Santo del día:
San Gregorio Magno
Alrededor de 540-604.
«Cuanto más perfecta es un
alma, más compasión siente por el sufrimiento ajeno»,
afirmó este monje benedictino, elegido papa en 590. Dejó numerosos escritos de
carácter pastoral, moral y espiritual.
Doctor de la Iglesia.
Cada vez más frutos
(Colosenses 1, 1-8) Pablo da gracias a Dios
por todo lo que Él realiza en el corazón de los colosenses. Pero, tanto para
ellos como para nosotros, la santificación no se hace sin nuestra
participación.
¿No
se trata acaso de ajustarnos al don de Dios mediante una acogida cada vez más
auténtica del Evangelio, “que da fruto y progresa en el mundo entero”?
Es
una invitación a sentarnos delante de Dios para reconocer estos frutos y este
progreso, para cambiar nuestra mirada sobre nosotros mismos y sobre nuestros
semejantes en humanidad.
Emmanuelle Billoteau, ermite
Primera lectura
Col
1,1-8
La
verdad del Evangelio llegó hasta ustedes y se propagó por todo el mundo
Comienzo de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses.
PABLO, apóstol de Cristo Jesús por voluntad de Dios, y Timoteo, el hermano, a
los santos y fieles hermanos en Cristo que residen en Colosas: gracia y paz a
ustedes de parte de Dios, nuestro Padre.
Damos gracias a Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, orando siempre por
ustedes, al tener noticia de su fe en Cristo Jesús y del amor que tienen a
todos los santos, a causa de la esperanza que les está reservada en los cielos
y de la que oyeron hablar cuando se les anunció la verdad del Evangelio de
Dios, que llegó hasta ustedes.
Este sigue dando fruto y propagándose por todo el mundo como ha ocurrido
también entre ustedes desde el día en que escucharon y comprendieron la gracia
de Dios en la verdad.
Así se lo enseñó Epafras, nuestro querido compañero de servicio, fiel servidor
de Cristo en lugar nuestro. Él es quien nos ha informado del amor que sienten
por nosotros en el Espíritu.
Palabra de Dios.
Salmo
Sal
52(51),10.11 (R. cf. 10b)
R. Confío en tu
misericordia, Señor, por siempre.
V. Yo, como verde olivo,
en la casa de Dios,
confío en la misericordia de Dios
por siempre jamás. R.
V. Te daré siempre
gracias
porque has actuado;
proclamaré delante de tus fieles:
«Tu nombre es bueno». R.
Aclamación
R. Aleluya, aleluya,
aleluya.
V. El Señor me ha
enviado a evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la
libertad. R.
Evangelio
Lc
4,38-44
Es
necesario que evangelice también a las otras ciudades, pues para esto he sido
enviado
Lectura del santo Evangelio según san Lucas.
EN aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, entró en la casa de Simón.
La suegra de Simón estaba con fiebre muy alta y le rogaron por ella.
Él, inclinándose sobre ella, increpó a la fiebre, y se le pasó; ella,
levantándose enseguida, se puso a servirles.
Al ponerse el sol, todos cuantos tenían enfermos con diversas dolencias se los
llevaban, y él, imponiendo las manos sobre cada uno, los iba curando.
De muchos de ellos salían también demonios, que gritaban y decían:
«Tú eres el Hijo de Dios».
Los increpaba y no les dejaba hablar, porque sabían que él era el Mesías.
Al hacerse de día, salió y se fue a un lugar desierto.
La gente lo andaba buscando y, llegando donde estaba, intentaban retenerlo para
que no se separara de ellos.
Pero él les dijo:
«Es necesario que proclame el reino de Dios también a las otras ciudades, pues
para esto he sido enviado».
Y predicaba en las sinagogas de Judea.
Palabra del Señor.
Queridos hermanos y hermanas en Cristo:
1. Introducción: Cristo, plenitud
de nuestra vida
Hoy la Palabra de Dios nos pone frente a una verdad
que transforma la existencia: Cristo lo llena todo. La Carta a los
Colosenses comienza presentando a Jesús en todo su esplendor, como aquel que
tiene el poder de renovar la vida y de darle sentido a cada circunstancia.
