno de la escuela de
amor que fue tu familia. Tu amor creció tanto que Dios te llevó a Sí a una edad
temprana, para estar con Él para siempre. Ruega por mí, para que descubra la
misma intensidad de amor que tú encontraste, y así comparta la gloria en la que
ahora participas.
Santa Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz, ruega por mí.
Jesús, en Ti confío.
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