Aunque san Pablo nunca visitó Colosas, su discípulo Epafras llevó hasta allí la
semilla del Evangelio. Es hermoso recordar cómo la fe se transmite de persona
en persona, de corazón en corazón, hasta llegar a nosotros. Hoy, más de dos mil
años después, seguimos siendo alcanzados por esa misma Buena Noticia: ¡Cristo
está vivo, y su presencia transforma nuestra vida cotidiana!
2. Una fe que hace diferencia
Pablo escribe junto con Timoteo, presentándose no
como un héroe solitario, sino como hermano en la misión, como parte de un
pueblo que camina en la fe. La fe, queridos hermanos, no es un adorno, ni un
consuelo superficial; es una fuerza que hace diferencia. El creyente que se
encuentra con Cristo empieza a vivir de otra manera: con esperanza, con
valentía, con amor. En este Año Jubilar, el Papa León XIV nos invita
precisamente a redescubrir ese dinamismo de la fe que nos convierte en
“peregrinos de la esperanza”. No somos simples espectadores del mundo: somos
testigos de una vida que vale la pena ser vivida, porque está iluminada por la
presencia del Señor.
3. Sanar, curar… y aún más
El Evangelio de hoy nos muestra a Jesús entrando en
casa de Pedro y curando a su suegra, que estaba enferma de fiebre. Después, al
caer la tarde, “todos los que tenían enfermos de diversas dolencias los
llevaban a Él; y Él, imponiendo las manos sobre cada uno, los curaba” (Lc
4,40). Este pasaje nos abre los ojos a una dimensión clave: Jesús no solo sana
cuerpos, también sana corazones, sana relaciones, sana la historia personal
herida. Él no vino a curar algunos, sino a anunciar un Reino de vida abundante,
un horizonte de esperanza. Su compasión se extiende a todos.
Hoy, en este momento jubilar, hacemos memoria de
tantos hermanos y hermanas que sufren en el alma y en el cuerpo: los enfermos
en hospitales, los ancianos solos, los que cargan el peso del dolor físico o
psicológico, los que esperan un diagnóstico, los que no pueden costear un
tratamiento. A la luz del Evangelio, los ponemos en el corazón misericordioso
de Cristo, el gran Médico del alma y del cuerpo.
4. Epafras ayer, testigos hoy
En Colosas, Epafras fue instrumento para llevar la
Buena Noticia. Hoy, también nosotros estamos llamados a ser “Epafras” para los
demás: para los enfermos que necesitan una palabra de consuelo, para los pobres
que buscan apoyo, para los jóvenes que anhelan sentido, para las familias que
reclaman esperanza. La misión no se detiene; la misión nos alcanza y nos
compromete. Como comunidad, debemos agradecer por quienes nos han transmitido
la fe –nuestros padres, catequistas, sacerdotes, religiosos y religiosas– y
renovar nuestro compromiso de ser testigos creíbles en medio del mundo.
5. El Jubileo: tiempo de
esperanza y de sanación
El Año Jubilar que celebramos es un tiempo de
gracia, de reconciliación, de sanación espiritual. En este marco, la invitación
es clara: llevar a Cristo a los enfermos y descubrir en ellos el rostro mismo
del Señor. Cada vez que visitamos un hospital, cada vez que acompañamos a
alguien en su sufrimiento, cada vez que oramos por quienes no pueden venir al
templo, estamos prolongando los gestos de Jesús que nos muestra el Evangelio de
hoy.
6. Conclusión: vivir a la altura
de Cristo
Queridos hermanos, Pablo nos dice que Cristo nos
capacita para vivir a la altura de lo que se nos anuncia de Él. Esa es la gran
noticia: no se trata de nuestras fuerzas, sino de su gracia. Se trata de
dejarnos transformar por su amor. La Carta a los Colosenses nos abre la mente y
el corazón a esta certeza: una vida en Cristo es una vida plena, fecunda, con
sentido.
Encomendemos hoy a todos los enfermos de nuestra
comunidad a la intercesión de la Virgen María, Salud de los enfermos, y
pidamos que el Espíritu Santo nos haga misioneros de esperanza, testigos de un
Cristo que sigue curando y liberando.
2
Queridos
hermanos y hermanas en el Señor:
1. Introducción: una carta que sigue dando fruto
Hoy la liturgia nos ofrece el inicio de la Carta a
los Colosenses (Col 1,1-8). San Pablo, desde la distancia, eleva una acción de
gracias a Dios por la fe de aquella comunidad que él mismo no había fundado, pero
que había recibido el Evangelio gracias a Epafras, su colaborador. Pablo
celebra que la Palabra de Dios no se detiene en fronteras geográficas ni en
limitaciones humanas, sino que crece, da fruto y se expande en todo el mundo.
Esa misma semilla ha llegado hasta nosotros y sigue dando vida en el corazón de
la Iglesia.
2. La santificación: don y
participación
Hoy recordamos algo
esencial: la santificación no es un proceso automático, ni un acto mágico. Es
don de Dios, pero exige nuestra participación. Dios siembra, pero nosotros
hemos de abrir la tierra de nuestra vida. Dios derrama su gracia, pero nosotros
hemos de acogerla con sinceridad. De ahí la invitación a “sentarnos delante de
Dios” y reconocer los frutos del Evangelio en nuestra historia.
Este ejercicio de gratitud y examen nos ayuda a
cambiar la mirada: ya no vemos solo nuestras carencias o las de los demás, sino
los signos de vida nueva que el Espíritu hace brotar incluso en medio de las
fragilidades.
3. El Evangelio que sana y
transforma
En el Evangelio (Lc 4,38-44), contemplamos a Jesús
que entra en la casa de Simón, sana a su suegra y atiende a todos los que le
presentan enfermos. Imponiendo sus manos, les devuelve la salud. No solo
restituye cuerpos, sino que devuelve esperanza, reintegra en la comunidad, abre
horizontes. Y cuando intentan retenerlo, Jesús responde que debe anunciar el
Reino también a otros pueblos, porque para eso ha sido enviado.
Esta dinámica es profundamente jubilar: el
Evangelio no se encierra, no se limita a unos pocos, sino que se expande y da
fruto en todas partes. Y esos frutos los vemos hoy en los enfermos que son
acompañados con caridad, en las familias que recuperan la esperanza, en la
comunidad que se fortalece en la fe.
4. San Gregorio Magno: pastor al
estilo de Cristo
Hoy recordamos a San Gregorio Magno, Papa
del siglo VI, Doctor de la Iglesia y gran pastor. En un tiempo convulso, supo
conjugar contemplación y acción, oración y gobierno, humildad y firmeza. Él
mismo se resistía a aceptar el pontificado, porque se sentía débil y enfermo;
sin embargo, Dios lo escogió para guiar a la Iglesia con el corazón de un
verdadero pastor.
San Gregorio entendió que el servicio pastoral
consiste en hacer presente la cercanía de Cristo, Buen Pastor, que conoce a sus
ovejas y da la vida por ellas. Fue un hombre que “se sentó delante de Dios”
para escuchar y discernir, y desde allí condujo a la Iglesia con sabiduría y
compasión. Su testimonio nos invita a dejarnos transformar por el Evangelio y a
ser instrumentos de unidad y esperanza en medio de nuestro pueblo.
5. Oración por los enfermos y
misión jubilar
Queridos hermanos, hoy traemos al altar a todos los
enfermos: los de nuestra familia, los de la comunidad, los que se encuentran
solos o desanimados. El Jubileo nos recuerda que ellos son “peregrinos de
esperanza” junto a nosotros, porque en su debilidad resplandece la fuerza de
Cristo.
Pidamos que la Iglesia, siguiendo el ejemplo de san
Gregorio Magno, sepa ser madre que acompaña, médico que sana y maestra que
enseña. Que sepamos también nosotros ser misioneros de esperanza, como Epafras
lo fue en Colosas, llevando la Palabra que transforma y el consuelo que
fortalece.
6. Conclusión: frutos del
Evangelio
La Palabra de Dios de hoy nos anima a preguntarnos:
¿qué frutos está dando el Evangelio en mi vida? ¿Soy consciente de la obra de
Dios en mí y en mis hermanos? ¿Estoy dispuesto a ser colaborador en la misión,
como Epafras, como Pablo, como san Gregorio Magno?
En este Año Jubilar, abramos el corazón a la
gracia, para que la fe siga dando fruto en nosotros y en nuestra comunidad. Y
con confianza, pongamos en manos del Señor a todos los enfermos, pidiendo que
su misericordia los sostenga y los llene de paz.
3
Queridos hermanos y hermanas:
1)
“Ganarse el corazón para sembrar la Palabra”
El
Evangelio (Lc 4,38-44) nos muestra la pedagogía de Jesús al inicio de su
ministerio público: entra en la casa, se
inclina sobre la suegra de Simón, reprende la fiebre y la
levanta. Al atardecer, impone
las manos sobre cada uno y cura. Antes de proclamar ampliamente
el Reino, el Señor toca el
dolor concreto y, así, capta la atención y dispone los
corazones para su enseñanza. La misión no es un discurso: es una presencia que sana y
abre el oído a la verdad.
2)
Colosenses: el Evangelio que da
fruto y progresa
Col
1,1-8 celebra que la Buena Noticia “da
fruto y crece en el mundo entero”. Pablo bendice a Dios por la
obra realizada en Colosas a través de Epafras, pero recuerda que la santificación no ocurre
sin nuestra participación:
Dios da la gracia, nosotros le abrimos la puerta. En clave jubilar,
preguntémonos: ¿qué frutos
concretos (reconciliaciones, servicios, perseverancia, esperanza) está
produciendo el Evangelio en mi vida y en nuestra comunidad?
3)
El Salmo 52(51):
raíces hondas para frutos duraderos
El
salmista proclama: “Confío
para siempre en la misericordia de Dios” y se describe “como olivo verde en la casa de Dios”.
Dos imágenes nos guían:
·
Confianza perseverante: la fe no es emoción
pasajera, es decisión
cotidiana de apoyarnos en la misericordia, también cuando todo
tiembla.
·
Olivo verde: no cualquier planta,
sino una con raíces
profundas, que da aceite para sanar, iluminar y consagrar. Ese
es el destino del discípulo: arraigado en Dios para sanar heridas, dar luz y ungir la vida de los
hermanos.
Aplicación:
Si el Evangelio “progresa” (Colosenses) es porque hay raíces (Salmo). La
suegra de Simón “se levantó y se
puso a servir”: fruto visible de una raíz invisible. Todo
verdadero milagro
desemboca en servicio.
4)
San Gregorio Magno:
pastor que ora, discierne y sirve
Hoy
la Iglesia celebra a San
Gregorio Magno (†604), papa y doctor. Su vida ilumina el
Evangelio de hoy:
·
Servus servorum Dei: eligió llamarse
“siervo de los siervos de Dios”, porque el que ha sido levantado por Cristo sirve. Como la suegra de
Pedro, sanada para el servicio, Gregorio entendió el poder como diakonía.
·
Contemplación y gobierno: monje y pastor, unió oración y acción. Su Regla pastoral insiste en
que el pastor toca las
llagas del pueblo y, tocándolas, se deja evangelizar por el
sufrimiento.
·
Caridad creativa y misión: en tiempos de peste y
hambre en Roma, organizó socorro para los pobres y envió misioneros (san
Agustín de Canterbury) a evangelizar nuevas tierras. El Evangelio no se retiene
en Cafarnaúm: “también a
otros pueblos debo anunciar el Reino” (Lc 4,43).
Claves
para nosotros en este Año Jubilar:
·
Humildad que sirve (Gregorio),
·
Confianza que arraiga (Salmo),
·
Caridad que sana (Evangelio),
·
Misión que se expande (Colosenses y Lc 4).
5)
Orar y cuidar a los enfermos: “tocar” como Cristo
Hoy
presentamos a los enfermos:
los del cuerpo, de la mente y del espíritu. El gesto de Jesús —imponer las manos a cada uno—
nos enseña una pastoral de proximidad
personalizada. En la visita, la unción, la escucha y el
acompañamiento, la Iglesia prolonga las manos del Señor. Que nuestra comunidad,
a ejemplo de San Gregorio, organice
la caridad: redes de visita, apoyo a cuidadores, escucha para
el que sufre en silencio.
Sugerencia jubilar concreta (esta semana):
1.
Visitar
un enfermo; 2) Rezar el Salmo 52(51) con él (“Confío para siempre en la
misericordia de Dios”); 3) Ofrecerle la Unción
o la Comunión
si procede; 4) Preguntar: “¿En qué gesto sencillo puedo ayudarte hoy?”
6)
Conclusión: fundamento, raíces y frutos
·
Fundamento: Cristo que levanta y envía.
·
Raíces: confianza perseverante del Salmo.
·
Frutos: vida que sirve (suegra de Simón),
caridad que organiza (San Gregorio), Evangelio que progresa (Colosenses).
Que
María, Salud de los
enfermos, y San
Gregorio Magno nos alcancen la gracia de echar raíces en la
misericordia de Dios y dar
frutos de servicio y misión en este Año Jubilar.
Oración
final breve (para cerrar la homilía)
Señor
Jesús, que levantaste a la suegra de Pedro y tocaste a cada enfermo con tus
manos, tócanos hoy
con tu Espíritu: arraiga nuestra vida en tu misericordia, haznos olivo verde en tu casa
y, a ejemplo de San Gregorio, conviértenos en siervos de los siervos. Que el Evangelio dé
fruto y progrese en nosotros y en nuestro pueblo. Amén.
3 de septiembre:
San Gregorio Magno, Papa y Doctor
— Memoria
c. 540–604
Patrono de los monaguillos, educadores, albañiles, músicos, papas, estudiantes
y cantores.
Invocado contra la gota y la peste.
Canonizado antes del proceso formal de canonización.
Declarado Doctor de la Iglesia por el Papa Bonifacio VIII en 1295.
Cita
Nadie presume enseñar un arte antes de haberlo
aprendido primero mediante la meditación atenta. ¡Qué temeridad, entonces, que
los inexpertos asuman la autoridad pastoral, siendo que el gobierno de las
almas es el arte de las artes! … Y, sin embargo, ¡cuántas veces hombres sin
conocimiento alguno de los preceptos espirituales se profesan temerariamente
médicos del corazón, mientras que aquellos que ignoran el efecto de los
medicamentos se sonrojan de presentarse como médicos del cuerpo! Pero, debido a
que, por disposición de Dios, todos los de mayor rango de esta época se
inclinan a reverenciar la religión, hay algunos que, con la apariencia externa
de autoridad en el seno de la santa Iglesia, buscan la gloria de la distinción.
Desean aparecer como maestros, codician ser superiores a los demás y, como lo
atestigua la Verdad, buscan los primeros saludos en las plazas, los primeros
asientos en los banquetes, los primeros puestos en las asambleas (Mt 23,6-7),
resultando tanto menos capaces de administrar dignamente el oficio que han
asumido de cuidado pastoral, cuanto que han alcanzado el puesto magisterial de
la humildad únicamente por vanagloria.
~San Gregorio Magno, Regla Pastoral, Libro I
Reflexión
San Gregorio Magno nació en Roma en el seno de una
familia aristocrática cuyos miembros ocuparon cargos políticos y religiosos. Su
padre fue senador y más tarde Prefecto de Roma, cargo similar al de un alcalde.
Su madre, Silvia, fue una mujer virtuosa que después fue reconocida como santa,
al igual que dos de sus tías. Así, la familia influyente, rica y santa de
Gregorio le proporcionó una educación brillante y lo formó en la fe católica
desde joven.
Durante los primeros catorce años de su vida,
Gregorio fue testigo de cómo la guerra y la enfermedad devastaban Roma. Los
ostrogodos habían gobernado la ciudad desde 479, pero entre 535 y 554 el
emperador romano de Oriente libró una guerra para recuperarla. Ese conflicto
causó gran destrucción y muchas muertes. Es posible que la familia de Gregorio
incluso tuviera que huir por un tiempo. Tras la paz de 554, cuando Italia quedó
bajo control del emperador de Oriente, la gente volvió a Roma para reconstruir
la ciudad y restablecer el orden.
Entre 554 y 574, Gregorio siguió los pasos de su
padre, asumiendo distintos cargos civiles de liderazgo. Alrededor del año 573
fue elegido Prefecto de Roma, el mismo puesto que había ocupado su padre. Sin
embargo, poco después de asumirlo, murió su padre, y este acontecimiento lo llevó
a dar un giro decisivo: renunció al cargo, transformó la casa familiar en un
monasterio y profesó votos monásticos. Ese tiempo de profunda oración fue
invaluable para él y lo preparó para las grandes responsabilidades que Dios más
tarde le confiaría.
Como monje, Gregorio pasó cuatro años en oración y
estudio silencioso. Aquellos años fueron de los más felices de su vida. En 578,
el Papa Pelagio II lo ordenó diácono y, un año después, lo envió a
Constantinopla como apocrisiario, es decir, embajador papal. Durante seis años
allí, a pesar de los desafíos, mantuvo su vida monástica de oración y estudio
mientras cumplía sus deberes en la corte imperial. En ese tiempo comenzó a
escribir su célebre comentario al libro de Job, donde abordó la naturaleza de Dios,
el problema del mal, la comprensión cristiana del sufrimiento humano y la
virtud de la paciencia.
Tras su servicio en Constantinopla, Gregorio
regresó a Roma, fue elegido abad de su monasterio y disfrutó algunos años más
de paz monástica. En 590, a la muerte del Papa Pelagio II, el pueblo de Roma lo
eligió como su sucesor. Gregorio aceptó, aunque con gran reticencia. Fue el
primer monje en ser elegido papa.
Durante los siguientes catorce años, a pesar de su
constante mala salud, el Papa Gregorio I se convirtió en uno de los pontífices
más influyentes de la historia. Entre sus logros destacan importantes reformas
en la administración y la liturgia de la Iglesia. En lo administrativo, reformó
la gestión de los bienes y finanzas eclesiásticas, estableció directrices
estrictas para el uso responsable de los recursos, puso medidas contra abusos
como el nepotismo, aumentó la transparencia y expandió notablemente las obras
de caridad, hasta vaciar el tesoro pontificio. También forjó alianzas políticas
y militares estratégicas que fortalecieron al papado y garantizaron la
seguridad y el bienestar de su pueblo. Incluso muchos líderes civiles acudieron
a él en busca de orientación.
En lo litúrgico, contribuyó a la estandarización de
la liturgia, estableciendo oraciones, el orden de la misa, el calendario
litúrgico y desarrollando el canto litúrgico que, con el tiempo, llevaría su
nombre: el canto gregoriano.
El Papa Gregorio también mostró un profundo
espíritu misionero. En particular, impulsó la misión que inició la conversión
de los pueblos anglosajones en Inglaterra. Se cuenta que, al ver en el mercado
de Roma a unos niños esclavos de origen anglosajón, preguntó de dónde venían.
Al oír que eran “anglos” de Inglaterra, respondió que parecían “ángeles”. Aquel
encuentro le inspiró el deseo de evangelizar aquella nación pagana, enviando
posteriormente a san Agustín de Canterbury y a cuarenta monjes de su propio
monasterio, quienes llevaron adelante con gran éxito esta misión.
Además de sus comentarios bíblicos, Gregorio escribió
la Regla Pastoral (Regula Pastoralis), una guía influyente para
obispos y líderes de la Iglesia sobre su responsabilidad pastoral y la conducta
en su vida personal y pública. Sus Diálogos recogen visiones, milagros y
vidas de santos, incluyendo una de las primeras biografías de san Benito. Sus
alrededor de 800 cartas ofrecen una rica visión del panorama eclesial, social y
político de su tiempo, con consejos pastorales y teológicos de gran vigencia.
Los legados duraderos no se fabrican ni se compran:
son fruto de un liderazgo verdadero y de un impacto profundo. El Papa Gregorio
I es conocido como San Gregorio Magno. Es “Magno” porque no solo influyó
en su época, en lo religioso y lo político, sino porque sus escritos y reformas
marcaron el rumbo de la Iglesia por siglos. Sus primeros amores fueron Cristo y
la vida monástica. Dios utilizó su humildad como cimiento para seguir
edificando la Iglesia.
Al honrar a este gran papa, reflexionemos sobre la
importancia de hacer de nuestra vida un fundamento sólido sobre el cual otros
puedan crecer y florecer. Solo establecemos un verdadero cimiento para nuestra
vida espiritual —y para la de quienes nos rodean— cuando hacemos de la oración
y de la unión con Dios nuestra misión principal. San Gregorio lo hizo, y Dios
lo usó de manera gloriosa. Que lo mismo pueda decirse de nosotros.
Oración
San Gregorio Magno, tu primer deseo fue amar a
Dios, conocerlo en la oración y el estudio, y servirlo con todo tu corazón.
Dios tomó lo que le ofreciste y lo convirtió en un sólido fundamento sobre el
cual siguió edificando su Iglesia. Te ruego que intercedas por mí, para que mi
vida esté siempre cimentada en la fe, de modo que Dios pueda servirse de mí
como Él quiera, para su gloria y la salvación de las almas.
San Gregorio Magno, ruega por mí. Jesús, en Ti confío.
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